Desz se ha convertido en el rey y ya sabe cómo acabar con su vida, ¿qué hará ahora?
Parte III: Pacto con los humanosMientras estrechas su mano, no ves la espada que carga su sombra ni las intenciones que guarda su alma. ∽•❇•∽Reino de ArkhamisLas tropas del reino, lideradas por el joven general Camsuq, regresaban luego de su campaña militar en la frontera con Galaea. Habían ganado y establecido dominio sobre parte de las tierras vecinas. Arkhamis se expandía como nunca antes y las gentes celebraban a sus héroes.—¡Los dioses bendigan a mi general! —exclamó el rey Ilian, alzando su copa—. ¡Larga vida al general Camsuq! "¡Larga vida al general Camsuq!", repitieron los soldados que llenaban las mesas del salón. Tras las celebraciones, el rey y el general se reunieron en la sala del trono. Las noticias no eran del todo buenas, los festejos eran merecidos, pero quizás apresurados. —El culto a los Dumas está detrás de las desapariciones, majestad. Los galaeanos raptan a nuestras mujeres cerca de la frontera y las ofrecen como sacr
Reino de BalaiComo una sombra ella cruzó los pasillos y se coló a la habitación del niño. Le habló con la dulzura de la brisa matinal. —Despierta, mi pequeño y guarda silencio. Iremos a dar un paseo. Corrió con el niño en brazos, intentando hacer el menor ruido posible para no alertar a los guardias. Uno la esperaba en las cocinas del palacio, la ayudaría a escapar traicionando a su soberano y al reino entero. El primogénito del rey no crecería allí para acabar consumido por la oscuridad del alma de su padre. En las cocinas, el guardia la esperaba de rodillas. Las lámparas se encendieron y vio al rey parado junto a él, espada en mano.—Lo lamento, mi señora... —alcanzó a decir el hombre antes de ser degollado por la firme mano del monarca. Pese a cubrir al pequeño, no logró librarlo de la ruidosa agonía de su hombre de confianza, cuya cabeza el rey sostuvo del cabello para apreciar las postreras muecas que lo desfiguraban.—Te lo he dado todo, Ilse y así me pagas, robándote a mi h
Reino de KaradesMás allá de las frías montañas de Balai se hallaba el reino de Karades. Sus tierras besadas por el sol abarcaban una enorme extensión de singular y variada geografía, partiendo con las montañas al este, pasando por bosques espesos, praderas que parecían infinitas, ríos caudalosos, lagos cristalinos, quebradas en la tierra fracturada y terminando con el desierto de Koos hacia el sur. Pese a la cercanía, su territorio era mucho menos inhóspito que el de Balai, a quienes la naturaleza trataba de la más hostil de las maneras. En Karades gozaban de bonanza y plenitud primaveral, de paz y armonía sin igual. Las montañas los protegían de sus vecinos más belicosos, un barranco inconmensurable los separaba del bosque de las sombras y el desierto dificultaba ser invadidos por Arkhamis u otros reinos. El estado de aislamiento en que vivían era una bendición de los dioses, que habían amoldado aquellas tierras con misericordia celestial. Así la vida transcurría en paz, así sus gen
Reino de ArkhamisLos pesados ojos del general se abrieron y su corazón se sosegó al hallarse en casa, en compañía de su amada. Llevaba ella dos días y dos noches velando su intranquilo sueño, procurando que su fiebre bajara. Había llorado, notó él. Le aferró la mano y le estampó un beso suave sobre los nudillos. —Casi no regresas esta vez, Camsuq. Mi corazón no soportará una vida así, no lo fuerces, no lo oprimas. Más besos sobre los dedos, la palma y la muñeca. Acomodó la mano en su mejilla y allí la sostuvo. —He visto algo con lo que la mayoría sólo sueña, sueños de pesadilla. Muchas estaciones las pasé buscando comprensión sobre el mundo y sus misterios, sus maravillas, pero nada me había sido revelado con tanta claridad y crudeza. Ella le acarició la mejilla. La sangre derramada por sus heridas lo había dejado al borde de la muerte y en aquel lóbrego sendero la visión se nublaba. Había estado hablando en sueños, palabras sin sentido. —El rey no lo creyó, ¿quién lo creería? Só
Alguna aldea entre los bosques de GalaeaUna noche más que él no llegaba. Su corazón sufría por la ausencia de su esposo cada vez que a lo lejos se oían las trompetas de la guerra. Ojalá y anduviera por ahí, ebrio como los esposos de las demás. Incluso podría entender si no estaba solo, si se entretenía entre las faldas de alguna jovencita de moral liviana. A veces hasta lo deseaba.Pero su Eriot no era como los demás y últimamente ya no era ni como él mismo. Su liviano sueño se interrumpió cuando la puerta de su casa se abrió y alguien entró, vestido de sombra.—¡¿Eriot?! —se estiró para coger la lámpara, mientras la sombra entraba al cuarto de su hija.—Soy yo, mujer —dijo.El corazón de su esposa se serenó.—¿Dónde has estado? Dime que no estuviste con los del culto, son criminales —buscó una vara para encender la lámpara.—Son farsantes, falsos profetas. No saben nada de los Dumas ni de dios, jamás lo han escuchado, no como lo escucho yo.Ahí se fue toda la serenidad de la mujer.
Luego de cabalgar todo el día, el atardecer los alcanzó en la cima de unas colinas al este de la aldea arkhamita de Frilsia y buscaron un lugar donde asentarse. Los caballos bebieron agua de un arroyo y masticaron las hierbas que crecían en la orilla. Camsuq descansaba frente a la fogata que había encendido al primer intento y su crepitar era el único sonido perceptible para él en la inmensa noche. Asaba unos peces ensartados en unas varas que pescó hábilmente usando unas lombrices y su espada. Eran más de los que él podría comer. Desz, que lo había observado hacer todo aquello, se sentó frente a él. —Cuando la luna se halla en su cénit, la niebla comienza a bajar por las colinas y cubre estas tierras. No se disipa hasta pasado el mediodía en esta época del año. Avanza por el valle y llega mas allá del lago. Un ejército podría cabalgar bajo ella sin ser visto, sobre todo si los soldados son tan silenciosos como lo son los suyos. El aroma a pescado asado era suave. Parecían crujiente
Al amanecer, una caravana humana avanzaba hacia el Paso del alba, con Camsuq y Magak en el centro. —¿Nervioso, Magak? Esas bestias olfatean tu miedo, no les des en el gusto. —Yo no tengo la sangre tan fría como tú, Camsuq. En tu tardanza, llegué a pensar que tendría que convertirme en general. Las carcajadas de Camsuq no hicieron mucho por tranquilizarlo. —Eso será cuando yo sea rey, Magak y aún falta todavía. Tenemos que sobrevivir primero. El capitán inhaló profundamente, asintiendo. —Si muero, Enra no me lo perdonará. Viuda y sin hijos, no es el destino que quiero para ella. —La furia de una mujer es inconmensurable, amigo mío. Si yo muero, Alira sería capaz de llegar hasta el mismo averno para patear mis despojos. No hay peor enemigo que el corazón de una mujer agraviada, Magak. Deberíamos empezar a aceptar mujeres en el ejército. Los hombres continuaron riendo hasta llegar al Paso. Sólo ellos dos siguieron hacia Nuante. Los ojos de Magak miraban con incredulidad cada paisa
El lugar escogido para la asamblea fue una residencia en Galaea, cerca de la frontera con Balai. Era un fuerte que había caído frente a las fuerzas arkhamitas. Tal vez fuera más preciso decir que se ubicaba en Arkhamis.Había allí un pequeño palacio, con veinte habitaciones para los residentes y unas más para los siervos. Una larga mesa en un salón, donde cómodamente cabrían treinta personas, había sido la principal razón para escogerlo, eso y la lejanía con la capital de Arkhamis. Camsuq y sus hombres llegaron dos días antes. Montaron un campamento militar en los jardines y limpiaron las evidencias de las batallas que allí se habían librado. Al anochecer, el tufo a muerte que flotaba en el aire había desaparecido. ¿Podrían olerlo ellos? Ansiaba saberlo. El primero en llegar fue Barlotz, rey de Galaea, escoltado por unos veinte hombres, pese a que Camsuq le había dicho que no trajera a más de cinco. Estaba vestido como para una gran fiesta, con finas pieles y mucho oro. Había anillo