Era sábado por la noche, Anabella le dijo a su madre que saldría con Viviana. Desde hace unos días se queda en casa de su madre con su hija, debatía consigo misma si seguía adelante con esta locura.
—No seas cobarde, eres una mujer segura de ti misma y de nada servirá, Viviana seguirá insistiendo —Anabella se miró al espejo de cuerpo entero y vio que en realidad se veía muy bien, era joven, tenía bonita figura, sus mejillas sonrojadas la hacían ver mejor.
Miró el reloj en la pared, ya casi era la hora pautada, Anabella pensó en su pequeña Lizzie y una vez más quiso cancelar; al tomar su teléfono celular sonó el timbre de la puerta y Anabella dio un salto, diez minutos antes, la puntualidad era agradable para cualquier trato, pero ella había rogado porque el dichoso hombre no asistiera; su corazón se aceleró y sus manos se pusieron frías, antes de abrir la puerta se miró al espejo de nuevo y se peinó con las manos.
—Es tarde para arrepentirse —musitó mirando su imagen en el espejo.
Anabella tomó de un trago el vino que quedaba en su copa y la puso en la mesa de centro. Caminó tambaleante a la puerta del departamento, tres copas de vino era demasiado para ella que no está acostumbrada a beber, abrió la puerta y allí estaba el hombre esperando, Anabella sonrió, no pudo evitarlo, este hombre había sido diseñado por los dioses del olimpo, no podía creer su suerte, esperaba que fuera su buena suerte.
—Buenas tardes, ¿señora Anabella Díaz? Vengo a…
—¡Schh!… ¿Se ha vuelto loco?, pase adelante.
El hombre desconcertado entró al departamento cuando ella lo haló del brazo y Anabella miró hacia ambas direcciones del pasillo verificando que nadie hubiera visto al caballero en cuestión.
—Señora Díaz, mi nombre es…
Anabella negó con la cabeza y puso su dedo índice en la boca del hombre, para evitar que continuara la presentación. Él se quedó muy quieto y cuando ella resbaló el dedo despegando su labio inferior, sintió un cosquilleo agradable con el contacto no buscado; el hombre con ojos de un vivo verde arqueó sus cejas y la miraba sorprendido.
—No…, sin nombres, no es necesario —expresó Anabella en un hilo de voz.
El caballero vestía de saco y corbata, su traje era costoso y él muy alto; su porte varonil y elegante.
—De seguro tienes muchas clientes satisfechas —dijo Anabella admirando las facciones del hombre de manera clínica e impulsada por el vino.
El caballero sonrió e inclinó la cabeza en agradecimiento.
—Procuro que mis clientes queden satisfechos, sin distingo de si es mujer u hombre.
Anabella sonrió insegura.
—Mejor no pregunto…
El caballero la miró de arriba abajo y pasó su mano por la nuca.
—Señora no es que no me guste el recibimiento, pero no esperaba que usted...
—No me digas señora que lo detesto —le confesó con una mueca—. Ya no estoy casada —Anabella calló, recordó a su amiga indicando que se divirtiera, se aclaró la garganta y con voz pausada dijo: — ¿Quieres tomar una copa de vino?
—Creo que no es apropiado —contestó el caballero sonriendo.
—Ven siéntate —dijo Anabella y ahora comenzaba a sentirse incómoda, no dejaba de preguntarse qué debía hacer, el caballero se sentó a su lado—. No sé muy bien cómo debemos comenzar, soy novata en esto y bueno, creo que es mejor dejarme guiar por ti.
—Me gusta su entusiasmo, si tienes poca experiencia debes tener potencial, o si no mi jefa no la hubiera asignado a mí.
Anabella contestó comprensiva:
—Estoy nerviosa, quisiera mejorar mi desempeño, quizás me cueste al principio, pero estoy segura que podré seguirte el paso.
El caballero afirmó.
—Nos entendemos perfectamente entonces, ahora pasemos a lo importante —dijo el caballero sonriendo y Anabella quiso morirse de vergüenza.
—Deme un momento por favor —pidió Anabella poniendo sus manos en la de él y se echó a reír, su cara estaba roja y el hombre no entendía sus nervios, apretó sus manos frías entre las cálidas de él —. Debo confesarle que mi amiga te contrató para mí, pero no puedo seguir adelante, creí que podría, pero no puedo.
El caballero la observaba con la boca ligeramente abierta y lucía pérdido, Anabella continuó.
—No es nada personal, de hecho me parece que es usted un caballero muy guapo, cualquier mujer le habría brincado como gata en celo…
—Me ha pasado —dijo el hombre sonriendo
—En realidad ya que está aquí podría usted darme algunas lecciones.
—¿Lecciones de? —preguntó el hombre con una sonrisa traviesa.
—Es que yo soy un desastre en la cama —dijo Anabella siendo brutalmente sincera.
El hombre se echó a reír negando con la cabeza.
—Estoy seguro que exageras.
—Ojalá fuera el caso, pero no, soy bastante aburrida y cuando hacía…, ya sabe, el amor, pensaba en todo menos en lo que hacía.
—Cariño si no te estás divirtiendo, estás perdiendo el tiempo, esa sería la primera lección.
—Caramba, ¿crees que debería tomar notas? —dijo Anabella sin poder creer que un profesional le daría una clase de relaciones.
—Si crees que lo olvidarás, entonces sería bueno que lo anotaras.
—En verdad soy muy mala en ese asunto de relaciones sentimentales.
—Uff, somos dos —respondió él agrandando los ojos—, para las relación sentimentales no hay reglas, todo es un caos, pero tener amantes es otra cosa.
Anabella lo miró confusa.
—¿Reglas?
—Segunda lección Anabella. Fija tus reglas, hazlas cumplir, pero sobre todo cumplelas.
Anabella sirvió dos copas de vino y cruzó las piernas, diligentemente anotó lo que dijo el caballero, él no tomó del vino, la observó anotando mordiendo sus labios para no reír.
—Anabella quizás el servicio que contrató su amiga le sirva a ella, pero a usted no le serviría, porque está muy tensa, recriminando lo que hace y no es para menos está en su casa —el hombre se acercó un poco a ella y le quitó la copa de vino—. Una copa la desinhibe y eso es bueno, dos la llevan a hacer tonterías y eso es malo.
—Gracias por haber sido tan amable.
—Amable es mi nombre —Anabella se echó a reír y él le pasó su cabello por detrás de la oreja—. No sé con qué clase de hombre te has relacionado, si las circunstancias fueran otras, ahora mismo estaríamos desnudos y divirtiéndonos en grande.
Anabella sintió electricidad recorrer su cuerpo por las palabras descaradas del hombre.
—Que lástima que no soy desinhibida y sí tonta.
—Olvídate de las inhibiciones, esas son aburridas.
Anabella sonrió de lado.
—¿Tercera lección?
—Definitivamente…
Anabella mordió su labio inferior y esta vez no anotó en la libreta, ella observó al caballero en cambio, él acercó su rostro y sin más dilación la besó.
Anabella no recordaba que la hubieran besado así alguna vez en la vida, sus labios eran fuertes y dominantes, su lengua persuasiva y su colonia afrodisiaca. Anabella metió las manos por dentro del saco palpando el pecho duro y trabajado, lo empujó fuera de sus brazos y se montó en sus piernas a horcajadas para poder besarlo más a gusto, sintió como su hombría se endurecía y entonces se frotó contra él, descarada como nunca había sido en su vida.
—¡Ahh! Necesito esto desesperadamente —expresó Anabella en voz baja de manera seductora y necesitada sintiendo como su piel se eriza en reacción ante el hermoso hombre y sus caricias, ya no quería pensar, quería dejarse llevar.
—Dame un momento —pidió el hombre con voz entrecortada retirándose y colocándola de nuevo en el sofá—. Si vamos a continuar, es justo que sepas…
El timbre de la puerta sonó de nuevo y Anabella lo miró con cara de espanto.
—¿Quién será?, no espero a nadie aquí, por favor espérame aquí, pero ¿A dónde va? —le preguntó Anabella yendo detrás de él cuando decidido caminó a la puerta y la abrió.
Anabella pudo ver a un joven alto y con ropa casual al cual no conocía en el umbral de la puerta.
—La señora no requerirá sus servicios… —dijo el caballero y empujó con delicadeza a Anabella, tomó de su saco tirado en el sofá su billetera, ella pudo ver cuando la abrió el fajo de billetes y tarjetas de crédito, sacó unos billetes y dio al joven, luego cerró la puerta sin ninguna cortesía, guindó su saco en su hombro y miró a Anabella con las manos en los bolsillos.
Anabella llena de angustia logró decir atropelladamente:
—¿Ese que acabas de despachar era el gigoló que contrató mi amiga?
—Me temo que sí —expresó el hombre muy calmado, con un rictus en sus labios y los ojos dibujando pequeñas arruguitas al achicarlos.
—Pero sí él era mi gigoló ¡¿Quién demonios es usted?!
«Dónde hay un bat cuando una mujer indefensa lo necesita» Fue el pensamiento desesperado de Anabella. —Cálmese, si yo fuera un psicópata ya le hubiera hecho daño —expresó él con el mismo tono neutro, ni siquiera sacó las manos de sus bolsillos, incluso al verla tan desesperada tuvo la desfachatez de sonreír. —Lárguese de aquí, o llamaré a la policía y lo denunciaré por acoso —expresó ella de la manera más intimidatoria que pudo, el caballero la miró alzando las cejas de manera irónica y ella bajó la cara, pero no se amilanó—. Bueno, en todo caso es un estafador que usurpó la identidad de otro hombre para entrar a mi casa no sé con qué intenciones —objetó Anabella con la frente en alto y toda la dignidad que puede aparentar aunque quiere morirse de vergüenza. El caballero sonrió y negó con la cabeza, la miró de arriba abajo. —Volveremos a hablar, pero cuando tenga pleno uso de sus cinco sentidos. —Dígame inmediatamente ¿quién es usted y que quiere de mí? El cab
Anabella subió la barbilla mostrando su mejor cara profesional. —Estoy dispuesta a demostrarle que puedo desempeñar mi trabajo de forma satisfactoria. John se sentó y la miró atento. —Entonces tendrá que encontrar la forma de satisfacerme. Anabella no podía acusarlo de ser soez, aunque sus palabras tenían un claro doble sentido, en ese momento pensó que todo podría empeorar. —¿Le contó a su madre? —¿A qué se refiere? —él enarcó una ceja y Anabella optó por desviar la mirada —mejor es que se apegue a la quinta enmienda —contestó él en tono conspirador. —¿Le dijo lo que ocurrió o no? —preguntó Anabella harta de los juegos de John. —No, no lo hice, no se preocupe, puede ir a trabajar y demostrarme si de verdad desempeñará su trabajo de forma satisfactoria, francamente no tengo muchas esperanzas de que lo haga, al menos en el ámbito profesional. Anabella en ese momento iba a decirle que se metiera su trabajo por donde no daba el sol, él no se cansaría de recalcar su pecul
Anabella no podía creer la manera de este hombre tratarla, lo peor del caso es que no podía acusarlo de faltarle el respeto. —En definitiva es un buen abogado, acaba de hacerme una propuesta indecente y no lo puedo acusar porque dirá que yo se la hice antes a usted. John sonrió. —Anabella, creeme que lo que te acabo de decir no es una propuesta indecente para nada. —Ah no, yo no soy tonta, claro que lo es… John negó con la cabeza y se acercó a ella a través de la pequeña mesa entre ambos, Anabella puso sentir de inmediato el aroma de su colonia ligado a su aliento y café, inhalo sin poder evitarlo de forma imperceptible, sus rostros estaban a centímetros. —Te invité un desayuno y te informé de mi interés, una propuesta indecente se hace en un lugar nocturno, te invitaría una copa, te seduciría y te besaría, llevaría mi mano debajo de tu falda y acariciaría tus piernas y si te dejaras hacer todo eso te diría que quiero llevarte a un lugar donde pueda besarte hasta tu sombra,
Anabella se quedó muda, jamás imaginó que su jefe pudiera ser quién le estuviera dando este enorme favor; el médico revisó a Lizzie y le hicieron varias pruebas ese día, mandó un enorme tratamiento y más pruebas de alergias , Anabella no quería imaginar el costo de todo aquello, agradeciendo por enésima vez al amable doctor se dio cuenta que no había agradecido a John, entró a la aplicación de su teléfono que indicaba que John estaba en línea y le escribió: Le agradezco lo que ha hecho, el doctor Wells es genial, no tengo palabras suficientes para expresar lo que siento, perdóneme el accidente de su coche, Dios lo bendiga siempre.Tres minutos después de que las palomitas azules delataran que él había visto el mensaje, contestó: Repórtese a su trabajo mañana. Luego él envió otro mensaje que tardó casi un minuto en llegar, decía: No es nada. Sin embargo, al día siguiente Anabella presentó su renuncia formal a Campbell Wells y en la tarde estaba haciendo maletas, el tim
Al siguiente día John llegó a su oficina y encontró a Anabella inclinada echando agua a la planta en la esquina del despacho, no pudo evitar recorrerla de arriba abajo, llevaba una falda tubo negra haciendo juego con tacones altos y una camisa en azul cielo de satín. John se aclaró la garganta. —Buenos días —dijo John con entusiasmo y ella volteó y sonrió. —Nadie se acordó de regar la planta —comentó Anabella. —Señorita Anabella, que bueno que ha vuelto —exclamó entusiasmado Oliver entrando a la oficina, se acercó y de manera teatral se inclinó y besó sus nudillos. —Oliver, estoy seguro que no recibes un sueldo para que interpretes obras de Shakespeare en la oficina, buscame los documentos del caso Smith que lo resolveré hoy y te necesito concentrado. Oliver le hizo un guiño a Anabella y se inclinó aún más. —Mi lady… Oliver se fue dejándolos solos, Anabella no sabía qué decir. —Usted también señorita Anabella, tiene mucho trabajo pendiente. Anabella sonr
—Vaya, no sabía que era tu cumpleaños —comentó Oliver llegando detrás de ella y Anabella dio un brinco y dejó la tarjeta en su puño sin leerla aún —. Felicitaciones, deberíamos ir a brindar al salir del trabajo —exclamó Oliver dándole un beso en la mejilla. Anabella sonrió y no tuvo oportunidad de negarse, pues John estaba llegando y había escuchado a Oliver. —¿Cómo podrías ir por unos tragos si tienes que hablar con el señor Tolman? —preguntó con sorna y Oliver hizo un puchero, entró al despacho y John observó el arreglo, no varió su expresión, como de costumbre su rostro no mostraba emoción alguna, puso una cajita junto a la computadora de Anabella y entró a su despacho dando órdenes a Oliver. Anabella tomó la tarjeta del hermoso arreglo floral para inspeccionarla y decía: Para mi media naranja. La caligrafía era de Viviana. Anabella negó con la cabeza, su amiga buscaba hacerla interesante y vaya que lo logró Anabella levantó la vista y todas las secretarias la veía
Anabella no supo qué decir, pues estaba atrapada, él había declarado tener una amante a la vez porque no tenía tiempo para más, pero le daba el permiso a ella de tener otra relación, incluso regresar con su esposo; aquello era surreal. —John, no te diré que no me tientas, pero no es inteligente ser tu amante, pues yo aún no supero mi antigua relación y no puedo entregarme a una relación a sabiendas que no es una relación verdadera. Eso me haría sentir aún más minimizada, porque hoy soy una novedad, pero si mañana te encaprichas con otra, yo me quedo sin nada, porque dudo que pudiéramos trabajar juntos si eso ocurre, y yo aprecio mi trabajo y el sueldo es genial. —Pudiéramos redactar en el contrato, que tu empleo no lo perderás por motivos que no sean laborales, incluso lo que estipulemos como monto mensual podemos fijarlo a un año, a menos que tú termines el acuerdo, si lo termino yo obtendrías una compensación y en un año se renovará si estamos de acuerdo… —Para, para, pa
Anabella miró a su madre y esta afirmó con la cabeza con una mueca de desagrado. —Mami, verdad que es una buena noticia que mi papá regrese —exclamó la niña con sus ojitos llenos de esperanza.. —Claro que sí mi amor, pero ahora es hora de dormir. —Mamá, pero me despertarás si él llega. Anabella sintió su corazón partirse y su madre caminó a la cocina, no quería que Lizzie viera su mal humor. —Lizzie, tu papá no vendrá hoy, recuerda que está muy lejos. La pequeña Lizzie bajó el rostro. —Mamí, ¿crees que se le olvide? A Anabella se le hizo un nudo en la garganta, se sentía tan identificada con su hija, ella se cansó de esperar a su padre y no lo volvió a ver, aunque sabía que estaba vivo. —Qué te parece si te muestro algo que tengo aquí en el pasillo que te gustará. Anabella bajó a Lizzie y le mostró el peluche que estaba en el arreglo floral. —Mamá, qué hermoso peluche. —Te lo envió la tía Viviana… Lizzie se fue contenta a dormir con el peluche h