John entró a toda velocidad a la propiedad de su padres, estacionó frente a la casa y fue al puesto de copiloto y le quitó la niña de los brazos de Anabella y corrió llamando a su padre, Henry de inmediato entendió lo que ocurría y le pidió a John seguirlo a su estudio para atender a Lizzie y de inmediato la conectó a un nebulizador. John salió del estudio, no resistió seguir viendo a la pequeña vivaracha conectada a la mascarilla, en cuanto estuvo en el pasillo pasó las manos por su cabello, esta noche había resultado muy diferente a lo que esperó. Su prima Jenna se acercó a él. — ¿Es tu novia? —preguntó sonriendo. Jenna era solo un año mayor que él, pero madre desde hace tiempo y tan metome en todo como todas las mujeres, siempre recomendando a John que se case y tenga hijos. John negó con la cabeza de inmediato, la palabra novia y lo que conllevaba el título le parecía infantil y absurdo. —Es una amiga, bueno en realidad también trabaja conmigo como mi secretaria, su hija
John no podía creer el mal humor de Anabella, bueno, para él aquello era una verdadera pataleta, en su vida una mujer le había arrojado papeles a la cara de esa manera; mucho menos cuando representaban una mejor calidad de vida para ella que lo necesita y dónde él es el bono especial. —Yo no sé cuándo voy a aprender que de los hombres solo se obtiene traición —musitó Anabella y John se echó a reír con burla y enojo a la vez. — ¡Por favor!, no me compares con esa bazofia poco hombre que tiene el carácter de una babosa con el que te casaste —exclamó John y lo hizo con más rabia y sentimiento del que le hubiera gustado demostrar. —Tienes razón, tú me fuiste claro, te lo concedo; pero debes darme razón en que como transcurrieron los hechos yo pensara que las cosas eran diferentes y que lo que se gestaba entre nosotros era una relación verdadera. —Sabes lo que pienso de lo que llamas relaciones verdaderas, ya te lo había dicho y creí que estábamos en la misma página. —Yo ta
John se quedó en su despacho sintiéndose como león enjaulado, por primera vez en la vida se siente tan frustrado con una mujer. —No solo es una malcriada, también se fue —dijo John a la nada, muy furioso—, pues se quedó sin trabajo. John se levantó de su asiento y se concentró en la vista a la Gran Manzana. «No debí permitir que las cosas evolucionaran como lo hicieron, pero es que la condenada mujer me volvía loco» John metió las manos en los bolsillos. —A quién engaño, aún me vuelve loco, pero lo mejor en definitiva para mi paz mental es que ella siga su vida en otra parte. John en su departamento conversaba con Jeremy. — ¿Qué te pasa?, este no es el John que conozco, ¿desde cuándo se te va una vieja?, déjala que se enfríe, que te extrañe y vuelves al ruedo. John se quedó callado un instante. —Me iré… —¿Qué? —preguntó Jeremy incrédulo. —Con ella debió ser cosa de una noche, cosa de sacarnos las ganas, porque no somos compatibles. —Lo veo y no
John salió de la oficina de Irina de la misma manera que llegó, Melanie que aunque no hubiera querido escuchar no pudo dejar de hacerlo, pues la discusión de los primos Wells era muy evidente, entró al despacho de su jefa. —Irina ¿qué es lo que has hecho? —cuestionó Melanie, cerrando la puerta del despacho. Irina fue a su escritorio y se sentó como si nada hubiera pasado. —Sigamos trabajando. — ¿Por qué te ensañas con Anabella? Irina miró a Melanie con rabia. —Te estás pasando de la raya —advirtió. — ¡Tú te pasaste de la raya! —Le recriminó Melanie mostrándose molesta y es algo que Irina no ve nunca en su leal secretaria y amante—. ¿Hasta dónde llegará esta absurda contienda con John Campbell? — ¡Hasta dónde tenga que llegar! —Irina dio una palmada al escritorio y luego pasó su cabello detrás de la oreja y respiró profundo—. John es un maestro en obtener lo que quiere a último momento, él no se prepara como yo… —Ese hombre llega antes que el conserje cada
Como declaración era extraña por decir lo menos, pues la mirada de John era determinada, no la veía con ojos de enamorado, de hecho él se veía tan confundido como Anabella. —Despierto tus instintos de caballero blanco, eso es todo... —Maldición, yo nunca he sido un caballero blanco —acotó John exasperado y se acercó a ella, Anabella sintió como con sus manos recorrieron su cintura hasta que sus dedos la apretaron lo suficiente para atraerla a sus brazos. Los latidos de Anabella de inmediato se desbocaron, John era capaz de exacerbar sus emociones, por su mente pasó muy rápido la certeza de que cuando Mark la tocó se sintió asqueada y John no le causa repulsión sino todo lo contrario. —Yo no sirvo para ti ¿recuerdas? —reclamó Anabella y su voz salió más dolida de lo que planeó cuando lo pensó. John desvió la mirada un instante antes de fijar su mirada verde en su rostro. —Yo tengo una manera de ser, Anabella, de esa manera no me ha ido mal, a tu manera tienes un divor
John rio por lo bajo. —Eres mujer, es tu naturaleza querer tomar ventaja —Anabella arqueó las cejas y le iba reclamar—, te ofrezco algo mejor —se defendió John—, algo para adultos y no para niños. —Oh sí ser tu amante contratada —ironizó Anabella ¿Cómo te presentaré delante de mi hija? ¿Cómo me presentaría delante de tu familia? ¿Qué hay de la sociedad?, debo ser un ejemplo de conducta y principios, no quiero que el juez piense que soy una mujer poco conveniente para cuidar de mi propia hija. —Para empezar solucionar las cosas con tu ex solo se llevará un instante en cuanto se fijen acuerdo de visitas de nuevo, en caso de mis padres, a ellos no les importa con quién me acuesto, en caso de tu hija, soy su amigo y tu jefe, ¿para qué complicarle las cosas? —Tienes una respuesta para todo. John se levantó del sofá. —Mañana la veo en el trabajo señorita Díaz —dijo sonriendo y se acercó para pellizcar su mentón—. No lograrás que discuta contigo ahora. Anabella neg
— ¡Esto es el colmo! gritó Anabella ya incapaz de contenerse… —Anabella —advirtió John en voz baja y ella se sentó, pero continuó hablando. —Es que es inaudito, primero Mark me demanda custodia y ahora sus padres también —Anabella respiraba de forma agitada y es que hace un esfuerzo para no bufar como un toro. —Mark Nixon fue contrademandado esta mañana, me parece que esta cita está un poco fuera de lugar, ya que quien quiere paz no amanece disparando —acotó Irina. —Mark, acaba con esto, te lo suplico —imploró Anabella inclinada en la mesa mirando al hombre que era su luz y que pensó amar para toda la vida y en este momento odia con la misma intensidad. —Pienso que Lizzie estará mejor con mis padres que contigo — pronunció Mark por primera vez participando en la reunión. —Por supuesto nuestra intención es el bienestar de la niña —puntualizó Irina—, así que ofrezco que la niña esté con sus abuelos y que la madre la tenga fines de semana y vacaciones. John se lev
John presionó el botón del Penthouse, en cuanto llegaron una señora con un moño severo con canas se sorprendió al verlos. —Señor John, que raro que usted esté de vuelta tan temprano. John se acercó a ella y le dio un beso en la frente, eso impresionó a Anabella que de inmediato sonrió, la anciana la observó y también sonrió. —Son días festivos después de todo nana —expuso John elevando los hombros. —Buenas tardes —saludó Anabella. —Ella es una amiga— dijo señalando a Anabella. —Mucho gusto señora, mi nombre es Anabella. La doña vio la palma de la linda joven extendida y por un momento se quedó perpleja, pero se recuperó rápido y le dio la mano a Anabella que seguía sonriendo. —Mucho gusto, Paula —contestó la doña en voz baja y aún sorprendida porque las pocas novias de John que conoció antes no eran tan amenas, porque aunque John la ama ella es parte del servicio. —En realidad soy secretaria del señor John. —Y mi clienta, pero en general es mi amiga —