Anabella miró a su madre y esta afirmó con la cabeza con una mueca de desagrado. —Mami, verdad que es una buena noticia que mi papá regrese —exclamó la niña con sus ojitos llenos de esperanza.. —Claro que sí mi amor, pero ahora es hora de dormir. —Mamá, pero me despertarás si él llega. Anabella sintió su corazón partirse y su madre caminó a la cocina, no quería que Lizzie viera su mal humor. —Lizzie, tu papá no vendrá hoy, recuerda que está muy lejos. La pequeña Lizzie bajó el rostro. —Mamí, ¿crees que se le olvide? A Anabella se le hizo un nudo en la garganta, se sentía tan identificada con su hija, ella se cansó de esperar a su padre y no lo volvió a ver, aunque sabía que estaba vivo. —Qué te parece si te muestro algo que tengo aquí en el pasillo que te gustará. Anabella bajó a Lizzie y le mostró el peluche que estaba en el arreglo floral. —Mamá, qué hermoso peluche. —Te lo envió la tía Viviana… Lizzie se fue contenta a dormir con el peluche h
—¡Lizzie, es suficiente, cállate! —exclamó Anabella con los ojos como platos y la cara roja, miró solo al doctor—. Esta señorita con tal de librarse acusará a cualquiera para no ser centro de atracción. —Vamos a la sala de juntas para examinar a esta pequeña, veo que está mejorando rápido —el doctor Wells llevaba a la niña de la mano y Anabella los siguió sin atreverse a mirar a su jefe. Anabella aprovechó que Lizzie se llevaba bien con su doctor y después de examinar y que le dijera que Elizabeth evoluciona muy bien la dejó conversando con él y fue corriendo a la sala de reuniones, John y Oliver acompañaban a un hombre mayor, pero grande y fuerte, era bastante intimidante, un abogado de la fiscalía le hacían preguntas, una cámara de video grababa el interrogatorio y un escribano copiaba. Anabella se quedó en la puerta en silencio, no quería ponerse cerca de su jefe y que saliera en la grabación del testimonio de su representado. —¿Qué hace aquí atravesada en la puerta? —
Ya se acercaba navidad y con ello las apuestas sobre quién sería el próximo socio mayoritario, Irina estaba segura de haber conquistado y envió con su secretaria una botella de whisky a John, al igual que al resto de los socios con igual rango. —Qué lástima que Irina Wells solo les envió regalos a los socios minoritarios, a los junior no nos da ni la hora —comentó Oliver. —Llévate la botella —inquirió John—, solo te pediré que te la lleves en la mano para que todos vean. —Me usas para molestar a tu prima —dijo Oliver fingiendo estar ofendido. —¿Quieres el whisky o no? —Claro que lo quiero, pero quería que te diera cuenta de que te soy leal aunque me utilices —contestó de forma teatral Oliver como siempre inmune a las mala cara que le hacía John. Anabella entró con unas carpetas en ese momento al despacho y se las pasó a John. —¿Quieres acompañarme esta noche Anabella? —preguntó Oliver—, mi magnánimo jefe me ha pasado su obsequio de odio. —Te enviaré a trabaja
«El problema de considerar una travesura ya te hace pecar igualmente, ¿o no?» Por la mente de Anabella pasaron muchas cosas en un instante, y no es que temiera pecar en el sentido religioso del hecho, era creyente, pero no al punto de darse golpes de pecho; el problema estaba en sus propias heridas. —Para usted todo es un juego —lo acusó Anabella pegada contra la pared, pero su voz salió quebrada, dudosa y esa era la esperanza de John, él sabía que ella estaba por claudicar y finalmente entregarse a la aventura. —Y tú te lo tomas todo demasiado en serio, haber dime ¿qué has conseguido siendo una niña buena? Anabella lo miró a los ojos, su mirada intensa licuaba argumentos razones en la mente de Anabella, por ahora el problema no estaba en su mente, ella veía lógica en los alegatos del abogado, el problema lo tenía su corazón. Mark se había llevado su seguridad, sentía que era poco digna de ser amada, John se lo recordaba hablando de travesuras. —Tienes razón —susurró Anabe
John le indicó a Oliver que por hoy no harían nada, que lo mejor era irse antes de la nevada. Oliver no objetó, aunque no era tonto, sabía que entre John y Anabella ocurría algo. John iba de camino a su departamento cuando recibió una llamada a su teléfono, sonrió al ver el remitente, era su primo, por parte de madre, a este si lo quería. —Jeremy… —Estoy en el vestíbulo de tu edificio, dime si puedo quedarme o voy a buscar un hotel. —¿Pero cuando llegaste de Inglaterra? —En la mañana, visité a mi hermana en Connecticut, pero me quedaré en América definitivamente y a partir de mañana buscaré departamento, tengo buenos negocios acá que me hicieron irresistible volver. —¿Tu ex ya sabe que estás en la ciudad? —le preguntó John impresionado, Jeremy había jurado vivir muy lejos de su exesposa. —Sí, pero no está en la ciudad y regresa hasta la semana que viene, mi hija tampoco está pequeñita. —Esperame, ya voy cerca. Jeremy y John eran como hermanos, Jeremy era un
—Caramba, tengo siete lecciones que aprender, lástima que no traje mi libreta de apuntes. Anabella se echó a reír, pero Viviana la miró muy seria. —Empacalo para esta navidad, quién sabe y debas ponerlas todas las lecciones en práctica. —Primero veré si es que aún tengo empleo —Anabella calló y luego dijo con temor—. Viviana si me quedo sin trabajo y Mark quiere quitarme a Lizzie… —Ni lo digas, ese estupido no hará nada, es muy flojo para eso, pero sería bueno que le digas a tu jefe que te represente de necesitar un abogado. —Me muero de vergüenza. —Anabella no seas estúpida, a él no le dio vergüenza pedirte que fueras su amante y meterte mano cuando tuvo oportunidad, ¿por qué te daría vergüenza pedirle que ejerza su profesión para ti?, casi se lo pides cuando creías que era gigoló. Llegaron frente al edificio de Campbell Wells y Anabella suspiró. —Mañana es la fiesta de navidad, en teoría estoy invitada, si no me echan hoy, ¿serías mi pareja? —preguntó Anabe
En la hora del almuerzo el bufete quedó casi desierto, en vista de que navidad estaba tan cerca los empleados habían organizado el santa secreto y Anabella no participaba ya que faltó por la enfermedad de Lizzie el día de la elección, la mayoría de los empleados estaban reunidos en el restaurante de la esquina, Anabella se quedó en el comedor de empleados comiendo sobras con algunos pasantes y regresó a su escritorio antes de lo previsto. Conversaba con Viviana por mensaje. -Hice la venta del año al cliente multimillonario que te dije, está para comérselo y por eso me lo comí. -Viviana, qué te he dicho de acostarse con extraños. -No sé, solo recuerdo que te aconsejé que lo hicieras de vez en cuando. Anabella soltó la carcajada por las ocurrencias de Viviana y cuando levantó la cara John estaba acercándose, la observó con una mueca y frunció ligeramente las cejas. Para John fue algo ambiguo lo que sintió al ver la carcajada de Anabella, por un lado le pareció que era
Anabella llegó como una reina, luciendo un vestido que se le adhería al cuerpo como una segunda piel que la hacía sentir diva y empoderada, nunca había percibido la sensación, de hallarse sexy más no vulgar, como alguien que no es aburrida y poco sensual, justo como le echaba en cara su exesposo.—Permítame señorita— le propuso el chofer privado del lujoso sedán extendiendo su mano para ayudarla a salir, luego de abrir la puerta para ella. Junto a su mejor amiga Viviana; ingresó al hermoso salón de fiesta, hoy no solo era su hermana incondicional, también era su hada madrina. —Me siento cenicienta —murmuró Anabella de manera chistosa, viéndose en la obligación de cubrir sus labios con sus manos para no mostrar todos los dientes y que los presentes la vieran como alguien tonta. —No te preocupes que esta carroza no se convertirá en calabaza después de las doce, yo le pago bien a mis empleados para que no me dejen tirada sin importar cuan ebria e insoportable me ponga, solo espe