Capítulo Treinta y cinco

El taxi aparcó frente a la casa y de inmediato me fijé que algo andaba mal, estaban dos hombres vestidos con traje oscuro parados en la puerta de la entrada.

– Espere acá, por favor –. Le indiqué al conductor, no llevaba nada conmigo, tenía la esperanza de llegar y pagarle aquí en casa. Todas mis cosas habían quedado en el departamento, lo había meditado por mucho tiempo, me negaba a volver a ese lugar.

Bajé del coche y me acerqué a la puerta, intentando parecer segura de lo que estaba haciendo.

Apenas di el último paso en el escalón los hombres se movieron para cerrarme el paso. – ¿¡Qué demonios creen que están haciendo!?

 

– Lo siento señora Parck, el señor Caruso nos dejó indicaciones exactas –. Dijo con un tono de importarle poco, ciertamente yo no era un desafío para ese hombre. Era una exageración poner a dos.

– ¿El señor Caruso está en casa? –. Le pregunté con sarcasmo, aunque era la última persona que quería ver en este momento, necesit
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