Capítulo Treinta y seis

Ya llevaba un par de horas caminando por la ciudad en búsqueda de un hotel económico, el día se volvía más frio a medida que anochecía, después de gritar y golpearle a Ryan en un estúpido fracaso, salí corriendo del lugar, no había obtenido respuestas de sus actos, pero al menos le había dejado claro que no lo quería volver a ver jamás.

Entré a un pequeño y escondido hostal, no necesitaba nada más en el momento, una ducha caliente, era la esperanza de un consuelo, el trueque de un abrazo.

La cama era pequeña, algo vieja pero más cómoda que la camilla del hospital. El lugar estaba inundado con un olor a antigüedades, recuerdos y remedios de anciano, seguramente del señor que me atendió al entrar.

En el baño no había tina, solo una pequeña ducha. – ¡De eso a nada! – retorcí la comisura de mis labios en conformismo.

Tomé mi teléfono, pensaba en mi pequeño y la imposibilidad de verlo, seguramente Warren no me permitirá hablar con él. Así que como última opción l
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