XXXVIII El fin de lo infinito
Por la mañana, los Tarkuts cruzaron las murallas de la ciudadela en dos carretas. Las cuadrillas de limpieza organizadas por el rey habían ido a depositar sacos con cenizas lejos de la ciudad, cerca de las colinas. Los cargaron hasta llenar ambos transportes y fueron hasta el río que, en su cauce, alimentaba el territorio de los Dumas. Allí vertieron los sacos, envenenando el agua. Y luego sólo esperaron.

Pero ocurrió lo inesperado.

En la ciudadela, un bebé fue el primero en morir. A él le siguieron varios niños y luego los adultos también enfermaron. Gentz, que era el curandero, les dijo que no bebieran agua del río. En la ciudadela tenían pozos, el río lo usaban para lavar las ropas.

La situación no dejaba de ser extraña. Las cenizas habían sido depositadas río abajo, lejos de las aguas ocupadas por los humanos, pero ellos seguían enfermando, y muriendo.

No sospecharon que las lluvias caídas arrastrarían con ellas a las cenizas hasta las profundidades de la tierra, envenenando tam
NatsZ

Desz se ha convertido en el rey y ya sabe cómo acabar con su vida, ¿qué hará ahora?

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