Mercancía

Me desperté confundida y desconcertada, observando a mi alrededor y encontrándome en un jardín con pasto verde sin ninguna otra planta. El sol estaba muy fuerte y su impacto en mi rostro me cegaba.

Intenté moverme, pero era imposible porque tenía las muñecas esposadas.

Observé a la distancia y me percaté de que Maxon estaba sentado, y lo que más me desconcertó fue ver a Romina a su lado, sentada en su regazo dándole un beso.

Por lo que hablé con papá, él creía que Maxon le había hecho daño a su hija, pero por lo que veo, ella está muy bien.

—Mira quién despertó, mi amor —se burla mi hermana.

Maxon la empuja para levantarse del asiento y se acerca a mí. Impacta su puño en mi rostro, logrando que mi labio sangre.

—¿Dónde está mi hijo? —le pregunté entre lágrimas.

—No soporto las traiciones, Luzma, tú lo sabías perfectamente —él lleva sus manos a mis mejillas, deteniendo mis lágrimas—. Me dejaste por ese imbécil y te juré que lo pagarías.

—¡Deberías matarla de una vez! —l
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