Si Camsuq jamás hubiera traicionado a Desz, muchas cosas habrían cambiado; otras seguirían su curso inexorable porque son más grandes que ellos mismos. Nos queda un extra más, el final de Lis. No se lo pierdan.
"Este mundo es horrible..."Había pasado un tiempo desde que ella se despertara y se reencontrará con Desz, un deseo que le habían concedido las estrellas, una conjunción del espacio y el tiempo que le había traído de regreso a su amor perdido.Él seguía siendo el mismo de entonces; ella ya no lo era, había cambiado tanto como lo había hecho el mundo, uno que él ya no conocía."Hay tanto ruido, ¿cómo logras soportarlo? Si adormezco mis sentidos lo necesario, creo que dejaría de oírme hasta a mí mismo".Desz estaba perdido en sus pensamientos, eso percibió también Furr cuando se encontraron. Hablaron durante horas, lloraron. Nada dijo él sobre dónde había estado por tanto tiempo ni cómo había hecho para regresar. Aseguraba que no lo recordaba, aunque lo más probable era que no quisiera recordarlo.Apagó la luz de la lámpara, sin comprender del todo cómo funcionaba eso de la electricidad y se metió a la cama. Su cabeza reposaba en una almohada visco... viscoalgo, eso le había dicho Lis
No entres al bosque de las sombras si quieres seguir con vida. En el bosque de las sombras los árboles tienen ojos y la tierra respira. En el bosque de las sombras la niebla se vuelve carne y el sol no ilumina. No confíes en lo que ven tus ojos u oyen tus oídos, en el bosque de las sombras todo está perdido. Canción popular. ∽•❇•∽En una fría tarde invadida por la tormenta, los intensos dolores en el abultado vientre de la joven le avisaron que había llegado el momento de recibir a su hijo. Salió a hurtadillas de la casa de su señor luego de coger lo que necesitaba. El lugar escogido para el alumbramiento fue un rincón del establo, entre fardos de heno y las miradas curiosas de las bestias. Se levantó las faldas y pensó en su madre. Si tan sólo la hubiera escuchado. Las madres eran sabias por naturaleza. Sabían sobre el mal y sobre el bosque. Sabían que cosas malas ocurrían donde comenzaba el bosque, pero para ella y su juventud, la curiosi
Reino de Arkhamis, dieciocho años despuésUna celebración sin precedentes se preparaba en el palacio del más próspero de los cinco reinos y dos eran los motivos: el cumpleaños número dieciocho de la princesa Lis, primogénita del rey y veinte años de paz, ese era el tiempo que había pasado desde que derrotaran a sus últimos enemigos, los Dumas, veinte años en que la humanidad pudo prosperar como nunca antes y la palabra guerra terminó cayendo en el olvido.En una de las torres, la joven festejada miraba desde las alturas a los numerosos siervos ir y venir cargando flores y alimentos, tan presurosos y diminutos que parecían hormigas. Ningún detalle debía ser pasado por alto en el gran salón donde se celebraría el banquete, todo debía lucir tan perfecto como la admirada apariencia de la princesa.—La magnificencia de esta fiesta la hará memorable por largo tiempo, tantas personas importantes vendrán a festejarte, trayendo presentes maravillosos. Hay carretas cargadas de ellos amontonándo
Reino de Nuante, veinte años atrás. El enorme palacio reposaba tranquilo en las alturas, desde donde las verdes tierras lucían bañadas por el sol de mediodía. Las únicas voces en el aire eran las de sus ocupantes, que habían visto el correr de los siglos a su alrededor. Nuante era tierra de Tarkuts, bestias vampíricas enfrentadas a los humanos desde tiempos inmemoriales.—El trabajo ya está hecho, mi rey. Acabamos con los últimos Dumas que quedaban —informó con solemnidad el guerrero.El rey, de fríos ojos grises, esbozó una casi imperceptible sonrisa.—Bien. Hay que informarle a Camsuq que hemos cumplido nuestra parte del trato —ordenó.—Si me lo permites, Desz, creo que sería prudente vigilar las aldeas humanas situadas en las fronteras de los territorios de los Dumas. Alguno pudo huir y esconderse entre los humanos. Es bien sabido que tienen la habilidad de modificar su aspecto —dijo un Tarkut de apariencia tan lozana como la del propio rey y cuya sabiduría le había ganado el car
Reino de ArkhamisLis dejó su trono y a los nerviosos invitados que no dejaban de murmurar sobre lo que creían que ocurría. Fue en busca de su padre. Tras ella salió su madre y, al verse sola, Daara las siguió.—¡Regresa ahora mismo al salón! No puedes dejar a tus invitados solos.—No son mis invitados, son los de mi padre. Además, la fiesta ya terminó. ¿No viste la cara de ese hombre? Algo muy malo ha pasado, madre.Las puertas de la habitación donde estaba el rey se abrieron. El mensajero salió raudo junto a Magak, general del ejército real. Luego salió el rey Barlotz. En su tétrica expresión no había rastro de la confiada sonrisa de antes. Incluso la boca le temblaba levemente. —Mi rey, dile a tu hija que regrese con los invitados, nos pone en vergüenza —exigió la reina.—Alira, ahora mismo le informarás a los invitados que pueden seguir disfrutando de nuestra hospitalidad hasta el alba, nosotros no regresaremos. —El rey cogió a Lis de la mano y se encerró con ella en la habitació
La caravana real llegó a la aldea Frilsia cuando los primeros rayos del sol besaron con su calidez los campos de trigo. Luego de dejar a Lis bien vigilada en el lugar, el rey y una comitiva partieron al bosque de las sombras. Cerca de Frilsia el bosque oscuro parecía haber caído en un pacífico sueño de silencio, que hasta menos sombrío lo hacía ver y no era peligroso entrar a él. Podría pensarse que era un bosque como cualquier otro, salvo por el secreto que guardaba en sus entrañas. —Parece intacta, majestad —comprobó uno de los soldados.La cerca de madera seguía allí después de veinte años, toda cubierta de plantas trepadoras. Nadie había entrado y nadie había salido. Entre cuatro soldados la quitaron y se aventuraron a la oscuridad de la cueva espada en mano. Eran espadas de madera. Sus pisadas se oyeron como si fueran elefantes, aun a lo lejos. En el lento mundo de silencio de la bestia allí cautiva, cualquier sonido que no fuera el de las alimañas rastreras o los de su propio c
Con el sol en el punto más alto del cielo, el carruaje con la princesa dejó Frilsia y avanzó veloz hacia el reino de Nuante. Agazapada en el asiento no vio cómo se adentraban por un sendero que cruzaba el bosque de las sombras y conectaba el territorio de Arkhamis con el exterior. Sin saberlo, Lis por fin estaba cumpliendo su sueño de ir más allá de los reinos, hacia las tierras que se ocultaban tras el oscuro verdor y sus historias de pesadilla.—Hemos llegado —le informó el cochero luego de un buen trecho.El rey ni siquiera se había molestado en acompañarla para entregarla personalmente. Desde el confortable interior del carruaje, Lis oyó un sorpresivo silencio. No había afuera una comitiva de gente para darle la bienvenida a alguien de su realeza. No había dicha ni algarabía en las calles para recibirla. Su pie tembloroso, enfundado en un delicado zapato con bordados de oro y gemas incrustadas, tocó por fin la aridez de la tierra extranjera. El paisaje desolador que halló a su al
En cuanto pudo controlar el temblor de su cuerpo, Lis corrió hacia la puerta, que nuevamente se cerró de golpe frente a ella. Había sido él, notó con espanto, pues la mano del hombre se hallaba alzada en su dirección, mientras bebía la sangre del cochero como una vil sanguijuela. Ella jamás oyó que los leprosos se alimentaran de sangre y menos de que tuvieran habilidades mágicas. Esa criatura no era un leproso, qué ingenua había sido. No era un pobre hombre enfermo, era un monstruo.La princesa se cubrió los oídos para evitar que el horroroso sonido le siguiera agitando las entrañas. Era como el sorber de una sopa, pero una sopa humana. Con la frente apoyada en la puerta que era incapaz de abrir, lloró y oró por su vida, sabiendo que sería la siguiente. —Hmm... Aaahhh... ¡Ha estado delicioso! —exclamó Desz. Se limpió la sangre que escurrió de su boca y empujó con su pie el cadáver hasta alejarlo de su lado. Lo había dejado seco como a una pasa. Volvió a cubrirse con la manta, pero