Capítulo 06. Rumores

 Al siguiente día John llegó a su oficina y encontró a Anabella inclinada echando agua a la planta en la esquina del despacho, no pudo evitar recorrerla de arriba abajo, llevaba una falda tubo negra haciendo juego con tacones altos y una camisa en azul cielo de satín.

   John se aclaró la garganta.

   —Buenos días —dijo John con entusiasmo y ella volteó y sonrió.

   —Nadie se acordó de regar la planta —comentó Anabella.

   —Señorita Anabella, que bueno que ha vuelto —exclamó entusiasmado Oliver entrando a la oficina, se acercó y de manera teatral se inclinó y besó sus nudillos.

   —Oliver, estoy seguro que no recibes un sueldo para que interpretes obras de Shakespeare en la oficina, buscame los documentos del caso Smith que lo resolveré hoy y te necesito concentrado.

   Oliver le hizo un guiño a Anabella y se inclinó aún más.

   —Mi lady…

   Oliver se fue dejándolos solos, Anabella no sabía qué decir.

   —Usted también señorita Anabella, tiene mucho trabajo pendiente.

   Anabella sonrió y caminó hacia la puerta del despacho, pero John no se quitó, había espacio para pasar, pero tuvo que hacerlo casi rozándolo, ella no se atrevió a verlo, pero claramente pudo percibir que él inhalaba cuando ella pasó junto a él, hoy estrenaba una fragancia exquisita regalo de Viviana, igual que su ropa; con el corazón a millón y una estúpida sonrisa que trató de disimular se sentó en su escritorio y empezó a abrir carpetas; cuando se atrevió a ver a la oficina de John él estaba muy concentrado trabajando en su escritorio. 

   Al mediodía Anabella le había hecho reservaciones a John en un selecto restaurante para dos personas, no pudo evitar sentirse un poco tonta, claro que él no iba a quedarse esperando por ella, ya tenía una amante. Para Anabella no era decepcionante, solo que siempre es agradable que un hombre como John Campbell le hinche el ego, después de todo la vanidad tiene nombre de mujer.

   John llegó al restaurante y casi detrás de él llegó su madre, la altiva y elegante mujer de acero como era apodada en su gremio sonrió al ver a su hijo.

   —¿Cómo debo tratarte como mi hijo o como socio minoritario?

   —¿Qué te parece si me tratas como socio mayoritario? —John se inclinó y le dio un beso en la mejilla a su madre —como mi mamá puedes tratarme siempre.

   —Para eso no necesito tu permiso, lo lamento —ambos se echaron a reír.

   —Entonces madre, ya te demostré con creces que estoy listo para el ascenso.

   —Hijo, hay un inconveniente —dijo Margot con pena—. Recuerdas las reglas para ascensos a socio mayoritario, no cumples con una.

   —Pero mamá, es ridículo, es una regla obsoleta y me dijiste que no había problema —inquirió John molesto.

   —Es que no es que estuviera obsoleta, solo que los candidatos para ascender este año son tu prima Irina y tú, y ambos son solteros, pero Irina se acaba de comprometer, si se casa, llena por completo los requisitos y no puedo hacer nada, son las reglas y asciende un socio por año.

   —No puedo creer que mi tío le haya comprado un novio a la mantis religiosa de Irina.

   Margot cerró los ojos y puso su servilleta en la boca para disimular la sonrisa.

   —John, se enamoró, francamente desde hace tiempo que tú deberías estar casado.

   —Patrañas a este paso el bufete se volverá solo de mujeres, ¿que hambre se casa con 32 años?

   —No veo ningún problema con las mujeres —objetó Margot—. No es el fin del mundo John, si regresas a Inglaterra allá puedes ascender, o te quedas aquí y esperas al próximo año.

   John se puso muy rojo y apretó los puños.

   —Madre, regresé porque me aseguraste que obtendría el ascenso, ahora no puedo irme con el rabo entre las piernas y que me parta un rayo si Irina Wells asciende a socia mayoritaria antes que yo.

   —Bueno amor, solo te digo lo que ocurre, incluso no debería hacerlo, pero soy tu madre, que me demanden.

   —Tu eres socia directora, ¿cómo crees que me veré si asciende la hija de mi tío y no yo?

   —John, precisamente por eso no puedo cambiar las reglas, puedo votar por ti, pero más no puedo hacer.

   —Sabes que luego mi tío irá por tu cabeza, utilizará mi derrota con Irina para lograr que lo hagan a él socio director.

   —John, tu tío y yo somos fundadores, él tiene derecho a ser director y nunca quiso hacerlo —John iba a protestar y Margot lo detuvo con la palma en alto—. Sin embargo, sé que tu tío no es de fiar, siempre lo he sabido, pero no ha podido conmigo y hasta me casé con su hermano.

   John suspiró, estaba furioso, hasta se le había quitado el apetito, Margot continuó.

   —Henry me contó que la pequeña de Anabella es una niña muy hermosa.

   John con el ceño fruncido contestó:

   —No lo sé, apenas la vi y no soy de los que anda por la vida desviviendome por niños y cachorros.

   —Pero si estuvieras al menos comprometido tendríamos menos problemas —John observó a su madre, ella era la mejor estratega que conocía, ella se traía algo, Margot no lo miraba, estaba concentrada en la carta, levantó la vista y se encontró con la mirada penetrante de su hijo—. Me causó curiosidad que hayas llevado a Anabella a la emergencia un día que ella no fue a trabajar y que le encargaras a tu padre el caso de su pequeña niña.

   —Estás imaginando cosas mamá, la señorita Anabella es buena en su trabajo, contrario a las tontorronas que me enviaron, solo la llevé al médico y da la casualidad que mi papá es neumólogo, no escogí la afección de la pequeña.

   —Bueno, pero me parece que Anabella es una muchacha muy bonita y tampoco es la primera vez que contemplo que ustedes pudieran…

  —Me sorprendes madre, creía que no la conocías.

   —En realidad a quién conozco es a su padre. Anabella es hija de Emiliano Díaz.

   John agrandó los ojos.

   —Te refieres a tu amigo multimillonario.

   —Así es, cuando la vi en la entrevista lo supe, pero ella no tiene contacto con él, Emiliano y la madre de Anabella no quedaron en buenos términos, de hecho no le digas nada, no quiero que se vaya, desde aquí puedo vigilar y le doy noticias a Emiliano.

   —Por eso no quisiste despedirla, ¿cómo una señora humilde y sencilla como la mamá de Anabella se involucró con Emiliano Díaz?

   —La madre de Anabella era empleada doméstica y Emiliano siempre ha sido un libertino, te imaginas el resto de la historia, sin embargo, Emiliano reconoció a Anabella como su hija, pero la madre de Emiliano era una vieja snob que le hizo la vida de cuadritos y fijate que aún es soltero.

   —De hecho lo admiro por mantenerse soltero cuando tantas lo cazan.

   —Es lo que aparenta, pero estoy segura que mi amigo sería más feliz con una familia…

   John hizo una mueca y se abstuvo de objetar, no tenía sentido, su madre le seguiría insistiendo que era hora de casarse.

   Margot sonrió.

   —Incluso conoces a la  madre de Anabella, dime de una vez, ¿es cierto que tienes una relación con ella? —Jhon se echó a reír—, no te rías, si ya tienes algo con la chica, quizás es la indicada.

   —Madre no tengo ninguna relación con Anabella Díaz —John se quedó callado mirando a su madre imperturbable cuando ella evaluó su respuesta. Él quería acostarse con ella, pero casarse era demasiado—. No compraré un anillo para ganarle a Irina Wells.

   Anabella almorzó con otras secretarias y quedó sorprendida por las anécdotas de los tres días de terror de John Campbell sin ella, fueron cuatro suplentes que salieron despavoridos por los gritos de John.

   —Anabella, tienes que decirnos el secreto, bueno si es realmente un secreto —expresó con tono conspirador otra secretaria y Anabella descubrió que se había esparcido el rumor de una relación entre ella y su jefe. Anabella no contestó a las puyas sonriendo, por el contrario, dejó ver su incomodidad, cosa que solo consiguió que no dijeran en su cara que ahora estaban convencidos que ella era la nueva amante de John Campbell.

   Anabella regresó a su escritorio y se impresionó al ver el enorme arreglo con flores, globos y un peluche que tenía un letrero de “Feliz cumpleaños” uno de los agentes de seguridad la esperaba junto al arreglo.

   —Lo trajeron de una floristería muy costosa y la dedicatoria no tiene firma.

   —Muchas gracias por traerlo —espetó Anabella molesta por las sospechas de sus compañeros de trabajo.

   —De nada, feliz cumpleaños —dijo sonriendo el guardía de seguridad.

   Anabella inspeccionó el arreglo y tomó la tarjeta.

   «Será cierto que no tiene remitente, ¿quién me habrá enviado este arreglo tan hermoso?»

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