– ¿Qué haces aquí?
– Solo vine de vacaciones – Elena mezcló la bebida que sostenía en las manos para después darle un gran sorbo.– ¿¡Quién te dejó entrar!? – gritó Reina, se sentía ofendida, se jactaba de que la seguridad de su casa, de su personal, de todos en los hombres que ella creía le eran fieles y ahora encontraba a Elena recostada en uno de sus sillones con una bebida en las manos y descansando como si fuese la dueña de casa.– No hagas un berrinche, Reina. Tú sabes muy bien que fueron tus mismos hombres quienes me dejaron entrar.– ¿Qué demonios haces aquí?– Solo vine a visitarlos.Reina frunce el ceño, desconcertada preocupada, con el corazón latiendo a mil por hora, algo presiente que sucederá, algo no muy buen– No puedes destruir todo – sentenció Reina mientras veía los hombres entrar, destruyendo su casa y gritando como si fuese una terrorista – Alguien tiene que quedar a cargo, alguien tiene que cargar con todo para que algunas cosas sigan funcionando. Es un equilibrio. De eso no tenía idea Elena, ella había formado su plan perfecto para que eso no funcionará más así, pero estaba tan equivocada. Ella solo había logrado derrumbar una ficha en medio de un gran campo de juego. Mientras tanto, Ryan que había salido a cumplir una de las citas de Reina, nunca había llegado a su destino, así como la mente de Elena lo pensó, así había sido, detrás de Reina había alguien más fuerte, más poderoso en todo esto. Alguien que no estaba dispuesto a perder todo lo que con mucho enfuerzo le había logrado construir.La policía tomó a Reina y la hizo tirarse al piso con tanta violencia que Elena intentó apartarlos, ella también fue empujada a un lado, mientras le hacían lectura de
– ¿Elena Park? – preguntó un hombre alto del otro lado del pasillo. Sacándome de mis pensamientos.– ¿Sí? Soy yo – contesté distraída. El lugar olía a desinfectante y medicamentos por todos lados. – Siga, por favor – a simple vista era un hombre intenso, llamativo, había logrado llamar la atención de varias mujeres en el lugar, incluidas las del personal médico.Me levanté deprisa de mi silla y caminé directo a él. Cuando entré al consultorio él ya se encontraba en su silla detrás del escritorio. – Cierra la puerta, por favor.– Buenos días – me giré y cerré la puerta con seguro. – Buenos días, Elena –sus ojos brillaban oscuros e intensos.Le sonreí amablemente.– Bien, detrás encontrarás una bata, quítate la falda y la ropa interior y te acuestas en la camilla, en un momento voy – dijo señalando el biombo que separaba el espacio en la habitación. Pasé detrás de él que le daba la espalda a la camilla. Detrás
– ¿Elena?... – me tocó el brazo que reposaba en la mesa del comedor. – Ah – dije volviendo a la realidad.– ¿Escuchaste lo que dije? Estaba escuchando su conversación y de un momento a otro mi mente voló, desde aquel día no había podido dejar de pensar en ese hombre.– Que mis padres vendrán el fin de semana, te aviso con anticipación para que vayas pensando que vas a preparar.– Sí cariño – le di una mueca por sonrisa.– Estaba delicioso, como siempre – me dio un tierno beso en la cabeza y se levantó de la mesa.– Discúlpame, tengo cosas pendientes del trabajo.– Esta bien – respondí en automático, de nuevo mi mente repetía ese suceso. – ¡Mamáaa, no quiero más! –me trajo de un golpe el grito de Santiago.– Termina de comer, por favor.– Sí mamá – volvió su pequeña carita al plato y siguió dándole vuelta a los guisantes. Respiré profundo y me levanté de la mesa, recogí el plato de Warren, el mí
– ¿Estás lista? – preguntó al escuchar la camilla chirriar por el movimiento.– Sí – dije ahogándome en mi propia respiración. Se levantó de su silla y caminó unos pasos hacía mí. Se detuvo antes de llegar y me observó por un instante. – Hermosa – repitió.Se hizo en la parte de abajo, tomó mis pies y los puso de nuevo en las taconeras. Esta vez no llevaba los guantes puestos, sus manos eran suaves, delicadas y grandes. Las subió suavemente desde mis tobillos hasta la parte interna de mis muslos, me abrió las piernas.Sonrió de medió lado. – Definitivamente hermosa – repitió de nuevo sin dejar de verme el sexo. – ¿Qué vas a hacerme?– Nada que tú no quieras Elena –Tenía toda la m*****a razón, lo deseaba desde el momento en que me tocó en la anterior consulta. Pasó sus dedos por mi vulva, tan suave como una pluma. Me removí de inmediato. Introdujo un dedo en mi vagina, con más fuerza que la anterior vez. De inmed
––Cita programada mañana 9:30 am. Consultorio de ginecología.AtentamenteDoctor, Ryan Wine––Vi en mi celular mientras cenábamos en familia, sentí como la sangre abandonó mi rostro. – ¿Quién es? – preguntó Warren.– Recordatorio de una cita médica – pude pronunciar con mucha dificultad. Le mostré la pantalla del teléfono celular. Me miró un poco extrañado – De rutina – le aclaré y asintió aliviado. Mi corazón palpitaba fuertemente. Lo que había sucedido hacia dos días en el consultorio de ese hombre me había trastocado. ¿Cómo una mujer como yo había sido capaz de hacer aquello? Esa noche no pude dormir, la vergüenza me invadía y de tan solo ver a Warren a mi lado me hacía sentir como el peor ser humano. Lo que me hacía sentir peor es que mi mente repasaba continuamente las imágenes de aquel suceso y mi cuerpo me traicionaba, la humedad se acumulaba en mi ropa interior. El primer dí
No sabía si esa palabra la había dicho yo o estaba teniendo algún problema de personalidad múltiple.– Fóllame, Ryan… – repetí.Me alzó en sus dos brazos y rodeé sus caderas con mis piernas. Su boca cubrió la mía con deseo, su lengua entraba y salía de mi boca. Sus manos acariciaban con fervor mi espalda. Me puso con cuidado sobre el brazo del sofá.De un solo movimiento metió sus manos por debajo de mi buzo y lo sacó por encima. Sus movimientos eran rápidos, decididos pero delicados. Colocó sus manos sobre mis senos, acariciaba la suave tela de encaje color blanco. Mi respiración se iba acelerando con cada caricia. Desabrochó el sostén por delante y empezó a besarme los pezones. – ¿Aquí sí puedo hacer ruido? – jadeé cerca de su oído. – Todo el que quieras – gruñó. – ¡Ah! – liberé un gemido al sentir un mordisco sutil en mi pezón derecho. Su cuerpo reaccionó de inmediato, juntó más su pelvis a la mí
– ¡Mierda Elena, despierta!... Tienes que ir por tu hijo.Me levanté de un solo golpe. – ¿Qué … qué hora es? –tartamudeé nerviosa. Buscando sobré la manta mi teléfono celular. – 12:30pm – salió corriendo desnudo de la habitación, recogió mi ropa y la trajo.– Aún tengo 1 hora – le tranquilicé. – ¿Ah sí? – Sí – le sonreí y pasé mi mano por mi cabello tomando aire. Su mirada cambió, destelló.– No te había visto sonreír.– ¿Qué? – Que no te había visto sonreír, eres muy hermosa.Me sonrojé de inmediato.– Gracias – susurré mirando mis manos. Caminó hacía mí.– No seas tímida, Elena, siéntete orgullosa de lo que eres.Levantó mi rostro con su mano y me besó suave, podría decirse que con amor. – Creo que te alcanzas a dar una ducha antes de salir – dijo suavemente. – Gracias – tomé mi ropa y me dirigí al baño, tomé una rápida ducha, iba a empezar a
– Te ves agotada – dijo Leonor la madre de Warren al verme – ¿Estás embarazada? –me abrazó en un cálido saludo. – Es un gusto verte Leonor – contesté con una tímida sonrisa. – No debiste operarte, debiste tener más hijos, mira no más Santiago ya tiene 6 años –dijo señalándolo con algo de nostalgia. Le sonreí amablemente para no decirle nada. Los invité a pasar directamente al comedor para la cena. Warren escuchaba a sus padres atento, sus animosas historias de sus vacaciones por Europa y los días que pasaron en la casa de verano en Italia. – Deben volver pronto a Italia, es maravilloso.– Trataremos de ir a final de año madre, sabes que tengo mucho trabajo.– Entonces deberías ir tú y mi querido nieto, no entiendo por qué les gusta tanto Londres, es tan frío… – dio un trago largo a su copa – … Y aburrido.Imágenes de Ryan pasaron por mi mente. ¿Aburrido? ¡No! ¿Loco? ¡Definitivamente!Mi mente me traicionó y esbocé una p