– ¿Elena?... – me tocó el brazo que reposaba en la mesa del comedor.
– Ah – dije volviendo a la realidad.– ¿Escuchaste lo que dije?Estaba escuchando su conversación y de un momento a otro mi mente voló, desde aquel día no había podido dejar de pensar en ese hombre.– Que mis padres vendrán el fin de semana, te aviso con anticipación para que vayas pensando que vas a preparar.– Sí cariño – le di una mueca por sonrisa.– Estaba delicioso, como siempre – me dio un tierno beso en la cabeza y se levantó de la mesa.– Discúlpame, tengo cosas pendientes del trabajo.– Esta bien – respondí en automático, de nuevo mi mente repetía ese suceso.– ¡Mamáaa, no quiero más! –me trajo de un golpe el grito de Santiago.– Termina de comer, por favor. – Sí mamá – volvió su pequeña carita al plato y siguió dándole vuelta a los guisantes.Respiré profundo y me levanté de la mesa, recogí el plato de Warren, el mío que estaba aún completo y los llevé a la cocina.– Te sigo viendo Santiago, termina de comer.– Sí mamá – dijo en el mismo tono.Me dispuse a limpiar la cocina y seguí sumergida en mis pensamientos, que me habían quitado el sueño y el apetito.Sus ojos negros intensos, el roce de sus dedos en mi sexo.– Ya terminé – se acercó mi pequeño a entregarme su plato – Gracias mami –tuve que agacharme para que me diera un dulce beso en la mejilla.– Bip –Bip –sonó mi celular.Tomé un trapo me sequé las manos antes de tomarlo.Un mail.––Señora Elena Park, por favor acércate a mi consultorio el día de mañana a las 10:30 am, tengo los resultados de laboratorio de tu citología, me gustaría discutir contigo. Atentamente:Doctor, Ryan Wine––Mi corazón se paró en seco. Se abrió un agujero en el suelo y me tragó.Anteriormente me enviaban los resultados al mail, si esta vez me hacían ir era porque los resultados no eran muy buenos.– Ryan Wine – susurré su nombre como si fuese algo prohibido. De nuevo volvieron sus palabras a mi cabeza. “Me gustaría discutir contigo”Y si algo malo me pasaba, mi hijo.Sacudí mi cabeza y no dejé que el miedo me invadiera, me fui a preparar a mi hijo para ir a la cama.– Toc –Toc – Abrí la puerta lentamente, Warren se encontraba al teléfono.– Un momento, por favor – cubrió el teléfono con su mano – Dime. – Siento interrumpir, ya me voy a la cama.– En un rato te alcanzo, descansa – me dio una pequeña sonrisa y siguió hablando por teléfono. Cerré la puerta con cuidado y me dirigí a la cama.(…)Esa noche al igual que las otras noches después de esa cita médica no pude dormir muy bien. ¿Quién demonios era este hombre para descomponerme de esa manera?Me levanté antes de que sonara la alarma, me preparé una taza de té y me la tomé tranquila, en silencio a mi alrededor, pero mi mente gritaba muchas cosas.Quizá ya estaba perdiendo la cordura por desear algo tan impropio, ni siquiera podía entender muy bien mis sentimientos, eran tan diferentes. Tan nuevos.Las imágenes que pasaban por mi mente ni siquiera era reales, nunca se volverían reales, pero despertaban un fuego en mí que no conocía.(…)– Elena… – escuché en una voz un poco más suave a la primera vez que pronunciaba mi nombre. Nos miramos directamente a los ojos, no h**o necesidad de más palabras, entró a su consultorio, yo entré detrás de él.– Buenos días, doctor – me giré y cerré la puerta con seguro. Antes de que me lo indicara.– Buenos días, Elena. ¿Cómo has estado? – había una sonrisa amable en su rostro.– Bien gracias, cuénteme como ha ido los resultados – fui directo al grano.– Los resultados han ido muy bien, igual que el año pasado.– ¿Entonces para qué me ha hecho venir? – Porque quería hablar contigo.– ¿De qué?– Eres muy impaciente, Elena.Lo miré extrañado.– ¿Entonces no hay nada malo en los resultados? – No Elena, siento haberte hecho entender eso – respiré con calma un poco, pero no duró mucho, me encontraba en el mismo consultorio de nuevo y la tensión iba creciendo ¿Por qué? ¿Qué tenía ese hombre que me llamaba tanto la atención?– ¿De qué quiere hablar conmigo?– Puedes hablarme de tú, si quieres, yo lo prefiero – sonrió de medio lado, su sonrisa era realmente hipnotizante.– ¿De qué quieres hablar conmigo? – corregí.– Mejor – Puso los brazos sobre su escritorio y se acercó más a mí.– De ti, de mí, de negocios – dijo con voz grave y seductora.– No le… te estoy entendiendo.– Eres una mujer realmente hermosa – sus ojos escudriñaban los míos con intensidad. Me sonrojé inmediatamente y agaché la mirada para evitar la suya.– ¿Tuviste sexo esta semana? –preguntó de repente.– No sé para qué quieres saber eso – Las imágenes de esta mañana en el sofá de mi casa tocándome placenteramente llegaron a mí. Sentí un familiar cosquilleo en mi sexo.– Quiero saber que tan feliz y satisfecha estas.Levanté mi mirada suavemente para encontrarme con la suya.– Ya sé la respuesta, Elena – Estiró su mano hacía mis labios, los rosó con su pulgar y de repente lo introdujo en mi boca, por intuición lo chupé con fuerza y le di un pequeño mordisco en la punta cuando lo sacó.– Quítate la ropa y ponte en la camilla – se enderezó en su lugar y tecleo algo en su computador.Me levanté un poco mareada de la silla y obedecí. Empecé a desnudarme y guardar mi ropa en el bolso. Miré para varios lados, pero no encontré la bata. Me subí temblando a la camilla y me recostéNo temblaba de miedo, era la adrenalina que recorría mi cuerpo de pies a cabeza, la excitación estaba llegando al punto de estallar de ansiedad.Obra con copyright © prohibida la distribución por fuera de esta plataforma.
– ¿Estás lista? – preguntó al escuchar la camilla chirriar por el movimiento.– Sí – dije ahogándome en mi propia respiración. Se levantó de su silla y caminó unos pasos hacía mí. Se detuvo antes de llegar y me observó por un instante. – Hermosa – repitió.Se hizo en la parte de abajo, tomó mis pies y los puso de nuevo en las taconeras. Esta vez no llevaba los guantes puestos, sus manos eran suaves, delicadas y grandes. Las subió suavemente desde mis tobillos hasta la parte interna de mis muslos, me abrió las piernas.Sonrió de medió lado. – Definitivamente hermosa – repitió de nuevo sin dejar de verme el sexo. – ¿Qué vas a hacerme?– Nada que tú no quieras Elena –Tenía toda la m*****a razón, lo deseaba desde el momento en que me tocó en la anterior consulta. Pasó sus dedos por mi vulva, tan suave como una pluma. Me removí de inmediato. Introdujo un dedo en mi vagina, con más fuerza que la anterior vez. De inmed
––Cita programada mañana 9:30 am. Consultorio de ginecología.AtentamenteDoctor, Ryan Wine––Vi en mi celular mientras cenábamos en familia, sentí como la sangre abandonó mi rostro. – ¿Quién es? – preguntó Warren.– Recordatorio de una cita médica – pude pronunciar con mucha dificultad. Le mostré la pantalla del teléfono celular. Me miró un poco extrañado – De rutina – le aclaré y asintió aliviado. Mi corazón palpitaba fuertemente. Lo que había sucedido hacia dos días en el consultorio de ese hombre me había trastocado. ¿Cómo una mujer como yo había sido capaz de hacer aquello? Esa noche no pude dormir, la vergüenza me invadía y de tan solo ver a Warren a mi lado me hacía sentir como el peor ser humano. Lo que me hacía sentir peor es que mi mente repasaba continuamente las imágenes de aquel suceso y mi cuerpo me traicionaba, la humedad se acumulaba en mi ropa interior. El primer dí
No sabía si esa palabra la había dicho yo o estaba teniendo algún problema de personalidad múltiple.– Fóllame, Ryan… – repetí.Me alzó en sus dos brazos y rodeé sus caderas con mis piernas. Su boca cubrió la mía con deseo, su lengua entraba y salía de mi boca. Sus manos acariciaban con fervor mi espalda. Me puso con cuidado sobre el brazo del sofá.De un solo movimiento metió sus manos por debajo de mi buzo y lo sacó por encima. Sus movimientos eran rápidos, decididos pero delicados. Colocó sus manos sobre mis senos, acariciaba la suave tela de encaje color blanco. Mi respiración se iba acelerando con cada caricia. Desabrochó el sostén por delante y empezó a besarme los pezones. – ¿Aquí sí puedo hacer ruido? – jadeé cerca de su oído. – Todo el que quieras – gruñó. – ¡Ah! – liberé un gemido al sentir un mordisco sutil en mi pezón derecho. Su cuerpo reaccionó de inmediato, juntó más su pelvis a la mí
– ¡Mierda Elena, despierta!... Tienes que ir por tu hijo.Me levanté de un solo golpe. – ¿Qué … qué hora es? –tartamudeé nerviosa. Buscando sobré la manta mi teléfono celular. – 12:30pm – salió corriendo desnudo de la habitación, recogió mi ropa y la trajo.– Aún tengo 1 hora – le tranquilicé. – ¿Ah sí? – Sí – le sonreí y pasé mi mano por mi cabello tomando aire. Su mirada cambió, destelló.– No te había visto sonreír.– ¿Qué? – Que no te había visto sonreír, eres muy hermosa.Me sonrojé de inmediato.– Gracias – susurré mirando mis manos. Caminó hacía mí.– No seas tímida, Elena, siéntete orgullosa de lo que eres.Levantó mi rostro con su mano y me besó suave, podría decirse que con amor. – Creo que te alcanzas a dar una ducha antes de salir – dijo suavemente. – Gracias – tomé mi ropa y me dirigí al baño, tomé una rápida ducha, iba a empezar a
– Te ves agotada – dijo Leonor la madre de Warren al verme – ¿Estás embarazada? –me abrazó en un cálido saludo. – Es un gusto verte Leonor – contesté con una tímida sonrisa. – No debiste operarte, debiste tener más hijos, mira no más Santiago ya tiene 6 años –dijo señalándolo con algo de nostalgia. Le sonreí amablemente para no decirle nada. Los invité a pasar directamente al comedor para la cena. Warren escuchaba a sus padres atento, sus animosas historias de sus vacaciones por Europa y los días que pasaron en la casa de verano en Italia. – Deben volver pronto a Italia, es maravilloso.– Trataremos de ir a final de año madre, sabes que tengo mucho trabajo.– Entonces deberías ir tú y mi querido nieto, no entiendo por qué les gusta tanto Londres, es tan frío… – dio un trago largo a su copa – … Y aburrido.Imágenes de Ryan pasaron por mi mente. ¿Aburrido? ¡No! ¿Loco? ¡Definitivamente!Mi mente me traicionó y esbocé una p
– Mamá, mamá, mamá.– Mm – contesté entre sueños. Santiago brincaba en la cama y me movía para despertarme.– Mamá, ¿Vamos a la playa? – Seguía brincando. – Es temprano aún – me negaba a abrir mis ojos, por fin había podido tener una noche medianamente tranquila, llevábamos dos días completos en la playa, jugando todo el día en la arena y las olas bajas en la orilla del mar. Abrí mis ojos y le hice un mohín de tristeza por despertarme.– Quiero dormir.– ¡Anda! Mamá.– Así me haces tú cuando no quieres ir a la escuela – me dio una sonrisa inocente y juguetona, ya estaba muy despierto y con mucha… mucha energía. – Ve a vestirte, voy a preparar el desayuno.– ¡Sí! –salió corriendo de la habitación. Miré mi teléfono celular, sin mensajes. Sin llamadas. Sin correos electrónicos. Di un fuerte suspiro, no sé ni que espero, dijo que si no aceptaba saldría de mi vida. Cerré mis ojos para ver los su
– ¿Qué carajos haces aquí? ¿Cómo sabes de esta casa? –me acerqué en dos pasos fuertes y decididos a Ryan. – Cálmate, Elena, por favor –estiro sus palmas al frente en señal de rendición.– Contéstame, imbécil –me lanzó una mirada de advertencia a mi lenguaje.– Contéstame – dije tratando de respirar para calmarme.– Conozco muchas cosas de ti porque te he investigado, lo hice para saber quién eras antes de hacerte la propuesta.– ¿Qué más sabes sobre mí? – Lo sé todo, Elena –salió lentamente del coche.– ¿Quién demonios eres para hacer esto? – Es mi trabajo, pero toda esa información está a salvo conmigo –Ahora me tocaba mirar hacia arriba para hablarle, era un hombre alto. – No te creo – crucé mis brazos y me planté firme frente a él.Dio un largo suspiro.– Elena… – dio un paso lento para acercarse.– Hemos tenido dos placenteros momentos, si quisiera arruinarte de alguna manera, ya lo hubiese hecho
– Eso quería escuchar– se abalanzó sobre mí y me alzó, me cubrió mi boca con la suya y me besó presuroso. – ¿Hay alguna habitación en la que podamos estar? –peguntó agitado.– Sí.Me bajó, le tomé la mano y lo llevé hasta una habitación de invitados de la primera planta. – ¿Aquí puedes hacer ruido? – Am –hice un gesto con las manos que indicaba más o menos. Se carcajeo. – Ven aquí, Elena –se mordió el labio inferior, me halo de la mano hasta tenerme en sus brazos. Me besó suavemente y al final antes de separarse, tomó mi labio y le dio un pequeño mordisco. –Ah –gemí.Tomó el vestido y lo fue bajando hasta caer a los pies, no llevaba puesto sostén, solo me quedaban las bragas rotas. – Prometo reponerlas –sonrió victorioso. – No hace falta –le tranquilicé.– Acuéstate, por favor.Le obedecí. Delicadamente me acosté boca arriba en la cama, nuestros ojos no se separaban. Se f