XXVII Frío corazón
Lo sentía en su habitación y también en la sala, lo sentía en toda la casa. El aroma de Ah-um impregnado en las paredes, en los muebles, se mezclaba con el aire al menor movimiento, agitando sus recuerdos, su corazón. Reclinado en el sillón, Desz cerró los ojos, buscando percibir sólo el aroma de los leños carbonizándose en la chimenea.

—¿Por qué no vas a buscarlo si lo extrañas tanto? —preguntó el aldeano.

El ceño de Desz se marcó con una leve arruga. La presencia del aldeano había comenzado a molestarle. Cada vez que oía pasos en la casa, no era Ah-um con quien se encontraba, era ese joven, que en nada se le parecía. Sus gruñidos, resoplidos, silbidos, respiración, todos los sonidos que de él salían le erizaban los vellos. Hasta su voz se le hacía más despreciable cada día.

Oyó sus pasos acercándose, una pisada limpia y otra arrastrada de la pierna que, aunque derecha, le seguía sin ser del todo útil. Las pisadas se detuvieron, la respiración se oía tras él.

—Vete y déjame en paz.
NatsZ

Desz ha llegado a su límite y ya sabe que un corazón destrozado y un estómago vacío no son una buena combinación...

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