Después de secar sus cuerpos con diligencia, Maya la lleva hasta la cama y la tumba para seguidamente colocarse sobre de su cuerpo separando sus piernas y acomodándose entre ellas.
—Ha llegado el momento... —susurra mordisqueando su oído igual que antes, y restregando lentamente su longitud contra su humedecido sexo creando un suave ritmo entre sus cuerpos.
La Diosa también empujaba sus caderas contra él queriendo sentir más del maravilloso druida. Sus manos se movían por todas partes, su pelo, su espalda, su trasero, allí donde llegaban, mientras el druida se dejaba hacer sin rechistar. Desde que había empezado el Ritual, no había oído ni una sola queja por su parte, sino que Maya había estado complaciente ante todas sus demandas. Ya le había besado todo lo que había querido y más, le había acariciado por todas partes e incluso le había mordido y masturbado. Y aún después de todo eso, Lizzi seguía sin poder creérselo. Pero allí estaba, desnuda y aprisionada debajo d
Lizzi empieza despacio a abrir sus ojos. No sabía cuánto tiempo había estado durmiendo pero después de mucho tiempo, se sentía por fin llena de vida y poder. Lo primero que ve al despertar es el hermoso rostro de su compañero Lori quien estaba durmiendo a su lado tranquilamente. Su respiración era suave y calmada. ¿Era eso otro sueño? No tenía ni idea... De todos modos, la pequeña druida intenta moverse despacio y es entonces cuando se da cuenta de que Maya también estaba detrás de ella abrazando su cuerpo protectoramente. No, no era un sueño. Los tres estaban de verdad recostados sobre una cómoda y blanda cama, y sus cuerpos se hallaban cubiertos por suaves sábanas de algodón. No estaban en el burdel, tampoco en la residencia de mujeres, sino
(Días más tarde) Pasaban ya un par de semanas desde esa mañana en el jardín del escuadrón y todo había vuelto más o menos a la normalidad en su vida. Como había prometido al capitán, ambos habían ido a visitar al poco tiempo al doctor Tinissel y éste, después de una corta e incómoda visita, le había dado el alta médica. Lizzi se sentía feliz de poder terminar sus episodios de calentones imprevisibles. El único inconveniente fue que al capitán no le había sentado nada bien descubrir que el doctor la había estado ayudando, y en contra de sus deseos, le había hecho conocedor de su relación destrozando su tapadera. Tinissel se había mostrado claramente sorprendido por ello y como despedida, les había regalado dos recuperadores medicinales para Maya que tardó un par de días en tener su habitual energía. Ese día, todos se encontraban de vuelta de una misión en el puerto vecino de Quesis. Las últimas expediciones del escuadrón habían sido todo un éxito y estaban gan
La mercenaria mira la imponente y deliciosa erección de Lori y numerosas corrientes eléctricas recorren su cuerpo ante la excelsa visión de su compañero principal. —Pero Lori... estamos en público... —comenta Lizzi un poco preocupada y nerviosa, pero sumamente encendida por ese hecho. —Nadie nos está mirando —le asegura Lori con su grave voz conteniendo su excitación y muy seguro de sí mismo. Ella mira por encima de su hombro comprobando que su compañero decía la verdad. Y efectivamente, todo el mundo seguía mirando hacia el escenario disfrutando del maravilloso bailarín. Así pues, sabiendo que nadie reparaba en ellos, Lizzi devuelve la atención hacia el necesitado fénix que no parecía ni una pizca perturbado por tener su pene fuera cuando miles de persones estaban pululando por ahí, sino más bien todo el contrario. —Yo… no creo que sea muy buena… —explica Lizzi un poco avergonzada y siendo consciente de sus limitaciones. Al fin y al cabo, ést
A la mañana siguiente de tener ese sexo ardiente con Lori, Lizzi se había levantando completamente sola en la cama. Al despertar, su compañero principal ya había vuelto a la casa del escuadrón, y aunque eso le apenaba y le aliviaba por partes iguales, había algo que la tenía muy preocupada. Su amiga Dedenus. La noche anterior, por culpa de las circunstancias, se había marchado de repente dejando sola a su amiga en el festival y se sentía muy culpable por ello. Y aunque sabía que de algún modo sus compañeros se habían asegurado de salvar la situación, Lizzi tenía la necesidad de hablar con ella lo antes posible. Con eso en mente, se viste rápidamente para ir en su busca. Pero justo en el momento en que iba a salir por la puerta, se encuentra a la mismísima Dedenus esperando a por ella. —¡Oh! —exclama Lizzi con asombro. —Así que estabas aquí… —empieza a decir la terrenal caminando hacia ella para entrar en la habitación cerrando la puerta a sus espaldas
Cuatro días más tarde, el escuadrón se encontraba de nuevo en el puerto de Quesis para una rápida intervención. Siempre que estaban en Quesis, a Lizzi le gustaba acudir a un pequeño local de druidas que, en realidad, era bastante concurrido para su gusto, pero la música era tan buena, que lo dejaba pasar. Las melodías le recordaba mucho a su tierra, así que aprovechaba cada ocasión para asistir a las sesiones musicales nocturnas. El capitán Renedel también disfrutaba de ello y solía acompañarla a menudo, aunque, a decir verdad, todos creían que era ella quien le acompañaba a él. Esa noche estaban de suerte pues muchas de las piezas que sonaban, eran de sus favoritas y estaba disfrutando de lo lindo. Además, ya conocía a algunos de los músicos que, casualmente, también estaban en su lista personal de intérpretes preferidos. Así que por el momento, la velada parecía de lo más prometedora. —¿Quieres algo? —pregunta el capitán Renedel sonriendo después de finaliz
—Ahora vas a escuchar lo que tenemos que decir —empieza Lori ya desnudo por completo y mirándola desde arriba. Ella, como siempre, le resigue con la mirada sin poder evitarlo aún con todos sus instintos en estado de alarma. La luz que desprendía la chimenea, cubría de sombras su piel de caramelo haciendo que pareciera un ser oscuro, y por primera vez desde que había empezado a tener relaciones con ellos, Lori estaba completamente blando. Mala señal. Muy mala señal. Toda esta situación no le gustaba para nada a Lizzi. Quizás era cierto que había dicho demasiado, pero no como para merecerse un castigo. Esa medida le parecía algo desproporcionada. La druida intenta retomar su intento para escapar de la cama, pero Lori, veloz como un relámpago, atrapa su boca y mete su experta lengua de fuego en su interior destrozando cualquier resistencia. Y mientras tiene a Lizzi distraída con sus artes de seducción, aprovecha para usar sus poderes de fénix y tener con
Sin darse cuenta, el atardecer había caído ya sobre su cabeza mientras seguía practicando sus contraataques en el jardín de la casa del escuadrón. Aún no estaba del todo satisfecha con su progreso, y aunque había adaptado un poco las recomendaciones de sus compañeros, y hasta Katanis le había enseñado alguno de sus trucos favoritos, no era algo que apareciese de la noche a la mañana por mucho que quisiera. Como todo en esta vida, el dominio residía en la práctica. Era domingo y eso significaba que tenía el día libre, no obstante, había aprovechado la jornada para empezar su traslado y llevar sus cosas a la casa. La mañana siguiente de su castigo, les había anunciado a sus compañeros que iba a mudarse definitivamente con ellos. Sentía que era lo que debía hacer, para su bien, y el de ellos. Renedel, Maya y Lori se habían puesto muy felices por su decisión. Sin embargo, aún tenía hasta final de mes para dejar la residencia así que iba a hacerlo de forma progresiva. Además, est
Elissa Muin esperaba en la academia de mercenarios a ser llamada. Hacía un par de días, su capitán Renedel le había entregado un aviso por parte del comité de mercenarios para que se presentarse esa misma mañana temprano en la academia. Necesitaban su ayuda para algo, pero Lizzi no tenía ni la menor idea de lo que se trataba. Sin embargo, no podía desobedecer las órdenes del comité así que allí estaba, aguardando. La druida mira ansiosa el reloj por cuarta vez y sólo esperaba no haberse equivocado de hora. Estaba convencida de que en la nota decía a las siete en punto, pero ya pasaban unos largos veinte minutos y allí no había ni un alma. La druida suspira impaciente dando pequeños golpes con su pie contra el suelo de piedra. —Menudo fastidio... —se queja la mercenaria apoyando su cabeza contra la columna y cerrando los ojos agotada. Su compañero Lori no le había dejado dormir demasiado esa noche, como ya venía siendo costumbre últimamente, y la druida se mor