Inicio / Romántica / Las gemelas del Ceo / Noche con el desconocido
Noche con el desconocido

Sentí un profundo dolor al recordar la manera en que mis padres me echaron de casa aquella vez. Salí de la clínica, deseando desesperadamente su apoyo, pero sabía que era una esperanza vana. Me enteré de la próxima boda de Maxon y Romina, y supe que habían organizado una lujosa cena de compromiso en uno de los hoteles más exclusivos de la ciudad.

No quería asistir. Me sentía herida, traicionada, abandonada. Pero mi tío Rodrigo insistió en que era necesario reconciliarme con mi familia, que son todo lo que tengo en este mundo. Como estoy viviendo con él en su casa, no pude negarme a su petición. Con el corazón en un puño, elegí un vestido negro y me dirigí a la cena.

Al entrar en la sala, el ambiente estaba tenso. Mis padres, Romina y Maxon estaban allí, junto con su madre y padrastro. Una oleada de emociones contradictorias me invadió al ver sus rostros familiares. Había tanto dolor, tanto resentimiento, tanto por decir y tan poco que podía hacer para cambiar las cosas.

—Muchas gracias a todos por estar aquí reunidos en este día tan importante para nuestras familias. Me alegra verte a ti también, Luzma. ¿Cómo te fue en Europa?— Pregunta la señora Chrysler con una sonrisa cálida.— Mañana será la boda de Maxon y Romina, espero que todos nos acompañen.

La madre de Maxon es una mujer muy amable, ella suele ignorar su entorno. Vive en su propio mundo de felicidad y amor. No la culpo porque ha sufrido mucho con el padre de su hijo y debió salir adelante sola luego de lo que ocurrió con él.

La mayoría de los amigos de mis padres piensan que he estado en Europa porque es una vergüenza para ellos que su hija haya estado en una clínica psiquiátrica.

—Gracias, señora Chrysler, fue un viaje maravilloso.—respondo con cortesía.

—Falta un lugar en la mesa.— Comentó extrañada.

— Si he invitado a Damon Chrysler — Comenta mi abuela Blanca — Lo ví en el último de mis viajes.

—Damon Chrysler ni su padre son parte de mi familia.— respondió Maxon con firmeza.— Su padre fue la ruina del mío.

—Mi amor calma, debes llevarte bien con tu primo.— Su madre toma su mano.

Ha sido una larga historia, pero resumidamente, hace más de veinte años ocurrió una tragedia en la que murió mi tío Raúl, el hermano mayor de mi madre. Nunca se supo quién fue el asesino, si fue Nicolás o Harry Chrysler. El asunto es que el papá de Maxon está en prisión hasta el día de hoy, y el papá de Damon se marchó con toda su familia a vivir a Alemania.

Yo, en ese momento, era apenas un bebé, así que no conozco los detalles de la situación. Solo sé que Maxon considera que su tío inculpó a su padre y lo odia desde entonces. En mi familia, aún duele la muerte de mi tío Raúl, y sobre todo a mi madre, quien culpa a Harry Chrysler, el padre de Damon, de todas nuestras desgracias.

— Hermanita, aún no me has felicitado por mi matrimonio. Mira este hermoso anillo que me regaló Maxon. Sé que muchos pueden pensar mal de mí por enamorarme del novio de mi hermana, pero él y yo nos amamos desde que éramos niños, ¿verdad, mi amor?— Pregunta ella mientras toma la mano de él y yo siento que mi alma se rompe.

— Sí, así es. — Responde él cortante.

— Romina, estoy feliz por ti, pero.. — Comenté; sin embargo, mi madre me Interrumpió.

— Tú no tienes nada que decir, Luzma. No arruinarás la felicidad de tu hermana. Ella y Maxon son el uno para el otro y se casarán mañana.— Espetó mi madre.

—¿No les importa cómo me siento? ¿Solo les importa que ella sea feliz? Claro, mamá, siempre la has preferido a ella.— Espeté conteniendo mi rabia.

— ¡Luzma, no te atrevas a levantar la voz! No me avergüences frente a nuestros invitados.— Respondió mi madre.

— Mi amor, tu madre y tu hermana tienen razón. Lo tuyo con Maxon ocurrió hace más de un año. No quiero a mis hijas enemistadas, ¿lo has entendido, Luz Marina?— Me regaña mi padre.

— Sí, papá.— Respondí.— Si me permiten iré al baño.

Salí de aquella atmósfera cargada de tensiones y desilusiones, buscando un refugio en el tranquilo jardín. Mis pasos resonaban en el silencio mientras me alejaba del bullicio de la celebración. Cada paso era una lucha contra las lágrimas que amenazaban con desbordarse, pero no podía contenerlas por mucho más tiempo.

Al llegar al jardín, el aroma de las flores y el susurro del viento me envolvieron, ofreciéndome un momento de calma en medio de la tormenta emocional que me consumía. Me dejé caer en un banco, sintiendo cómo el peso de mis emociones se volvía casi insoportable.

Entonces, escuché pasos acercándose por detrás. Volteé la cabeza y vi a mi hermana, Romina, caminando hacia mí con una copa en la mano.

—Bebe conmigo, Romina. Por favor, no quiero que estés enojada conmigo. Cuando te internaron por haber asesinado a nuestro hermano, Maxon estaba muy mal, y él se refugió en mis brazos. No tardamos ni siquiera un día en hacer el amor, en tu propia cama. No puedes culparlo, él no puede estar enamorado de la asesina de su mejor amigo.— Dijo ella con arrogancia

—Ya basta, Romina.— Le supliqué mientras las lágrimas me inundaban. En ese momento bebí la copa y Romina esbozó una sonrisa.

— Es la verdad. Ni ella ni mis papás nunca podrán verte como te miraban antes. Eso jamás te lo perdonarán los tres. Es demasiado egoísta pretender que todo sea como antes, que no te vean como una asesina y pronto te verán como lo que eres, una puta.

Sentí como si el peso del mundo estuviera sobre mis hombros, aplastándome con cada palabra que salía de la boca de mi hermana. No quería seguir escuchando más, no quería estar en ese lugar donde nadie más parecía apoyarme. Decidí que necesitaba alejarme, al menos por un momento, para poder respirar.

Salí de la residencia y caminé hacia el ascensor. Mis pasos eran pesados, como si estuviera arrastrando todo el dolor y la angustia detrás de mí. Pero en ese momento, algo cambió. Un mareo repentino me invadió, haciendo que todo diera vueltas a mi alrededor. Mi cabeza latía con fuerza y sentía una oleada de calor recorriendo cada parte de mi cuerpo.

Entré en el ascensor con dificultad, sintiendo que mis piernas apenas podían sostenerme. Estuve a punto de caer cuando las puertas se cerraron, pero en el último momento, alguien me sostuvo. Alcé la mirada y me encontré con los ojos azules de un hombre de cabello oscuro que me miraba con preocupación.

Sus manos fuertes me sostuvieron, impidiendo que cayera al suelo del ascensor. Me sentí aliviada al sentir su apoyo, aunque no entendía quién era ni cómo había llegado allí. Pero en ese momento, todo lo que importaba era que estaba allí, sosteniéndome cuando más lo necesitaba.

— ¿Qué te pasa, guapa? Te ves mal.— Inquiere él en un tono preocupado mientras presiona un botón del ascensor.

— Me siento muy rara. No sé qué me está pasando.— Respondí extrañada.

— Dime. ¿Te estás hospedando en este hotel? Puedo llevarte a tu habitación. Que se vaya a la m****a esa estúpida cena de compromiso.— Él rodeo los ojos

El hombre, con una amabilidad reconfortante, me guió hacia una de las habitaciones del tercer piso. Mis piernas apenas podían sostenerme, así que él gentilmente me ofreció su hombro para apoyarme mientras caminábamos por el pasillo. Cada paso era un esfuerzo, y me sentía agradecida por su ayuda.

Finalmente, llegamos a la habitación asignada. Sin perder tiempo, el hombre se acercó al teléfono, listo para llamar al servicio de habitaciones y solicitar la presencia de un médico. Pero algo en mí se resistía a la idea de recibir ayuda médica. Sabía que eso solo agravaría mi situación.

Una euforia desconocida se apoderó de mí, una sensación de calor que se concentraba en mi entrepierna. Sin decir una palabra, me lancé sobre la cama y comencé a saltar como una niña en un parque de diversiones.

El hombre se acercó lentamente, con una mezcla de sorpresa y preocupación en su rostro. Pero yo ya no podía detenerme. Estaba en un estado de exaltación que nunca había experimentado antes, y él era mi único ancla en ese mar de sensaciones abrumadoras.

— ¿Acaso estás ebria, preciosa?— Él alzó una ceja

— No, estoy feliz.

Él intentó atraparme mientras yo me debatía, pero mi determinación era más fuerte. Con un movimiento rápido, logré liberarme del vestido que me impedía ver claramente, dejándome solo en ropa interior. En un instante de libertad, mis manos buscaron apoyo en el colchón mientras él se acercaba, intentando controlar la situación.

Finalmente, el hombre me arrojó a la cama en un intento por detenerme. Pero yo no perdí el tiempo. Con un impulso que venía de lo más profundo de mi ser, uní mis labios a los suyos en un beso ardiente y apasionado. La intensidad del momento nos envolvió a ambos, y él no tardó en corresponder a mis deseos con igual fervor.

—Hazmelo, por favor, desconocido.— Supliqué antes de volver a besarlo

— Lo siento, no puedo.— Él se intentó apartar de mí, pero lo atraje enredando mis manos en su cabello oscuro.

— Si no lo haces, buscaré a cualquier hombre en este hotel.— Advertí mientras me acomode encima de él.

Con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho, observé cómo el hombre, con movimientos elegantes y seguros, se despojaba de su ropa, dejándola caer al suelo. En un instante, quedó desnudo ante mí, su cuerpo esculpido y perfecto ante mis ojos.

—No tienes idea de la forma en que te poseeré, pelirroja— susurra con voz ronca

Me estremezco ante sus palabras, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda mientras sus ojos azules intensos me miran con una intensidad que me deja sin aliento.

—Oh, ¿sí?—respondo con una sonrisa traviesa y desafiante—Tendrás que demostrármelo.

Sentí sus labios sobre los míos, devorándome con un hambre que encendió un fuego ardiente en lo más profundo de mi ser. Su lengua se coló en mi boca, explorando cada rincón con una pasión desenfrenada que me hizo temblar de deseo.

Luego, su lengua navegó hacia mi cuello, dejando una estela de fuego a su paso. Cerré los ojos y me dejé llevar por la sensación embriagadora de sus caricias, sintiendo cómo mi piel se erizaba con cada beso y mordisco que dejaba en su camino.

Finalmente, su boca encontró uno de mis pechos, y un gemido escapó de mis labios cuando lo sintió succionar y chupar con avidez. pecho con una destreza que me dejó sin aliento, haciendo que mis dedos se aferraran a las sábanas con fuerza mientras me entregaba completamente al torbellino de sensaciones que me envolvía.

Él se encargó de bajar lentamente mis bragas por completo, deslizando la tela por mis muslos con manos expertas que enviaban corrientes eléctricas a través de mi piel.Con delicadeza, sus manos separaron mis piernas.

Nuevamente, sus labios encontraron los míos en un beso ardiente y lleno de deseo, y un jadeo escapó de mis labios cuando sentí que entro en mí.No tenía idea de que ese instante sería el inicio de mi perdición.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo