«Dónde hay un bat cuando una mujer indefensa lo necesita» Fue el pensamiento desesperado de Anabella.
—Cálmese, si yo fuera un psicópata ya le hubiera hecho daño —expresó él con el mismo tono neutro, ni siquiera sacó las manos de sus bolsillos, incluso al verla tan desesperada tuvo la desfachatez de sonreír.
—Lárguese de aquí, o llamaré a la policía y lo denunciaré por acoso —expresó ella de la manera más intimidatoria que pudo, el caballero la miró alzando las cejas de manera irónica y ella bajó la cara, pero no se amilanó—. Bueno, en todo caso es un estafador que usurpó la identidad de otro hombre para entrar a mi casa no sé con qué intenciones —objetó Anabella con la frente en alto y toda la dignidad que puede aparentar aunque quiere morirse de vergüenza.
El caballero sonrió y negó con la cabeza, la miró de arriba abajo.
—Volveremos a hablar, pero cuando tenga pleno uso de sus cinco sentidos.
—Dígame inmediatamente ¿quién es usted y que quiere de mí?
El caballero misterioso se puso el saco y caminó a la puerta—. Buenas noches Anabella...
Anabella tenía el corazón a millón, llamó a Viviana y fue a su casa después de ponerse un pantalón de mezclilla y una sudadera, todo el camino veía por los retrovisores sintiéndose nerviosa, llegó a la mansión en la mejor zona de la ciudad y apenas saludó al ama de llaves, su amiga estaba arreglándose para salir.
—Te voy a matar Viviana —exclamó Anabella al verla.
—Pero cuéntame no puede ser que te haya ido mal, aunque no tardaste nada —Viviana miró la pinta de Anabella y luego su reloj de pulsera e hizo un mohín—, quiere decir que no te atreviste.
—¡Me equivoqué de hombre! —exclamó Anabella desesperada y Viviana puso los ojos como platos y casi se orina de tanto reír.
—Pero ¿cómo diablos confundiste un hombre normal con un gigoló?
—Tenías que ver el hombre que tocó mi puerta.
—Sí, ¿estaba bueno?
—Buenisimo, sexi el desgraciado, pero no sé quién demonios es y eso me tiene mal, porque lo hice pasar, hablamos, nos besamos y después corrió al verdadero gigoló y me dijo que nos volveríamos a ver.
Viviana continuaba riendo.
—Es que a ti te pasan unos chascos, pero no te preocupes, si estaba buenisimo y sexi entonces no es un acosador…
—¿Eso qué tiene que ver?
—Amiga, los feos son acosadores, los sexis son interesados —Viviana movió las cejas de forma sardónica—. No te preocupes, debe ser un vecino nuevo y te apuesto que lo dejaste muy interesado.
—Esto es una pesadilla, eso tiene que ser, un nuevo vecino que quería presentarse ¿qué pensará de mí?, menos mal que me quedo con mi mamá —dijo Anabella dejándose caer en el sofá y su amiga continuó arreglándose como si nada.
El lunes muy temprano Anabella se presentó en su nuevo empleo, emocionada y lista para un nuevo capítulo en su vida, miró las letras doradas en el recibidor al salir del ascensor del bello edificio.
“Campbell Wells”
Caminó hacía la chica de recepción.
—Buenos días, me espera la señora Margot Campbell, me contrató como su secretaria —exclamó Anabella con una sonrisa de oreja a oreja emocionada.
—Espere un momento —indicó la recepcionista mirándola como si fuera un mosquito, antes no demostró tanta antipatía, pero Anabella no se dejaría intimidar, así que ignoró la mirada envenenada y pasó su cabello por detrás de la oreja.
—Puede pasar —dijo la chica y rio con ironía, Anabella la ignoró, pero ya se sentía nerviosa.
Anabella al llegar a la oficina de Margot Campbell vio una secretaria y el ánimo cayó a sus pies, se suponía que ella había sido contratada para estar allí. Anabella necesitaba este trabajo, rechazó otras propuestas por trabajar en esta firma de abogados donde no solo tendría un sueldo que le permitiría vivir sin problemas con los gastos de su hija y ayudar a su madre; estaría cerca de abogados y más adelante al retomar sus clases y graduarse, una recomendación de Margot Campbell la enviaría directo a un buen puesto.
—Buenos días —musitó a la secretaria—. Mi nombre es Anabella Díaz.
—Sientese por favor, ya la anuncio.
Anabella se permitió tener esperanza, quizás le asignaría ser secretaria de otro socio.
—Puede pasar señorita…
Anabella entró detrás de la secretaria y casi se desmaya, detrás de un enorme escritorio estaba la regia mujer que esperaba conseguir, pero recostado de forma despreocupada y con las manos en los bolsillos estaba el hombre misterioso.
—Bubu…Buenos días —tartamudeo Anabella pálida y sus ojos se aguaron.
—Buenos días —dijo ajena al drama a su alrededor la elegante mujer—. Le presento a mi hijo, John Campbell, usted será su secretaria.
Anabella quería morir, jamás tuvo tanta vergüenza en su vida, pero el caballero no dijo ni una palabra, se le veía que disfrutaba de la vergüenza de Anabella por la burla reflejada en sus ojos, pero su boca era una línea.
—Mucho gusto señorita Diaz, creo que prefiere que le diga señorita y no señora —inquirió el hombre entrecerrando los ojos.
Margot miró a su hijo.
—John, no intimides a la chica en su primer día.
—Para nada madre, no creo que la señorita Díaz sea de las que se rajan.
Anabella estaba segura que se iba a desmayar y no tenía ni idea si su cara era roja como su falda o blanca como su blusa.
—Creí que sería secretaria de la señora Margot Campbell —objetó Anabella mirando a la señora y no a su nuevo jefe.
—Era mi intención, pero mi secretaria no tomará vacaciones aún y mi hijo recién llega de la oficina de Inglaterra, ¿algún problema señorita Anabella? —preguntó la doña escrutando su mirada.
—No, ningún problema —musitó Anabella.
—Sígame señorita, hablaré con usted en mi oficina —el caballero dio un beso en la mejilla a su madre y salió sin mirar a Anabella, ahora ella no sabía qué hacer.
—¿Qué hace aquí todavía?, dijo que lo siguiera —le indicó Margot Campbell mostrandose divertida.
Anabella reaccionó y caminó detrás del hombre, vio todo a su alrededor con añoranza, cómo era posible que hubiera echado a perder su mejor oportunidad laboral, ya extrañaba el lugar y aún no la habían puesto de patitas en la calle.
El caballero entró a una oficina al otro extremo, era amplia e iluminada por el sol que entraba por la pared de cristal, no habían adornos personales, ni siquiera un portaretrato, solo sus diplomas en el lugar esperado y una enorme pintura abstracta que al observar sintió mareo, mejor no la veía ya traía el estómago revuelto.
—Ah, no se fue —recalcó el hombre con ironía—, estaba convencido que saldría corriendo en lugar de seguirme.
Anabella bajó la cara sintiendose culpable de asesinato y lo era, asesinó su buen empleo.
—Señor, todo lo que pasó fue un error, es importante para mí que lo sepa, no acostumbro a usar ese servicio, era primera vez…
—Parece que cree que me importa su vida personal y no es el caso —expresó el hombre de forma cortante—, aquí en la oficina no es lugar para relatar la lista de chascos que ha tenido en la vida.
Anabella calló y volvió a bajar la cabeza y el hombre continuó.
—Fui a su departamento con la mejor voluntad, mi madre me había dado las mejores recomendaciones respecto a usted, mi trabajo ocupa mi mayor prioridad en el mundo y dependo de que quienes trabajan conmigo estén comprometidos. Usted demostró ser descuidada y eso no me gusta, porque para trabajar conmigo no puede cometer errores.
Anabella cada vez sentía más y más el peso de la culpa por sus acciones, sintiendo como cuchillos cada palabra dicha.
—Yo no sabía que usted iría a mi casa, yo ahora no vivo allí —Anabella calló cuando vio la cara aburrida del hombre, ya le había dicho que no le importaba.
Anabella dio la vuelta para irse y entonces escuchó…
—¿A dónde va?
—Pues me voy, no le seguiré quitando el tiempo… —contestó Anabella muy obvia.
—No la despedí, pero no es por gusto, no creo que esté capacitada para trabajar conmigo, pero mi madre no me permitió despedirla y aún ella es mi superior.
Anabella subió la barbilla mostrando su mejor cara profesional. —Estoy dispuesta a demostrarle que puedo desempeñar mi trabajo de forma satisfactoria. John se sentó y la miró atento. —Entonces tendrá que encontrar la forma de satisfacerme. Anabella no podía acusarlo de ser soez, aunque sus palabras tenían un claro doble sentido, en ese momento pensó que todo podría empeorar. —¿Le contó a su madre? —¿A qué se refiere? —él enarcó una ceja y Anabella optó por desviar la mirada —mejor es que se apegue a la quinta enmienda —contestó él en tono conspirador. —¿Le dijo lo que ocurrió o no? —preguntó Anabella harta de los juegos de John. —No, no lo hice, no se preocupe, puede ir a trabajar y demostrarme si de verdad desempeñará su trabajo de forma satisfactoria, francamente no tengo muchas esperanzas de que lo haga, al menos en el ámbito profesional. Anabella en ese momento iba a decirle que se metiera su trabajo por donde no daba el sol, él no se cansaría de recalcar su pecul
Anabella no podía creer la manera de este hombre tratarla, lo peor del caso es que no podía acusarlo de faltarle el respeto. —En definitiva es un buen abogado, acaba de hacerme una propuesta indecente y no lo puedo acusar porque dirá que yo se la hice antes a usted. John sonrió. —Anabella, creeme que lo que te acabo de decir no es una propuesta indecente para nada. —Ah no, yo no soy tonta, claro que lo es… John negó con la cabeza y se acercó a ella a través de la pequeña mesa entre ambos, Anabella puso sentir de inmediato el aroma de su colonia ligado a su aliento y café, inhalo sin poder evitarlo de forma imperceptible, sus rostros estaban a centímetros. —Te invité un desayuno y te informé de mi interés, una propuesta indecente se hace en un lugar nocturno, te invitaría una copa, te seduciría y te besaría, llevaría mi mano debajo de tu falda y acariciaría tus piernas y si te dejaras hacer todo eso te diría que quiero llevarte a un lugar donde pueda besarte hasta tu sombra,
Anabella se quedó muda, jamás imaginó que su jefe pudiera ser quién le estuviera dando este enorme favor; el médico revisó a Lizzie y le hicieron varias pruebas ese día, mandó un enorme tratamiento y más pruebas de alergias , Anabella no quería imaginar el costo de todo aquello, agradeciendo por enésima vez al amable doctor se dio cuenta que no había agradecido a John, entró a la aplicación de su teléfono que indicaba que John estaba en línea y le escribió: Le agradezco lo que ha hecho, el doctor Wells es genial, no tengo palabras suficientes para expresar lo que siento, perdóneme el accidente de su coche, Dios lo bendiga siempre.Tres minutos después de que las palomitas azules delataran que él había visto el mensaje, contestó: Repórtese a su trabajo mañana. Luego él envió otro mensaje que tardó casi un minuto en llegar, decía: No es nada. Sin embargo, al día siguiente Anabella presentó su renuncia formal a Campbell Wells y en la tarde estaba haciendo maletas, el tim
Al siguiente día John llegó a su oficina y encontró a Anabella inclinada echando agua a la planta en la esquina del despacho, no pudo evitar recorrerla de arriba abajo, llevaba una falda tubo negra haciendo juego con tacones altos y una camisa en azul cielo de satín. John se aclaró la garganta. —Buenos días —dijo John con entusiasmo y ella volteó y sonrió. —Nadie se acordó de regar la planta —comentó Anabella. —Señorita Anabella, que bueno que ha vuelto —exclamó entusiasmado Oliver entrando a la oficina, se acercó y de manera teatral se inclinó y besó sus nudillos. —Oliver, estoy seguro que no recibes un sueldo para que interpretes obras de Shakespeare en la oficina, buscame los documentos del caso Smith que lo resolveré hoy y te necesito concentrado. Oliver le hizo un guiño a Anabella y se inclinó aún más. —Mi lady… Oliver se fue dejándolos solos, Anabella no sabía qué decir. —Usted también señorita Anabella, tiene mucho trabajo pendiente. Anabella sonr
—Vaya, no sabía que era tu cumpleaños —comentó Oliver llegando detrás de ella y Anabella dio un brinco y dejó la tarjeta en su puño sin leerla aún —. Felicitaciones, deberíamos ir a brindar al salir del trabajo —exclamó Oliver dándole un beso en la mejilla. Anabella sonrió y no tuvo oportunidad de negarse, pues John estaba llegando y había escuchado a Oliver. —¿Cómo podrías ir por unos tragos si tienes que hablar con el señor Tolman? —preguntó con sorna y Oliver hizo un puchero, entró al despacho y John observó el arreglo, no varió su expresión, como de costumbre su rostro no mostraba emoción alguna, puso una cajita junto a la computadora de Anabella y entró a su despacho dando órdenes a Oliver. Anabella tomó la tarjeta del hermoso arreglo floral para inspeccionarla y decía: Para mi media naranja. La caligrafía era de Viviana. Anabella negó con la cabeza, su amiga buscaba hacerla interesante y vaya que lo logró Anabella levantó la vista y todas las secretarias la veía
Anabella no supo qué decir, pues estaba atrapada, él había declarado tener una amante a la vez porque no tenía tiempo para más, pero le daba el permiso a ella de tener otra relación, incluso regresar con su esposo; aquello era surreal. —John, no te diré que no me tientas, pero no es inteligente ser tu amante, pues yo aún no supero mi antigua relación y no puedo entregarme a una relación a sabiendas que no es una relación verdadera. Eso me haría sentir aún más minimizada, porque hoy soy una novedad, pero si mañana te encaprichas con otra, yo me quedo sin nada, porque dudo que pudiéramos trabajar juntos si eso ocurre, y yo aprecio mi trabajo y el sueldo es genial. —Pudiéramos redactar en el contrato, que tu empleo no lo perderás por motivos que no sean laborales, incluso lo que estipulemos como monto mensual podemos fijarlo a un año, a menos que tú termines el acuerdo, si lo termino yo obtendrías una compensación y en un año se renovará si estamos de acuerdo… —Para, para, pa
Anabella miró a su madre y esta afirmó con la cabeza con una mueca de desagrado. —Mami, verdad que es una buena noticia que mi papá regrese —exclamó la niña con sus ojitos llenos de esperanza.. —Claro que sí mi amor, pero ahora es hora de dormir. —Mamá, pero me despertarás si él llega. Anabella sintió su corazón partirse y su madre caminó a la cocina, no quería que Lizzie viera su mal humor. —Lizzie, tu papá no vendrá hoy, recuerda que está muy lejos. La pequeña Lizzie bajó el rostro. —Mamí, ¿crees que se le olvide? A Anabella se le hizo un nudo en la garganta, se sentía tan identificada con su hija, ella se cansó de esperar a su padre y no lo volvió a ver, aunque sabía que estaba vivo. —Qué te parece si te muestro algo que tengo aquí en el pasillo que te gustará. Anabella bajó a Lizzie y le mostró el peluche que estaba en el arreglo floral. —Mamá, qué hermoso peluche. —Te lo envió la tía Viviana… Lizzie se fue contenta a dormir con el peluche h
—¡Lizzie, es suficiente, cállate! —exclamó Anabella con los ojos como platos y la cara roja, miró solo al doctor—. Esta señorita con tal de librarse acusará a cualquiera para no ser centro de atracción. —Vamos a la sala de juntas para examinar a esta pequeña, veo que está mejorando rápido —el doctor Wells llevaba a la niña de la mano y Anabella los siguió sin atreverse a mirar a su jefe. Anabella aprovechó que Lizzie se llevaba bien con su doctor y después de examinar y que le dijera que Elizabeth evoluciona muy bien la dejó conversando con él y fue corriendo a la sala de reuniones, John y Oliver acompañaban a un hombre mayor, pero grande y fuerte, era bastante intimidante, un abogado de la fiscalía le hacían preguntas, una cámara de video grababa el interrogatorio y un escribano copiaba. Anabella se quedó en la puerta en silencio, no quería ponerse cerca de su jefe y que saliera en la grabación del testimonio de su representado. —¿Qué hace aquí atravesada en la puerta? —