En la hora del almuerzo el bufete quedó casi desierto, en vista de que navidad estaba tan cerca los empleados habían organizado el santa secreto y Anabella no participaba ya que faltó por la enfermedad de Lizzie el día de la elección, la mayoría de los empleados estaban reunidos en el restaurante de la esquina, Anabella se quedó en el comedor de empleados comiendo sobras con algunos pasantes y regresó a su escritorio antes de lo previsto. Conversaba con Viviana por mensaje. -Hice la venta del año al cliente multimillonario que te dije, está para comérselo y por eso me lo comí. -Viviana, qué te he dicho de acostarse con extraños. -No sé, solo recuerdo que te aconsejé que lo hicieras de vez en cuando. Anabella soltó la carcajada por las ocurrencias de Viviana y cuando levantó la cara John estaba acercándose, la observó con una mueca y frunció ligeramente las cejas. Para John fue algo ambiguo lo que sintió al ver la carcajada de Anabella, por un lado le pareció que era
Anabella llegó como una reina, luciendo un vestido que se le adhería al cuerpo como una segunda piel que la hacía sentir diva y empoderada, nunca había percibido la sensación, de hallarse sexy más no vulgar, como alguien que no es aburrida y poco sensual, justo como le echaba en cara su exesposo.—Permítame señorita— le propuso el chofer privado del lujoso sedán extendiendo su mano para ayudarla a salir, luego de abrir la puerta para ella. Junto a su mejor amiga Viviana; ingresó al hermoso salón de fiesta, hoy no solo era su hermana incondicional, también era su hada madrina. —Me siento cenicienta —murmuró Anabella de manera chistosa, viéndose en la obligación de cubrir sus labios con sus manos para no mostrar todos los dientes y que los presentes la vieran como alguien tonta. —No te preocupes que esta carroza no se convertirá en calabaza después de las doce, yo le pago bien a mis empleados para que no me dejen tirada sin importar cuan ebria e insoportable me ponga, solo espe
Viviana le pasó el maquillaje para que Anabella se retocara y entraron de nuevo a la fiesta, ahora Anabella no vio a Mark por ninguna parte, pero a John sí, con una sonrisa se acercó a ellas y Jeremy lo siguió. —Anabella qué hermosa estás esta noche —John se inclinó y le dio un beso en los nudillos. —Muchas gracias, le presento a mi amiga. John sonriendo y como el perfecto caballero que le enseñaron a ser saludó a Viviana. —Un placer señorita, les presento a mi primo. —Al señor ya lo conozco —exclamó Viviana y Jeremy sonrió de lado—, caramba será que tengo un dispositivo de rastreo y no me he dado cuenta. Jeremy se echó a reír. —Sé que yo no lo tengo en mi cuerpo —dijo divertido elevando las palmas—. John, la señorita Di Maio es mi asesora de bienes raíces, una buena amiga. —Amiga es una palabra fuerte, aun no nos conocemos lo suficiente y tendré que examinarme, no sé si eres un acosador —expresó Viviana y Anabella la miró con los ojos muy abiertos, sus palab
Mark llevó a Anabella detrás de unas telas y palmas de decoración, era un lugar bastante privado sin estar lejos de todos, un rinconcito para amantes. —Habla rápido —espetó Anabella con los brazos cruzados—, y me vas explicando ¿cómo debo interpretar el mensaje que me enviaste? —Lo interpretarás como lo que es, Lizzie y tú son mías y eso no cambiará nunca. —Ah sí…, pues no entiendo cómo es eso posible si ya estamos divorciados. Mark pasó sus manos por el cabello y se acercó mucho a ella, Anabella vio sus lindos ojos azules tristes. —Te dije que me equivoqué, Laila arruinó mi vida en más de un sentido, aún no sabes la historia. —No es mi problema, supongo que si te dejó con problemas ahora los has solucionado. Mark miró hacia atrás temiendo que pudieran verlos. —Tenía muchas deudas que me dejó Laila, iba a ir preso a una cárcel latinoamericana, no me tocó de otra que llamar a mi padre. Mi papá es amigo de Harry Wells y me puso entre la espada y la pared. —
—Señores su atención por favor —dijo en voz alta Harry Wells, padre de Irina—, quisiera su atención un instante y aprovecho la oportunidad que estamos entre nuestros queridos compañeros, que forman parte de mi familia para anunciar el matrimonio de mi hija Irina con Mark Nixon. Irina estaba muy seria y Mark tenía la cara roja, obviamente habían discutido. Todos aplaudieron de forma educada, el padre de Mark se acercó a él y le dio un ligero empujón, él tomó la mano de Irina y ambos dieron un paso al frente, Anabella veía todo desde la entrada de la terraza y Viviana llegó a su lado. —¿Quieres que nos vayamos? —preguntó Viviana como siempre incondicional. —No, es momento de abrir los ojos, Mark y yo nunca estuvimos en el mismo mundo, ahora él regresa con su gente, mira a sus padres, seguro ya me vieron, pero me ignoran a propósito, yo fui el acto de rebeldía de Mark, y él para mí solo debe ser el progenitor de mi hija —Anabella miró a Viviana—, me divertiré esta noche Viv
John llevó a Anabella a través de la oscuridad sorteando cuerpos hasta el armario, Anabella entró por su sobretodo y escuchó la voz de Irina Wells. —Ya te vas John —John salió del armario y Anabella por el contrario, se metió más entre los abrigos y sacos para ocultarse—. No brindaste conmigo por mi próxima boda. —No me digas que te hizo falta, prima, después de todo estás tan feliz con tu prometido. —Solo quería agradecer tu preocupación por mí, quiero que sepas que ya hablé con mi prometido y creo que es una suerte que tu secretaria sea su exesposa, porque yo misma podré llevarle la citación por la custodia de su pequeña. Anabella escuchó aquello y salió del armario. — ¿Qué es lo que has dicho? —preguntó alterada. —Caramba, si es cierto que eres la amante de mi primo —expresó Irina con la mano en el pecho simulando haberse sorprendido—. Pues lo que escuchaste, pelearé por quedarme con la custodia de tu hija para que mi marido sea muy feliz y tú tengas la liberta
Al día siguiente era sábado y ya era media mañana cuando las risas de Lizzie y ladridos de perros traviesos despertaron a Anabella. Ella saltó de la cama y salió apenas cubriéndose con el sobretodo de la noche, Lizzie podía ponerse mal con este clima y los perros le podían dar alergias, ese era el miedo perenne de Anabella, sin embargo, salió de la casa vio a su madre riendo mientras veía a Lizzie jugar con la nieve y los enormes perros. —Mamá, a Lizzie le puede caer mal... —Déjala Anabella, está bien, respira correctamente, no ha estornudado, ella está mejorando gracias al doctor Wells. Anabella sintió una enorme dicha y sonrió entre lágrimas, Lizzie tenía ropa bien abrigada, estaba bien y por primera vez en mucho tiempo sana. Los perros de Viviana amaban a Lizzie y aunque pareciera imposible la cuidaban, uno se mantenía junto a ella siempre para que ella se sujetara y no se cayera. —Lizzie cuidado con esos mastodontes que tu tía Viviana llama perros. —Mamá ¿qué hac
En el departamento de Irina, Mark y ella discutían de manera terrible. —Tú sabías que yo tenía una hija, quiero pasar navidad con ella y no puedo llevarte, comprende que no te conoce. —Tú no quieres ver a tu hijita —espetó Irina de forma despectiva—, ella te importa muy poco, tú quieres ver a la madre, a la que amas —expresó con voz burlesca. — ¿Qué te pasa Irina?, no me digas que estás celosa —inquirió Mark para hacerla rabiar. — ¡Perdón!..., celosa de la atención de un hombre, de verdad que estás por completo trastornado. —El acuerdo de nuestro matrimonio es solo papel, y follar cuando nos plazca con quien queramos. —Pero por ahora tu exesposa está vetada, porque resulta que es la querida de mi primo. —No es mi culpa, es una casualidad. —Yo no creo en las casualidades, de alguna manera John sabía y quiso jugarme sucio, pero ahora saben que conmigo no se juega. — ¿Qué hiciste Irina? —preguntó Mark temeroso porque conoce lo maquiavélica que es Irina. —Más