Ya llevaba un par de horas caminando por la ciudad en búsqueda de un hotel económico, el día se volvía más frio a medida que anochecía, después de gritar y golpearle a Ryan en un estúpido fracaso, salí corriendo del lugar, no había obtenido respuestas de sus actos, pero al menos le había dejado claro que no lo quería volver a ver jamás.
Entré a un pequeño y escondido hostal, no necesitaba nada más en el momento, una ducha caliente, era la esperanza de un consuelo, el trueque de un abrazo.La cama era pequeña, algo vieja pero más cómoda que la camilla del hospital. El lugar estaba inundado con un olor a antigüedades, recuerdos y remedios de anciano, seguramente del señor que me atendió al entrar.En el baño no había tina, solo una pequeña ducha. – ¡De eso a nada! – retorcí la comisura de mis labios en conformismo.Tomé mi teléfono, pensaba en mi pequeño y la imposibilidad de verlo, seguramente Warren no me permitirá hablar con él. Así que como última opción lEl dolor que sentía en mi alma parecía irse junto con la sangre, abrí los ojos y empecé a alucinar, me parecía ver a Ryan, sus ojos negros e intensos, esos ojos en los que me había perdido entre orgasmos y caricias, solo me observaba, me observaba con tristeza. El tiempo se había detenido en este eterno instante, solo veía sus ojos, sentí la pesadez en mis párpados y aunque en ese momento me hubiese gustado prolongar mi estadía en la mirada de él. Ya había perdido el control sobre mi cuerpo. Narración especial Ryan Wine. Yo la había traído a este mundo de caprichos, sexo y complacencia. Había insistido tanto para que firmara ese estúpido contrato, me había saltado mis propias reglas teniendo sexo con ella, pero era la única forma de traerla a mi vida, de tenerla conmigo, la deseaba, la necesitaba, la quería desde que la vi sentada en la sala de espera, taciturna de su vida, insatisfecha sexual y emocionalmente. Justo en ese momento me entreg
Me tomó tiempo percatarme que la tira que salía de su nariz y su boca no hacía parte del listón de la venda para los ojos, era sangre, ya casi estaba seca, lo que indicaba que el golpe había sucedido hace ya cierto tiempo. Más o menos el tiempo en el que había visto salir a Williams del edificio o un poco más. Apreté los puños para no dejarme llevar de la ira. Podría salir corriendo en ese mismo instante a buscar a ese infeliz.Le solté las ataduras y traté de masajear con cuidado sus extremidades, veía el dolor reflejado en su cara, aunque no llorara, ni se quejara. Entre los gustos de Williams estaban los amarres, lo había visto hacerlo un par de ocasiones, era muy metódico, sabía lo que hacía, conocía muy bien los límites y estos los había hecho con la intensión de lastimarla, pero porqué dejarla así e irse sin más ni más ¿Qué sucedió acá? ¿Warren en donde encaja en todo esto? ¿Seguirá siendo una simple casualidad haberlo visto salir de aquí? Rogaba porque fuese as
La estuve siguiendo por un largo tiempo, ella si quiera prestaba atención al camino, dio vueltas por varias manzanas y cruzó la calle en varias ocasiones sin ver a los lados. No sabía muy bien en busca de qué o quién iba, hasta que se paró justo en frente de un pequeño hostal. No intenté acércame a ella durante la caminata por la ciudad, quería que se calmara, pensará con más claridad, y quizá más tarde podría hacerlo.Vi que se registró y entró en la pequeña casa adoquinada, me di media vuelta era claro que ella no saldría de allí, fui en busca de comida, seguramente ella no habría comido nada en todo el día y aun llevaba la misma ropa que le puse para llevarla al hospital, así que también fui por algo cómodo para que se cambiara, más que preocuparme por ella esperaba que recibiera mi ofrenda y me permitiese al menos hablar. Necesitaba cinco minutos, tan solo cinco para que me escuchase. Cuando regresé me escabullí al anciano que se había dormido frente a la televisi
Abrí los ojos con pesadez, todo daba vueltas a mi alrededor, lo primero que vi fueron sus largas y oscuras pestañas, su rostro se veía diferente, calmado, tranquilo, viviendo en un mundo ajeno, con sueños y esperanzas. Alejado de toda realidad.Recorrí todo su rostro tratando de grabarme cada línea de su perfecto perfil, sus cejas oscuras que enmarcan su hipnotizante mirada, esa mirada con la que me desnuda el alma. De apoco fueron llegando todos los recuerdos y pensamientos que me invadían antes de…Los últimos recuerdos que tenía era esa misma mirada, bajo ese mismo rostro antes de…Mi corazón se fue acelerando, cada segundo me costaba más respirar, un dolor invadió mi pecho, mi alma y todo mi ser.Antes de… atentar contra mi vida, las imágenes fueron llegando en orden, Williams y Warren abusando de mí, Ryan… ¡Por Dios! Ryan traicionando mi confianza. El abandono de mi familia y sobre todo y lo más importante, Santiago, mi pequeño y en el hecho de jamás vol
– El día… – aclaró su garganta –Ese día yo estaba en el aparcamiento, como en todas las otras sesiones, esperando a verte salir, cansada, satisfecha y con una sonrisa en el rostro. Miró mi reacción.– Vi salir a Williams y de ahí todo empezó en picada, no siguió el protocolo, salí del edificio consolándome con la idea que solo estaba paranoico por mis celos…Esta vez me miró como quien mete la pata, como quien cuenta un secreto. – Estaba hablando con James cuando vi salir… A Warren –Pronunció su nombre entre dientes. – Allí me asusté y fui por ti, mi corazón me indicaba algo que no podía comprender y ahora sí, tu estabas en peligro, de alguna manera lo sabía, pero no supe interpretarlo con anticipación, no la suficiente para haberte salvado.Parpadeó con fuerza y apretó sus puños ¿Acaso Ryan también necesitaba de algo de dolor para centrarse?– Encontrarte allí fue… – Su voz se quebró, su mirada se nubló, podía ver mi dolor y su dolor refl
En la mañana cuando desperté Ryan ya no estaba acostado a mi lado, tampoco estaba en la diminuta habitación, llegué a pensar que todo había sido un sueño cuando entró por la puerta. Traía café caliente y un par de magdalenas frescas, también trajo ropa limpia para que me cambiara. Me removí bajo las mantas y sentí el dolor en mis muñecas, sí, esto era real. El baño estaba limpio, no había rastro alguno de todo lo que había sucedido la noche anterior en ese estrecho lugar. Solo las vendas sobre mis muñecas. – Vamos a mi departamento –ordenó. – No –moví la cabeza apoyando mi negativa. – ¿Te sientes incomoda allá?El solo hecho de pensar que tendría que cruzar de nuevo esas puertas me agobiaba. – No… no quiero volver a ese lugar –tartamudeé. – De acuerdo, solo quiero que nos vayamos de aquí –Entornó los ojos, seguramente ninguno de los dos había tenido que pasar en un lugar así en toda su vida, sobre todo él. – Te l
– Metete conmigo –le ordené. – No creo que sea lo más prudente, Elena. Ryan me restregaba el cuerpo con la esponja en la bañera, él estaba aún vestido, se negaba a tomar el baño conmigo. Aunque sus ojos me decían que se moría por el roce de nuestros cuerpos mojados y no precisamente por el agua. – Es una orden –lo miré divertida. En su rostro se veía la lucha interna de sus voluntades y razones. – Por favor, Ryan –le supliqué, necesitaba de su tacto ahora más que nunca. No solo el de la esponja. Se empezó a desvestir despacio, como de costumbre, no me quitaba la mirada de encima, ni yo a él. Cuando terminó de desvestirse me fijé que no solo yo sentía la tensión, algo lo delataba a él y ese algo me encantaba. Agaché la cabeza y sonreí por lo bajo, mis mejillas ardieron. – Me encanta verte sonreír – dijo mientras se metía en la bañera, detrás de mí. El agua se rebosó p
Había despertado la bestia sexual de Ryan y me había dejado agotada como siempre, después de la más que placentera y satisfecha sesión de sexo escandaloso caímos rendidos uno al lado del otro. Después de horas y horas besándonos y acariciándonos. El sueño se fue apoderando de nosotros. Era la primera vez que pasábamos todo el día juntos y era maravilloso. Antes de dormir la señora Caitlin nos envió más fotos de Santiago, de nuevo en la playa y comiendo, el corazón se me arrugó, deseaba estar con él en esa playa, jugando y disfrutando de su inocencia. Y cada vez me parecía más absurda y vergonzosa la idea de querer quitarme la vida. – Lo siento… – le susurré a Ryan entre dormida. Él también tenía sus ojos cerrados, no contestó nada, pero sabía muy bien que me escuchaba. –No sé qué me pasó– le aclaré. – No te estoy juzgando, Elena. Todos tenemos momentos de debilidad…– abrió sus petróleos ojos y los clavó en los míos –Solo hay que aprender a afrontarlos…– Había