(Numerosos meses más tarde...)
El capitán Renedel, Maya y ella, estaban esa noche disfrutando de la anual festividad del Solsticio de Verano. El puerto de Elittes se había engalanado y cubierto de farolillos por doquier, haciendo que pareciera que todo estaba lleno de luciérnagas multicolores. Era la festividad más importante del año y se notaban los esfuerzos de todos para hacer que su hogar brillase con su mayor esplendor.
Era realmente precioso.
Los tres paseaban con tranquilidad observando las numerosas paradas de artesanos mientras Lizzi mira a su alrededor un instante. La gente se giraba como siempre para observar a sus compañeros con disimulo y ella sonríe sin poder evitarlo. Hacía tiempo que la druida se dejaba ver con ellos en público, aunque la gente no sabía exactamente el motivo por el cual los mercenarios del equipo de Renedel, parecían tan interesados en esa pequeña druida.
Al principio, eso levantó muchos comentarios, malas mir
Era ya muy tarde, pero por algún motivo, después de despertarse a media noche, Lizzi no podía conciliar el sueño de nuevo. Llevaba ya un tiempo observando a esas extrañas, poderosos, maravillosas y bellas criaturas que eran sus tres compañeros, dormir plácidamente en la cama de Renedel. Lori se encontraba en el centro con sus alas extendidas a lado y lado, el capitán Renedel estaba a su izquierda envuelto entre sus plumas y Maya a su derecha acurrucado en su costado. Los tres seguían desnudos por completo y formaban una imagen idílica y de ensueño. Sería bonito si alguien pudiese pintar un cuadro de ellos en ese momento, así, Lizzi podría mirarlo todo el tiempo y conservar ese instante en sus recuerdos para siempre. Aunque dudaba de que alguien fuera capaz de captar su intrínseca belleza. La druida sonríe feliz y abraza sus rodillas. En esos instantes, se sentía muy en paz consigo misma. De algún modo, su estado de ánimo le recordaba al habitual humor del cap
RENEDEL Un ligero movimiento hace despertar al elfo de su corto sueño después de la comida. Lizzi se había sentado en el sillón de enfrente para también descansar antes de su sesión vespertina. Maya, quien en esos momentos estaba entre sus brazos dormido y echando una pequeña siesta, lo abraza envolviendo su cintura ante su movimiento y él sonríe sin poder contenerse. —Lo siento, señor. ¿Le he despertado? —inquiere la druida en voz baja al verle con los ojos abiertos. —No te preocupes... —le calma él sonriendo despacio y asegurándose de que Maya seguía descansando. —¿Lo ha visto, señor? Ya está a punto de florecer... —comenta Lizzi con los ojos brillantes mirando hacia el jardín por un instante. La planta estrella que su compañera les había regalado, estaba a punto de florecer por primera vez y la druida estaba muy emocionada. Los cuidados y la paciencia de ella, habían sido esenciales para que la delicada mata prosperase sin dificultades. No
MAYA —Os deseo buena suerte —se despide el capitán Renedel desde la puerta con una sonrisa. —Gracias, señor —le responde Lizzi un poco inquieta. —Volveremos mañana por la mañana —les comunica Maya a sus dos compañeros que estaban aguardando para despedirse. —Aquí os esperaremos—contesta Lori también con una sonrisa. Antes de partir, ambos druidas asienten dando a entender que se encontraría de nuevo en la casa al día siguiente. Así pues, Maya coge a Lizzi de la mano y se disponen a salir para ir hacia el tiemplo de la Diosa Luna que era su destino ese día. Era la primera vez que el druida iba a asistir al templo en su compañía, pues habitualmente, iban por separado, tal como marcaba la tradición. Sabía que quizás, su petición había sido demasiado repentina y que apenas le había dado tiempo a Lizzi para meditarlo. No obstante, necesitaba cambiarlo cuanto antes posible para sentirse en paz consigo mismo, con la Diosa y con su compañera.<
LORI —Lori, Lizzi quiere preguntarte algo —interviene su compañero Maya apareciendo de repente en su puerta. El aludido levanta la cabeza y observa al druida realmente sorprendido. Esa noche, Maya iba vestido todo de blanco y lino, y su cuerpo de guerrero, se intuía por debajo de la ropa de forma exquisita. Estaba convencido de que cualquiera que fijara la vista en su poderoso compañero en esos momentos, desearía irremediablemente estar en sus brazos. Mientras tanto, el fénix se remueve en la silla mientras sigue con su inspección. Era extraño que Maya hiciese ese tipo de comentarios, y sólo se le ocurría un único motivo por el cual había decidido decir algo así. Seguro que Lizzi quería pedirle alguna cosa, pero no se atrevía a hacerlo sola. —No, no quiero preguntarte nada —oye decir a Lizzi desde el fondo del pasillo indignada. Aunque por el tono de su voz, ella estaba claramente mintiendo y Lori sonríe expectante. —Un momento —vuelve
Las últimas luces del día abandonaban ya la lúgubre estancia y Elissa Muin, mercenaria experta, se ve obligada a encender una de las pequeñas velas repartidas estratégicamente por las mesas para proseguir con su labor. —Menuda faena... —masculla entre dientes mientras intenta recomponer las afiladas puntas de sus maltrechas flechas con la paciencia propia de los artesanos. En realidad, su presencia allí se debía a un egoísta acto de cobardía pues ese mismo día, y aunque todavía le resultara increíble, cumplían ya tres años desde su alistamiento con el equipo. Quizás, pasar el poco tiempo libre del que disponía en la mercería del puerto, no era la celebración que debería estar haciendo, pero por desgracia, las fiestas y la gente no eran mucho de su agrado y su carácter introvertido tampoco ayudaba demasiado. Además, para quienes no lo supieran, ella tenía una gran reputación que mantener como mercenaria pues era nada más, ni nada menos, que la ladrona estrella de su e
Lizzi, presa del terror, intenta incorporarse retirando inmediatamente la mano del ardiente y grueso sexo de Lori. —No, por favor —suplica con voz ronca el fénix evitando que quite su mano y apretándola contra su erección aún con más fuerza—. Sigue, tócame más… —dice su compañero—. Lizzi, más, por favor… —vuelve a repetir él. La druida casi no podía moverse de la impresión. Su cara ardía como si estuviese a punto de entrar en combustión en cualquier momento y su propio sexo estaba húmedo, muy húmedo. Sus pechos le dolían como nunca antes mientras se hallaba completamente excitada a la par que confundida. No se lo podía creer. Durante tres largos años se había mantenido alejada de él por completo y ahora, por una estúpida confusión, estaba tumbada encima de su cuerpo y acariciándole. ¿¡Cómo narices había ocurrido!?¡¿Cómo!? —Lori… —farfulla ella encontrando su voz—. Lori, un momento, un momento... —repite intentando apartarse de él sin éxito pero retira
Veinticuatro horas más tarde, Lizzi se estaba esmerando de lo lindo en su entrenamiento en un intento de olvidar todo lo que había ocurrido en el día de ayer. Llevaba ya unas horas entrenando fuerte y estaba empezando a agotarse de verdad. —Más alto —le índica Maya secamente. En esos instantes, la mercenaria se encontraba practicando las patadas altas para mejorar su ataque físico. Así pues, Lizzi repite el movimiento subiendo más la pierna como le había indicado el druida, pero al mismo momento, Maya bloquea su ataque cogiendo su muslo con ambas manos e inmovilizándola. La pequeña druida se congela por un instante pues Maya nunca antes había hecho eso, él era el primero que respetaba la norma de Lizzi de que no la tocaran y tan siquiera se lo saltaba cuando estaba luchando. Por eso su repentina acción le había tomado completamente por sorpresa. —Te he dicho más alto... —repite él por encima de su cabeza con autoridad. —Ya lo he hecho —respond
(Unos días más tarde) —Y acabarías así, pasando tu lengua desde el ano y los testículos hasta llegar a la cabeza —finaliza la terrenal de pelo blanco de forma triunfante. La druida mercenaria llevaba al menos media hora recibiendo una improvisada y apasionada clase de felación y masturbación masculina, totalmente gratuita, y sin saber exactamente por qué. —De verdad, sólo he venido a ayudar por una noche, no creo que sea necesario —insiste Lizzi por enésima vez. —Nunca se sabe... —repite la terrenal encogiendo los hombros—. Mejor estar prevenidas, ¿no? —comenta con una brillante sonrisa. Pensar eso no ayudaba para nada a la situación de Elissa, aunque a decir verdad, durante esos días había sido capaz de mantener bajo control su pequeño problema y conservar la poca magia que aún le quedaba. No obstante, esa noche estaba en verdaderos problemas por que el ambiente y el olor a sexo del burdel hacían descontrolar su cuerpo de forma irremediable p