XXXI Saber usar la boca
El joven Tarkut caminaba impaciente por la sala. La luna ya se hallaba en descenso desde el cielo y Desz no regresaba. Y Furr no era bueno esperando.

—Mi señor —escupió de mala gana alguien tras él.

Era la muchacha que se cubría el rostro con el cabello. Ya no lo hacía, pero deseaba que así fuera. La cicatriz en la cara le daba un aspecto espantoso. Ella se inclinó, extendió la bandeja hacia él y le sonrió. Fue una sonrisa fingida y grotesca que a Furr le erizó los finos vellos de los brazos. Miró el interior del vaso. No lograba sentir su aroma a esa distancia, pero por el color supo de qué se trataba.

—¿Acaso te he pedido té?

—No, pero... el otro señor me dijo que...

—¡Largo!

El infeliz de Ratszendach no perdía oportunidad para fastidiarlo. Él era incapaz de beber algo que no fuera sangre. Y además enviaba a esa muchacha horrorosa sólo para enfurecerlo.

—Tus gruñidos se oyen hasta el establo —dijo Desz, entrando a la casona.

Venía solo.

—¿Y la muchacha?

—La devolví —contó, se
NatsZ

Un inesperado descubrimiento hará que Desz comience a transitar el destino que le fue trazado.

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