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XXVIII Ira ardiente
Desz cabalgaba por las llanuras con el corazón en llamas. La preocupación que lo embargaba hasta la fiebre le había quitado. Su vista se nublaba a ratos y apretaba las riendas con fuerza. Erró en el camino un par de veces, sus oídos lo engañaban. No deseaba oír a las criaturas rastreras ni a los árboles mecidos por el viento, no deseaba oler la bruma que le mojaba las ropas, pero había perdido el control de sus sentidos.

"El perro ha ido a dar un paseo a la aldea", le había dicho Ratszendach, con esa sonrisa que delataba su malicia.

Un paseo con la pierna en tal estado y a la aldea donde querían verlo muerto. Esperaba que no estuviera muy lejos, pues cabalgar le era imposible.

No podía olerlo y no pudo encontrarlo por los senderos entre las colinas. Bajó al valle y lo buscó por el bosque. Su aroma le llegó por breves momentos, era el aroma de su sangre y se le hizo agua la boca. Siguió por el bosque, rastreándolo como un depredador a su presa.

Desde el borde de una pequeña quebrada,
NatsZ

La ira ha llegado a la vida de Desz y ahora Furr se ha unido a nuestro viaje.

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