Peter aparca delante de un centro deportivo, entre un monovolumen y una farola. Tengo que hacer malabares para salir sin rayar el otro coche pero lo consigo y camino atenta a su lado. Seattle no tiene ni punto de comparación con esto. Miami es más... amplio, huele a una playa más intensa y parece que la gente es más feliz. En casa está lloviendo ahora mismo y el clima hacía toda la situación aún más deprimente.Peter empuja la puerta por mí y avanzamos juntos por el pasillo del centro. Las gradas del pabellón ya están llenas de padres y otros niños y el corazón se me revuelve en el pecho. Antes solía ir a todos los partidos de baloncesto con Anna, ella lo hacía más bien porque yo le suplicaba ir a ver a Jack jugar. Después, fui un par de veces a ver a Roy cuando salíamos juntos, pero nada era lo mismo. Ahora me siento con Peter en la segunda fila de la grada a media altura de la cancha.—¿Sabes de baloncesto? —me pregunta.—Algo si sé —confieso—. Antes solía ir a muchos partidos en e
A medida que avanza la semana, mi ánimo decae un poco. Es el cumpleaños de Anna y la foto enmarcada que tengo de las dos parece que resplandece más. El jueves cuando me despierto no tengo ganas de hacer mucho, si estuviera en casa iría al cementerio con los Bennett y me quedaría sentada en el suelo junto a su tumba aunque estuviera lloviendo. Hoy me siento rara, como si estuviera fallando a todo el mundo por no estar allí, incluso a mí misma.Antes de que Kay se despierte de mal humor por mi alarma (o por la suya) yo ya estoy en la calle deambulando por la ciudad hasta la playa. Los primeros en llamarme son mis padres. Se preocupan.—¿Estás bien allí? —me preguntan, y se refieren a si ya he empezado a lamentarme. —Sí.Estoy bien, estoy mejor que en casa.Me siento en el muro de piedra que delimita la playa, me cuelgan los pies y no puedo hacerme una coleta que recoja mi pelo para que no me moleste. Está muy animado todo, sé que a nadie le importa este día.—¿Has hablado ya con los B
Cierro la puerta con el seguro. Jack se planta en el centro del cuarto observando estos pocos metros cuadrados, sus ojos se pasean por la diferencia de estilos que tenemos Kay y yo.—¿Cómo has sabido que esta era mi habitación?—Preguntando. —Debería estar en clase —Sí, así que ¿por que ha venido?—Jenn me ha dicho que no estabas, suponía que te encontraría aquí.—¿Por qué?—No lo sé, lo suponía.No voy a debatirle lo tonto que suena eso. Él no sabe como me afecta a mí este día, pero yo tampoco sé como le afecta a él. No sé nada de este nuevo Jack.—¿Por qué has venido? —le pregunto aun estando clavada contra la puerta.Se apoya contra mi escritorio de brazos cruzados. El ambiente está enrarecido y ni siquiera me mira, sus ojos están clavados en sus zapatillas.—No lo sé —repite y con ese gesto inquieto se pasa la mano por el pelo y la cara—. Estaba en la fraternidad muerto del asco y... No lo sé, he pensado en venir.Escucho la debilidad en él y me toca la fibra más sensible. Es el
Separa la espalda de la pared y se encorva cerca de mi. No se ha echado colonia, lo he notado desde el primer momento pero aun así huele a una esencia personal bastante nostálgica.—¿Qué yo te gustaba? —balbucea.Me río, de nuevo, de la situación y de su cara patidifusa.—Estaba súper enamorada de ti —no sabía que decir estas cosas podía ser tan liberal, ahora quiero decirle todo—. No me gustaba tanto el baloncesto como para ir porque sí.Se le juntan las cejas y me escudriña el rostro. Yo me conozco el suyo a la perfección, pero hago lo mismo, repaso las mismas zonas de su cara que podría dibujar de memoria, solo que ahora están más oscuras, más marcadas por un trauma y por el paso de tener dieciocho años a veintiuno. —No sabes lo que dices —niega y por un segundo me pincha el corazón que crea que estoy mintiendo—. ¿Por eso me besaste la otra noche? ¡¿Que yo qué?!—No, a ver, tú me besaste —rectifico y se le abre la boca—. No me mires con esa cara porque empezaste tú. Me vas a volv
No le cuento a nadie sobre mis horas con Jack, ni a los Bennett cuando cojo el teléfono al irse.Los días pasan y después de hablar con Jack me siento mucho más cómoda en el campus. Un rato libre que tengo entre clases lo uso para apoyarme en el puente sobre el lago del campus, las fuentes están funcionando y hay patos en el agua. Esto no lo tenemos en Seattle, allí nos cruza un río pero siempre hace mal tiempo. —¡Novata! —Giro la cabeza y una silueta larguirucha me hace reír.—Hola, Lee. ¿Qué tal? —Bien, bien, ¿vas a venir esta tarde al bar? —¿Es eso de lo que lleváis toda la mañana hablando por el grupo? —pregunto y él asiente—. Mejor otro día, hoy tengo que buscar unas cosas—digo y no es mentira. Me gustaría ojear la página de la universidad para ver a qué me puedo apuntar y conseguir créditos. Se apoya en el puente a mi lado y se enciende un porro, el humo corre en dirección contraria.—¿Quieres? —me ofrece y el simple echo de olerlo me hace arrugar la nariz de nuevo—. ¿Vamos
Me dejo hacer porque no me importa. Si Jack va a ser como ha sido hoy, no me importa volver a enamorarme de él. Sus dedos tiran de los pelos de mi nuca para acercarme totalmente a él. Es un beso algo bruto pero lentamente me suelta y se queda en caricias. Si alguien me hubiera dicho que iba a estar así en la universidad, no me lo creería. Tenía una idea completamente diferente de como estaría aquí.—¿Qué estás haciendo? —le pregunto, como la última vez que él se lo preguntó a si mismo.—Besarte —responde con obviedad.—Por lo menos no me echarás de aquí, no es tu barco. Se relame los labios y su respiración me pone la piel de gallina. ¿Y si trae aquí a todos sus ligues? Espera, ¿soy su ligue? ¿Por qué me ha traído aquí si hasta hace poco más de una semana me estaba tratando fatal? —Te veo pensar.Parpadeo y lo miro, sigue muy cerca, tanto que me pierdo en la oscuridad de su mirada. Sé que tengo manías y que no soy como las otras chicas con las que ha estado, yo era la mejor amiga d
—¿Y ahora qué? —pregunto cuando nos hemos vuelto a sentar y balanceo los pies colgando por el barco.—No lo sé.—Ya no vas a ser un gilipollas, ¿verdad?Cuando me mira algo se remueve en mi interior. ¿De verdad vamos a intentar ser algo? Me marea pensarlo. Me marea pensar en esta conversación que acabamos de tener. ¿Ahora qué somos? —Voy a intentar no serlo.No sé si me conformo con eso, pero después de tres años no creo que pueda pedirle mucho más. Aún creo que hay cosas por hablar, no sólo de lo que pasó, de lo que ha sido de nosotros estos años, también de lo que sea que estemos haciendo. Pero no ahora, creo que por esta noche ya es suficiente. Y estoy cansada de discutir con él.Con total confianza y recogiendo los sueños que tenía con quince años, me dejo caer contra su cuerpo y apoyo la cabeza en su brazo. Se me remueven las ilusiones de la niñata que era hace años. Sé que me hubiera sentido mucho más feliz años atrás, ahora son un monto de recuerdos lo que se me remueve. Ojalá
Por primera vez en meses dejo que Kay elija lo que me voy a poner y saca de su armario un vestido negro y ajustado. Me gusta como me queda si no fuera por lo corto que es, pero por lo menos es de manga larga y hace que me sienta algo más resguardada. Tiene un escote pronunciado rectangular y me quedaría mejor si tuviera algo más de pecho, además, tampoco un culo enorme como para que se me vaya subiendo la falda. —¿Quieres unos tacones?Eso ya es demasiado y no estoy dispuesta a terminar la noche en el hospital con los tacones de doce centímetros con plataforma.—Tengo zapatillas negras —digo y se le abren los ojos como si eso fuera impensable.—Coge mis botas, no te jodas tanto lo sexy que estás. Por lo menos no tienen tacón aunque pesan un poco y me deja que les quite unas cadenas de plata que cuelgan de los cordones. Al mirarme al espejo casi no me reconozco, mucho menos cuando el delineado que me hace es mucho más bruto de lo que acostumbro a hacerme.Kay tiene una cámara instant