Pensaba que discutirían peor, pero la cosa se termina cuando Jack me arrastra como a una niña lejos de Jenn. Ella tampoco ha puesto de su parte para librarme de este secuestro tan fortuíto.
—¿Qué crees que haces? Suéltame —me quejo.
¿A qué viene esto ahora? ¿Sus amigos tampoco pueden habalarme? Que.... << ¡Aaarrrg! >> Lo peor es que yo no puedo fingir que lo odio. No lo hago. Lo he echado de menos y todavía tengo la espinita clavada porque no me lo repitiera el otro día.
Me suelta cuando me ha alejado de la fiesta. La mayoría de las chicas están en el mar, divirtiéndose, chillando y disfrutando y...
—Ya me darás las gracias.
—¡¿Las gracias?! —lo enfrento como pocas veces lo he hecho, diría que nunca hemos discutido, salvo lo del lunes—. Me lo estaba pasando bien.
Jack me mira. Es una mirada amenazante, de esas que da cuando sabe que es mejor que el resto. Me hace resoplar y me dan ganas de largarme y dejarlo aquí solo. Pero no puedo. Veo como sus ojos descienden por mi cuerpo hasta mi cuello y le cambia el semblante por completo. A mi se me encoge el corazón.
Levanta la mano, siento que sus dedos tardan una eternidad en llegar hasta el colgante. Me roza la piel desnuda y consigue que tiemble. Él lo nota porque enseguida me mira con sus penetrantes ojos oscuros. A la luz de esta noche, con el fuego y la luna, puedo recordar porque llegué a enamorarme tanto de él. Era perfecto, antes todo lo era.
Me gustaría estar aquí toda la noche, con él, me gustaría hablar de mil cosas pero las palabras tampoco me salen. Y no es como si tuviera tiempo para pensar qué decir. El ruido estruendoso de la fiesta hace que me gire y me quedo atónica viendo la escena. ¿Eso era lo que me esperaba?
—Te lo he dicho. Voy a esperar a que me des las gracias.
Jenn y las que ahora supongo que son sus amigas se están partiendo de risa regodeándose de haber tirado la ropa del resto de chicas al mar. Hasta los zapatos y algunos bolsos. Dios. Van a tener que volver empapadas a sus casas, y espero que la corriente no haga que pierdan algo.
A eso venía tanta insistencia de Jenn en venir juntas. Era su novatada. Qué tonta he sido. Y me siento más tonta por sentirme peor al confiar en que podía ser amiga suya. Esta semana está siendo todo lo que no esperaba de llegar a la Universidad.
—¿A dónde vas? —me pregunta cuando empiezo a caminar para ir a buscar mis zapatos.
No tengo ganas de seguir aquí. Kay está enrollándose con a saber quienes y Peter y Lee no es que aún sean mis amigos como para apoyarme emocionalmente en ellos esta noche. Además, el alcohol no me ha caído bien y se me ha pegado el olor a maría.
—A la residencia —mascullo.
No espero que me siga, atravieso de nuevo la marea de gente y por suerte no me topo con Jenn. Por suerte, tampoco me han robado los zapatos.
—¡Cece! —Hasta que por fin me llama por mi nombre—. Joder, pensaba que eras una de esas novatas en al agua.
Está algo perjudicada ya por la mezcla de sustancias. Se tambalea sobre la arena y casi se cae al apoyarse contra el palo de voleibol. Tiene todo el pintalabios corrido por la cara y la veo demasiado animada como para poder convencerla de irnos al campus.
—No.
—Espera, ¿te vas? ¡Si esto acaba de empezar! —Intenta cogerme para evitar que meta los pies en mis zapatilas, pero ya lo estoy haciendo—. Venga, novata, no seas tan aburrida.
—Estoy cansada, eso es todo —miento—. ¿Te vas a quedar?
—Le diré a Peter que te lleve, han venido en su coche y... ¡Peter!
Peter gira el cuello, parece el más cuerdo de los tres pero tampoco quiero que me lleve en coche después de verlo beber y fumar. Se nos acerca y escucha atento el percal, las llaves de su coche ya destellan entre sus dedos antes de que pueda objetar algo.
—No hace falta, iré dando un paseo.
—Es muy tarde para que estés sola por ahí —dice él y descuelga su camiseta de la red—. Voy bien, no te preocupes...
—Ya la llevo yo.
¿Él? ¿Ahora sí? ¿Qué hay de eso de "no formar parte de su vida"? Me dan ganas de aceptar irme con Peter, o caminando sola tampoco me parece tan malo visto las opciones que tengo. O puedo pedir un taxi y ya. Pero mentiría si dijera que no quiero estar con Jack. Tenerlo cerca, discutamos o no, a mi me vale.
Ladeo la cabeza para mirarlo. Lleva su camiseta arrugada en la mano y también se ha puesto las zapatillas. Parece decidido a llevarme y hasta la más ínfima posibilidad que existe de que podamos hablar, a mi me da un empujón de animos a aceptar.
—Avísame cuando llegues, ¿vale, novata? —me dice Kay.
Yo asiento con la cabeza.
—Vale. Tú... pásatelo bien.
Se ríe y mira a las chicas que ha dejado sentadas en la arena con todo su maquillaje oscuro retregado por sus caras.
—No te preocupes por eso.
Echa a andar por la arena y al seguirla con los ojos mi vista recae en el pecho desnudo de Peter. Levanto la mirada y la mano y le despido.
—Ha sido un placer...
—Cece —escucho que gruñe Jack a mis espaldas—. No te voy a esperar toda la noche.
¿En qué momento se ha vuelto un capullo?
—¿Segura que no quieres que te lleve? —insiste Peter y yo sacudo la cabeza—. Avisa a Kay cuando llegues.
—Claro. Adiós.
Aferrada a mi pequeño bolso doy media vuelta y me choco de lleno contra el cuerpo duro, musculoso y descamisado de Jack. ¿Se ha vuelto así de capullo a la vez que le salían todos estos músculos? Resopla y da un paso atrás lanzado a caminar sin esperarme.
No puedo evitar fijarme en su cuerpo, en el modo en que sus músculos se mueven al ponerse la camiseta de manga corta. Tiene la piel bronceada, nada a como somos los de Seattle con el clima tan asqueroso de la ciudad. Parece un chico de la costa, ha cambiado tanto...
—Deja de suspirar. Da gracias que te estoy acompañando.
¡Dios!
—¿En qué momento te has vuelto tan imbécil? —suelto.
Me mira sobre su hombro. La iluminación del fuego le hace mucho más intimidante de lo que creía que podía ser. Hace que se me ponga la piel de gallina. No quiero tratarlo mal, pero no es culpa mia ni de haberme bebido un par de cervezas de más, es culpa suya por no ser el chico que era.
—¿Has bebido? —me inquiere.
Tengo que tragarme las ganas de decirle que eso no tiene nada que ver.
—Unas cuantas cervezas.
—¿Desde cuando bebes?
Me encojo de hombros.
—Lo sabrías si no te hubieras ido así como así —suelto, no quiero sonar tan brusca, pero recordarlo me duele.
—No sabes una m****a. —Sin embargo, parece que a él si le da igual hablarme así de mal.
—Sé que ni siquiera te despediste.
—No es asunto tuyo. Yo no era tu amigo.
¿No lo era? ¿No considera que habernos criado juntos crea un vínculo?
Eso sí que duele. Consigue cerrarme la boca un buen rato hasta que me doy cuenta de que estamos caminando por las calles de vuelta al campus. Quiero preguntarle si es que no tiene coche, cosa que dudo porque era un fanático de ellos, pero tengo los labios pegados por el dolor. Siento que si expreso hasta el más mínimo sonido él me lo devolverá con algo peor y terminaré llorando.
—Sigo esperando que me des las gracias por evitar que estés empapada ahora mismo.
Un capullo bipolar, eso es en lo que se ha convertido. ¿Tiene pensado tratarme mal y después soltar chascarrillos?
—Gracias —murmuro en voz baja.
—Mira que te lo advertí. Jenn no va a ser tu amiga —me reprocha.
Ni Jenn, ni él. Pero tengo a Kay y puede que mañana cuando nos veamos en la habitación tengamos más cosas de las que hablar. Y Peter y Lee me han parecido buenos chicos.
Yo no digo nada más, no estoy de ánimos y a cada calle que pasamos me voy sintiendo aún más decepcionada con esto de las experiencias universitarias. Para cuando atravesamos el límite del campus en completo silencio, me doy cuenta de que tampoco quiero estar sola en la habitación así que me siento en el primer banco que veo. Jack avanza unos metros y de repente frena, da media vuelta y me mira.
—¿Qué crees que haces? Levántate, no tengo toda la noche para tus tonterías. —Puedes irte si quieres. Sé llegar desde aquí. —No voy a dejarte sola a estas horas. Levántate, Cece, no me jodas. Levanto los pies hasta apoyarlos en la madera del banco y me cubro sobre las rodillas con la falda de mi vestido. Ya no quedan farolas encendidas en el campus, la poca luz que llega a penas sirve para visulbrar bien los caminos o la silueta imponente de Jack en mitad del paseo. Gruñe y se acerca. Se lanza de mala gana a mi lado pero me niego a creer que es así. —¿Por qué quieres que crea que me odias? —me atrevo a preguntar, sabiendo que puede que su respuesta me derrumbe. Chasquea la lengua y se revuelve. —Joder, Cee —susurra y se pasa la mano por la cara y el pelo—. No te odio, ¿vale? Algo es algo. Cuando me atrevo a mirarlo me doy cuenta de que él ya tiene sus ojos puestos en mí. El corazón me salta en el pecho al ver un atisbo del Jack al que yo quería. Han pasado tres años y aún no lo
Por la mañana me despierto a una hora razonable, a las nueve, y Kay está tirada en su cama con el bikini puesto. Huele a playa, a que ha dejado tirados los pantalones mojados en el suelo junto con una camiseta y ahora hay una mezcla de arena y agua salada junto a su cama. Abro la ventana para que se airee el cuarto y cojo mi neceser y mis cosas para ir al baño. Aprovecho que no hay nadie para poder darme una ducha larga. Estoy sobreviviendo a esta primera semana en el campus no como lo esperaba. La experiencia universitaria no es tan increíble a como creía. No he hecho amigos, bueno aún no sé si Kay cuenta, casi me hacen una novatada bastante desagradable, y para colmo Jack está aquí. Anoche vi un atisbo de lo que era. Tampoco debería ser tan dura con lo que espero de él, ni siquiera sé como se sintió tras el accidente; nos vimos en el funeral pero no me dejó ni acercarme, ni a mi ni a nadie y se marchó en mitad de la ceremonia. Esa fue la última vez lo que vi, hasta el lunes pasado
El resto del fin de semana pasa rápido. Kay resulta ser una buena compañía y el domingo por la noche le acompaño a la residencia masculina, a la habitación de Lee a por marihuana. Es lo mismo que la residencia femenina pero hay puertas abiertas y gorilas en cuerpos de estudiantes que chocan sus pechos desnudos por conseguir darle un manotazo a la señal de EXIT.La habitación de Lee apesta a que se encierra a fumar, hay ropa tirada y su compañero está igual de colocado que él. Considero que lo diferentes que Kay y yo somos nos hace un mejor dúo. Así llega el lunes y la clase que comparto con Jenn, se sienta a mi lado y yo finjo no verla mientras organizo mis cosas.—Jack casi me arranca la cabeza—me dice y espero que no me esté echando la culpa.—Ya...—En fin. Que siento si te sentó mal la novatada. Pero no fue para tanto, luego las otras chicas se lo pasaron bien y la fiesta duró hasta el día.Todas las ganas que podía tener por ser su amiga se han desperdiciado, las ha arrastrado l
Los ojos de Jack parecen más oscuros. Está enfadado y ¿todo porque he invadido su casa? ¡Venga ya! hay cientos de personas más. ¿Es que nuestra charla nocturna de la semana pasada no sirvió de nada? —Porque estoy en una fiesta —respondo y echo un vistazo dentro de la habitación—. ¿Es aquí dónde vives? Nada hace que esto se asemeje con su antiguo cuarto en casa de sus padres. No hay posters de baloncesto, ni una ristra de trofeos sobre la estantería. Ni fotos con sus amigos, ni con su familia. Tampoco tiene colgado de la puerta un > que era advertencia para que Anna no entrara a molestarlo. —Vete de aquí, Cece. ¡Dios! ¿Cómo puede ser así? —Me parece que tú no decides quién hay en esta fiesta. —No me retes —me advierte, tenso, con la mandíbula apretada y el cuerpo rígido. Es imposible. Por mucho que quiera pensar en comprenderlo, me enfada que sea así. Aún si yo le recuerdo a Anna y a todo lo que pasó, a mi me pasa lo mismo con él pero no por eso soy una completa i
Puede que esto sea por la debilidad de la conversación, pero no puedo evitar olvidarme de todo. Sólo estamos Jack y yo aquí. Y el súbito impacto de sus labios contra los míos hace que me vuelva un torbellino de emociones. Sus labios saben incluso mejor de lo que pude llegar a imaginarme. Nunca nadie me ha besado tan bien, aunque no es que haya besado a muchos chicos. No tengo ni idea de qué estamos haciendo, pero me gusta demasiado. Y me gusta el triple porque es Jack. He soñado con esto una infinidad de veces, y creía tenerlo superado, pero ya siento que no. Dejo que me arrastre sobre él, me monto en su regazo y el vestido se me sube por los muslos. La piel arde allí dónde sus manos me tocan, dónde sus dedos se hunden en mis piernas para sujetar de alguna forma la falda de mi vestido. A él, el calor le traspasa la ropa y me envuelve con tanta fuerza que yo misma me aplasto contra él. Me empleo en dar uno de los mejores besos que jamás he dado. Entreabro los labios para coger aire y
Peter aparca delante de un centro deportivo, entre un monovolumen y una farola. Tengo que hacer malabares para salir sin rayar el otro coche pero lo consigo y camino atenta a su lado. Seattle no tiene ni punto de comparación con esto. Miami es más... amplio, huele a una playa más intensa y parece que la gente es más feliz. En casa está lloviendo ahora mismo y el clima hacía toda la situación aún más deprimente.Peter empuja la puerta por mí y avanzamos juntos por el pasillo del centro. Las gradas del pabellón ya están llenas de padres y otros niños y el corazón se me revuelve en el pecho. Antes solía ir a todos los partidos de baloncesto con Anna, ella lo hacía más bien porque yo le suplicaba ir a ver a Jack jugar. Después, fui un par de veces a ver a Roy cuando salíamos juntos, pero nada era lo mismo. Ahora me siento con Peter en la segunda fila de la grada a media altura de la cancha.—¿Sabes de baloncesto? —me pregunta.—Algo si sé —confieso—. Antes solía ir a muchos partidos en e
A medida que avanza la semana, mi ánimo decae un poco. Es el cumpleaños de Anna y la foto enmarcada que tengo de las dos parece que resplandece más. El jueves cuando me despierto no tengo ganas de hacer mucho, si estuviera en casa iría al cementerio con los Bennett y me quedaría sentada en el suelo junto a su tumba aunque estuviera lloviendo. Hoy me siento rara, como si estuviera fallando a todo el mundo por no estar allí, incluso a mí misma.Antes de que Kay se despierte de mal humor por mi alarma (o por la suya) yo ya estoy en la calle deambulando por la ciudad hasta la playa. Los primeros en llamarme son mis padres. Se preocupan.—¿Estás bien allí? —me preguntan, y se refieren a si ya he empezado a lamentarme. —Sí.Estoy bien, estoy mejor que en casa.Me siento en el muro de piedra que delimita la playa, me cuelgan los pies y no puedo hacerme una coleta que recoja mi pelo para que no me moleste. Está muy animado todo, sé que a nadie le importa este día.—¿Has hablado ya con los B
Cierro la puerta con el seguro. Jack se planta en el centro del cuarto observando estos pocos metros cuadrados, sus ojos se pasean por la diferencia de estilos que tenemos Kay y yo.—¿Cómo has sabido que esta era mi habitación?—Preguntando. —Debería estar en clase —Sí, así que ¿por que ha venido?—Jenn me ha dicho que no estabas, suponía que te encontraría aquí.—¿Por qué?—No lo sé, lo suponía.No voy a debatirle lo tonto que suena eso. Él no sabe como me afecta a mí este día, pero yo tampoco sé como le afecta a él. No sé nada de este nuevo Jack.—¿Por qué has venido? —le pregunto aun estando clavada contra la puerta.Se apoya contra mi escritorio de brazos cruzados. El ambiente está enrarecido y ni siquiera me mira, sus ojos están clavados en sus zapatillas.—No lo sé —repite y con ese gesto inquieto se pasa la mano por el pelo y la cara—. Estaba en la fraternidad muerto del asco y... No lo sé, he pensado en venir.Escucho la debilidad en él y me toca la fibra más sensible. Es el