Los ojos de Jack parecen más oscuros. Está enfadado y ¿todo porque he invadido su casa? ¡Venga ya! hay cientos de personas más. ¿Es que nuestra charla nocturna de la semana pasada no sirvió de nada? —Porque estoy en una fiesta —respondo y echo un vistazo dentro de la habitación—. ¿Es aquí dónde vives? Nada hace que esto se asemeje con su antiguo cuarto en casa de sus padres. No hay posters de baloncesto, ni una ristra de trofeos sobre la estantería. Ni fotos con sus amigos, ni con su familia. Tampoco tiene colgado de la puerta un > que era advertencia para que Anna no entrara a molestarlo. —Vete de aquí, Cece. ¡Dios! ¿Cómo puede ser así? —Me parece que tú no decides quién hay en esta fiesta. —No me retes —me advierte, tenso, con la mandíbula apretada y el cuerpo rígido. Es imposible. Por mucho que quiera pensar en comprenderlo, me enfada que sea así. Aún si yo le recuerdo a Anna y a todo lo que pasó, a mi me pasa lo mismo con él pero no por eso soy una completa i
Puede que esto sea por la debilidad de la conversación, pero no puedo evitar olvidarme de todo. Sólo estamos Jack y yo aquí. Y el súbito impacto de sus labios contra los míos hace que me vuelva un torbellino de emociones. Sus labios saben incluso mejor de lo que pude llegar a imaginarme. Nunca nadie me ha besado tan bien, aunque no es que haya besado a muchos chicos. No tengo ni idea de qué estamos haciendo, pero me gusta demasiado. Y me gusta el triple porque es Jack. He soñado con esto una infinidad de veces, y creía tenerlo superado, pero ya siento que no. Dejo que me arrastre sobre él, me monto en su regazo y el vestido se me sube por los muslos. La piel arde allí dónde sus manos me tocan, dónde sus dedos se hunden en mis piernas para sujetar de alguna forma la falda de mi vestido. A él, el calor le traspasa la ropa y me envuelve con tanta fuerza que yo misma me aplasto contra él. Me empleo en dar uno de los mejores besos que jamás he dado. Entreabro los labios para coger aire y
Peter aparca delante de un centro deportivo, entre un monovolumen y una farola. Tengo que hacer malabares para salir sin rayar el otro coche pero lo consigo y camino atenta a su lado. Seattle no tiene ni punto de comparación con esto. Miami es más... amplio, huele a una playa más intensa y parece que la gente es más feliz. En casa está lloviendo ahora mismo y el clima hacía toda la situación aún más deprimente.Peter empuja la puerta por mí y avanzamos juntos por el pasillo del centro. Las gradas del pabellón ya están llenas de padres y otros niños y el corazón se me revuelve en el pecho. Antes solía ir a todos los partidos de baloncesto con Anna, ella lo hacía más bien porque yo le suplicaba ir a ver a Jack jugar. Después, fui un par de veces a ver a Roy cuando salíamos juntos, pero nada era lo mismo. Ahora me siento con Peter en la segunda fila de la grada a media altura de la cancha.—¿Sabes de baloncesto? —me pregunta.—Algo si sé —confieso—. Antes solía ir a muchos partidos en e
A medida que avanza la semana, mi ánimo decae un poco. Es el cumpleaños de Anna y la foto enmarcada que tengo de las dos parece que resplandece más. El jueves cuando me despierto no tengo ganas de hacer mucho, si estuviera en casa iría al cementerio con los Bennett y me quedaría sentada en el suelo junto a su tumba aunque estuviera lloviendo. Hoy me siento rara, como si estuviera fallando a todo el mundo por no estar allí, incluso a mí misma.Antes de que Kay se despierte de mal humor por mi alarma (o por la suya) yo ya estoy en la calle deambulando por la ciudad hasta la playa. Los primeros en llamarme son mis padres. Se preocupan.—¿Estás bien allí? —me preguntan, y se refieren a si ya he empezado a lamentarme. —Sí.Estoy bien, estoy mejor que en casa.Me siento en el muro de piedra que delimita la playa, me cuelgan los pies y no puedo hacerme una coleta que recoja mi pelo para que no me moleste. Está muy animado todo, sé que a nadie le importa este día.—¿Has hablado ya con los B
Cierro la puerta con el seguro. Jack se planta en el centro del cuarto observando estos pocos metros cuadrados, sus ojos se pasean por la diferencia de estilos que tenemos Kay y yo.—¿Cómo has sabido que esta era mi habitación?—Preguntando. —Debería estar en clase —Sí, así que ¿por que ha venido?—Jenn me ha dicho que no estabas, suponía que te encontraría aquí.—¿Por qué?—No lo sé, lo suponía.No voy a debatirle lo tonto que suena eso. Él no sabe como me afecta a mí este día, pero yo tampoco sé como le afecta a él. No sé nada de este nuevo Jack.—¿Por qué has venido? —le pregunto aun estando clavada contra la puerta.Se apoya contra mi escritorio de brazos cruzados. El ambiente está enrarecido y ni siquiera me mira, sus ojos están clavados en sus zapatillas.—No lo sé —repite y con ese gesto inquieto se pasa la mano por el pelo y la cara—. Estaba en la fraternidad muerto del asco y... No lo sé, he pensado en venir.Escucho la debilidad en él y me toca la fibra más sensible. Es el
Separa la espalda de la pared y se encorva cerca de mi. No se ha echado colonia, lo he notado desde el primer momento pero aun así huele a una esencia personal bastante nostálgica.—¿Qué yo te gustaba? —balbucea.Me río, de nuevo, de la situación y de su cara patidifusa.—Estaba súper enamorada de ti —no sabía que decir estas cosas podía ser tan liberal, ahora quiero decirle todo—. No me gustaba tanto el baloncesto como para ir porque sí.Se le juntan las cejas y me escudriña el rostro. Yo me conozco el suyo a la perfección, pero hago lo mismo, repaso las mismas zonas de su cara que podría dibujar de memoria, solo que ahora están más oscuras, más marcadas por un trauma y por el paso de tener dieciocho años a veintiuno. —No sabes lo que dices —niega y por un segundo me pincha el corazón que crea que estoy mintiendo—. ¿Por eso me besaste la otra noche? ¡¿Que yo qué?!—No, a ver, tú me besaste —rectifico y se le abre la boca—. No me mires con esa cara porque empezaste tú. Me vas a volv
No le cuento a nadie sobre mis horas con Jack, ni a los Bennett cuando cojo el teléfono al irse.Los días pasan y después de hablar con Jack me siento mucho más cómoda en el campus. Un rato libre que tengo entre clases lo uso para apoyarme en el puente sobre el lago del campus, las fuentes están funcionando y hay patos en el agua. Esto no lo tenemos en Seattle, allí nos cruza un río pero siempre hace mal tiempo. —¡Novata! —Giro la cabeza y una silueta larguirucha me hace reír.—Hola, Lee. ¿Qué tal? —Bien, bien, ¿vas a venir esta tarde al bar? —¿Es eso de lo que lleváis toda la mañana hablando por el grupo? —pregunto y él asiente—. Mejor otro día, hoy tengo que buscar unas cosas—digo y no es mentira. Me gustaría ojear la página de la universidad para ver a qué me puedo apuntar y conseguir créditos. Se apoya en el puente a mi lado y se enciende un porro, el humo corre en dirección contraria.—¿Quieres? —me ofrece y el simple echo de olerlo me hace arrugar la nariz de nuevo—. ¿Vamos
Me dejo hacer porque no me importa. Si Jack va a ser como ha sido hoy, no me importa volver a enamorarme de él. Sus dedos tiran de los pelos de mi nuca para acercarme totalmente a él. Es un beso algo bruto pero lentamente me suelta y se queda en caricias. Si alguien me hubiera dicho que iba a estar así en la universidad, no me lo creería. Tenía una idea completamente diferente de como estaría aquí.—¿Qué estás haciendo? —le pregunto, como la última vez que él se lo preguntó a si mismo.—Besarte —responde con obviedad.—Por lo menos no me echarás de aquí, no es tu barco. Se relame los labios y su respiración me pone la piel de gallina. ¿Y si trae aquí a todos sus ligues? Espera, ¿soy su ligue? ¿Por qué me ha traído aquí si hasta hace poco más de una semana me estaba tratando fatal? —Te veo pensar.Parpadeo y lo miro, sigue muy cerca, tanto que me pierdo en la oscuridad de su mirada. Sé que tengo manías y que no soy como las otras chicas con las que ha estado, yo era la mejor amiga d