RENEDEL
Un ligero movimiento hace despertar al elfo de su corto sueño después de la comida. Lizzi se había sentado en el sillón de enfrente para también descansar antes de su sesión vespertina. Maya, quien en esos momentos estaba entre sus brazos dormido y echando una pequeña siesta, lo abraza envolviendo su cintura ante su movimiento y él sonríe sin poder contenerse.
—Lo siento, señor. ¿Le he despertado? —inquiere la druida en voz baja al verle con los ojos abiertos.
—No te preocupes... —le calma él sonriendo despacio y asegurándose de que Maya seguía descansando.
—¿Lo ha visto, señor? Ya está a punto de florecer... —comenta Lizzi con los ojos brillantes mirando hacia el jardín por un instante.
La planta estrella que su compañera les había regalado, estaba a punto de florecer por primera vez y la druida estaba muy emocionada. Los cuidados y la paciencia de ella, habían sido esenciales para que la delicada mata prosperase sin dificultades. No
MAYA —Os deseo buena suerte —se despide el capitán Renedel desde la puerta con una sonrisa. —Gracias, señor —le responde Lizzi un poco inquieta. —Volveremos mañana por la mañana —les comunica Maya a sus dos compañeros que estaban aguardando para despedirse. —Aquí os esperaremos—contesta Lori también con una sonrisa. Antes de partir, ambos druidas asienten dando a entender que se encontraría de nuevo en la casa al día siguiente. Así pues, Maya coge a Lizzi de la mano y se disponen a salir para ir hacia el tiemplo de la Diosa Luna que era su destino ese día. Era la primera vez que el druida iba a asistir al templo en su compañía, pues habitualmente, iban por separado, tal como marcaba la tradición. Sabía que quizás, su petición había sido demasiado repentina y que apenas le había dado tiempo a Lizzi para meditarlo. No obstante, necesitaba cambiarlo cuanto antes posible para sentirse en paz consigo mismo, con la Diosa y con su compañera.<
LORI —Lori, Lizzi quiere preguntarte algo —interviene su compañero Maya apareciendo de repente en su puerta. El aludido levanta la cabeza y observa al druida realmente sorprendido. Esa noche, Maya iba vestido todo de blanco y lino, y su cuerpo de guerrero, se intuía por debajo de la ropa de forma exquisita. Estaba convencido de que cualquiera que fijara la vista en su poderoso compañero en esos momentos, desearía irremediablemente estar en sus brazos. Mientras tanto, el fénix se remueve en la silla mientras sigue con su inspección. Era extraño que Maya hiciese ese tipo de comentarios, y sólo se le ocurría un único motivo por el cual había decidido decir algo así. Seguro que Lizzi quería pedirle alguna cosa, pero no se atrevía a hacerlo sola. —No, no quiero preguntarte nada —oye decir a Lizzi desde el fondo del pasillo indignada. Aunque por el tono de su voz, ella estaba claramente mintiendo y Lori sonríe expectante. —Un momento —vuelve
Las últimas luces del día abandonaban ya la lúgubre estancia y Elissa Muin, mercenaria experta, se ve obligada a encender una de las pequeñas velas repartidas estratégicamente por las mesas para proseguir con su labor. —Menuda faena... —masculla entre dientes mientras intenta recomponer las afiladas puntas de sus maltrechas flechas con la paciencia propia de los artesanos. En realidad, su presencia allí se debía a un egoísta acto de cobardía pues ese mismo día, y aunque todavía le resultara increíble, cumplían ya tres años desde su alistamiento con el equipo. Quizás, pasar el poco tiempo libre del que disponía en la mercería del puerto, no era la celebración que debería estar haciendo, pero por desgracia, las fiestas y la gente no eran mucho de su agrado y su carácter introvertido tampoco ayudaba demasiado. Además, para quienes no lo supieran, ella tenía una gran reputación que mantener como mercenaria pues era nada más, ni nada menos, que la ladrona estrella de su e
Lizzi, presa del terror, intenta incorporarse retirando inmediatamente la mano del ardiente y grueso sexo de Lori. —No, por favor —suplica con voz ronca el fénix evitando que quite su mano y apretándola contra su erección aún con más fuerza—. Sigue, tócame más… —dice su compañero—. Lizzi, más, por favor… —vuelve a repetir él. La druida casi no podía moverse de la impresión. Su cara ardía como si estuviese a punto de entrar en combustión en cualquier momento y su propio sexo estaba húmedo, muy húmedo. Sus pechos le dolían como nunca antes mientras se hallaba completamente excitada a la par que confundida. No se lo podía creer. Durante tres largos años se había mantenido alejada de él por completo y ahora, por una estúpida confusión, estaba tumbada encima de su cuerpo y acariciándole. ¿¡Cómo narices había ocurrido!?¡¿Cómo!? —Lori… —farfulla ella encontrando su voz—. Lori, un momento, un momento... —repite intentando apartarse de él sin éxito pero retira
Veinticuatro horas más tarde, Lizzi se estaba esmerando de lo lindo en su entrenamiento en un intento de olvidar todo lo que había ocurrido en el día de ayer. Llevaba ya unas horas entrenando fuerte y estaba empezando a agotarse de verdad. —Más alto —le índica Maya secamente. En esos instantes, la mercenaria se encontraba practicando las patadas altas para mejorar su ataque físico. Así pues, Lizzi repite el movimiento subiendo más la pierna como le había indicado el druida, pero al mismo momento, Maya bloquea su ataque cogiendo su muslo con ambas manos e inmovilizándola. La pequeña druida se congela por un instante pues Maya nunca antes había hecho eso, él era el primero que respetaba la norma de Lizzi de que no la tocaran y tan siquiera se lo saltaba cuando estaba luchando. Por eso su repentina acción le había tomado completamente por sorpresa. —Te he dicho más alto... —repite él por encima de su cabeza con autoridad. —Ya lo he hecho —respond
(Unos días más tarde) —Y acabarías así, pasando tu lengua desde el ano y los testículos hasta llegar a la cabeza —finaliza la terrenal de pelo blanco de forma triunfante. La druida mercenaria llevaba al menos media hora recibiendo una improvisada y apasionada clase de felación y masturbación masculina, totalmente gratuita, y sin saber exactamente por qué. —De verdad, sólo he venido a ayudar por una noche, no creo que sea necesario —insiste Lizzi por enésima vez. —Nunca se sabe... —repite la terrenal encogiendo los hombros—. Mejor estar prevenidas, ¿no? —comenta con una brillante sonrisa. Pensar eso no ayudaba para nada a la situación de Elissa, aunque a decir verdad, durante esos días había sido capaz de mantener bajo control su pequeño problema y conservar la poca magia que aún le quedaba. No obstante, esa noche estaba en verdaderos problemas por que el ambiente y el olor a sexo del burdel hacían descontrolar su cuerpo de forma irremediable p
(Esa misma noche, instantes después) —Desnúdate, muéstrame lo que tienes, guardián —ordena la Diosa a Maya a través de ella una vez se encuentran en completa intimidad. Y es que aunque la Diosa estuviera a cargo en esos momentos, Lizzi todavía estaba allí, dentro de su consciencia, viendo y sintiéndolo todo. Los dos ya estaban en la habitación que Madame Fiss les había asignado ya que hacía unos minutos atrás, Maya le había explicado brevemente la situación en la que se encontraban y ella les había dado lo que había descrito como la habitación perfecta. Ésta era sencilla pero lujosa a la vez y estaba diseñada especialmente para realizar el Ritual de la Luna. Varias velas aromáticas se esparcían por todo el suelo creando así un ambiente sensual para complacer el gusto de cualquier amante y en el techo, un gran cristal transparente dejaba ver las estrellas y la luna. Lo cierto es que se había quedado muy sorprendida por tal descubrimiento. ¿Quién iba a
Después de secar sus cuerpos con diligencia, Maya la lleva hasta la cama y la tumba para seguidamente colocarse sobre de su cuerpo separando sus piernas y acomodándose entre ellas. —Ha llegado el momento... —susurra mordisqueando su oído igual que antes, y restregando lentamente su longitud contra su humedecido sexo creando un suave ritmo entre sus cuerpos. La Diosa también empujaba sus caderas contra él queriendo sentir más del maravilloso druida. Sus manos se movían por todas partes, su pelo, su espalda, su trasero, allí donde llegaban, mientras el druida se dejaba hacer sin rechistar. Desde que había empezado el Ritual, no había oído ni una sola queja por su parte, sino que Maya había estado complaciente ante todas sus demandas. Ya le había besado todo lo que había querido y más, le había acariciado por todas partes e incluso le había mordido y masturbado. Y aún después de todo eso, Lizzi seguía sin poder creérselo. Pero allí estaba, desnuda y aprisionada debajo d