Sea cual fuera el destino de los Tarkuts, ya no podrán escapar de él.
Reino de Uratis, campamento militarCamsuq dormía tras un día de batalla. La manta que lo cubría yacía en el suelo junto a su lecho. Unas moscas revoloteaban sobre los restos de la cena en la mesita a un costado, peleándose por algo de lo que quedaba. Sus zumbidos en la oscuridad lo hacían fruncir los labios, se llevó la mano a la boca para rascarlos varias veces. Su otra mano buscaba algo en la negrura, aferrando la nada. Sus pies tampoco estaban quietos, corría. Partió escapando del terror absoluto, de la desesperación sin fin; ahora corría hacia algo, a la revelada última esperanza. Entre las espantosas sombras del bosque, la dulce voz lo guiaba a la luz, que con su amarillenta claridad prometía esperarlo del otro lado. Al llegar, descubrió que la luz era fría y gris, y lo miraba desde los ojos de un muchacho más joven que él. Vaya sorpresa. La tarea sería más sencilla si se hubiera encontrado con un monstruo repugnante. Siguió viendo aquellos ojos grises, no deseaba que se cerrar
Reino de Balai—Su piel se va ennegreciendo, como si se pudriera. —Los devora, rey Bahar, como la gangrena. Quién diría que una simple planta pudiera hacerles tanto daño. En las perpetuas nieves de las montañas de Balai, lejos de toda civilización y a donde los olfatos de los mejores rastreadores no podrían llegar, Camsuq, el rey Bahar y un pequeño grupo de sus hombres de confianza daban el primer paso de lo que sería la traición más grande que se pudiera recordar.Ataviados con gruesos ropajes, habían logrado aislar a un Tarkut y llevarlo a las profundidades de las montañas que el rey Bahar conocía como la palma de su mano. Allí se jugarían la vida para poner a prueba la información que Camsuq había recibido. Mientras se llevaban a cabo las batallas contra los Dumas y, convenciéndose de la pronta victoria de los Tarkuts, se las habían arreglado para hacerse con aquella planta cuya esencia guardaba el secreto de la destrucción de los vampiros que caminaban bajo la luz del sol.Camsuq
Reino de NuanteCuando el carruaje con la princesa Dan-Ká emergió del paso del alba, la botellita que llevaba en las manos estaba vacía. Los ruidos monstruosos provenientes del bosque de las sombras habían bastado para convencerla de que su última esperanza era beber la poción. Se frotó la frente, estaba muy cálida. Se recostó y dormitó hasta que una sacudida la despertó. Fue sacada del cabello y arrojada al suelo por unos hombres de fieras miradas. —Solicito una audiencia con el rey de los Tarkuts... ¿Ya estamos en Nuante? —preguntó ella. Los Tarkuts se miraron y rieron. La vieron con expresión insana. Desz lo había dicho, él no se haría responsable por los humanos que deambularan sin permiso por Nuante. La registraron por todas partes en busca de armas y de saciar la curiosidad por su cuerpo tan bien formado. Rodeada de seres de ojos resplandecientes, Dan-Ká enmudeció. —¡Es una princesa! ¡La muchacha es una ofrenda del rey Haner para el rey Desz! Ella debe llegar al palacio —info
Reino de ArkhamisLas celebraciones por el triunfo de la humanidad sobre las bestias se extendieron durante semanas. El general Camsuq y su ejército fueron ovacionados a su regreso y recibieron fama, fortuna y gloria. Una parte del tesoro de Arkhamis fue destinado a honrar la valentía y enriquecer las vidas de quienes se habían arriesgado por el reino entero. La recompensa de Camsuq fue la más generosa y la usó para llenar de regalos a su amada y pedirle más tiempo. El amor no era suficiente, él quería que ella se desposara con un rey.El tiempo que anhelaba llegó junto con el invierno. La enfermedad que aquejaba los pulmones del monarca se fortaleció hasta convertirse en una batalla que el rey no pudo ganar. Murió aferrando la mano de su fiel general, a quien llamó hijo. Y Camsuq le dio una última alegría llamándolo padre. No lo consideraba tal. De haberlo hecho, la agonía del monarca habría terminado mucho antes. El luto envolvió al reino por tres semanas, las primeras de Camsuq com
Reino de BalaiEl eco de un grito reverberó en los solitarios pasillos. Los aposentos del rey gritaban con voces desgarradas en una noche tan oscura como el alma del monarca. La muchacha ultrajada se quedó sin voz y despertó a los golpes a un horror indescriptible. Era una sierva nueva, traída desde Galaea como parte del intercambio comercial que incluía el acuerdo de paz. El vino y las mujeres de aquel reino lo llenaban de gozo. Las siervas que trabajaban bajo el sol tenían la piel tostada, sucia. Había que castigar la suciedad, castigar a las mujeres oscuras, tan diferentes de las pálidas y níveas balaítas. Eran dos las siervas, unas hermanas. La otra, atada y amordazada sobre el sillón, veía los horrores a los que era sometida la carne de su carne. No había súplica que valiera, no había piedad, no había fin en una agonía eterna, así era también la dicha del rey.Más profundamente en las entrañas del palacio, en el corazón de las mazmorras, una bestia vociferaba furiosas palabras q
¿Qué buscan las criaturas bajo el cielo? Una cosa es segura, todos buscan algo, sin excepción. Lo buscan con palabras dulces o a los gritos, con acuerdos conciliadores o al filo de una espada; lo buscan en el día, en la noche, bajo tierra o entre las estrellas. Lo buscan los nobles, los reyes, los plebeyos, los siervos y esos cuya vida pertenece a alguien más. Lo buscan los humanos, los Tarkuts y los Dumas.Es esa búsqueda incesante la que sigue haciendo girar la rueda de la vida, prolongando una existencia que parece vacía, dando fuerzas cuando ya no hay esperanza. Sentado en su trono, el rey Ulster, con la estola de su padre al hombro, miraba el cetro donde había hecho poner el ojo violeta de belleza indescriptible que le había arrancado a Furr. "Era un rasgo de familia", le decía el consejero. El fallecido monarca guardaba corazones humanos en frascos. Se rumoreaba que pertenecían a sus amantes. Tras su muerte, Ulster se deshizo de la mayoría de las pertenencias de su padre. Sólo
Hemos llegado a la segunda pausa en nuestro viaje por el bosque de las sombras. En la tercera parte nos sumergiremos en la absoluta oscuridad y la única luz será la del amor: a la verdad, a la libertad y las criaturas salvajes con el corazón lleno de nobleza.La guerra se ha desatado y no será tan sencillo escoger un bando, sobre todo para los seres que vienen de dos mundos.Sabremos quién traicionó a Desz y cómo, desde las sombras, seguirá haciéndole daño. Y también sabremos qué quieren los Dumas, de sus propias bocas, o mentes. Furr volverá a casa y tendrá que luchar para que su furia no lo haga perderse a sí mismo como ya lo ha perdido todo. El corazón de Desz se enfrentará a su prueba más difícil. ¿Habrá aprendido del pasado?Lis y su corazón dividido tendrán que escoger a quien seguir y a quién traicionar.Pero habrá luz al final, porque las sombras se van cuando amanece.Los espero en el borde del abismo. ¿Se atreverán a mirarlo?¡Muchas gracias por leer!
La luna llena iluminaba el pálido rostro del niño cobijado bajo la manta tejida por las talentosas manos de su madre. Era una noche fría y su cuerpo se mantenía caliente, las llamas del fogón proporcionaban a la pequeña casa un ambiente apto para pasar las noches de invierno. Ubicada en el valle que nacía al alero de las montañas tras las que se hallaba Balai, tenían buen tiempo la mayor parte del año, no como sus vecinos balaítas.—Buenas noches, mi dulce niño.La mujer le plantó un beso en la frente. El niño sonrió y miró ahora a su padre. —Descansa, hijo mío. Mañana iremos al lago y aprenderás a pescar. Luego asaremos los pescados y probarás el sabor del esfuerzo y el trabajo duro, que es el mejor del mundo —acarició la cabeza de su hijo y junto a la madre se retiraron para descansar también. El niño se saboreó, imaginando el crujiente pescado deshaciéndose en su boca. Cerró los ojos para que llegara pronto la mañana y poder probar cuanto antes el sabor del esfuerzo. Un estrident