Era sábado por la noche, Anabella le dijo a su madre que saldría con Viviana. Desde hace unos días se queda en casa de su madre con su hija, debatía consigo misma si seguía adelante con esta locura. —No seas cobarde, eres una mujer segura de ti misma y de nada servirá, Viviana seguirá insistiendo —Anabella se miró al espejo de cuerpo entero y vio que en realidad se veía muy bien, era joven, tenía bonita figura, sus mejillas sonrojadas la hacían ver mejor. Miró el reloj en la pared, ya casi era la hora pautada, Anabella pensó en su pequeña Lizzie y una vez más quiso cancelar; al tomar su teléfono celular sonó el timbre de la puerta y Anabella dio un salto, diez minutos antes, la puntualidad era agradable para cualquier trato, pero ella había rogado porque el dichoso hombre no asistiera; su corazón se aceleró y sus manos se pusieron frías, antes de abrir la puerta se miró al espejo de nuevo y se peinó con las manos. —Es tarde para arrepentirse —musitó mirando su imagen en el e
«Dónde hay un bat cuando una mujer indefensa lo necesita» Fue el pensamiento desesperado de Anabella. —Cálmese, si yo fuera un psicópata ya le hubiera hecho daño —expresó él con el mismo tono neutro, ni siquiera sacó las manos de sus bolsillos, incluso al verla tan desesperada tuvo la desfachatez de sonreír. —Lárguese de aquí, o llamaré a la policía y lo denunciaré por acoso —expresó ella de la manera más intimidatoria que pudo, el caballero la miró alzando las cejas de manera irónica y ella bajó la cara, pero no se amilanó—. Bueno, en todo caso es un estafador que usurpó la identidad de otro hombre para entrar a mi casa no sé con qué intenciones —objetó Anabella con la frente en alto y toda la dignidad que puede aparentar aunque quiere morirse de vergüenza. El caballero sonrió y negó con la cabeza, la miró de arriba abajo. —Volveremos a hablar, pero cuando tenga pleno uso de sus cinco sentidos. —Dígame inmediatamente ¿quién es usted y que quiere de mí? El cab
Anabella subió la barbilla mostrando su mejor cara profesional. —Estoy dispuesta a demostrarle que puedo desempeñar mi trabajo de forma satisfactoria. John se sentó y la miró atento. —Entonces tendrá que encontrar la forma de satisfacerme. Anabella no podía acusarlo de ser soez, aunque sus palabras tenían un claro doble sentido, en ese momento pensó que todo podría empeorar. —¿Le contó a su madre? —¿A qué se refiere? —él enarcó una ceja y Anabella optó por desviar la mirada —mejor es que se apegue a la quinta enmienda —contestó él en tono conspirador. —¿Le dijo lo que ocurrió o no? —preguntó Anabella harta de los juegos de John. —No, no lo hice, no se preocupe, puede ir a trabajar y demostrarme si de verdad desempeñará su trabajo de forma satisfactoria, francamente no tengo muchas esperanzas de que lo haga, al menos en el ámbito profesional. Anabella en ese momento iba a decirle que se metiera su trabajo por donde no daba el sol, él no se cansaría de recalcar su pecul
Anabella no podía creer la manera de este hombre tratarla, lo peor del caso es que no podía acusarlo de faltarle el respeto. —En definitiva es un buen abogado, acaba de hacerme una propuesta indecente y no lo puedo acusar porque dirá que yo se la hice antes a usted. John sonrió. —Anabella, creeme que lo que te acabo de decir no es una propuesta indecente para nada. —Ah no, yo no soy tonta, claro que lo es… John negó con la cabeza y se acercó a ella a través de la pequeña mesa entre ambos, Anabella puso sentir de inmediato el aroma de su colonia ligado a su aliento y café, inhalo sin poder evitarlo de forma imperceptible, sus rostros estaban a centímetros. —Te invité un desayuno y te informé de mi interés, una propuesta indecente se hace en un lugar nocturno, te invitaría una copa, te seduciría y te besaría, llevaría mi mano debajo de tu falda y acariciaría tus piernas y si te dejaras hacer todo eso te diría que quiero llevarte a un lugar donde pueda besarte hasta tu sombra,
Anabella se quedó muda, jamás imaginó que su jefe pudiera ser quién le estuviera dando este enorme favor; el médico revisó a Lizzie y le hicieron varias pruebas ese día, mandó un enorme tratamiento y más pruebas de alergias , Anabella no quería imaginar el costo de todo aquello, agradeciendo por enésima vez al amable doctor se dio cuenta que no había agradecido a John, entró a la aplicación de su teléfono que indicaba que John estaba en línea y le escribió: Le agradezco lo que ha hecho, el doctor Wells es genial, no tengo palabras suficientes para expresar lo que siento, perdóneme el accidente de su coche, Dios lo bendiga siempre.Tres minutos después de que las palomitas azules delataran que él había visto el mensaje, contestó: Repórtese a su trabajo mañana. Luego él envió otro mensaje que tardó casi un minuto en llegar, decía: No es nada. Sin embargo, al día siguiente Anabella presentó su renuncia formal a Campbell Wells y en la tarde estaba haciendo maletas, el tim
Al siguiente día John llegó a su oficina y encontró a Anabella inclinada echando agua a la planta en la esquina del despacho, no pudo evitar recorrerla de arriba abajo, llevaba una falda tubo negra haciendo juego con tacones altos y una camisa en azul cielo de satín. John se aclaró la garganta. —Buenos días —dijo John con entusiasmo y ella volteó y sonrió. —Nadie se acordó de regar la planta —comentó Anabella. —Señorita Anabella, que bueno que ha vuelto —exclamó entusiasmado Oliver entrando a la oficina, se acercó y de manera teatral se inclinó y besó sus nudillos. —Oliver, estoy seguro que no recibes un sueldo para que interpretes obras de Shakespeare en la oficina, buscame los documentos del caso Smith que lo resolveré hoy y te necesito concentrado. Oliver le hizo un guiño a Anabella y se inclinó aún más. —Mi lady… Oliver se fue dejándolos solos, Anabella no sabía qué decir. —Usted también señorita Anabella, tiene mucho trabajo pendiente. Anabella sonr
—Vaya, no sabía que era tu cumpleaños —comentó Oliver llegando detrás de ella y Anabella dio un brinco y dejó la tarjeta en su puño sin leerla aún —. Felicitaciones, deberíamos ir a brindar al salir del trabajo —exclamó Oliver dándole un beso en la mejilla. Anabella sonrió y no tuvo oportunidad de negarse, pues John estaba llegando y había escuchado a Oliver. —¿Cómo podrías ir por unos tragos si tienes que hablar con el señor Tolman? —preguntó con sorna y Oliver hizo un puchero, entró al despacho y John observó el arreglo, no varió su expresión, como de costumbre su rostro no mostraba emoción alguna, puso una cajita junto a la computadora de Anabella y entró a su despacho dando órdenes a Oliver. Anabella tomó la tarjeta del hermoso arreglo floral para inspeccionarla y decía: Para mi media naranja. La caligrafía era de Viviana. Anabella negó con la cabeza, su amiga buscaba hacerla interesante y vaya que lo logró Anabella levantó la vista y todas las secretarias la veía
Anabella no supo qué decir, pues estaba atrapada, él había declarado tener una amante a la vez porque no tenía tiempo para más, pero le daba el permiso a ella de tener otra relación, incluso regresar con su esposo; aquello era surreal. —John, no te diré que no me tientas, pero no es inteligente ser tu amante, pues yo aún no supero mi antigua relación y no puedo entregarme a una relación a sabiendas que no es una relación verdadera. Eso me haría sentir aún más minimizada, porque hoy soy una novedad, pero si mañana te encaprichas con otra, yo me quedo sin nada, porque dudo que pudiéramos trabajar juntos si eso ocurre, y yo aprecio mi trabajo y el sueldo es genial. —Pudiéramos redactar en el contrato, que tu empleo no lo perderás por motivos que no sean laborales, incluso lo que estipulemos como monto mensual podemos fijarlo a un año, a menos que tú termines el acuerdo, si lo termino yo obtendrías una compensación y en un año se renovará si estamos de acuerdo… —Para, para, pa