Anabella se quedó muda, jamás imaginó que su jefe pudiera ser quién le estuviera dando este enorme favor; el médico revisó a Lizzie y le hicieron varias pruebas ese día, mandó un enorme tratamiento y más pruebas de alergias , Anabella no quería imaginar el costo de todo aquello, agradeciendo por enésima vez al amable doctor se dio cuenta que no había agradecido a John, entró a la aplicación de su teléfono que indicaba que John estaba en línea y le escribió:
Le agradezco lo que ha hecho, el doctor Wells es genial, no tengo palabras suficientes para expresar lo que siento, perdóneme el accidente de su coche, Dios lo bendiga siempre.Tres minutos después de que las palomitas azules delataran que él había visto el mensaje, contestó:
Repórtese a su trabajo mañana.
Luego él envió otro mensaje que tardó casi un minuto en llegar, decía:
No es nada.
Sin embargo, al día siguiente Anabella presentó su renuncia formal a Campbell Wells y en la tarde estaba haciendo maletas, el timbre de la puerta de la casa de su madre sonó y al abrir vio a John con su gesto austero de siempre.
—¿Se puede saber por qué renunció? —preguntó ofendido.
Anabella tenía pena, pero no tenía un lugar donde Lizzie se recuperara sin contratiempos, en ese momento llegaba su madre.
—Señor, ¿pero qué hace aquí en este frío?, pase por favor, ya hago cocoa caliente.
—Mamá, al señor Campbell no le gusta…
—Muchas gracias señora, con gusto lo acepto —contestó John sonriendo.
La madre de Anabella miró a su hija con desaprobación, pero ella no se imaginaba al estirado John bebiendo una humilde cocoa cuando era tan maniático con lo que comía.
En un momento lo tendré listo —dijo entusiasta la madre de Anabella.
—¿Se devolverá a su departamento? —preguntó John señalando las maletas.
—No, acepté un trabajo en Anaheim, es mejor para mi hija el clima allá.
—¿Quién va por voluntad propia a Anaheim? —preguntó siendo sarcástico—, solo debe tener una buena calefacción, por cierto aquí no es la mejor y el olor a pinturas y químicos le hace daño a un asmatico.
—Exactamente señor John, en mi departamento no funciona la calefacción correctamente e inunda todo de humo, el doctor Wells ha estado de acuerdo en que necesito un lugar correcto para que Lizzie mejore y seguirá el tratamiento a distancia explicandome que debo hacer.
—Su casero ya arregló la calefacción, puede regresar a su departamento, estarán bien.
Anabella lo miró estupefacta.
—¿Cómo lo sabe?...
—Porque lo amenacé con una demanda tan grande que de ahora en adelante será el casero modelo de New York.
Anabella no pudo evitar reír al imaginarse al detestable hombre enfrentado al intimidante John Campbell.
—¿Por qué lo hace? —preguntó Anabella y de inmediato se sonrojó, se había escuchado sugerente y no era su intención, o al menos eso se repetía.
—Necesito una secretaria, y no crea que es usted irremplazable, de seguro puedo conseguir muchas con menos inconvenientes que usted; tal parece que su vida es un conjunto de hechos patéticos descoordinados…
—Entonces por qué no busca a otra persona —contestó Anabella igualando el tono condescendiente de John.
—Porque no tengo tiempo de buscar, usted lo hace bien, no he tenido que entrenarla demasiado, tiene sentido común que es una cualidad difícil de conseguir, aunque es novata.
Anabella lo observó y de nuevo se puso como una cereza recordando su espantosa presentación, podría jurar que a John se le dibujó el comienzo de una sonrisa que de inmediato cubrió, el hombre era de hielo, inmutable, siempre conservaba la misma actitud tosca.
La madre de Anabella regresó con la mejor taza para el invitado con la bebida achocolatada y pequeños sándwiches que tragó de un par de bocados, la señora los dejó solos para atender a Lizzie.
—Señor John, ya he aceptado el trabajo, cuentan conmigo.
—Le aumentaré el sueldo un cincuenta por ciento.
Anabella agrandó los ojos.
—Mi intención no es esa, es decir, ya ha hecho mucho por mí, pero allá me pagarán lo mismo —no resistió decir.
—Pero es Anaheim, y no estará su madre, ni mi padre para que atienda a su hija, le daré un setenta por ciento más, es todo…
Anabella mordió su labio inferior.
—Está bien señor —ella estiró la mano sonriendo y él la tomó, ambos se miraron y ella lo soltó incomoda
—Le espera mucho trabajo en la oficina y no quiero más quejas ni faltas.
John tomó lo que quedaba en la taza arrugando la cara.
—Seguro le parece algo insípido.
—Bastante horrible —susurró.
Anabella abrió la boca ofendida con las manos en jarras.
—No seas patán.
John alzó las cejas y disimuló una sonrisa, Anabella ya había visto esas sonrisas que no mostraban sus labios, pero sí sus ojos.
—La espero mañana, ya tiene todo empacado para que se regrese a su departamento.
John caminó hacia la puerta y Anabella la abrió.
—Hubiera aceptado el cincuenta por ciento —le dijo imitando su actitud sobrada, John sonrió.
—Yo hubiera aceptado pagarle el doble, hasta mañana Anabella.
Más tarde Anabella estaba ya en su departamento, acomodaba todo y por eso dejó a Lizzie con su madre pasando un rato en central park, cosa que también era cruel, porque Lizzi como cualquier niña de 6 años quería correr y jugar y no podía. Viviana llegaba de viaje y le envió a dos hombres que llevaran todo, ahora que Anabella tenía todo casi listo llegó con 2 valijas al departamento.
—¿Te mudas conmigo? —bromeó Anabella y Viviana puso los ojos en blanco.
—Estás loca, hasta el cansancio te he dicho que te mudes a mi solitaria y enorme casa.
—Mejor no tentar a Lizzie con la piscina, la cancha de tenis y tus perros, ya ves que siempre está de reposo y todo le da alergia.
—¿Dónde está mi enana favorita? —preguntó Viviana con cariño.
—La dejé con mi mamá, por fin acomodaron la calefacción.
—Ahora podrás volver a ver a tu vecino sexi —Viviana movió sus cejas de forma sardónica.
Anabella negó con la cabeza.
—Ay Vivi, cuando te cuente…
Viviana y Anabella eran amigas de toda la vida, la madre de Anabella trabajó como trabajadora doméstica en la casa de Viviana y tenían la misma edad, pero sus vidas siempre fueron muy diferentes.
—¡¿Es tu jefe?! —exclamó Viviana muerta de risa.
—Sí y me dijo que quería hacerme su amante, que no podía sacarse de la cabeza nuestra presentación y la verdad yo tampoco he podido olvidar ese beso.
Viviana daba gritos entusiasmada.
—¿Y qué estás esperando? Este es el apropiado para que recuperes tu confianza.
—Estás loca Vivi, para John Campbell soy una novedad, ahora una especie de animalito desvalido.
—Lo que te pasa es que aún esperas que el imbécil de Mark regrese arrepentido —Anabella se quedó callada y miró sus manos—. Mark es el amor de mi vida.
—Y una m****a…, el amor de tu vida —escupió de forma grosera Viviana—. El único amor de tu vida es Elizabeth, en cuanto aprendas que los hombres solo son confiables para darte la felicidad efímera que provoca un beso y un abrazo post orgasmo serás más feliz.
—Yo no soy como tú Viviana —musitó Anabella.
—¿Y cómo se supone que soy yo?, una ramera…
—No… —Anabella puso la mano en su frente—. Yo quisiera no sufrir por Mark, no anhelar a mi lado cada noche un esposo, maldición Viviana, yo quisiera no extrañar hacerle la cena y lavar su ropa…
Anabella se dejó caer en el sofá y lloró, Viviana se sentó a su lado y la abrazó por los hombros.
—No quiero que sufras más por ese imbécil.
—Y lo lograré, ya verás que sí, el tiempo cura todo, pero volverme la mascota de un mujeriego no es la solución.
—Ay amiga, si supieras aprovechar las ventajas que Dios nos dio a las mujeres.
—Eso es un mito Viviana, y perdona que te lo diga, pero una mujer nunca es capaz de hacer lo que le da la gana con un hombre, bueno no las que tienen buenas intenciones.
—La perra Laila dejó a Mark…
—¡Queee! —exclamó Anabella.
—No te lo dije para que te hagas ilusiones con esa rana fría —advirtió Viviana señalando a Anabella con el índice—. Pero francamente era obvio, Laila no es abnegada como tú y Mark es un bebé gigante que quiere atención.
Anabella no lo dijo, por no ganarse un regaño de Viviana, pero en su corazón germinó la esperanza, si la culpable de su infelicidad era Laila, quizás Mark podría cambiar y darse cuenta de lo que perdió y volvería a pedirle perdón y recuperar su familia.
—Hey tierra llamando a Anabella —dijo Viviana pidiendo su atención.
—Perdón Vivi, estoy cansada, casi no he dormido desde el viernes.
Eres una idiota por no decirme lo de Lizzie, tienes mi casa a tu disposición.
Anabella sonrió.
—Vivi, tú siempre has estado conmigo, disfrutas tu vida de soltera, no puedes recogerme con mi niña delicada.
—Sabes que lo que sea para Lizzie, pero más me alegra que tu jefe cuál caballero de brillante armadura te haya resuelto todo, y con los modelitos que te traje, ay Bella, prepárate, porque volverás loco a tu jefe —Viviana fue a las valijas y las abrió—, regalos por tu cumple.
—Ni me acordaba que cumplo años mañana.
—Pues yo no lo olvido, 26 años no se cumplen todos los días, le he decretado la puerta a la vida, ya no somos tontorronas de menos de 25, somos mujeres empoderadas de 26 años.
—Yo soy la chica de 26 años más vieja del mundo.
—Me caes mal —le reclamó Viviana furiosa.
—Mejor muéstrame que hay en esas valijas.
Viviana permitió el cambio de tema.
Al siguiente día John llegó a su oficina y encontró a Anabella inclinada echando agua a la planta en la esquina del despacho, no pudo evitar recorrerla de arriba abajo, llevaba una falda tubo negra haciendo juego con tacones altos y una camisa en azul cielo de satín. John se aclaró la garganta. —Buenos días —dijo John con entusiasmo y ella volteó y sonrió. —Nadie se acordó de regar la planta —comentó Anabella. —Señorita Anabella, que bueno que ha vuelto —exclamó entusiasmado Oliver entrando a la oficina, se acercó y de manera teatral se inclinó y besó sus nudillos. —Oliver, estoy seguro que no recibes un sueldo para que interpretes obras de Shakespeare en la oficina, buscame los documentos del caso Smith que lo resolveré hoy y te necesito concentrado. Oliver le hizo un guiño a Anabella y se inclinó aún más. —Mi lady… Oliver se fue dejándolos solos, Anabella no sabía qué decir. —Usted también señorita Anabella, tiene mucho trabajo pendiente. Anabella sonr
—Vaya, no sabía que era tu cumpleaños —comentó Oliver llegando detrás de ella y Anabella dio un brinco y dejó la tarjeta en su puño sin leerla aún —. Felicitaciones, deberíamos ir a brindar al salir del trabajo —exclamó Oliver dándole un beso en la mejilla. Anabella sonrió y no tuvo oportunidad de negarse, pues John estaba llegando y había escuchado a Oliver. —¿Cómo podrías ir por unos tragos si tienes que hablar con el señor Tolman? —preguntó con sorna y Oliver hizo un puchero, entró al despacho y John observó el arreglo, no varió su expresión, como de costumbre su rostro no mostraba emoción alguna, puso una cajita junto a la computadora de Anabella y entró a su despacho dando órdenes a Oliver. Anabella tomó la tarjeta del hermoso arreglo floral para inspeccionarla y decía: Para mi media naranja. La caligrafía era de Viviana. Anabella negó con la cabeza, su amiga buscaba hacerla interesante y vaya que lo logró Anabella levantó la vista y todas las secretarias la veía
Anabella no supo qué decir, pues estaba atrapada, él había declarado tener una amante a la vez porque no tenía tiempo para más, pero le daba el permiso a ella de tener otra relación, incluso regresar con su esposo; aquello era surreal. —John, no te diré que no me tientas, pero no es inteligente ser tu amante, pues yo aún no supero mi antigua relación y no puedo entregarme a una relación a sabiendas que no es una relación verdadera. Eso me haría sentir aún más minimizada, porque hoy soy una novedad, pero si mañana te encaprichas con otra, yo me quedo sin nada, porque dudo que pudiéramos trabajar juntos si eso ocurre, y yo aprecio mi trabajo y el sueldo es genial. —Pudiéramos redactar en el contrato, que tu empleo no lo perderás por motivos que no sean laborales, incluso lo que estipulemos como monto mensual podemos fijarlo a un año, a menos que tú termines el acuerdo, si lo termino yo obtendrías una compensación y en un año se renovará si estamos de acuerdo… —Para, para, pa
Anabella miró a su madre y esta afirmó con la cabeza con una mueca de desagrado. —Mami, verdad que es una buena noticia que mi papá regrese —exclamó la niña con sus ojitos llenos de esperanza.. —Claro que sí mi amor, pero ahora es hora de dormir. —Mamá, pero me despertarás si él llega. Anabella sintió su corazón partirse y su madre caminó a la cocina, no quería que Lizzie viera su mal humor. —Lizzie, tu papá no vendrá hoy, recuerda que está muy lejos. La pequeña Lizzie bajó el rostro. —Mamí, ¿crees que se le olvide? A Anabella se le hizo un nudo en la garganta, se sentía tan identificada con su hija, ella se cansó de esperar a su padre y no lo volvió a ver, aunque sabía que estaba vivo. —Qué te parece si te muestro algo que tengo aquí en el pasillo que te gustará. Anabella bajó a Lizzie y le mostró el peluche que estaba en el arreglo floral. —Mamá, qué hermoso peluche. —Te lo envió la tía Viviana… Lizzie se fue contenta a dormir con el peluche h
—¡Lizzie, es suficiente, cállate! —exclamó Anabella con los ojos como platos y la cara roja, miró solo al doctor—. Esta señorita con tal de librarse acusará a cualquiera para no ser centro de atracción. —Vamos a la sala de juntas para examinar a esta pequeña, veo que está mejorando rápido —el doctor Wells llevaba a la niña de la mano y Anabella los siguió sin atreverse a mirar a su jefe. Anabella aprovechó que Lizzie se llevaba bien con su doctor y después de examinar y que le dijera que Elizabeth evoluciona muy bien la dejó conversando con él y fue corriendo a la sala de reuniones, John y Oliver acompañaban a un hombre mayor, pero grande y fuerte, era bastante intimidante, un abogado de la fiscalía le hacían preguntas, una cámara de video grababa el interrogatorio y un escribano copiaba. Anabella se quedó en la puerta en silencio, no quería ponerse cerca de su jefe y que saliera en la grabación del testimonio de su representado. —¿Qué hace aquí atravesada en la puerta? —
Ya se acercaba navidad y con ello las apuestas sobre quién sería el próximo socio mayoritario, Irina estaba segura de haber conquistado y envió con su secretaria una botella de whisky a John, al igual que al resto de los socios con igual rango. —Qué lástima que Irina Wells solo les envió regalos a los socios minoritarios, a los junior no nos da ni la hora —comentó Oliver. —Llévate la botella —inquirió John—, solo te pediré que te la lleves en la mano para que todos vean. —Me usas para molestar a tu prima —dijo Oliver fingiendo estar ofendido. —¿Quieres el whisky o no? —Claro que lo quiero, pero quería que te diera cuenta de que te soy leal aunque me utilices —contestó de forma teatral Oliver como siempre inmune a las mala cara que le hacía John. Anabella entró con unas carpetas en ese momento al despacho y se las pasó a John. —¿Quieres acompañarme esta noche Anabella? —preguntó Oliver—, mi magnánimo jefe me ha pasado su obsequio de odio. —Te enviaré a trabaja
«El problema de considerar una travesura ya te hace pecar igualmente, ¿o no?» Por la mente de Anabella pasaron muchas cosas en un instante, y no es que temiera pecar en el sentido religioso del hecho, era creyente, pero no al punto de darse golpes de pecho; el problema estaba en sus propias heridas. —Para usted todo es un juego —lo acusó Anabella pegada contra la pared, pero su voz salió quebrada, dudosa y esa era la esperanza de John, él sabía que ella estaba por claudicar y finalmente entregarse a la aventura. —Y tú te lo tomas todo demasiado en serio, haber dime ¿qué has conseguido siendo una niña buena? Anabella lo miró a los ojos, su mirada intensa licuaba argumentos razones en la mente de Anabella, por ahora el problema no estaba en su mente, ella veía lógica en los alegatos del abogado, el problema lo tenía su corazón. Mark se había llevado su seguridad, sentía que era poco digna de ser amada, John se lo recordaba hablando de travesuras. —Tienes razón —susurró Anabe
John le indicó a Oliver que por hoy no harían nada, que lo mejor era irse antes de la nevada. Oliver no objetó, aunque no era tonto, sabía que entre John y Anabella ocurría algo. John iba de camino a su departamento cuando recibió una llamada a su teléfono, sonrió al ver el remitente, era su primo, por parte de madre, a este si lo quería. —Jeremy… —Estoy en el vestíbulo de tu edificio, dime si puedo quedarme o voy a buscar un hotel. —¿Pero cuando llegaste de Inglaterra? —En la mañana, visité a mi hermana en Connecticut, pero me quedaré en América definitivamente y a partir de mañana buscaré departamento, tengo buenos negocios acá que me hicieron irresistible volver. —¿Tu ex ya sabe que estás en la ciudad? —le preguntó John impresionado, Jeremy había jurado vivir muy lejos de su exesposa. —Sí, pero no está en la ciudad y regresa hasta la semana que viene, mi hija tampoco está pequeñita. —Esperame, ya voy cerca. Jeremy y John eran como hermanos, Jeremy era un