¿Le darán los Tarkuts la prueba de valor que exige el rey de Balai?
—Rey Bahar, por favor, usted… —Me gustaría oír si tiene en mente alguna idea sobre lo que le gustaría ver —interrumpió Desz a Camsuq, que soltó un leve suspiro y volvió a sentarse. Todavía sonriendo burlonamente, Bahar miró a los Tarkuts de pies a cabeza. Llevaban las ropas de unos simples nobles, carentes de cualquier tipo de arma o armadura. —Quiero un combate entre uno de mis guerreros y uno de los suyos. Si el mío es vencido, comprenderé que algo podrán hacer contra los Dumas. El hombre que se mantenía de pie tras Barlotz esbozó una sonrisa socarrona, gesto que no pasó inadvertido para el rey de Balai. —¡¿Crees que mis palabras son arrogantes, insignificante Galaeano?! ¿Cuántos de tus hombres son necesarios para derrotar a uno de los míos? ¿Cinco? ¿Diez? ¿Cómo saberlo? Algo así nunca ha ocurrido. El hombre desenfundó su espada, Barlotz gritó espantado, Bahar también desenfundó. Camsuq pidió calma mientras Desz y Gentz se retiraban de la habitación. —El combate será afuera —a
En una pequeña habitación junto al salón donde se había efectuado la asamblea comenzó la planificación de la arremetida contra los Dumas. Con el paso de los días, el mapa en que marcaban su presencia se fue completando en Galaea y Uratis, aunque era de esperarse que pronto llegaran también a Arkhamis y Balai.De Karades nada se sabía. Los escuadrones formados por humanos y Tarkuts a la distancia intentaban aprender sobre ellos. Había poco tiempo y ser muchos era de gran ayuda. "El ejército de todos los reinos", como lo nombró Camsuq, era algo sin precedentes y que llenaba a las gentes de esperanza.—Siguen alimentándose de humanos —confirmó Furr, cuyo grupo había recorrido Galaea—. Los aldeanos les entregaban ofrendas humanas hasta que los Dumas ya no necesitaron pedirlas. Arrasaron con varias aldeas. —¿Tienen siervos humanos, como antes? —preguntó Desz.Ningún capitán Tarkut tuvo certeza de la respuesta. Había humanos en sus territorios, los habían oído cuando fueron con Camsuq, per
Reino de Galaea, cerca de la frontera de BalaiEl amanecer reveló una tierra sombría, fúnebre pese a la alegría de los soldados que celebraban en medio de los Dumas caídos. El escuadrón liderado por Furr había cercado durante la noche a un pequeño grupo junto a un acantilado y les había puesto fin. Sus cuerpos casi pétreos teñían la tierra con su sangre. Olía a muerte, a sangre y a sudor. No se sentía como una victoria dulce, Furr no acababa de aplacar su sed de venganza. Y aunque la batalla había terminado, el repiqueteo de armas seguía oyéndose, molesto y persistente. —Esta tampoco sirve, trae otra. —Esta alabarda está hecha de tres hojas de acero. Es una de nuestras armas con el filo más poderoso. Los soldados descargaron un potente golpe sobre un Dumas caído. Fue como golpear una roca. El arma destemplada se sacudió en las manos del hombre, que tuvo dificultades para mantener quietos los brazos. —Esto es aburrido, padre. Ningún arma del reino parece ser eficaz contra esas cria
Reino de Uratis, campamento militarCamsuq dormía tras un día de batalla. La manta que lo cubría yacía en el suelo junto a su lecho. Unas moscas revoloteaban sobre los restos de la cena en la mesita a un costado, peleándose por algo de lo que quedaba. Sus zumbidos en la oscuridad lo hacían fruncir los labios, se llevó la mano a la boca para rascarlos varias veces. Su otra mano buscaba algo en la negrura, aferrando la nada. Sus pies tampoco estaban quietos, corría. Partió escapando del terror absoluto, de la desesperación sin fin; ahora corría hacia algo, a la revelada última esperanza. Entre las espantosas sombras del bosque, la dulce voz lo guiaba a la luz, que con su amarillenta claridad prometía esperarlo del otro lado. Al llegar, descubrió que la luz era fría y gris, y lo miraba desde los ojos de un muchacho más joven que él. Vaya sorpresa. La tarea sería más sencilla si se hubiera encontrado con un monstruo repugnante. Siguió viendo aquellos ojos grises, no deseaba que se cerrar
Reino de Balai—Su piel se va ennegreciendo, como si se pudriera. —Los devora, rey Bahar, como la gangrena. Quién diría que una simple planta pudiera hacerles tanto daño. En las perpetuas nieves de las montañas de Balai, lejos de toda civilización y a donde los olfatos de los mejores rastreadores no podrían llegar, Camsuq, el rey Bahar y un pequeño grupo de sus hombres de confianza daban el primer paso de lo que sería la traición más grande que se pudiera recordar.Ataviados con gruesos ropajes, habían logrado aislar a un Tarkut y llevarlo a las profundidades de las montañas que el rey Bahar conocía como la palma de su mano. Allí se jugarían la vida para poner a prueba la información que Camsuq había recibido. Mientras se llevaban a cabo las batallas contra los Dumas y, convenciéndose de la pronta victoria de los Tarkuts, se las habían arreglado para hacerse con aquella planta cuya esencia guardaba el secreto de la destrucción de los vampiros que caminaban bajo la luz del sol.Camsuq
Reino de NuanteCuando el carruaje con la princesa Dan-Ká emergió del paso del alba, la botellita que llevaba en las manos estaba vacía. Los ruidos monstruosos provenientes del bosque de las sombras habían bastado para convencerla de que su última esperanza era beber la poción. Se frotó la frente, estaba muy cálida. Se recostó y dormitó hasta que una sacudida la despertó. Fue sacada del cabello y arrojada al suelo por unos hombres de fieras miradas. —Solicito una audiencia con el rey de los Tarkuts... ¿Ya estamos en Nuante? —preguntó ella. Los Tarkuts se miraron y rieron. La vieron con expresión insana. Desz lo había dicho, él no se haría responsable por los humanos que deambularan sin permiso por Nuante. La registraron por todas partes en busca de armas y de saciar la curiosidad por su cuerpo tan bien formado. Rodeada de seres de ojos resplandecientes, Dan-Ká enmudeció. —¡Es una princesa! ¡La muchacha es una ofrenda del rey Haner para el rey Desz! Ella debe llegar al palacio —info
Reino de ArkhamisLas celebraciones por el triunfo de la humanidad sobre las bestias se extendieron durante semanas. El general Camsuq y su ejército fueron ovacionados a su regreso y recibieron fama, fortuna y gloria. Una parte del tesoro de Arkhamis fue destinado a honrar la valentía y enriquecer las vidas de quienes se habían arriesgado por el reino entero. La recompensa de Camsuq fue la más generosa y la usó para llenar de regalos a su amada y pedirle más tiempo. El amor no era suficiente, él quería que ella se desposara con un rey.El tiempo que anhelaba llegó junto con el invierno. La enfermedad que aquejaba los pulmones del monarca se fortaleció hasta convertirse en una batalla que el rey no pudo ganar. Murió aferrando la mano de su fiel general, a quien llamó hijo. Y Camsuq le dio una última alegría llamándolo padre. No lo consideraba tal. De haberlo hecho, la agonía del monarca habría terminado mucho antes. El luto envolvió al reino por tres semanas, las primeras de Camsuq com
Reino de BalaiEl eco de un grito reverberó en los solitarios pasillos. Los aposentos del rey gritaban con voces desgarradas en una noche tan oscura como el alma del monarca. La muchacha ultrajada se quedó sin voz y despertó a los golpes a un horror indescriptible. Era una sierva nueva, traída desde Galaea como parte del intercambio comercial que incluía el acuerdo de paz. El vino y las mujeres de aquel reino lo llenaban de gozo. Las siervas que trabajaban bajo el sol tenían la piel tostada, sucia. Había que castigar la suciedad, castigar a las mujeres oscuras, tan diferentes de las pálidas y níveas balaítas. Eran dos las siervas, unas hermanas. La otra, atada y amordazada sobre el sillón, veía los horrores a los que era sometida la carne de su carne. No había súplica que valiera, no había piedad, no había fin en una agonía eterna, así era también la dicha del rey.Más profundamente en las entrañas del palacio, en el corazón de las mazmorras, una bestia vociferaba furiosas palabras q