Al día siguiente era sábado y ya era media mañana cuando las risas de Lizzie y ladridos de perros traviesos despertaron a Anabella. Ella saltó de la cama y salió apenas cubriéndose con el sobretodo de la noche, Lizzie podía ponerse mal con este clima y los perros le podían dar alergias, ese era el miedo perenne de Anabella, sin embargo, salió de la casa vio a su madre riendo mientras veía a Lizzie jugar con la nieve y los enormes perros. —Mamá, a Lizzie le puede caer mal... —Déjala Anabella, está bien, respira correctamente, no ha estornudado, ella está mejorando gracias al doctor Wells. Anabella sintió una enorme dicha y sonrió entre lágrimas, Lizzie tenía ropa bien abrigada, estaba bien y por primera vez en mucho tiempo sana. Los perros de Viviana amaban a Lizzie y aunque pareciera imposible la cuidaban, uno se mantenía junto a ella siempre para que ella se sujetara y no se cayera. —Lizzie cuidado con esos mastodontes que tu tía Viviana llama perros. —Mamá ¿qué hac
En el departamento de Irina, Mark y ella discutían de manera terrible. —Tú sabías que yo tenía una hija, quiero pasar navidad con ella y no puedo llevarte, comprende que no te conoce. —Tú no quieres ver a tu hijita —espetó Irina de forma despectiva—, ella te importa muy poco, tú quieres ver a la madre, a la que amas —expresó con voz burlesca. — ¿Qué te pasa Irina?, no me digas que estás celosa —inquirió Mark para hacerla rabiar. — ¡Perdón!..., celosa de la atención de un hombre, de verdad que estás por completo trastornado. —El acuerdo de nuestro matrimonio es solo papel, y follar cuando nos plazca con quien queramos. —Pero por ahora tu exesposa está vetada, porque resulta que es la querida de mi primo. —No es mi culpa, es una casualidad. —Yo no creo en las casualidades, de alguna manera John sabía y quiso jugarme sucio, pero ahora saben que conmigo no se juega. — ¿Qué hiciste Irina? —preguntó Mark temeroso porque conoce lo maquiavélica que es Irina. —Más
Después de ayudar a John a buscar regalos y que él les hiciera regalos a ellas regresaron a la casa de Viviana, Lizzie salió corriendo para enseñar las cosas que traía y se regresó lo andado hasta John que ahora estaba parado junto a Anabella. —Gracias John —la niña abrazó sus piernas y él sonrió, no esperaba el afecto de la pequeña, él se puso de cuclillas para igualar su tamaño. —Feliz navidad Lizzie. —Feliz navidad John, ojalá se cumplan tus deseos. — ¡Ahh!, muchas gracias, igualmente. La niña le dio un besito en la mejilla y salió disparada llamando a Teresa a Viviana y al ama de llaves para que vieran sus obsequios. —Escuchaste a Lizzie, ¿cómo haremos para que tenga mi obsequio de navidad? —preguntó John determinado. —Yo te llamaré, me buscas y debes traerme antes de que Lizzie despierte a ver que trajo Santa. John sonrió emocionado como un niño esperando su regalo de navidad. La noche de víspera de navidad era la noche en que Lizzie se dormía más fácil
John bajó del vehículo y Mark lo miró con odio. —Debe largarse de aquí, Anabella es mi esposa —decretó de inmediato el borracho que por fortuna soltó a Anabella para poder lucir más intimidante, al menos ese era su propósito. —Mark, por favor, deja el escándalo y vete, tú estás borracho. John metió las manos en los bolsillos, su rostro era serio. —Si la señorita no quiere hablar con usted, lo mejor es que se vaya. —No me casaré con Irina Wells —dijo Mark señalando a John como quién decreta una victoria y se le fue encima, Anabella no pudo evitar halar su brazo tratando de detenerlo y se interpuso entre ambos hombres. —Mark, por favor vete. — ¡Nooo! —Gritó Mark—, nos vamos, recoge tus cosas Anabella, nos vamos juntos, has escuchado —exclamó viendo a John—. Dígale a su prima que me cansé, que no me importan sus negocios, solo me importa mi mujer y mi hija. John sintió de nuevo ese detestable monstruo de los celos ¿acaso Anabella no había sido sincera al expresar
John entró a toda velocidad a la propiedad de su padres, estacionó frente a la casa y fue al puesto de copiloto y le quitó la niña de los brazos de Anabella y corrió llamando a su padre, Henry de inmediato entendió lo que ocurría y le pidió a John seguirlo a su estudio para atender a Lizzie y de inmediato la conectó a un nebulizador. John salió del estudio, no resistió seguir viendo a la pequeña vivaracha conectada a la mascarilla, en cuanto estuvo en el pasillo pasó las manos por su cabello, esta noche había resultado muy diferente a lo que esperó. Su prima Jenna se acercó a él. — ¿Es tu novia? —preguntó sonriendo. Jenna era solo un año mayor que él, pero madre desde hace tiempo y tan metome en todo como todas las mujeres, siempre recomendando a John que se case y tenga hijos. John negó con la cabeza de inmediato, la palabra novia y lo que conllevaba el título le parecía infantil y absurdo. —Es una amiga, bueno en realidad también trabaja conmigo como mi secretaria, su hija
John no podía creer el mal humor de Anabella, bueno, para él aquello era una verdadera pataleta, en su vida una mujer le había arrojado papeles a la cara de esa manera; mucho menos cuando representaban una mejor calidad de vida para ella que lo necesita y dónde él es el bono especial. —Yo no sé cuándo voy a aprender que de los hombres solo se obtiene traición —musitó Anabella y John se echó a reír con burla y enojo a la vez. — ¡Por favor!, no me compares con esa bazofia poco hombre que tiene el carácter de una babosa con el que te casaste —exclamó John y lo hizo con más rabia y sentimiento del que le hubiera gustado demostrar. —Tienes razón, tú me fuiste claro, te lo concedo; pero debes darme razón en que como transcurrieron los hechos yo pensara que las cosas eran diferentes y que lo que se gestaba entre nosotros era una relación verdadera. —Sabes lo que pienso de lo que llamas relaciones verdaderas, ya te lo había dicho y creí que estábamos en la misma página. —Yo ta
John se quedó en su despacho sintiéndose como león enjaulado, por primera vez en la vida se siente tan frustrado con una mujer. —No solo es una malcriada, también se fue —dijo John a la nada, muy furioso—, pues se quedó sin trabajo. John se levantó de su asiento y se concentró en la vista a la Gran Manzana. «No debí permitir que las cosas evolucionaran como lo hicieron, pero es que la condenada mujer me volvía loco» John metió las manos en los bolsillos. —A quién engaño, aún me vuelve loco, pero lo mejor en definitiva para mi paz mental es que ella siga su vida en otra parte. John en su departamento conversaba con Jeremy. — ¿Qué te pasa?, este no es el John que conozco, ¿desde cuándo se te va una vieja?, déjala que se enfríe, que te extrañe y vuelves al ruedo. John se quedó callado un instante. —Me iré… —¿Qué? —preguntó Jeremy incrédulo. —Con ella debió ser cosa de una noche, cosa de sacarnos las ganas, porque no somos compatibles. —Lo veo y no
John salió de la oficina de Irina de la misma manera que llegó, Melanie que aunque no hubiera querido escuchar no pudo dejar de hacerlo, pues la discusión de los primos Wells era muy evidente, entró al despacho de su jefa. —Irina ¿qué es lo que has hecho? —cuestionó Melanie, cerrando la puerta del despacho. Irina fue a su escritorio y se sentó como si nada hubiera pasado. —Sigamos trabajando. — ¿Por qué te ensañas con Anabella? Irina miró a Melanie con rabia. —Te estás pasando de la raya —advirtió. — ¡Tú te pasaste de la raya! —Le recriminó Melanie mostrándose molesta y es algo que Irina no ve nunca en su leal secretaria y amante—. ¿Hasta dónde llegará esta absurda contienda con John Campbell? — ¡Hasta dónde tenga que llegar! —Irina dio una palmada al escritorio y luego pasó su cabello detrás de la oreja y respiró profundo—. John es un maestro en obtener lo que quiere a último momento, él no se prepara como yo… —Ese hombre llega antes que el conserje cada