Normas escritas bajo estricto mando militar, un inconmensurable poder al que aspirar y tres compañeros que saciar. ¿Te atreves a arriesgar?
Leer másLORI —Lori, Lizzi quiere preguntarte algo —interviene su compañero Maya apareciendo de repente en su puerta. El aludido levanta la cabeza y observa al druida realmente sorprendido. Esa noche, Maya iba vestido todo de blanco y lino, y su cuerpo de guerrero, se intuía por debajo de la ropa de forma exquisita. Estaba convencido de que cualquiera que fijara la vista en su poderoso compañero en esos momentos, desearía irremediablemente estar en sus brazos. Mientras tanto, el fénix se remueve en la silla mientras sigue con su inspección. Era extraño que Maya hiciese ese tipo de comentarios, y sólo se le ocurría un único motivo por el cual había decidido decir algo así. Seguro que Lizzi quería pedirle alguna cosa, pero no se atrevía a hacerlo sola. —No, no quiero preguntarte nada —oye decir a Lizzi desde el fondo del pasillo indignada. Aunque por el tono de su voz, ella estaba claramente mintiendo y Lori sonríe expectante. —Un momento —vuelve
MAYA —Os deseo buena suerte —se despide el capitán Renedel desde la puerta con una sonrisa. —Gracias, señor —le responde Lizzi un poco inquieta. —Volveremos mañana por la mañana —les comunica Maya a sus dos compañeros que estaban aguardando para despedirse. —Aquí os esperaremos—contesta Lori también con una sonrisa. Antes de partir, ambos druidas asienten dando a entender que se encontraría de nuevo en la casa al día siguiente. Así pues, Maya coge a Lizzi de la mano y se disponen a salir para ir hacia el tiemplo de la Diosa Luna que era su destino ese día. Era la primera vez que el druida iba a asistir al templo en su compañía, pues habitualmente, iban por separado, tal como marcaba la tradición. Sabía que quizás, su petición había sido demasiado repentina y que apenas le había dado tiempo a Lizzi para meditarlo. No obstante, necesitaba cambiarlo cuanto antes posible para sentirse en paz consigo mismo, con la Diosa y con su compañera.<
RENEDEL Un ligero movimiento hace despertar al elfo de su corto sueño después de la comida. Lizzi se había sentado en el sillón de enfrente para también descansar antes de su sesión vespertina. Maya, quien en esos momentos estaba entre sus brazos dormido y echando una pequeña siesta, lo abraza envolviendo su cintura ante su movimiento y él sonríe sin poder contenerse. —Lo siento, señor. ¿Le he despertado? —inquiere la druida en voz baja al verle con los ojos abiertos. —No te preocupes... —le calma él sonriendo despacio y asegurándose de que Maya seguía descansando. —¿Lo ha visto, señor? Ya está a punto de florecer... —comenta Lizzi con los ojos brillantes mirando hacia el jardín por un instante. La planta estrella que su compañera les había regalado, estaba a punto de florecer por primera vez y la druida estaba muy emocionada. Los cuidados y la paciencia de ella, habían sido esenciales para que la delicada mata prosperase sin dificultades. No
Era ya muy tarde, pero por algún motivo, después de despertarse a media noche, Lizzi no podía conciliar el sueño de nuevo. Llevaba ya un tiempo observando a esas extrañas, poderosos, maravillosas y bellas criaturas que eran sus tres compañeros, dormir plácidamente en la cama de Renedel. Lori se encontraba en el centro con sus alas extendidas a lado y lado, el capitán Renedel estaba a su izquierda envuelto entre sus plumas y Maya a su derecha acurrucado en su costado. Los tres seguían desnudos por completo y formaban una imagen idílica y de ensueño. Sería bonito si alguien pudiese pintar un cuadro de ellos en ese momento, así, Lizzi podría mirarlo todo el tiempo y conservar ese instante en sus recuerdos para siempre. Aunque dudaba de que alguien fuera capaz de captar su intrínseca belleza. La druida sonríe feliz y abraza sus rodillas. En esos instantes, se sentía muy en paz consigo misma. De algún modo, su estado de ánimo le recordaba al habitual humor del cap
(Numerosos meses más tarde...) El capitán Renedel, Maya y ella, estaban esa noche disfrutando de la anual festividad del Solsticio de Verano. El puerto de Elittes se había engalanado y cubierto de farolillos por doquier, haciendo que pareciera que todo estaba lleno de luciérnagas multicolores. Era la festividad más importante del año y se notaban los esfuerzos de todos para hacer que su hogar brillase con su mayor esplendor. Era realmente precioso. Los tres paseaban con tranquilidad observando las numerosas paradas de artesanos mientras Lizzi mira a su alrededor un instante. La gente se giraba como siempre para observar a sus compañeros con disimulo y ella sonríe sin poder evitarlo. Hacía tiempo que la druida se dejaba ver con ellos en público, aunque la gente no sabía exactamente el motivo por el cual los mercenarios del equipo de Renedel, parecían tan interesados en esa pequeña druida. Al principio, eso levantó muchos comentarios, malas mir
(3 semanas más tarde...) —De verdad que no es necesario que esté aquí todo el rato. Puede aprovechar el tiempo haciendo otra cosa —comenta Lizzi a Dedenus mirando de reojo y un tanto preocupada al joven fénix. —Ya lo sé... —se queja su amiga compartiendo su misma opinión—. Pero dice que quiere conocerle. Ya sabes lo testarudos que son —le recuerda la terrenal. —Tan siquiera sé si va a venir. Me sabe mal por él —insiste la druida cruzando ambos brazos en su pecho. Las dos amigas sueltan un gran suspiro. Mielis, el compañero de Dedenus, había asistido también a su entrenamiento ese día con la esperanza de poder conocer a Lori. Su amiga le había contado que llevaba desde el principio presionándola para poder venir a los entrenamientos y crear una oportunidad para encontrarle. Y si Lizzi lo hubiera sabido, le hubiera traído con ella. Pero lo cierto es que el fénix no tenía planeado asistir a la academia ese día. Cada vez que oía a alguien
MAYA La luz de la mañana inundaba la habitación de Lori y los rayos del sol se reflejaban en las alas del fénix mandando destellos dorados por todas las paredes. El druida sentía cosquillas por todo su cuerpo debido a la suavidad de sus plumas. Poco a poco, abre sus ojos y lo primero que hace es comprobar que Lizzi siguiera todavía con ellos. Era absurdo. Ya sabía que estaba allí, la tenía pegada y acurrucada a su cuerpo, sentía su presencia, su magia, su piel y su olor. Además, Lori les estaba abrazando tanto con sus brazos como con sus alas quedando atrapada entre ellos. Y por si fuera poco, el fénix tenía una de sus poderosas piernas por encima de la cadera de Lizzi y de la suya propia. Así que por mucho que quisiera, no se podía mover. Sin embargo, hasta que no veía su rostro dormido y tranquilo, no volvía a respirar. Le había pasado lo mismo todas las veces que había tenido relaciones con ella. Era incapaz de confesarle el pánico que le d
Ver y oír al capitán Renedel disfrutar de ellos, era lo más parecido que Lizzi había estado nunca del paraíso. No podía dejar de trabajar en su deliciosa erección, ni tampoco de acariciar su esculpido vientre y sus muslos. Maya se ocupaba de su boca y de su pecho con suma dedicación, mientras que Lori, trabajaba sus piernas y el resto junto con Lizzi. Sus reacciones eran adictivas. El elfo jadeaba sin descanso y tenía sus elegantes manos enredadas en el pelo de Lizzi sin poder dejar de mirarles. —¿Tan bien sabe? —le pregunta su capitán observando como ella devoraba su sexo. —Sí, señor —responde Lizzi besando su pene con devoción, mientras su mano acariciaba toda su cálida longitud. Renedel sonríe. Todo en él era majestuoso. —¿Qué ocurre, Lizz? ¿Acaso no has comido suficiente en la cena? —pregunta Maya al verla tan hambrienta por su capitán. —Me reservaba para el postre —le responde ella desafiante, chupando y besando el glande del elfo
Lizzi cruza la puerta y se dirige a paso lento hacia la cocina detrás de su capitán dónde el resto de sus compañeros estaban esperando su llegada. No se sentía con muchos ánimos de enfrentarse a ellos en esos momentos, y aún menos de contarles el motivo verdadero por el cual se había retrasado. Siendo honesta, si Renedel no hubiese ido a buscarla, no se hubiera atrevido a volver a la casa por iniciativa propia. —Ya estamos en casa —anuncia el capitán Renedel para el resto de la comitiva. Maya y Lori giran sus cabezas al oír la voz del elfo y se levantan para darles la bienvenida. Estaban inquietos, podía decirlo por su lenguaje corporal. De inmediato, sus dos compañeros la observan detenidamente y al notar su estado de ánimo, clavan sus ojos en Renedel pidiendo explicaciones, pero el elfo, permanece impávido sin decir palabra. Sabían que cuando él no proporcionaba ningún tipo de información, era porqué quería que la propia persona lo contara.