Embarazada

Luz Marina Hoffman.

Cuando finalmente abrí los ojos, me encontré en una cama de hospital, rodeada por el ambiente estéril y tranquilo de la habitación. Mi mirada se posó en el doctor Óscar, quien estaba de pie junto a la cama, revisando algunos papeles con seriedad. A mi lado, vi a Damon, con una expresión preocupada en su rostro, observándome atentamente.

Intenté moverme, tratando de levantarme de la cama para averiguar qué había sucedido, pero el médico Óscar rápidamente me detuvo, colocando una mano sobre mi hombro con gentileza pero firmeza. Su mirada seria me indicaba que no debía hacer ningún esfuerzo.

— Tranquila— me dijo Óscar con calma. — Necesitas descansar. Estás en el hospital por una razón.

—No me acuerdo de nada —murmuré, sintiendo un nudo en la garganta mientras luchaba por recuperar mis recuerdos perdidos.

—Te desmayaste y Damon te trajo a la clínica. Estuviste inconsciente durante varias horas —explicó alguien a mi lado, cuya voz reconocí como la de Damon.

—No tendría que estar en la cárcel —dije con preocupación, temiendo las posibles consecuencias de mis acciones.

—No te preocupes, muñeca. Ya Oscar dio su testimonio informando sobre tu situación médica, por lo tanto eres inimputable. Además, para no levantar escándalos, tu hermana decidió retirar la denuncia —me tranquilizó Damon, su voz calmada y reconfortante.

Un suspiro de alivio escapó de mis labios al escuchar sus palabras. Aunque aún estaba confundida y aturdida por la situación, saber que no enfrentaría consecuencias legales me brindaba un poco de paz en medio del caos.

—Tranquila, muñeca, todo estará bien —dijo Damon, tratando de calmar mis nervios mientras tomaba mi mano con ternura.

—El único problema que tienes es este acosador serial. No deja títeres sin cabeza —intervino Óscar, con un tono de broma.

—Cállate, Óscar. No le hagas caso, muñeca. Yo soy hombre de una sola mujer... —respondió Damon, mirando a Óscar.

—Se conocen —añadí

—.Óscar es mi tío, mejor amigo de mi padre biológico.

—Entonces, tú conociste a mi tío Raúl y a mi mamá de jóvenes —comenté, interesada en saber más.

—Sí, tuve el placer de conocer a Raúl. Era un gran hombre —respondió Óscar, con un tono de respeto y admiración en su voz—. Y a tu mamá la conozco desde la adolescencia, al igual que a los padres de Damon. Eres idéntica a Raquel cuando era joven y Damon es idéntico al cabeza hueca de su padre.

—Tu madre pregunta mucho por ti, Damon. Llámala —instó Oscar, con tono suave pero insistente—. Y tú, Luzma, descansa más tardé hablaré contigo.

—Debo ir a la empresa, muñeca. En la noche pasaré a verte —anunció Damon, mientras ajustaba su chaqueta y se preparaba para salir—. Comportate.

—Lo haré —respondí, con una sonrisa débil, sintiendo un nudo en la garganta ante la perspectiva de quedarme sola.

Damon se acercó y me dio un beso suave en la frente antes de dirigirse hacia la puerta, con firmeza en cada paso.

Me quedé completamente dormida durante dos horas, sumida en un sueño profundo que me ofreció un breve respiro del caos que rodeaba mi mente. Sin embargo, la tranquilidad fue interrumpida abruptamente cuando sentí unos labios suaves presionando los míos. Instintivamente, pensé que se trataba de Damon, pero al abrir los ojos lentamente, me di cuenta de que era Maxon quien estaba frente a mí.

—Maxon, ¿qué haces aquí? —pregunté, sintiendo una mezcla de sorpresa y confusión al verlo.

—Quería verte, nena. Lamento mucho lo que pasó —respondió Maxon, con una expresión sombría en su rostro.

—¿Cómo está Romina? —pregunté, buscando información sobre su estado.

—Esa perra está bien —dijo, con un tono cargado de resentimiento.— Está fuera de peligro.

—Yo no quise lastimarla —respondo, con un dejo de pesar en su voz.

—No tienes que disculparte por nada, nena. Ni siquiera por votar por Damon. Ese miserable te ha estado manipulando y poniendo en mi contra. Es un psicópata como su padre —replicó con amargura.

—Nadie me está manipulando. No me importa si el asesino es tu papá o el suyo. El asunto es que mi tío ya no está y no quiero llenarme de odio como mi mamá —afirmé con determinación, buscando mantener la calma en medio de la tensión que se palpaba en el aire.

Maxon asintió, su mirada reflejaba una mezcla de comprensión y resignación.

—El asesino es el padre de Damon, nena, pero no quiero discutir contigo —dijo, desviando la mirada, como si la conversación le resultara incómoda.

Fuimos interrumpidos cuando una enfermera se acercó a mí con mi cena. Era todo un banquete.

—No tengo apetito —murmuré.

—Son órdenes del doctor Miller, señorita. En su estado, debe comer muy bien —insistió la enfermera, con voz amable pero firme.

—¿Qué estado? —pregunté, confundida y alarmada por sus palabras.

—Oh, he cometido una imprudencia. Pensé que el doctor Miller ya había hablado con usted. Tiene cuatro semanas de embarazo —anunció la enfermera, su expresión cambiando de preocupación a sorpresa al notar mi reacción.— Felicidades a los dos.

—No, eso no puede ser. Se debe estar confundiendo de paciente. Yo soy Luz Marina Hoffman —protesté, negándome a aceptar la posibilidad de estar embarazada.

La enfermera consultó su registro y luego levantó la mirada hacia mí con una expresión grave.

—Sí, es usted. La única paciente del doctor Miller que está internada en esta clínica —confirmó, dejándome sin palabras ante la realidad que acababa de golpearme y luego de dejarme la cena simplemente se marchó.

Me encontraba en un completo estado de shock. No podía creer lo que me acababan de decir. Un millón de pensamientos abrumadores se arremolinaban en mi mente. No podía tener un bebé, simplemente no era posible. Sin embargo, en medio de mi confusión y negación, Maxon esbozó una sonrisa reconfortante al mirarme. Sentí un nudo en la garganta cuando depositó un beso suave en mi frente, como si quisiera transmitirme calma y apoyo en medio de la tormenta emocional que me envolvía.

— Tranquila, Luzma.—murmuró Mason

Mis labios temblaban mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas para expresar mi angustia y confusión.

—Maxon, yo no... —comencé, pero él me interrumpió con un gesto de comprensión.

—Sé que la situación es difícil, nena —dijo, su tono suave y empático. — Lo solucionaremos. Conozco a un doctor que puede encargarse.

—¿Cómo?— Pregunté desconcertada

— Nena yo te amo y quiero ser papá contigo, pero no es un buen momento. Yo estoy casado y no puedo separarme de Romina no hasta concretar mis planes y tú no estás en un buen momento para cuidar a un niño.— Me intenta convencer — Es lo mejor, nena.

— Por favor vete, Maxon.— Le supliqué.

— Pero

—¡Vete!— Le grité molesta

Me sentía abrumada por la confusión y la incertidumbre. Ni siquiera yo sabía quién era el padre.

Cuando estaba en la clínica en ocasiones salía y pase una noche con Maxon. Yo no tenía idea que él estaba casado con mi hermana. Sin embargo, en fechas cercanas tuve relaciones con Damon . Y no nos cuidamos.

Fui una imprudente, una temeraria que había ignorado las consecuencias de sus acciones en un momento de debilidad y confusión. Ahora me enfrentaba a las repercusiones de mis decisiones, y la culpa y el miedo me consumían por dentro.

Las lágrimas resbalaban sobre mis mejillas como una cascada desbocada, y él, con delicadeza, detuvo su trayectoria con sus manos cálidas y reconfortantes. No podía creerlo. Yo, una futura mamá. La idea me parecía tan lejana, tan abrumadora. Ni siquiera era capaz de cuidarme a mí misma, de mantenerme estable mentalmente. ¿Cómo podría ser responsable de la vida de otro ser humano?

La idea me atormentaba, me llenaba de miedo y desesperación. Recordé las heridas emocionales que había sufrido, las cicatrices que aún no sanaban del todo. No quería ser como mi madre, no quería repetir sus errores, no quería arruinar la vida de mi hijo como la mía había sido arruinada. La idea me aterraba. ¿Cómo podría amar a este bebé si no era capaz de amarme a mí misma?

Tal vez Maxon tenía razón y este bebé no debía nacer.

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