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XXVI El canto de los grillos
El curandero que Ratszendach había hecho traer ya había pasado gran parte de la mañana en la casa y todo para nada, lamentaba el aldeano, su nariz se quedaría torcida para siempre.

—Respirarás mejor en cuanto se deshinche.

—¿Y hablnaré como unn labio pahnrtido por el nnesto ne mi vida? —hizo una mueca de asco al terminar.

—Yo que tú me alegraría de no ahogarme mientras duermo. Los jóvenes de hoy no se contentan con nada —el curandero guardó sus implementos en un morral y salió seguido por Ah-um.

—Nno volnvené a hnablarn.

—Me harías un favor —le dijo Desz, concentrado en sus anómalas facciones.

La nariz amoratada y gorda permitía ver el hueso que serpenteaba debajo. Parecía que intentara con todas sus fuerzas olerse la mejilla. No era agradable de ver.

El aldeano rebuznó y reaccionó a su propio sonido horroroso con un gruñido de cerdo. Reprimió un nuevo gruñido, viendo a Desz con intensidad.

—No durarás más de unos cuantos latidos en silencio, tu cabeza no funciona si no estás
NatsZ

Los caminos de Ah-um y Desz se han separado, ¿volverán a juntarse?

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