XXXIV Nuevos Tarkuts
En aquella casona en la ladera de un cerro y frente a una quebrada, habitada por criaturas no humanas, no había tal cosa como el silencio, Furr lo había destrozado con sus gritos, que iban en aumento.

—La muchacha no es de tu pertenencia. Fui yo quien la compró y fue ella quien me suplicó por una nueva vida.

La impasible serenidad de Ratszendach lo alteraba aún más. En momentos como éste, esa aparente paz no era más que una careta tras la que se ocultaba su siniestra sonrisa.

Como era habitual, Desz hizo lo posible por calmar los ánimos. Sacó a Furr para que el aire le aclarara la cabeza. Al furioso Tarkut no le salían las palabras, sólo gruñidos y gritos, cada vez más débiles, afloraban de su cuerpo. Así fue hasta que le quedó sólo una respiración pesada.

—Neulí y Ratszendach pueden irse a la mierd4... No me importan, son escoria.

—¿La rechazarás ahora que es un Tarkut? ¿Crees que eso ha cambiado su corazón? No hagas tal, Furr. No te atrevas.

—Yo no la amo, Desz, nunca la he amado
NatsZ

En medio de la desesperación, el hijo de Desz ha regresado. ¿Seguirá siendo el mismo que conocía?

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