Me empiezo a derretir en el sofá, los dedos se deslizan por mis muslos con tan solo recordar la sesión de ayer con Joseph. Tal vez deba requerir la ayuda de mi pequeño amigo vibrador.
– Me centraría tanto en ellos que seguramente te haría correr.– Mm –gemí más fuerte, apropósito.Su respiración empezó a acelerarse, veía como su pecho subía y bajaba.– Sigue… – le incité.– Empezaría a bajar por tu esternón… – Me toqué justo ahí, en medio de mis pechos como si él me estuviera tocando, imaginaba que eran sus dedos.–Me quedaría un rato en tu ombligo, solo para retrasar la llegada a tu clítoris, para torturarte de deseo…
– Ah –gemí fuerte y ni siquiera me había tocado mi sexo.– Quiero que hagas que me corra, Joseph –dije entre orden y súplica.– Pasaría los dedos por encima de tus labios, acariciando, sintiendo tu piel suave, tu sexo perfecto.– Mm…– Te penetraría con un dedo… – su sexo volvióEl ambiente en la casa cambió desde que Ryan puso un pie sobre esta, estaba incomoda, por el hecho de pensar que horas más tarde Warren entraría a la que es su casa, donde estuvo el amante de su mujer, y su infiel esposa. Sin embargo, también estaba excitada, tan solo la presencia de él me estremecía. – ¿Estás bien? – Sí, solo que… – ¿Querría él escuchar lo que ocurría en mi interior? – Dime, Elena –se acercó y me beso con ternura, puso una mano sobre mi rostro y la otra en mi cintura. – Dime… – susurró cerca de mi oído, el ambiente cambió de inmediato, como si el aire de entre nosotros se esfumara y solo quedara el fuego, el calor que emanan nuestros cuerpos cuando están cerca. – Veo a esa chica y no la reconozco –le confesé mientras observaba de nuevo mi foto junto a Warren. – ¿Cuál Elena te gusta más? – Ninguna.Miró la foto, me miró a mí.– Yo solo te veo a ti, y lo que veo me gusta –me atrajo más a su c
Oliver, Henry, Noah, Liam y Joseph ya habían pasado por mi cama en aquel mejorado departamento, todos y cada uno de ellos me habían hecho sentir como Diosa en la cama, satisfacían, cumplían mis deseos y fantasías con precisión. Con Ryan tenía al menos un encuentro en la semana, con él experimentaba y aprendía cada vez más sobre mi cuerpo y mis gustos. Tenía la paciencia y el tiempo para guiarme, o buscaba el tiempo para dedicarlo a mí.Cada vez que tenía un encuentro con algún hombre misterioso se ocupada de dejarme flores sobre la mesa de la sala, cada vez unas distintas. De las flores tomaba mi nombre alterno y como ellas tomaba su personalidad.Con Oliver había sido Margarita, una mujer dulce, caprichosa y extremadamente mimada. Henry se había vuelto loco con Violeta, una mujer más sumisa, complaciente, y llena de valor al momento de llegar al límite del placer. Noah al ser el más elegante y refinado de ellos le tocó con Iris, una mujer elegante como él, que
––Lo haré. Elena.–––– Bip –Bip –––Tendrás todo listo el viernes en la mañana.Un beso. Ryan.–––Había aceptado estar con ese hombre, aunque algo me resultara atemorizante, realmente no parecía un hombre sumiso. ¿Pero cuál lo parecía? Todos esos hombres ejercían poder en su vida social, dueños de grandes empresas, con mucho dinero y poder. Toda una fachada, querían a su lado una mujer que les exigiera, les pidiera y fuera capaz de rechazarlos y decirles que no, sin temor. Seguramente le hartaba las personas lamebotas a su alrededor y querían a alguien totalmente sincero o bueno, lo suficiente para ejercer un poco de control sobre ellos y dejar de pensar, solo dejarse guiar y llevar por la mujer frente a ellos.Recibí el mensaje de Ryan y me dispuse a servir la comida a Warren y Santiago. Warren como siempre parecía absorto de nosotros, en otro mundo, su mundo. Comimos en silencio como casi siempre
Sentí como sus manos empezaron a rozarme los pezones, poniéndolos aún más duros de lo que ya estaban. Los retorcía y los halaba, haciéndome gritar de placer.– Azucena… – repetía él, cada vez que mi cuerpo se estremecía en sus manos.Sentía sus pesados pasos alrededor, rozándome de vez en cuando con alguna tela o así se sentía. La sola idea de que me volviera a tocar me volvía loca, toda la expectativa de qué será lo que sigue, cómo se mueve a mi alrededor era inquietante y de cierto modo excitante. Por un momento sentí como sus pasos se alejaron, quizá un minuto después volvió. Pero para mí, el esperar allí en esa posición, me alteraba, realmente el juego de la venda no me estaba gustando para nada, había perdido todo el control de la situación. Me recordaba muchos de los instantes con Warren, sin poder decidir, solo dejándome llevar, pero al menos con él, tenía la opción de mirar. Ve el camino y las decisiones que toma por mí. Con Williams ciertamente m
La oscuridad no solo invadió mi vista, si no todo el resto de mis sentidos, caí al suelo, desvanecida, atada, más que sometida, como una esclava que no tiene opción de elegir, no puede decir que no, ni siquiera sentí el golpe de mi cuerpo contra el suelo en ese momento. No supe cuánto tiempo paso para que reaccionara de nuevo. El único pensamiento que tuve y quizá por pura supervivencia fue Santiago, esperaba que la burbuja en el que él se encontraba lo mantuviera lo suficientemente alejado de sus terribles padres. Ciertamente había lastimado a Warren, lo había herido, lo que había hecho no tenía ninguna posibilidad de perdón, pero eso no justificaba de ninguna manera, lo que estaba por hacerme. Escuché como crujió la tela en sus manos al rasgarse, aún podía sentir el movimiento de ambos hombres dentro de la habitación. Me despojó de toda mi ropa interior, ahora me sentía mucho más expuesta, sus manos empezaron a recorrer mi cuerpo con rudeza. Alguno de los d
Minutos después de que Warren saliera del departamento llegó Ryan con su rostro inescrutable, ni siquiera h**o una sola palabra, entró dando pasos largos y presurosos en la habitación, yo me encontraba en la misma posición que me había dejado Warren torturada, violada y completamente fracturada. Primero rompió las ataduras de mis muñecas, seguido la de mis tobillos, estiró mis extremidades y las masajeó para que volviera a circular la sangre con normalidad. Estaba tan adolorida que no podía mover mi cuerpo de esa cama, lo único que pensaba era en salir corriendo de ese lugar, del lado de Ryan ¿Cómo pudo hacerme eso? ¿Cómo tiene el descaro de venir a atenderme después de eso?Me tomó la mano y con sus dedos me cogió de la muñeca, alzó su mano izquierda para ver su reloj. Me tomó el pulso y luego de esto, sacó su teléfono de la parte interna de su abrigo. – Envía una ambulancia a Grenfell Tower en North Kensington. Cuando vaya en camino te hablo para que la
La tensión crecía entre nosotros, lo odiaba por todo, por haberlo conocido, me arrepentía de cada acto que tuviera que ver con él. Y él notó esa rabia en mi mirada. Agachó la cabeza al final, no pudo aguantar mi rechazo y pude ver un destello de tristeza en sus ojos. ¿Por qué es tan difícil ver lo que piensa?Tomó su teléfono celular y tecleo algo, minutos después llegamos al hospital de Saint Thomas. Cuando me bajaron de la ambulancia él simplemente se perdió entre las enfermeras y el resto de gente, me ingresaron a un cubículo de emergencia mientras me hacían un chequeo general. Vi a un hombre caminar hacia mí, me era familiar algo en él, pero mi vista estaba nublada, cuando entró al cubículo lo vi con más claridad, cómo olvidar esos ojos, su presencia seguía siendo pulcra aun con la bata blanca encima. Le tomó unos minutos reconocerme, el golpe en la cara se había inflamado a tal punto que perfectamente me podía hacer pasar por otra persona.
El taxi aparcó frente a la casa y de inmediato me fijé que algo andaba mal, estaban dos hombres vestidos con traje oscuro parados en la puerta de la entrada. – Espere acá, por favor –. Le indiqué al conductor, no llevaba nada conmigo, tenía la esperanza de llegar y pagarle aquí en casa. Todas mis cosas habían quedado en el departamento, lo había meditado por mucho tiempo, me negaba a volver a ese lugar. Bajé del coche y me acerqué a la puerta, intentando parecer segura de lo que estaba haciendo. Apenas di el último paso en el escalón los hombres se movieron para cerrarme el paso. – ¿¡Qué demonios creen que están haciendo!?– Lo siento señora Parck, el señor Caruso nos dejó indicaciones exactas –. Dijo con un tono de importarle poco, ciertamente yo no era un desafío para ese hombre. Era una exageración poner a dos. – ¿El señor Caruso está en casa? –. Le pregunté con sarcasmo, aunque era la última persona que quería ver en este momento, necesit