– ¿Elena Park? – preguntó un hombre alto del otro lado del pasillo. Sacándome de mis pensamientos.
– ¿Sí? Soy yo – contesté distraída. El lugar olía a desinfectante y medicamentos por todos lados.– Siga, por favor – a simple vista era un hombre intenso, llamativo, había logrado llamar la atención de varias mujeres en el lugar, incluidas las del personal médico.Me levanté deprisa de mi silla y caminé directo a él.Cuando entré al consultorio él ya se encontraba en su silla detrás del escritorio.– Cierra la puerta, por favor.– Buenos días – me giré y cerré la puerta con seguro.– Buenos días, Elena –sus ojos brillaban oscuros e intensos.Le sonreí amablemente.– Bien, detrás encontrarás una bata, quítate la falda y la ropa interior y te acuestas en la camilla, en un momento voy – dijo señalando el biombo que separaba el espacio en la habitación.Pasé detrás de él que le daba la espalda a la camilla. Detrás del biombo se alcanzaba a observar su cabello negro. Me puse la bata, me bajé la cremallera, un poco nerviosa. Era algo estúpido, saber que minutos después iba a estar en esa camilla y él iba a observarme completamente.Terminé de quitarme la falda, la doblé y la puse sobre la camilla, me quité las medias veladas con cuidado y seguido las bragas. Doblé todo junto y los metí con cuidado en mi bolso. Subí los peldaños de la escalerilla que reposaba junto a la camilla y me recosté. Mi corazón latía fuertemente.– ¿Estás lista? – escuché del otro lado, su voz era profunda y ronca.– Sí, doctor – dije en un hilo de voz.– Bien – me sonrió de medio lado, caminó directo hacía a mí, poniéndose los guantes en cada mano.Tomó con cuidado mi pie derecho y lo puso en la taconera de la camilla, luego hizo lo mismo con mi pie izquierdo.– Abre las piernas – me miró directamente a los ojos. Mis mejillas ardieron de inmediato.Obedecí.– Tranquila, no te va a doler – sonrió de medio lado, como si fuera algo divertido.– ¿Por qué estás aquí? – preguntó observando con atención mi sexo.– ¿Disculpe?– ¿Por qué te haces el examen? ¿Sientes alguna molestia? – preguntó explicándose a la pregunta anterior. Mirándome de nuevo directamente a los ojos, su mirada me ponía nerviosa.– Exámenes de rutina –susurré.– Perfecto.Miró con detenimiento mi sexo unos segundos más y se apartó, dio unos cuantos pasos y acercó una mesa metálica con instrumentos ginecológicos.– Te veo algo tensa Elena, respira profundo –puso sus manos sobre mis pies y los apretó un poco, aún sobre el látex podía sentir sus manos cálidas.– Si sientes alguna molestia, solo dime.Simplemente afirmé con mi cabeza.Hundió uno de sus dedos en mi vagina suavemente sin quitarme la mirada de los ojos. Un estremecimiento me recorrió todo el cuerpo y tuve que ahogar un gemido. Lo retiró igual suavemente y seguido hundió dos dedos. Mi espalda se arqueo involuntariamente y pude ver una chispa de diversión en sus ojos.Giró sus dedos dentro de mí y palpó toda la zona. Bajó su mirada hacia mi sexo y tragó saliva. Mi boca se abrió, estaba excitada con tan solo esos dos movimientos. Excitada como hace años no lo estaba. Sacó sus dedos de mi sexo y tomó el espéculo de la mesa metálica, con su otra mano, rozó mis labios vaginales y adentró el instrumento.– Mm – se me escapó un pequeño gemido.Levantó su negra mirada y me observó por unos eternos segundos muy quieto, bajó de nuevo la mirada, acomodó el espéculo, lo abrió y tomó rápidamente la prueba de mi interior.– ¡Ah! –exclamé ante el pequeño pellizco dentro de mí.Retiró el instrumento y apartó la mesa de nosotros. Cerré las piernas para levantarme.– No he terminado contigo – esta vez su voz se escuchó más ronca y profunda.En mi mente pasaban miles de imágenes, de situaciones en las que deseaba estar, pero todo esto era una locura.– Ábrete de piernas, Elena. Obedecí. Mi pecho subía y bajaba rítmicamente.– Quiero revisar que estés bien – dijo en un tono más suave.Introdujo de nuevo dos dedos. Cerré los ojos y disfruté del roce. Hizo tres movimientos lentos dentro de mí como si llamase a alguien.– Mm – se escapó de nuevo un gemido.Mi respiración estaba acelerada. Con su pulgar tocó mi clítoris. Lo oprimió y retiró sus dedos de mi vagina.– Ya te puedes vestir – dijo dando la vuelta en sus dos pies, apresurándose a sentarse de nuevo en su silla. Quitándose los guantes y desechándolos en una pequeña caneca.Me quedé inmóvil unos segundos, qué había sido todo eso, para luego quedarme así, qué podía hacer ahora, estaba muy excitada.Respiré profundo.Con mucho cuidado me levanté de la camilla, tomé mi ropa del bolso y me dispuse a vestirme. Estaba algo ofendida por dejarme así. Antes de ponerme las bragas me di cuenta de que mis muslos estaban mojados y mi sexo estaba muy húmedo.Rebusqué en mi bolso el paquete de pañitos. ¡Maldición! ¿Dónde los dejé?A mi mente llegó de golpe el recuerdo de esta mañana, en el coche antes de dejar a mi pequeño Santi en la escuela, le limpié su carita llena de lágrimas con los pañitos y los dejé en la silla de atrás. ¡Maldición!– En la puerta detrás de ti encontrarás toallas de papel – escuché decir al doctor.¡Maldición! Esta era la situación más bochornosa que había vivido jamás.Abrí la puerta y había un pequeño baño. Tomé mi ropa y entré, me limpié y me vestí rápidamente. Me mojé el rostro para bajar el calor y el color. Tomé dos bocanadas de aire para salir, me sentía muy avergonzada.– Toma asiento, por favor – levantó un poco la voz cuando me dirigía a paso rápido hacia la salida.– Falta hacerte unas preguntas.Me senté resignada con la mirada sobre mis inquietas y sudorosas manos.– ¿Cuántos años tienes?– 36.– ¿Tienes hijos?– Uno… parto natural – me adelanté a su siguiente pregunta.– ¿Casada?–Sí, doctor.– La última vez que tuviste relaciones sexuales. Levanté la mirada, él veía directamente la pantalla de su computador, levantó la mirada, era neutra, tranquila, como si nada hubiese pasado. Bajé de nuevo mi mirada, mis mejillas ardían nuevamente.– Un mes – susurré.– ¿Tienes otros compañeros sexuales?– ¿Qué? ¡No! – contesté rápidamente.– ¿Te gustaría tenerlos?Levanté de nuevo la mirada, mi boca se abrió de par en par. Mi ceñó se frunció.Este tipo está loco. O ¿Escuché mal? Su mirada era seductora y divertida.– Fecha de tu última menstruación.No podía procesar lo que estaba pasando en este lugar, cómo podía seguir sin removerse ni un poco.– Elena… Fecha de tu último periodo – repitió.– Hace dos semanas – dije en un hilo de voz.– Bien, enviaré la muestra al laboratorio, tendrás los resultados en una semana – retomó su papel de médico.– Ten un buen día Elena, espero verte muy pronto – en sus últimas palabras había algo más que buenos deseos.Me levanté de la silla sin decir más y salí casi corriendo del lugar.Una vez dentro de mi coche cerré los ojos para intentar entender lo que había sucedido.Respiré profundamente varias ocasiones. Mi corazón quería salir corriendo de mi pecho.Y mi cuerpo me traicionaba, traicionaba mi moral. Aún estaba húmeda y excitada.Obra con copyright © prohibida la distribución por fuera de esta plataforma.
– ¿Elena?... – me tocó el brazo que reposaba en la mesa del comedor. – Ah – dije volviendo a la realidad.– ¿Escuchaste lo que dije? Estaba escuchando su conversación y de un momento a otro mi mente voló, desde aquel día no había podido dejar de pensar en ese hombre.– Que mis padres vendrán el fin de semana, te aviso con anticipación para que vayas pensando que vas a preparar.– Sí cariño – le di una mueca por sonrisa.– Estaba delicioso, como siempre – me dio un tierno beso en la cabeza y se levantó de la mesa.– Discúlpame, tengo cosas pendientes del trabajo.– Esta bien – respondí en automático, de nuevo mi mente repetía ese suceso. – ¡Mamáaa, no quiero más! –me trajo de un golpe el grito de Santiago.– Termina de comer, por favor.– Sí mamá – volvió su pequeña carita al plato y siguió dándole vuelta a los guisantes. Respiré profundo y me levanté de la mesa, recogí el plato de Warren, el mí
– ¿Estás lista? – preguntó al escuchar la camilla chirriar por el movimiento.– Sí – dije ahogándome en mi propia respiración. Se levantó de su silla y caminó unos pasos hacía mí. Se detuvo antes de llegar y me observó por un instante. – Hermosa – repitió.Se hizo en la parte de abajo, tomó mis pies y los puso de nuevo en las taconeras. Esta vez no llevaba los guantes puestos, sus manos eran suaves, delicadas y grandes. Las subió suavemente desde mis tobillos hasta la parte interna de mis muslos, me abrió las piernas.Sonrió de medió lado. – Definitivamente hermosa – repitió de nuevo sin dejar de verme el sexo. – ¿Qué vas a hacerme?– Nada que tú no quieras Elena –Tenía toda la m*****a razón, lo deseaba desde el momento en que me tocó en la anterior consulta. Pasó sus dedos por mi vulva, tan suave como una pluma. Me removí de inmediato. Introdujo un dedo en mi vagina, con más fuerza que la anterior vez. De inmed
––Cita programada mañana 9:30 am. Consultorio de ginecología.AtentamenteDoctor, Ryan Wine––Vi en mi celular mientras cenábamos en familia, sentí como la sangre abandonó mi rostro. – ¿Quién es? – preguntó Warren.– Recordatorio de una cita médica – pude pronunciar con mucha dificultad. Le mostré la pantalla del teléfono celular. Me miró un poco extrañado – De rutina – le aclaré y asintió aliviado. Mi corazón palpitaba fuertemente. Lo que había sucedido hacia dos días en el consultorio de ese hombre me había trastocado. ¿Cómo una mujer como yo había sido capaz de hacer aquello? Esa noche no pude dormir, la vergüenza me invadía y de tan solo ver a Warren a mi lado me hacía sentir como el peor ser humano. Lo que me hacía sentir peor es que mi mente repasaba continuamente las imágenes de aquel suceso y mi cuerpo me traicionaba, la humedad se acumulaba en mi ropa interior. El primer dí
No sabía si esa palabra la había dicho yo o estaba teniendo algún problema de personalidad múltiple.– Fóllame, Ryan… – repetí.Me alzó en sus dos brazos y rodeé sus caderas con mis piernas. Su boca cubrió la mía con deseo, su lengua entraba y salía de mi boca. Sus manos acariciaban con fervor mi espalda. Me puso con cuidado sobre el brazo del sofá.De un solo movimiento metió sus manos por debajo de mi buzo y lo sacó por encima. Sus movimientos eran rápidos, decididos pero delicados. Colocó sus manos sobre mis senos, acariciaba la suave tela de encaje color blanco. Mi respiración se iba acelerando con cada caricia. Desabrochó el sostén por delante y empezó a besarme los pezones. – ¿Aquí sí puedo hacer ruido? – jadeé cerca de su oído. – Todo el que quieras – gruñó. – ¡Ah! – liberé un gemido al sentir un mordisco sutil en mi pezón derecho. Su cuerpo reaccionó de inmediato, juntó más su pelvis a la mí
– ¡Mierda Elena, despierta!... Tienes que ir por tu hijo.Me levanté de un solo golpe. – ¿Qué … qué hora es? –tartamudeé nerviosa. Buscando sobré la manta mi teléfono celular. – 12:30pm – salió corriendo desnudo de la habitación, recogió mi ropa y la trajo.– Aún tengo 1 hora – le tranquilicé. – ¿Ah sí? – Sí – le sonreí y pasé mi mano por mi cabello tomando aire. Su mirada cambió, destelló.– No te había visto sonreír.– ¿Qué? – Que no te había visto sonreír, eres muy hermosa.Me sonrojé de inmediato.– Gracias – susurré mirando mis manos. Caminó hacía mí.– No seas tímida, Elena, siéntete orgullosa de lo que eres.Levantó mi rostro con su mano y me besó suave, podría decirse que con amor. – Creo que te alcanzas a dar una ducha antes de salir – dijo suavemente. – Gracias – tomé mi ropa y me dirigí al baño, tomé una rápida ducha, iba a empezar a
– Te ves agotada – dijo Leonor la madre de Warren al verme – ¿Estás embarazada? –me abrazó en un cálido saludo. – Es un gusto verte Leonor – contesté con una tímida sonrisa. – No debiste operarte, debiste tener más hijos, mira no más Santiago ya tiene 6 años –dijo señalándolo con algo de nostalgia. Le sonreí amablemente para no decirle nada. Los invité a pasar directamente al comedor para la cena. Warren escuchaba a sus padres atento, sus animosas historias de sus vacaciones por Europa y los días que pasaron en la casa de verano en Italia. – Deben volver pronto a Italia, es maravilloso.– Trataremos de ir a final de año madre, sabes que tengo mucho trabajo.– Entonces deberías ir tú y mi querido nieto, no entiendo por qué les gusta tanto Londres, es tan frío… – dio un trago largo a su copa – … Y aburrido.Imágenes de Ryan pasaron por mi mente. ¿Aburrido? ¡No! ¿Loco? ¡Definitivamente!Mi mente me traicionó y esbocé una p
– Mamá, mamá, mamá.– Mm – contesté entre sueños. Santiago brincaba en la cama y me movía para despertarme.– Mamá, ¿Vamos a la playa? – Seguía brincando. – Es temprano aún – me negaba a abrir mis ojos, por fin había podido tener una noche medianamente tranquila, llevábamos dos días completos en la playa, jugando todo el día en la arena y las olas bajas en la orilla del mar. Abrí mis ojos y le hice un mohín de tristeza por despertarme.– Quiero dormir.– ¡Anda! Mamá.– Así me haces tú cuando no quieres ir a la escuela – me dio una sonrisa inocente y juguetona, ya estaba muy despierto y con mucha… mucha energía. – Ve a vestirte, voy a preparar el desayuno.– ¡Sí! –salió corriendo de la habitación. Miré mi teléfono celular, sin mensajes. Sin llamadas. Sin correos electrónicos. Di un fuerte suspiro, no sé ni que espero, dijo que si no aceptaba saldría de mi vida. Cerré mis ojos para ver los su
– ¿Qué carajos haces aquí? ¿Cómo sabes de esta casa? –me acerqué en dos pasos fuertes y decididos a Ryan. – Cálmate, Elena, por favor –estiro sus palmas al frente en señal de rendición.– Contéstame, imbécil –me lanzó una mirada de advertencia a mi lenguaje.– Contéstame – dije tratando de respirar para calmarme.– Conozco muchas cosas de ti porque te he investigado, lo hice para saber quién eras antes de hacerte la propuesta.– ¿Qué más sabes sobre mí? – Lo sé todo, Elena –salió lentamente del coche.– ¿Quién demonios eres para hacer esto? – Es mi trabajo, pero toda esa información está a salvo conmigo –Ahora me tocaba mirar hacia arriba para hablarle, era un hombre alto. – No te creo – crucé mis brazos y me planté firme frente a él.Dio un largo suspiro.– Elena… – dio un paso lento para acercarse.– Hemos tenido dos placenteros momentos, si quisiera arruinarte de alguna manera, ya lo hubiese hecho