—¿Qué crees que haces? Levántate, no tengo toda la noche para tus tonterías.
—Puedes irte si quieres. Sé llegar desde aquí.
—No voy a dejarte sola a estas horas. Levántate, Cece, no me jodas.
Levanto los pies hasta apoyarlos en la madera del banco y me cubro sobre las rodillas con la falda de mi vestido. Ya no quedan farolas encendidas en el campus, la poca luz que llega a penas sirve para visulbrar bien los caminos o la silueta imponente de Jack en mitad del paseo. Gruñe y se acerca. Se lanza de mala gana a mi lado pero me niego a creer que es así.
—¿Por qué quieres que crea que me odias? —me atrevo a preguntar, sabiendo que puede que su respuesta me derrumbe.
Chasquea la lengua y se revuelve.
—Joder, Cee —susurra y se pasa la mano por la cara y el pelo—. No te odio, ¿vale?
Algo es algo. Cuando me atrevo a mirarlo me doy cuenta de que él ya tiene sus ojos puestos en mí. El corazón me salta en el pecho al ver un atisbo del Jack al que yo quería. Han pasado tres años y aún no lo he superado, no creo que nunca lo haga.
—Que yo esté aquí te recuerda lo que pasó, ¿no es así? Por eso no quieres ni verme —digo y al ver como vuelve a ponerse tenso y a tener esa mirada asesina, me quiero retractar, pero tampoco puedo—. No fue tu culpa. Fue un accidente.
—Cállate.
—Me hubiera gustado tenerte allí, sé que contigo hubiera sido más fácil...
—¿Crees que para mi ha sido más sencillo? —Quiere gritar, pero es incapaz de elevar el tono. Sólo suena... enfadado con lo que pasó, consigo mismo, dolido.
—No he dicho eso —susurro, y pasados unos largos segundos de silencio, añado—: Lo siento.
Lo siento por todo. Las cosas podrían ser muy diferentes a día de hoy si esa noche hubiéramos hecho las cosas diferentes. Todos seríamos felices, estoy segura.
Se inclina sobre sus rodillas con las maños hechas puños bajo la barbilla. Está más tenso que una goma a punto de romperse y temo que sea él quién se desmorone.
Me tiembla la mano cuando la estiro hasta su espalda. Tengo la sensación de que él no ha hablado de esto con nadie. Yo quiero hablar de esto y todo con él. Pero entonces gira el cuello para mirarme, y algo más tranquilo acerca su mano a mi pelo corto; intenta ponérmelo detrás de la oreja pero es inútil. No tiene ni idea de lo que me provoca por ese simple gesto. De echo no recuerdo que nunca antes lo hiciera.
—Estás muy cambiada —dice.
El corazón me va a toda prisa.
—Tú también —digo.
—Ya, pero tú a mejor.
Tampoco recuerdo que nunca me haya halagado con tanta sinceridad. Se me escapa una risita tonta y aguda.
—Tú ahora sabes decir cosas bonitas, así que tan capullo no eres.
Suelta una especie de risa seca y se echa contra el respaldo del banco haciendo que aparte mi mano del tacto suave de su camiseta por la que traspasaban sus músculos.
—Tú sabes insultar. Más o menos.
—Es por el alcohol.
—Ya, seguro —se burla y le salen dos hoyuelos preciosos caundo sonríe aunque sea poco—. ¿Cuánto has bebido?
Casi no puedo ni responder, estoy perdida en ser consciente de cómo me mira. Esperé años a que lo hiciera y hoy por fin lo tengo delante mirándome con los ojos cargados de un brillo diferente. No quiero ilusionarme tanto por esto, han pasado tres años y ambos somos diferentes.
—Unas pocas cervezas.
—¿Te las han dado ese grupo con el que estabas? ¿Ahora te vas con góticos? —dice con gracia y me pincha las costillas con sus dedos.
Hace que me ría. Este es Jack, el que conozco, el de toda la vida.
—No son góticos. Los he conocido hoy, menos a Kay, ella es mi compañera de habitación. Voy a esperar que no termine llevándose a alguna de esas chicas a la residencia esta noche.
—Venga, no puedes ser tan inocente. En esa residencia los fines de semana solo se escuchan jadeos. Las paredes son de papel de fumar.
Parece saberlo muy bien, como si hubiera pasado demasiadas noches durmiendo ahí o haciéndo a saber qué cosas.
—¿Dónde estás viviendo? —curioseo. Tengo que aprovechar este momento.
—En una fraternidad.
—¡¿Fraternidad?! Te pega, la verdad. ¿Sigues jugando al baloncesto?
—A veces.
—Qué guay —exhalo.
Jack suelta una risa suave y al sacudir la cabeza se le revuelve el pelo. Lucho con las ganas de apartárselo de la cara y quedar como la niñata interior que en parte sigo teniendo. Recuerdo que Anna no entendía como podía estar perdidamente enamorada de alguien como su hermano, me escuchaba parlotear sobre él y fantasear con una situación como esta en la que estamos ahora. Si se lo pudiera contar...
—¿Qué? —suelta, todavía mantiene el tono divertido.
—Nada —miento, manteniendo el volumen bajo de esta conversación porque no quiero romper el momento, pero las palabras se me resbalan—. Es que echaba de menos hablar contigo.
Veo como se revuelve y se le borra la sonrisa, el brillo y todo rastro de ser este Jack. ¿Por qué he tenido que abrir la bocaza? Se levanta del banco y me hace un gesto con la cabeza.
—Es tarde, vamos, te acompaño.
Tengo que encontrar mejores momentos para abrir la boca. Quién sabe cuando volveremos a vernos. Ni siquiera me atrevo a pedirle su nuevo número de teléfono y ya hemos llegado a la residencia.
—Ten cuidado con quién juntas, ¿vale? —me aconseja.
Asiento lentamente asumiendo que tiene razón. Ahora podría estar empapada y seguramente algo se me habría perdido con la corriente del mar.
—Vale. ¿Vas a volver a la fiesta?
La luz automática de la entrada de la residencia se enciende cuando me muevo un poco, y nos ilumina. La luz amarillenta le resalta los rasgos más marcados de su perfil.
—Me largo a dormir. No tengo ganas de aguantar a esa panda.
—Esa panda son tus amigos.
—Y tengo un límite para soportarlos.
Me balanceo en mis talones alargando la despedida.
—¿Queda muy lejos la fraternidad?
—Estaré bien —me asegura.
Sonrío y asumo sus palabras. Espero que esté bien. Espero que haya estado bien todo este tiempo.
—Vale —digo en voz baja—. Pues... ve con cuidado.
Él asiente también y pasamos un par de segundos extraños ahí parados como tontos.
—Solo estoy esperando a que entres y se cierre la puerta, Cece —dice y me quiero golpear la frente.
—Oh, sí, ya... —La puerta de la residencia pesa demasiado, Jack la empuja por mi y le resaltan los músculos de su brazo al hacer fuerza—. Buenas noches, que descanses, Jack.
Y tampoco me lo devuelve. Ni eso, ni que me echara de menos. Menea la cabeza y a través de los cristales tintados de la puerta veo como se aleja.
Por lo menos no he terminado llorando.
Una vez me he puesto el pijama y estoy hundida en la cama, le escribo un mensaje a Kay aunque no espero que lo responda.
Por la mañana me despierto a una hora razonable, a las nueve, y Kay está tirada en su cama con el bikini puesto. Huele a playa, a que ha dejado tirados los pantalones mojados en el suelo junto con una camiseta y ahora hay una mezcla de arena y agua salada junto a su cama. Abro la ventana para que se airee el cuarto y cojo mi neceser y mis cosas para ir al baño. Aprovecho que no hay nadie para poder darme una ducha larga. Estoy sobreviviendo a esta primera semana en el campus no como lo esperaba. La experiencia universitaria no es tan increíble a como creía. No he hecho amigos, bueno aún no sé si Kay cuenta, casi me hacen una novatada bastante desagradable, y para colmo Jack está aquí. Anoche vi un atisbo de lo que era. Tampoco debería ser tan dura con lo que espero de él, ni siquiera sé como se sintió tras el accidente; nos vimos en el funeral pero no me dejó ni acercarme, ni a mi ni a nadie y se marchó en mitad de la ceremonia. Esa fue la última vez lo que vi, hasta el lunes pasado
El resto del fin de semana pasa rápido. Kay resulta ser una buena compañía y el domingo por la noche le acompaño a la residencia masculina, a la habitación de Lee a por marihuana. Es lo mismo que la residencia femenina pero hay puertas abiertas y gorilas en cuerpos de estudiantes que chocan sus pechos desnudos por conseguir darle un manotazo a la señal de EXIT.La habitación de Lee apesta a que se encierra a fumar, hay ropa tirada y su compañero está igual de colocado que él. Considero que lo diferentes que Kay y yo somos nos hace un mejor dúo. Así llega el lunes y la clase que comparto con Jenn, se sienta a mi lado y yo finjo no verla mientras organizo mis cosas.—Jack casi me arranca la cabeza—me dice y espero que no me esté echando la culpa.—Ya...—En fin. Que siento si te sentó mal la novatada. Pero no fue para tanto, luego las otras chicas se lo pasaron bien y la fiesta duró hasta el día.Todas las ganas que podía tener por ser su amiga se han desperdiciado, las ha arrastrado l
Los ojos de Jack parecen más oscuros. Está enfadado y ¿todo porque he invadido su casa? ¡Venga ya! hay cientos de personas más. ¿Es que nuestra charla nocturna de la semana pasada no sirvió de nada? —Porque estoy en una fiesta —respondo y echo un vistazo dentro de la habitación—. ¿Es aquí dónde vives? Nada hace que esto se asemeje con su antiguo cuarto en casa de sus padres. No hay posters de baloncesto, ni una ristra de trofeos sobre la estantería. Ni fotos con sus amigos, ni con su familia. Tampoco tiene colgado de la puerta un > que era advertencia para que Anna no entrara a molestarlo. —Vete de aquí, Cece. ¡Dios! ¿Cómo puede ser así? —Me parece que tú no decides quién hay en esta fiesta. —No me retes —me advierte, tenso, con la mandíbula apretada y el cuerpo rígido. Es imposible. Por mucho que quiera pensar en comprenderlo, me enfada que sea así. Aún si yo le recuerdo a Anna y a todo lo que pasó, a mi me pasa lo mismo con él pero no por eso soy una completa i
Puede que esto sea por la debilidad de la conversación, pero no puedo evitar olvidarme de todo. Sólo estamos Jack y yo aquí. Y el súbito impacto de sus labios contra los míos hace que me vuelva un torbellino de emociones. Sus labios saben incluso mejor de lo que pude llegar a imaginarme. Nunca nadie me ha besado tan bien, aunque no es que haya besado a muchos chicos. No tengo ni idea de qué estamos haciendo, pero me gusta demasiado. Y me gusta el triple porque es Jack. He soñado con esto una infinidad de veces, y creía tenerlo superado, pero ya siento que no. Dejo que me arrastre sobre él, me monto en su regazo y el vestido se me sube por los muslos. La piel arde allí dónde sus manos me tocan, dónde sus dedos se hunden en mis piernas para sujetar de alguna forma la falda de mi vestido. A él, el calor le traspasa la ropa y me envuelve con tanta fuerza que yo misma me aplasto contra él. Me empleo en dar uno de los mejores besos que jamás he dado. Entreabro los labios para coger aire y
Peter aparca delante de un centro deportivo, entre un monovolumen y una farola. Tengo que hacer malabares para salir sin rayar el otro coche pero lo consigo y camino atenta a su lado. Seattle no tiene ni punto de comparación con esto. Miami es más... amplio, huele a una playa más intensa y parece que la gente es más feliz. En casa está lloviendo ahora mismo y el clima hacía toda la situación aún más deprimente.Peter empuja la puerta por mí y avanzamos juntos por el pasillo del centro. Las gradas del pabellón ya están llenas de padres y otros niños y el corazón se me revuelve en el pecho. Antes solía ir a todos los partidos de baloncesto con Anna, ella lo hacía más bien porque yo le suplicaba ir a ver a Jack jugar. Después, fui un par de veces a ver a Roy cuando salíamos juntos, pero nada era lo mismo. Ahora me siento con Peter en la segunda fila de la grada a media altura de la cancha.—¿Sabes de baloncesto? —me pregunta.—Algo si sé —confieso—. Antes solía ir a muchos partidos en e
A medida que avanza la semana, mi ánimo decae un poco. Es el cumpleaños de Anna y la foto enmarcada que tengo de las dos parece que resplandece más. El jueves cuando me despierto no tengo ganas de hacer mucho, si estuviera en casa iría al cementerio con los Bennett y me quedaría sentada en el suelo junto a su tumba aunque estuviera lloviendo. Hoy me siento rara, como si estuviera fallando a todo el mundo por no estar allí, incluso a mí misma.Antes de que Kay se despierte de mal humor por mi alarma (o por la suya) yo ya estoy en la calle deambulando por la ciudad hasta la playa. Los primeros en llamarme son mis padres. Se preocupan.—¿Estás bien allí? —me preguntan, y se refieren a si ya he empezado a lamentarme. —Sí.Estoy bien, estoy mejor que en casa.Me siento en el muro de piedra que delimita la playa, me cuelgan los pies y no puedo hacerme una coleta que recoja mi pelo para que no me moleste. Está muy animado todo, sé que a nadie le importa este día.—¿Has hablado ya con los B
Cierro la puerta con el seguro. Jack se planta en el centro del cuarto observando estos pocos metros cuadrados, sus ojos se pasean por la diferencia de estilos que tenemos Kay y yo.—¿Cómo has sabido que esta era mi habitación?—Preguntando. —Debería estar en clase —Sí, así que ¿por que ha venido?—Jenn me ha dicho que no estabas, suponía que te encontraría aquí.—¿Por qué?—No lo sé, lo suponía.No voy a debatirle lo tonto que suena eso. Él no sabe como me afecta a mí este día, pero yo tampoco sé como le afecta a él. No sé nada de este nuevo Jack.—¿Por qué has venido? —le pregunto aun estando clavada contra la puerta.Se apoya contra mi escritorio de brazos cruzados. El ambiente está enrarecido y ni siquiera me mira, sus ojos están clavados en sus zapatillas.—No lo sé —repite y con ese gesto inquieto se pasa la mano por el pelo y la cara—. Estaba en la fraternidad muerto del asco y... No lo sé, he pensado en venir.Escucho la debilidad en él y me toca la fibra más sensible. Es el
Separa la espalda de la pared y se encorva cerca de mi. No se ha echado colonia, lo he notado desde el primer momento pero aun así huele a una esencia personal bastante nostálgica.—¿Qué yo te gustaba? —balbucea.Me río, de nuevo, de la situación y de su cara patidifusa.—Estaba súper enamorada de ti —no sabía que decir estas cosas podía ser tan liberal, ahora quiero decirle todo—. No me gustaba tanto el baloncesto como para ir porque sí.Se le juntan las cejas y me escudriña el rostro. Yo me conozco el suyo a la perfección, pero hago lo mismo, repaso las mismas zonas de su cara que podría dibujar de memoria, solo que ahora están más oscuras, más marcadas por un trauma y por el paso de tener dieciocho años a veintiuno. —No sabes lo que dices —niega y por un segundo me pincha el corazón que crea que estoy mintiendo—. ¿Por eso me besaste la otra noche? ¡¿Que yo qué?!—No, a ver, tú me besaste —rectifico y se le abre la boca—. No me mires con esa cara porque empezaste tú. Me vas a volv