Luzma.
Durante los últimos dos días, mi casa ha sido un campo de batalla emocional con Damon Chrysler en el centro de la contienda. Mi mamá lo detesta, al igual que Maxon. Sin embargo, mi abuela y tío Rodrigo lo veneran, aferrados a la imagen del niño que una vez fue. A mí, sinceramente, me tiene sin cuidado, pero debo admitir que me alivia no ser el foco de atención por un momento. Ahora mismo, estoy disfrutando de un tranquilo momento en la sala de estar, tratando de seguir una serie mientras devoro un delicioso helado. Es sorprendente cómo el chocolate, que solía detestar, ahora es mi mayor antojo. —Es increíble que estés tan tranquila con todo lo que está pasando en la empresa— comentó Romina con un tono de preocupación en su voz. —A ti te importa menos que a mí la empresa, Romina— respondo con calma mientras continuaba viendo mi serie. Romina ni siquiera estudio. Ella dejo la universidad y se dedico al modelaje y si ahora le importa es la empresa es por la presión de mamá y por su amado esposo. —Pronto será la votación para el nuevo CEO y debemos participar. Debemos apoyar a mi esposo, Luzma—insistió Romina, buscando mi respaldo.— Nadie mejor que Maxon para reemplazar a Ben. —Por supuesto que sí, me dejas ver mi serie—respondo con sarcasmo. —Espero que no seas una resentida con Maxon. Él se dio cuenta de que me ama a mí y que por ti no sentía nada, y nadie puede culparlo por no amar a una asesina— dijo Romina, tratando de herirme. —Si soy tan asesina, deberías tener cuidado de no dejarme ver la serie, y dile a Maxon que cuente con mi apoyo. Por supuesto, tendrá mi voto. Un infiel y oportunista es la mejor elección para el CEO—respondo con frialdad, dejando en claro mi postura. Ella rodea los ojos y simplemente se marcha. Las acciones de los Hoffman son como piezas de un complicado rompecabezas, divididas entre varios miembros de la familia. El 25 % que pertenecía a mi tío Raúl ahora está en manos de Damon. Tío Rodrigo posee el 10 %, porque hace años le vendió una parte significativa a mi padre quien nos la regalo a mí y a mis hermanos al cumplir la mayoría de edad. Mi papá tiene sus negocios independientes de nuestra empresa. En realidad creo que solo invirtió aquí por mamá para apoyarla , pero posee su propia fortuna personal debido al dinero de su familia y sus múltiples negocios. La especialidad de papá no es la arquitectura sino las empresas de tecnología y eso a medida que han avanzado los años ha logrado que acumule su fortuna personal. Mi madre tiene un 20 % y mi abuela ostenta un 30 % que le heredó mi abuelo antes de morir. Ben, Romina y yo tenemos cada uno un 5 %, aunque la parte de Ben me fue heredada antes de su fallecimiento, lo que me concedió un total del 10 %. Aunque me sorprendió que me dejara sus acciones, supongo que al no tener esposa ni hijos, decidió confiar en mí. Sin embargo, más allá de las cantidades, en nuestra empresa, todos tienen voz y voto en las decisiones importantes, ya que se toman por mayoría. Estoy segura de que mi abuela y Tío Rodrigo apoyarán a Damon, mientras que Romina y mi madre respaldarán a Maxon. Dado que Damon no puede votar por sí mismo, la decisión sobre quién será el CEO recae en mí. Aunque detesto a Maxon, me tomo la responsabilidad de dirigir la empresa muy en serio, y no permitiré que la dirección general caiga en manos de un desconocido como Damon Chrysler. [...] Desperté esa mañana con una sensación de calma que raramente experimento. Decidí optar por un vestido corto, uno de esos que me encanta usar, con una falda que deja ver mis piernas y un escote que realza mi figura. Antes de bajar las escaleras para enfrentar el día, alguien sujetó mi brazo con firmeza, haciéndome detener en seco. Era Maxon. —¿Piensas salir a la calle vestida así?— preguntó Maxon con una mezcla de preocupación y autoridad en su voz mientras ejercía fuerza en mi brazo. —Ya suéltame, cómo me vista no es tu asunto. No somos nada, Maxon— respondo, intentando liberar mi brazo. —Sigues siendo mía, Luzma. Te lo he repetido una y mil veces, no soporto que te exhibas como una puta. Ve a cambiarte ahora mismo— insistió Maxon, apretando aún más su agarre. —¡Claro que no, imbécil! ¡Suéltame ahora mismo! —exclamé, luchando por liberarse de su control. Él debió soltarme porque en ese momento se acercó Romina y lo saludo con un beso en los labios. Yo me dediqué a bajar las escaleras. Me reuní en la mesa del desayuno y noté que solo estaban mis padres. Mi abuela, que solía ser la primera en levantarse, ya había salido temprano, probablemente para ocuparse de algún asunto urgente. Tío Rodrigo, por su parte, era un visitante ocasional en nuestra casa, pero no vivía con nosotros. Así que esa mañana, éramos solo mi familia nuclear reunida en la mesa. —Mi amor, me alegra que te hayas arreglado esta mañana. Te ves de mejor ánimo—dijo papá con una sonrisa. —Gracias, papá— Respondo con gratitud. —Es una pena que te vistas como una callejera, Luzma— comentó mi madre con desaprobación en su tono. —Ya deberías acostumbrarte a mi forma de ser, mamá. Nunca me cambiarás — respondí con firmeza, acostumbrada a este tipo de comentarios. —No quiero discutir nuevamente. Debemos estar más unidos que nunca; dentro de una semana debemos votar por el nuevo CEO. Maxon debe contar con nuestro apoyo— intervino mamá. —Se lo agradezco, señora Raquel. Sé que no conocen a Damon, pero deben confiar en mí. Él es igual a su padre, una rata traicionera. No sé qué intenciones tenga, pero no son buenas. No se dejen manipular por él—advirtió Maxon Salí de mis pensamientos cuando me percate de que tengo un mensaje en el celular de un número desconocido. "Te espero esta noche en el restaurante Montreal. No me hagas esperar, pelirroja, tu primo favorito." No sé quién se cree ese sujeto para pensar que iré corriendo con uno solo de sus mensajes y tampoco tengo idea de quién le dio mi número. [...] Con cada paso que doy hacia el restaurante, me invade una sensación de locura. ¿Qué estoy haciendo? Me pregunto, mientras los nervios me hacen cosquillas en el estómago. No me arreglé demasiado; solo me maquillé ligeramente y dejé que mi cabello ondulado cayera libremente sobre mis hombros. Opté por un vestido sencillo en un tono rojo vino, con un discreto escote que dejaba entrever un poco de piel. Al acercarme a la mesa con paso lento, noté que Damon ya estaba allí, impecable como siempre en su traje a medida. Cuando nuestros ojos se encontraron, su mirada recorrió todo mi cuerpo sin disimulo alguno. Antes incluso de que llegara a la mesa, Damon se levantó y gentilmente acomodó la silla para que me sentara. Es un mujeriego incorregible, pero su gesto caballeroso es innegable. Luego, me saludó con un beso en la mejilla, tan cerca de mis labios que casi puedo sentir su aliento. -Estaba a punto de irme, has llegado una hora tarde- comentó Damon con impaciencia. -Estaba resolviendo asuntos importantes- respondo sin ninguna gota de culpa en mi voz. -¿Más importantes que yo?-preguntó él, levantando una ceja con escepticismo. Es evidente que este hombre es muy arrogante. -Mucho más importantes que tú- replico con firmeza, dejando claro mi postura. -Parece que no tienes pelos en la lengua, muñeca.- Comenta con diversión.- En mi cama no parecías tan amargada. - Yo jamás había hecho eso, no sé que me pasó.- Respondo sonrojada - Por favor no le digas a nadie. No me imaginaba que pensaría mi familia si se percata de que tuve sexo con un desconocido. No entendía que me había pasado, yo estuve con Maxon después de un año de relación y con tanta facilidad me había entregado a un desconocido. - Soy un caballero, preciosa, no te aflijas¿Acaso te la pasaste mal? - Dijo con un tono sugestivo. - No me digas que te arrepientes. - Pues sí, yo no soy esa clase de mujer- Afirmé. -Eres una mujer preciosa .No suelo resistirme a las pelirrojas sexys. - Su voz sonaba burlona. - Cuando lo desees, podemos repetir, ¿qué dices? Sentí su mano fría en mi muslo, ascendiendo lentamente por debajo de mi falda. No pude contenerme más. Instintivamente, levanté mi pie y lo pisé con firmeza. Su gemido de dolor resonó en mis oídos, pero en ese momento, sentí un atisbo de satisfacción. -Nadie me toca si yo no quiero, imbécil. Dime claramente qué es lo que quieres. ¿Acaso eres tan básico que piensas que puedes seducirme para obtener mi voto? - Pregunté con una risa burlona, desafiante. -Créeme que no soy nada básico y jamás mezclo el placer con los negocios. - Comentó él con seguridad. - Por supuesto que deseo arrancarte el vestido, pero antes que eso, deseo explicarte mis planes para el futuro de nuestra empresa. -¿Cómo sé que no deseas arruinarnos para vengarte? - Pregunté directamente, sin rodeos. -Muñeca, sé que eres demasiado inteligente y puedes pensar por ti misma en lugar de repetir como loco y destilar el veneno que lanza tu madre. Yo perdería dinero también si los arruinara. - Su tono era serio, pero había un destello de picardía en sus ojos. -No subestimes mi inteligencia, tu padre es uno de los hombres más adinerados del país. Sé que tú no necesitas la empresa. - Respondí, mostrando confianza en mis argumentos. -Me encanta saber que me has investigado, eso muestra iniciativa, cariño. - Su sonrisa era pícara, pero sus ojos reflejaban genuina admiración. La mesera se acercó con elegancia, llevando nuestros platos con destreza. No pude evitar notar cómo sus ojos se posaban en Damon con un brillo particular, y cómo su sonrisa se ampliaba ligeramente al dirigirse a él. Observé cómo Damon correspondía a su atención con una sonrisa encantadora, sin perder su aire de confianza. Era como si estuviera acostumbrado a ese tipo de atención, como si fuera una parte natural de su mundo llamar la atención de las mujeres. -Es un placer volver a verlo, Señor Chrysler.- Saluda la mesera ignorando por completo mi existencia. -Nos servirás la comida, ¿cariño, o coquetearás con mi primo?- Indagué. -Lo siento, señorita, no es mi intención - Respondió la camarera con cortesía. -No seas celosa, Luzma - Intervino Damon con una risa ligera. -Tranquilo, yo no soy celosa, pero me pregunto qué pensaría tu esposo, Roberto. Es tan atento. - Comento y me percate de que en ese momento el rostro de Damon empadileceo. Cuando ella sirvió nuestra comida al acercar mi nariz, el olor a carne echada a perder se hizo evidente. La sensación de asco inundó mi boca, y una nauseabunda mezcla de repulsión y disgusto se apoderó de mí. -¡Llevense esto, está echado a perder!- Exclamé molesta. -Señorita, yo le aseguro que no... En ese momento no dije nada más y comencé a vomitar encima de la mesera. Me percaté de la risa de Damon. Sin embargo, en ese momento él se acercó a mí y sostuvo mi cabello. -¡Vaya, eso es lo que llamo una reacción explosiva!- Bromea él La mesera, con una expresión de desagrado apenas disimulado, dejó nuestros platos sobre la mesa. Me percaté de que las miradas curiosas de los otros clientes se posaban sobre nosotros, y sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Me dirigí al baño con paso rápido. Una vez dentro, me incliné sobre el inodoro, sintiendo cómo las náuseas sacudían mi cuerpo una y otra vez. Después, me enjuagué la boca repetidamente, tratando desesperadamente de eliminar cualquier rastro del malestar que me había invadido. Al levantar la mirada hacia el espejo, me encontré con mi propio reflejo, desencajado y pálido. Me dediqué a lavar mi rostro una y otra vez, esperando que el agua fresca borrara tanto el rastro de vergüenza como el malestar físico que me había abrumado. Me entregaron unos cepillos de dientes para lavar mi boca debido a que sentía muchísimo asco. La cena llegó a su fin, y Damon se ofreció a llevarme a casa en su carro. Agradecida por el gesto, acepté y me envolví en su saco para protegerme del frío de la noche. Sentada junto a él en el asiento del pasajero, me sentí rodeada por su aroma. Mientras nos acercábamos a la esquina de mi casa, le pedí a Damon que se detuviera en la esquina. -¿Acaso te avergüenzas de mí? - Preguntó él con fingida indignación. -No seas imbécil, sabes perfectamente lo que diría mi madre - Respondo, con frustración en mi voz. -No tenía idea de que eras una niña de mamá, Luzma. ¿También le contaste cómo gemías en mi cama? - Él soltó la frase con sarcasmo, provocando una mirada de incredulidad en mí. -¡Déjame bajar aquí, idiota! - Exclamé , furiosa, mientras buscaba desesperadamente abrir la puerta del coche. -Por supuesto que bajarás, cariño, pero antes, salúdame como es debido - Dijo él con una sonrisa burlona, desafiándola a jugar su juego. Lo miré con furia contenida, pero finalmente suspiré resignada. Con gesto forzado, me incliné y le dí un beso en la mejilla, apenas rozando su piel. -¿Contento ahora? -pregunté con sarcasmo. Por supuesto, Damon no abrió la puerta. Me sentí atrapada, como un león enjaulado, mientras la tensión crecía entre nosotros. Antes de que pudiera protestar, él se lanzó hacia mí y sus labios se unieron a los míos en un beso ardiente y apasionado. Sentí cómo devoraba mis labios con urgencia, mientras una de sus manos se deslizaba bajo mi saco y se colaba dentro de mi vestido, acariciando uno de mis senos. En medio del torbellino de emociones, me encontré sin saber cómo reaccionar. ¿Por qué permitía que sus manos me tocaran de esa manera, sin protestar ni detenerlo? Sus labios ardientes se fundieron con los míos en un beso voraz, su lengua explorando cada rincón de mi boca con una intensidad que me dejó sin aliento. De repente, el asiento se inclinó hacia atrás, y me encontré acostada, con Damon encima de mí, su cuerpo presionando el mío. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando sus labios dejaron los míos y se deslizaron hacia mi cuello, dejando un rastro de besos y mordidas que encendieron mi piel. Cada caricia era como una llama que avivaba el fuego ardiente dentro de mí. Con una mano hábil, deslizó el escote de mi vestido, revelando uno de mis senos, y comenzó a lamer y succionar con avidez, enviando oleadas de placer a través de mi cuerpo. Estaba completamente envuelta en el calor del momento, incapaz de pensar en otra cosa que no fuera el deseo que me consumía.Buenas noches. Espero les esté gustando el libro. Si desean leer el libro de los papás de Damon para entender un poco mejor el contexto se llama: El hijo perdido del Ceo. Se encuentra completo en mi perfil.
Luz Marina Hoffman. Aún no entiendo cómo logré liberarme de los brazos de Damon, pero finalmente lo conseguí. Me resistí con todas mis fuerzas; él no iba a permitir que hiciéramos el amor en un carro. Además, ni siquiera lo conocía, y no era mi estilo. Aunque debo reconocer que nunca antes me había pasado con un hombre y que me hiciera perder la cordura de esa manera. Después de nuestra breve pero intensa interacción, Damon me prestó su saco para cubrirme. Agradecida, tomé el saco y me dirigí hacia el hotel. Subí a mi habitación, con la mente aún nublada por la experiencia vivida en el estacionamiento. Sin embargo, al abrir la puerta, me encontré con una sorpresa desagradable. Sentado en la cama, con una expresión de furia contenida, estaba Maxon. Su mirada me atravesó como una daga, llenándome de incomodidad y culpabilidad. -¿Qué haces en mi habitación, Maxon? -exclame con sorpresa, mi voz temblorosa por la confusión y el desconcierto. -¿Dónde m****a estabas, Luz Marina, y de qui
Luz Marina Hoffmann. -Es increíble la forma en la que traicionas a tu propia familia -proclamó mamá, su voz llena de indignación cuando llegamos a la casa. Mamá y Romina no dejan de gritarme y mi padre no entiende nada; sin embargo, no interviene. En cuanto a Maxon él se quedó en la empresa arreglando unos asuntos. -Ya basta, mamá. Yo sé por qué tomé esa decisión -respondo, con firmeza en mi voz, enfrentando la mirada de mi madre. -Lo que tú estás es resentida porque Maxon te dejó y se casó conmigo. Eres una m*****a resentida, Luzma -concluyó Romina, con desprecio en su tono. -Damon tiene razón, no podemos pensar únicamente en la familia, sino en el bien de la empresa -intervine, cambiando el rumbo de la conversación-. Damon tiene buenas ideas y una carrera brillante. Además Ben jamás hubiese dejado la empresa en manos de Maxon. Él siempre decía que quería que yo sea su sucesora, no él. -Tú, Luzma. Tú jamás serás nada en la vida -continuó mamá, con desdén en su voz-. No eres más
Luz Marina Hoffman. Cuando finalmente abrí los ojos, me encontré en una cama de hospital, rodeada por el ambiente estéril y tranquilo de la habitación. Mi mirada se posó en el doctor Óscar, quien estaba de pie junto a la cama, revisando algunos papeles con seriedad. A mi lado, vi a Damon, con una expresión preocupada en su rostro, observándome atentamente. Intenté moverme, tratando de levantarme de la cama para averiguar qué había sucedido, pero el médico Óscar rápidamente me detuvo, colocando una mano sobre mi hombro con gentileza pero firmeza. Su mirada seria me indicaba que no debía hacer ningún esfuerzo. — Tranquila— me dijo Óscar con calma. — Necesitas descansar. Estás en el hospital por una razón. —No me acuerdo de nada —murmuré, sintiendo un nudo en la garganta mientras luchaba por recuperar mis recuerdos perdidos. —Te desmayaste y Damon te trajo a la clínica. Estuviste inconsciente durante varias horas —explicó alguien a mi lado, cuya voz reconocí como la de Damon. —No te
Hace algunos días que he salido de la clínica, pero no quise ir a mi casa. No quiero soportar ni a mi mamá, ni a Romina, ni a Maxon. Me estoy quedando con mi tío Rodrigo. Él es el único que me apoya en medio de todo este caos emocional. Su presencia me brinda un poco de consuelo en medio de la tormenta. Aún no sé qué hacer con el bebé. Ni siquiera me he atrevido a ir con el doctor. La idea de enfrentar la realidad de mi embarazo me aterra. Por eso, le pedí a Oscar que no le diga nada a nadie y que respete mi decisión. No estoy lista para lidiar con las opiniones y los juicios de los demás. Necesito tiempo para procesar todo lo que está sucediendo y tomar una decisión que sea la mejor para mí y para el bebé, aunque todavía no tengo ni idea de cuál será esa decisión. Me encuentro frente al espejo, observando mi reflejo con una mezcla de asombro y ansiedad. Mis manos recorren lentamente mi figura, notando los cambios que están ocurriendo en mi cuerpo. Antes, mi estómago era plano, firme
Damon insistió en que me fuera con él, y aunque en mi estado mareado traté de resistirme, finalmente cedí a su persuasión. Le pedí a Jaqueline que se fuera a casa con el chofer, asegurándome de que estuviera en buenas manos antes de partir. Caminamos juntos por los pasillos del hospital, con Damon a mi lado brindándome su apoyo incondicional. Cada paso era un esfuerzo, pero él me guiaba con gentileza y firmeza hacia la cafetería del hospital. - ¿Se puede saber por qué m****a me has estado evitando? ¿Es por Maxon?- Inquiere Damon molesto. - No, no tiene nada que ver con él. - Entonces, ¿qué pasa?- Él toma acaricia mi mejilla y acomoda mi mechón detrás de mi oreja. - Solamente he estado ocupada, Damon. Hay muchas cosas en mi mente últimamente y no he tenido mucho tiempo para socializar. - No soy cualquier hombre, Luz Marina, y te lo voy a demostrar. Sentí cómo el tiempo parecía detenerse cuando sus labios se encontraron con los míos, en un beso cargado de intensidad y pasión. Sus
Con Damon mirándome, sus ojos llenos de ira y confusión por lo que acababa de presenciar, me levanté del suelo con determinación. Las lágrimas recorrían mis mejillas, una mezcla de dolor físico y emocional ante la violenta reacción de mi madre al enterarse de mi embarazo. En ese momento, sentí una oleada de tristeza y desamparo, pero también una fortaleza interior que se aferraba a la esperanza de un futuro mejor para mí y mi bebé. Mi madre me había golpeado al darse cuenta que estaba embarazada. y ahora Damon le había dicho que él era el papá de ese bebé; sin embargo, yo no estaba segura de si era de él o de Maxon. — ¡Raquel, ¿qué hiciste?! —gritó Damon, su rostro enrojecido por la ira mientras observaba horrorizado cómo me había golpeado. Mi hermana Romina, Maxon y mi padre miraban con sorpresa, pero ninguno de ellos me había defendido . — ¡Damon, no te metas! ¡Luz Marina te exijo que me digas que es mentira! ¡Mi hija no puede estar embarazada de este tipo!—respondió mi
Durante toda la noche, me sumergí en un sueño profundo, evitando deliberadamente enfrentarme a la realidad. Había regresado al departamento de mi tío Rodrigo, pero no me había atrevido a confesar la verdad. Suponía que mi padre ya le había informado sobre mi embarazo y mi posterior huida de la casa. Al despertar al día siguiente, decidí enfrentar la mañana como si todo estuviera bien. Me senté a desayunar con Jacqueline, tratando de mantener la compostura y no dejar que la ansiedad me consumiera. Sin embargo, mi tío Rodrigo se levantó temprano y me pidió que fuera a su despacho para hablar con él. Sabía perfectamente lo que me esperaba. — Buenos días, tío Rodrigo. ¿Qué deseaba hablar conmigo? —pregunté, tratando de ocultar mi nerviosismo detrás de una sonrisa forzada. — Buenos días, Luz Marina. Por favor, siéntate. Necesitamos tener una conversación seria. —respondió mi tío con seriedad mientras me indicaba una silla frente a su escritorio. — Claro, tío. ¿De qué se trata?
Estaba muy feliz porque vería a mi bebé en la ecografía. Había decidido no molestar a Jaqueline, así que estaba sola con la doctora. El consultorio estaba en silencio, solo el sonido suave del equipo médico llenaba el aire. Me recosté en la camilla, nerviosa pero emocionada, esperando ver por primera vez a mi pequeño. La doctora aplicó el gel frío sobre mi abdomen y comenzó a mover el transductor. De repente, fuimos interrumpidas por el sonido de la puerta al abrirse bruscamente. Al voltear, no podía creer quién había entrado: era Damon. Ese tipo se atrevía a irrumpir de ese modo, con esa sonrisa arrogante en su rostro. —¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunté, tratando de mantener la calma. —No podía perderme esto —respondió Damon, con una mirada que intentaba parecer sincera, pero yo solo veía su habitual descaro. Después centro su mirada en la profesional. — No tienes ningún derecho... — Soy el padre de ese bebé, fue quién puso su Verga en tu coño así que tengo todos los d