XLIV La experiencia en sus ojos
Luego de cabalgar todo el día, el atardecer los alcanzó en la cima de unas colinas al este de la aldea arkhamita de Frilsia y buscaron un lugar donde asentarse. Los caballos bebieron agua de un arroyo y masticaron las hierbas que crecían en la orilla. Camsuq descansaba frente a la fogata que había encendido al primer intento y su crepitar era el único sonido perceptible para él en la inmensa noche. Asaba unos peces ensartados en unas varas que pescó hábilmente usando unas lombrices y su espada. Eran más de los que él podría comer.

Desz, que lo había observado hacer todo aquello, se sentó frente a él.

—Cuando la luna se halla en su cénit, la niebla comienza a bajar por las colinas y cubre estas tierras. No se disipa hasta pasado el mediodía en esta época del año. Avanza por el valle y llega mas allá del lago. Un ejército podría cabalgar bajo ella sin ser visto, sobre todo si los soldados son tan silenciosos como lo son los suyos.

El aroma a pescado asado era suave. Parecían crujiente
NatsZ

Camsuq se ha ganado fácilmente la confianza de Desz, dándole lo que más le faltaba, esperanza.

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