No entres al bosque de las sombras si quieres seguir con vida.
En el bosque de las sombras los árboles tienen ojos y la tierra respira.En el bosque de las sombras la niebla se vuelve carne y el sol no ilumina.No confíes en lo que ven tus ojos u oyen tus oídos, en el bosque de las sombras todo está perdido.Canción popular. ∽•❇•∽En una fría tarde invadida por la tormenta, los intensos dolores en el abultado vientre de la joven le avisaron que había llegado el momento de recibir a su hijo. Salió a hurtadillas de la casa de su señor luego de coger lo que necesitaba.El lugar escogido para el alumbramiento fue un rincón del establo, entre fardos de heno y las miradas curiosas de las bestias. Se levantó las faldas y pensó en su madre. Si tan sólo la hubiera escuchado. Las madres eran sabias por naturaleza. Sabían sobre el mal y sobre el bosque. Sabían que cosas malas ocurrían donde comenzaba el bosque, pero para ella y su juventud, la curiosidad era una criatura indomable que se encendía como la yesca al menor atisbo de misterio. Inflamada por aquel deseo de conocer, un día de esplendoroso sol se aventuró a invadir la naturaleza indómita con la que sólo había soñado.Allí, en el que llamaban bosque de las sombras, hasta el aire era diferente. Pudo oler el aliento de la mañana, que humedecía con su frescura los verdes brotes de árboles enormes y salvajes, olió la tierra oscura y el agua pura y cristalina que corría por un arroyo cercano; olió la libertad.Pero la libertad fue tan breve como un parpadeo. Entre la densa bruma que la rodeaba, unos ojos la acechaban. Sombras surgieron de los viejos árboles y volvieron a fundirse con ellos en una danza espectral que acabó con la aparente belleza del bosque. Las sombras, los ojos, la tierra respirando bajo sus pies; no tuvo escapatoria. Unos fuertes brazos la aferraron y los árboles y sus sombras fueron testigos mudos de un ataque cruel y descarnado. El hombre harapiento que emergió de las entrañas del bosque se abalanzó sobre ella con desesperación y ultrajó su débil cuerpo de aldeana con bestialidad. Jamás se borrarían de sus memorias los ojos embravecidos que la devoraron aquella mañana cuando le fue arrebatada sin piedad la inocencia.Sus gritos fueron oídos por un cazador que, al igual que ella, estaba poseído por la curiosidad, pero él era fuerte y estaba bien armado. Una flecha bastó para hacer huir al criminal, que se perdió para siempre en las profundidades del bosque, donde ni siquiera los cazadores más valientes y más poseídos por la curiosidad se atrevían a entrar. Desapareció dejando atrás la carne desgarrada de una jovencita, en cuyo interior había alcanzado a depositar su vil semilla.Sus padres no estuvieron dispuestos a compartir su techo con alguien que ahora valía menos que un cerdo, tampoco deseaban una boca más que alimentar. Antes de que el vientre le creciera demasiado, su padre la vendió, sin importarle sus súplicas y llantos. Se sintió realmente afortunado al obtener a cambio un pato y un cerdo.El destino la llevó a la casa de un recaudador de impuestos, donde su vida sería dedicada a cumplir las órdenes de su señor, su amo. Que cargara con un bebé bastardo en su vientre no fue problema; seguía siendo mujer y servía para lo que servían las mujeres. Ella no se quejó. Había muerto aquella mañana en que desobedeció a su madre y quiso saborear la libertad, pero pronto renacería. Pronto traería al mundo una nueva vida: la suya.Acuclillada en el sucio rincón del establo de su señor, ella siguió pujando entre gruñidos y gritos que ahogaba la tormenta. Las entrañas se le desgarraban y suplicaba por piedad. Se dio algunos golpes en el vientre y pujó con más fuerza hasta que el bebé se deslizó fuera de su cuerpo y cayó sobre el heno húmedo y pestilente, que lo recibió como un entramado de espinas. Era una niña y su llanto se unió al de la joven parturienta.Estaba viva y sana pese a las duras labores diarias a las que era sometida su madre y los indecibles maltratos que le propinaba su señor. Era hermosa... Rápidamente, la joven le lanzó encima el trapo con el que limpiaban las ubres de las vacas antes de la ordeña. No deseaba comprobar que tenía los mismos ojos de la bestia que la había engendrado, esos que seguía viendo en sus pesadillas y también en su señor cuando la buscaba por las noches.Temblorosa y exhausta asió el cuchillo que había llevado oculto entre las ropas y, empuñándolo con ambas manos, lo elevó por sobre su cabeza, dispuesta a descargarlo con toda su furia sobre el bulto que lloraba y se movía bajo el trapo.La puerta se abrió violentamente con el estruendo de un vendaval, paralizándola en su lugar.—¡Espera mujer, no lo hagas!Aquella inocente criatura engendrada entre las sombras tendría una oportunidad más de ver la luz.**********************************************
Bienvenidos a este recorrido por "El bosque de las sombras". Espero que puedan llegar hasta el final y alguna bestia no los devore por el camino.
Reino de Arkhamis, dieciocho años despuésUna celebración sin precedentes se preparaba en el palacio del más próspero de los cinco reinos y dos eran los motivos: el cumpleaños número dieciocho de la princesa Lis, primogénita del rey y veinte años de paz, ese era el tiempo que había pasado desde que derrotaran a sus últimos enemigos, los Dumas, veinte años en que la humanidad pudo prosperar como nunca antes y la palabra guerra terminó cayendo en el olvido.En una de las torres, la joven festejada miraba desde las alturas a los numerosos siervos ir y venir cargando flores y alimentos, tan presurosos y diminutos que parecían hormigas. Ningún detalle debía ser pasado por alto en el gran salón donde se celebraría el banquete, todo debía lucir tan perfecto como la admirada apariencia de la princesa.—La magnificencia de esta fiesta la hará memorable por largo tiempo, tantas personas importantes vendrán a festejarte, trayendo presentes maravillosos. Hay carretas cargadas de ellos amontonándo
Reino de Nuante, veinte años atrás. El enorme palacio reposaba tranquilo en las alturas, desde donde las verdes tierras lucían bañadas por el sol de mediodía. Las únicas voces en el aire eran las de sus ocupantes, que habían visto el correr de los siglos a su alrededor. Nuante era tierra de Tarkuts, bestias vampíricas enfrentadas a los humanos desde tiempos inmemoriales.—El trabajo ya está hecho, mi rey. Acabamos con los últimos Dumas que quedaban —informó con solemnidad el guerrero.El rey, de fríos ojos grises, esbozó una casi imperceptible sonrisa.—Bien. Hay que informarle a Camsuq que hemos cumplido nuestra parte del trato —ordenó.—Si me lo permites, Desz, creo que sería prudente vigilar las aldeas humanas situadas en las fronteras de los territorios de los Dumas. Alguno pudo huir y esconderse entre los humanos. Es bien sabido que tienen la habilidad de modificar su aspecto —dijo un Tarkut de apariencia tan lozana como la del propio rey y cuya sabiduría le había ganado el car
Reino de ArkhamisLis dejó su trono y a los nerviosos invitados que no dejaban de murmurar sobre lo que creían que ocurría. Fue en busca de su padre. Tras ella salió su madre y, al verse sola, Daara las siguió.—¡Regresa ahora mismo al salón! No puedes dejar a tus invitados solos.—No son mis invitados, son los de mi padre. Además, la fiesta ya terminó. ¿No viste la cara de ese hombre? Algo muy malo ha pasado, madre.Las puertas de la habitación donde estaba el rey se abrieron. El mensajero salió raudo junto a Magak, general del ejército real. Luego salió el rey Barlotz. En su tétrica expresión no había rastro de la confiada sonrisa de antes. Incluso la boca le temblaba levemente. —Mi rey, dile a tu hija que regrese con los invitados, nos pone en vergüenza —exigió la reina.—Alira, ahora mismo le informarás a los invitados que pueden seguir disfrutando de nuestra hospitalidad hasta el alba, nosotros no regresaremos. —El rey cogió a Lis de la mano y se encerró con ella en la habitació
La caravana real llegó a la aldea Frilsia cuando los primeros rayos del sol besaron con su calidez los campos de trigo. Luego de dejar a Lis bien vigilada en el lugar, el rey y una comitiva partieron al bosque de las sombras. Cerca de Frilsia el bosque oscuro parecía haber caído en un pacífico sueño de silencio, que hasta menos sombrío lo hacía ver y no era peligroso entrar a él. Podría pensarse que era un bosque como cualquier otro, salvo por el secreto que guardaba en sus entrañas. —Parece intacta, majestad —comprobó uno de los soldados.La cerca de madera seguía allí después de veinte años, toda cubierta de plantas trepadoras. Nadie había entrado y nadie había salido. Entre cuatro soldados la quitaron y se aventuraron a la oscuridad de la cueva espada en mano. Eran espadas de madera. Sus pisadas se oyeron como si fueran elefantes, aun a lo lejos. En el lento mundo de silencio de la bestia allí cautiva, cualquier sonido que no fuera el de las alimañas rastreras o los de su propio c
Con el sol en el punto más alto del cielo, el carruaje con la princesa dejó Frilsia y avanzó veloz hacia el reino de Nuante. Agazapada en el asiento no vio cómo se adentraban por un sendero que cruzaba el bosque de las sombras y conectaba el territorio de Arkhamis con el exterior. Sin saberlo, Lis por fin estaba cumpliendo su sueño de ir más allá de los reinos, hacia las tierras que se ocultaban tras el oscuro verdor y sus historias de pesadilla.—Hemos llegado —le informó el cochero luego de un buen trecho.El rey ni siquiera se había molestado en acompañarla para entregarla personalmente. Desde el confortable interior del carruaje, Lis oyó un sorpresivo silencio. No había afuera una comitiva de gente para darle la bienvenida a alguien de su realeza. No había dicha ni algarabía en las calles para recibirla. Su pie tembloroso, enfundado en un delicado zapato con bordados de oro y gemas incrustadas, tocó por fin la aridez de la tierra extranjera. El paisaje desolador que halló a su al
En cuanto pudo controlar el temblor de su cuerpo, Lis corrió hacia la puerta, que nuevamente se cerró de golpe frente a ella. Había sido él, notó con espanto, pues la mano del hombre se hallaba alzada en su dirección, mientras bebía la sangre del cochero como una vil sanguijuela. Ella jamás oyó que los leprosos se alimentaran de sangre y menos de que tuvieran habilidades mágicas. Esa criatura no era un leproso, qué ingenua había sido. No era un pobre hombre enfermo, era un monstruo.La princesa se cubrió los oídos para evitar que el horroroso sonido le siguiera agitando las entrañas. Era como el sorber de una sopa, pero una sopa humana. Con la frente apoyada en la puerta que era incapaz de abrir, lloró y oró por su vida, sabiendo que sería la siguiente. —Hmm... Aaahhh... ¡Ha estado delicioso! —exclamó Desz. Se limpió la sangre que escurrió de su boca y empujó con su pie el cadáver hasta alejarlo de su lado. Lo había dejado seco como a una pasa. Volvió a cubrirse con la manta, pero
Puesto de vigilancia en Frilsia, reino de Arkhamis. Los vigilantes rendían su informe ante el rey Camsuq, su general y el rey Barlotz.—Entonces, ¿sólo se han confirmado dos apariciones? —preguntó Camsuq.—Así es, majestad. Un hombre adulto en una pequeña aldea al norte de aquí, mató a tres hombres, y un niño, al sur, mató a otros cuantos. Ambos escaparon.—¿Un niño dices?—No era un niño común y corriente, mi rey; tenía la fuerza de tres hombres y desmembró a varios con sus propias manos.—¿Y cómo saben que era un Dumas? Pudo ser un hombre lobo o uno de esos guardianes del bosque —cuestionó Barlotz.—No hay hombres lobos de este lado del mundo y los guardianes sólo atacan en las cercanías del bosque de las sombras, usualmente no dejan su territorio. Además, existen leyendas que cuentan sobre la habilidad de los Dumas para cambiar su aspecto —explicó el lugarteniente de Frilsia.—¿Eso es cierto, Camsuq? —preguntó Barlotz.—Yo... Jamás los vi hacer algo así. Eran criaturas monstruosas,
Reino de Balai, fronterizo al reino de Galaea. Sobre un vertiginoso acantilado bañado por un mar tormentoso y escudado por enormes montañas, se encontraba el palacio real, majestuosa obra arquitectónica de las frías e inhóspitas tierras de Balai, que parecía tallado sobre la roca oscura. Allí vivía el rey Ulster, único sobreviviente del linaje real, rodeado de sus siervos, súbditos y fieros soldados. —Así que el bufón de Barlotz pidió desposar a la hija de Camsuq. ¡Que gracioso! —Arrellanado en su trono, el rey gozaba con los rumores que rápidamente habían llegado a su reino.No lo habían invitado a las celebraciones, pero tenía ojos y oídos en todas partes. —Como si ese vejestorio pudiera satisfacer a una muchacha llena de brío como esa. Ella necesita un macho de verdad, como yo, que le ponga las riendas y la monte como se debe. El consejero rio, secundando todo lo dicho por su soberano, a quien conocía desde siempre. Sirviendo primero a su padre, acompañaba ahora al hijo, que ya