Anabella se quedó muda, jamás imaginó que su jefe pudiera ser quién le estuviera dando este enorme favor; el médico revisó a Lizzie y le hicieron varias pruebas ese día, mandó un enorme tratamiento y más pruebas de alergias , Anabella no quería imaginar el costo de todo aquello, agradeciendo por enésima vez al amable doctor se dio cuenta que no había agradecido a John, entró a la aplicación de su teléfono que indicaba que John estaba en línea y le escribió: Le agradezco lo que ha hecho, el doctor Wells es genial, no tengo palabras suficientes para expresar lo que siento, perdóneme el accidente de su coche, Dios lo bendiga siempre.Tres minutos después de que las palomitas azules delataran que él había visto el mensaje, contestó: Repórtese a su trabajo mañana. Luego él envió otro mensaje que tardó casi un minuto en llegar, decía: No es nada. Sin embargo, al día siguiente Anabella presentó su renuncia formal a Campbell Wells y en la tarde estaba haciendo maletas, el tim
Al siguiente día John llegó a su oficina y encontró a Anabella inclinada echando agua a la planta en la esquina del despacho, no pudo evitar recorrerla de arriba abajo, llevaba una falda tubo negra haciendo juego con tacones altos y una camisa en azul cielo de satín. John se aclaró la garganta. —Buenos días —dijo John con entusiasmo y ella volteó y sonrió. —Nadie se acordó de regar la planta —comentó Anabella. —Señorita Anabella, que bueno que ha vuelto —exclamó entusiasmado Oliver entrando a la oficina, se acercó y de manera teatral se inclinó y besó sus nudillos. —Oliver, estoy seguro que no recibes un sueldo para que interpretes obras de Shakespeare en la oficina, buscame los documentos del caso Smith que lo resolveré hoy y te necesito concentrado. Oliver le hizo un guiño a Anabella y se inclinó aún más. —Mi lady… Oliver se fue dejándolos solos, Anabella no sabía qué decir. —Usted también señorita Anabella, tiene mucho trabajo pendiente. Anabella sonr
—Vaya, no sabía que era tu cumpleaños —comentó Oliver llegando detrás de ella y Anabella dio un brinco y dejó la tarjeta en su puño sin leerla aún —. Felicitaciones, deberíamos ir a brindar al salir del trabajo —exclamó Oliver dándole un beso en la mejilla. Anabella sonrió y no tuvo oportunidad de negarse, pues John estaba llegando y había escuchado a Oliver. —¿Cómo podrías ir por unos tragos si tienes que hablar con el señor Tolman? —preguntó con sorna y Oliver hizo un puchero, entró al despacho y John observó el arreglo, no varió su expresión, como de costumbre su rostro no mostraba emoción alguna, puso una cajita junto a la computadora de Anabella y entró a su despacho dando órdenes a Oliver. Anabella tomó la tarjeta del hermoso arreglo floral para inspeccionarla y decía: Para mi media naranja. La caligrafía era de Viviana. Anabella negó con la cabeza, su amiga buscaba hacerla interesante y vaya que lo logró Anabella levantó la vista y todas las secretarias la veía
Anabella no supo qué decir, pues estaba atrapada, él había declarado tener una amante a la vez porque no tenía tiempo para más, pero le daba el permiso a ella de tener otra relación, incluso regresar con su esposo; aquello era surreal. —John, no te diré que no me tientas, pero no es inteligente ser tu amante, pues yo aún no supero mi antigua relación y no puedo entregarme a una relación a sabiendas que no es una relación verdadera. Eso me haría sentir aún más minimizada, porque hoy soy una novedad, pero si mañana te encaprichas con otra, yo me quedo sin nada, porque dudo que pudiéramos trabajar juntos si eso ocurre, y yo aprecio mi trabajo y el sueldo es genial. —Pudiéramos redactar en el contrato, que tu empleo no lo perderás por motivos que no sean laborales, incluso lo que estipulemos como monto mensual podemos fijarlo a un año, a menos que tú termines el acuerdo, si lo termino yo obtendrías una compensación y en un año se renovará si estamos de acuerdo… —Para, para, pa
Anabella miró a su madre y esta afirmó con la cabeza con una mueca de desagrado. —Mami, verdad que es una buena noticia que mi papá regrese —exclamó la niña con sus ojitos llenos de esperanza.. —Claro que sí mi amor, pero ahora es hora de dormir. —Mamá, pero me despertarás si él llega. Anabella sintió su corazón partirse y su madre caminó a la cocina, no quería que Lizzie viera su mal humor. —Lizzie, tu papá no vendrá hoy, recuerda que está muy lejos. La pequeña Lizzie bajó el rostro. —Mamí, ¿crees que se le olvide? A Anabella se le hizo un nudo en la garganta, se sentía tan identificada con su hija, ella se cansó de esperar a su padre y no lo volvió a ver, aunque sabía que estaba vivo. —Qué te parece si te muestro algo que tengo aquí en el pasillo que te gustará. Anabella bajó a Lizzie y le mostró el peluche que estaba en el arreglo floral. —Mamá, qué hermoso peluche. —Te lo envió la tía Viviana… Lizzie se fue contenta a dormir con el peluche h
—¡Lizzie, es suficiente, cállate! —exclamó Anabella con los ojos como platos y la cara roja, miró solo al doctor—. Esta señorita con tal de librarse acusará a cualquiera para no ser centro de atracción. —Vamos a la sala de juntas para examinar a esta pequeña, veo que está mejorando rápido —el doctor Wells llevaba a la niña de la mano y Anabella los siguió sin atreverse a mirar a su jefe. Anabella aprovechó que Lizzie se llevaba bien con su doctor y después de examinar y que le dijera que Elizabeth evoluciona muy bien la dejó conversando con él y fue corriendo a la sala de reuniones, John y Oliver acompañaban a un hombre mayor, pero grande y fuerte, era bastante intimidante, un abogado de la fiscalía le hacían preguntas, una cámara de video grababa el interrogatorio y un escribano copiaba. Anabella se quedó en la puerta en silencio, no quería ponerse cerca de su jefe y que saliera en la grabación del testimonio de su representado. —¿Qué hace aquí atravesada en la puerta? —
Ya se acercaba navidad y con ello las apuestas sobre quién sería el próximo socio mayoritario, Irina estaba segura de haber conquistado y envió con su secretaria una botella de whisky a John, al igual que al resto de los socios con igual rango. —Qué lástima que Irina Wells solo les envió regalos a los socios minoritarios, a los junior no nos da ni la hora —comentó Oliver. —Llévate la botella —inquirió John—, solo te pediré que te la lleves en la mano para que todos vean. —Me usas para molestar a tu prima —dijo Oliver fingiendo estar ofendido. —¿Quieres el whisky o no? —Claro que lo quiero, pero quería que te diera cuenta de que te soy leal aunque me utilices —contestó de forma teatral Oliver como siempre inmune a las mala cara que le hacía John. Anabella entró con unas carpetas en ese momento al despacho y se las pasó a John. —¿Quieres acompañarme esta noche Anabella? —preguntó Oliver—, mi magnánimo jefe me ha pasado su obsequio de odio. —Te enviaré a trabaja
«El problema de considerar una travesura ya te hace pecar igualmente, ¿o no?» Por la mente de Anabella pasaron muchas cosas en un instante, y no es que temiera pecar en el sentido religioso del hecho, era creyente, pero no al punto de darse golpes de pecho; el problema estaba en sus propias heridas. —Para usted todo es un juego —lo acusó Anabella pegada contra la pared, pero su voz salió quebrada, dudosa y esa era la esperanza de John, él sabía que ella estaba por claudicar y finalmente entregarse a la aventura. —Y tú te lo tomas todo demasiado en serio, haber dime ¿qué has conseguido siendo una niña buena? Anabella lo miró a los ojos, su mirada intensa licuaba argumentos razones en la mente de Anabella, por ahora el problema no estaba en su mente, ella veía lógica en los alegatos del abogado, el problema lo tenía su corazón. Mark se había llevado su seguridad, sentía que era poco digna de ser amada, John se lo recordaba hablando de travesuras. —Tienes razón —susurró Anabe