Cuatro días más tarde, el escuadrón se encontraba de nuevo en el puerto de Quesis para una rápida intervención.
Siempre que estaban en Quesis, a Lizzi le gustaba acudir a un pequeño local de druidas que, en realidad, era bastante concurrido para su gusto, pero la música era tan buena, que lo dejaba pasar. Las melodías le recordaba mucho a su tierra, así que aprovechaba cada ocasión para asistir a las sesiones musicales nocturnas. El capitán Renedel también disfrutaba de ello y solía acompañarla a menudo, aunque, a decir verdad, todos creían que era ella quien le acompañaba a él.
Esa noche estaban de suerte pues muchas de las piezas que sonaban, eran de sus favoritas y estaba disfrutando de lo lindo. Además, ya conocía a algunos de los músicos que, casualmente, también estaban en su lista personal de intérpretes preferidos. Así que por el momento, la velada parecía de lo más prometedora.
—¿Quieres algo? —pregunta el capitán Renedel sonriendo después de finaliz
—Ahora vas a escuchar lo que tenemos que decir —empieza Lori ya desnudo por completo y mirándola desde arriba. Ella, como siempre, le resigue con la mirada sin poder evitarlo aún con todos sus instintos en estado de alarma. La luz que desprendía la chimenea, cubría de sombras su piel de caramelo haciendo que pareciera un ser oscuro, y por primera vez desde que había empezado a tener relaciones con ellos, Lori estaba completamente blando. Mala señal. Muy mala señal. Toda esta situación no le gustaba para nada a Lizzi. Quizás era cierto que había dicho demasiado, pero no como para merecerse un castigo. Esa medida le parecía algo desproporcionada. La druida intenta retomar su intento para escapar de la cama, pero Lori, veloz como un relámpago, atrapa su boca y mete su experta lengua de fuego en su interior destrozando cualquier resistencia. Y mientras tiene a Lizzi distraída con sus artes de seducción, aprovecha para usar sus poderes de fénix y tener con
Sin darse cuenta, el atardecer había caído ya sobre su cabeza mientras seguía practicando sus contraataques en el jardín de la casa del escuadrón. Aún no estaba del todo satisfecha con su progreso, y aunque había adaptado un poco las recomendaciones de sus compañeros, y hasta Katanis le había enseñado alguno de sus trucos favoritos, no era algo que apareciese de la noche a la mañana por mucho que quisiera. Como todo en esta vida, el dominio residía en la práctica. Era domingo y eso significaba que tenía el día libre, no obstante, había aprovechado la jornada para empezar su traslado y llevar sus cosas a la casa. La mañana siguiente de su castigo, les había anunciado a sus compañeros que iba a mudarse definitivamente con ellos. Sentía que era lo que debía hacer, para su bien, y el de ellos. Renedel, Maya y Lori se habían puesto muy felices por su decisión. Sin embargo, aún tenía hasta final de mes para dejar la residencia así que iba a hacerlo de forma progresiva. Además, est
Elissa Muin esperaba en la academia de mercenarios a ser llamada. Hacía un par de días, su capitán Renedel le había entregado un aviso por parte del comité de mercenarios para que se presentarse esa misma mañana temprano en la academia. Necesitaban su ayuda para algo, pero Lizzi no tenía ni la menor idea de lo que se trataba. Sin embargo, no podía desobedecer las órdenes del comité así que allí estaba, aguardando. La druida mira ansiosa el reloj por cuarta vez y sólo esperaba no haberse equivocado de hora. Estaba convencida de que en la nota decía a las siete en punto, pero ya pasaban unos largos veinte minutos y allí no había ni un alma. La druida suspira impaciente dando pequeños golpes con su pie contra el suelo de piedra. —Menudo fastidio... —se queja la mercenaria apoyando su cabeza contra la columna y cerrando los ojos agotada. Su compañero Lori no le había dejado dormir demasiado esa noche, como ya venía siendo costumbre últimamente, y la druida se mor
(Días más tarde) Aunque oficialmente la fecha señalada para finalizar su mudanza fuera mañana, Lizzi había decidido darles una pequeña sorpresa adelantada a sus compañeros pues tanto Renedel, como Maya y como Lori, habían sido extremadamente pacientes con ella. Y no sólo con el traslado, sino con todo. Su formación, su relación, el sexo... por eso sentía que debía premiarles de algún modo e iba a darles un regalo sorpresa. Siendo sincera, dar regalos se le daba bastante mal a la druida, y siempre que llegaba alguna celebración o cumpleaños, sufría lo indecible, pero esta vez, creía haber acertado. Quizás resultase curioso para muchos, pero todos sus compañeros tenían una gran afición por la jardinería, tarea a la cual dedicaban largas horas cuando no estaban trabajando, entrenando o de misión. Así pues, con la idea de darles algo especial, Lizzi había invertido numerosos días en localizar una planta estrella. Un ejemplar rarísimo y muy difícil de encontrar. Además, s
Lizzi cruza la puerta y se dirige a paso lento hacia la cocina detrás de su capitán dónde el resto de sus compañeros estaban esperando su llegada. No se sentía con muchos ánimos de enfrentarse a ellos en esos momentos, y aún menos de contarles el motivo verdadero por el cual se había retrasado. Siendo honesta, si Renedel no hubiese ido a buscarla, no se hubiera atrevido a volver a la casa por iniciativa propia. —Ya estamos en casa —anuncia el capitán Renedel para el resto de la comitiva. Maya y Lori giran sus cabezas al oír la voz del elfo y se levantan para darles la bienvenida. Estaban inquietos, podía decirlo por su lenguaje corporal. De inmediato, sus dos compañeros la observan detenidamente y al notar su estado de ánimo, clavan sus ojos en Renedel pidiendo explicaciones, pero el elfo, permanece impávido sin decir palabra. Sabían que cuando él no proporcionaba ningún tipo de información, era porqué quería que la propia persona lo contara.
Ver y oír al capitán Renedel disfrutar de ellos, era lo más parecido que Lizzi había estado nunca del paraíso. No podía dejar de trabajar en su deliciosa erección, ni tampoco de acariciar su esculpido vientre y sus muslos. Maya se ocupaba de su boca y de su pecho con suma dedicación, mientras que Lori, trabajaba sus piernas y el resto junto con Lizzi. Sus reacciones eran adictivas. El elfo jadeaba sin descanso y tenía sus elegantes manos enredadas en el pelo de Lizzi sin poder dejar de mirarles. —¿Tan bien sabe? —le pregunta su capitán observando como ella devoraba su sexo. —Sí, señor —responde Lizzi besando su pene con devoción, mientras su mano acariciaba toda su cálida longitud. Renedel sonríe. Todo en él era majestuoso. —¿Qué ocurre, Lizz? ¿Acaso no has comido suficiente en la cena? —pregunta Maya al verla tan hambrienta por su capitán. —Me reservaba para el postre —le responde ella desafiante, chupando y besando el glande del elfo
MAYA La luz de la mañana inundaba la habitación de Lori y los rayos del sol se reflejaban en las alas del fénix mandando destellos dorados por todas las paredes. El druida sentía cosquillas por todo su cuerpo debido a la suavidad de sus plumas. Poco a poco, abre sus ojos y lo primero que hace es comprobar que Lizzi siguiera todavía con ellos. Era absurdo. Ya sabía que estaba allí, la tenía pegada y acurrucada a su cuerpo, sentía su presencia, su magia, su piel y su olor. Además, Lori les estaba abrazando tanto con sus brazos como con sus alas quedando atrapada entre ellos. Y por si fuera poco, el fénix tenía una de sus poderosas piernas por encima de la cadera de Lizzi y de la suya propia. Así que por mucho que quisiera, no se podía mover. Sin embargo, hasta que no veía su rostro dormido y tranquilo, no volvía a respirar. Le había pasado lo mismo todas las veces que había tenido relaciones con ella. Era incapaz de confesarle el pánico que le d
(3 semanas más tarde...) —De verdad que no es necesario que esté aquí todo el rato. Puede aprovechar el tiempo haciendo otra cosa —comenta Lizzi a Dedenus mirando de reojo y un tanto preocupada al joven fénix. —Ya lo sé... —se queja su amiga compartiendo su misma opinión—. Pero dice que quiere conocerle. Ya sabes lo testarudos que son —le recuerda la terrenal. —Tan siquiera sé si va a venir. Me sabe mal por él —insiste la druida cruzando ambos brazos en su pecho. Las dos amigas sueltan un gran suspiro. Mielis, el compañero de Dedenus, había asistido también a su entrenamiento ese día con la esperanza de poder conocer a Lori. Su amiga le había contado que llevaba desde el principio presionándola para poder venir a los entrenamientos y crear una oportunidad para encontrarle. Y si Lizzi lo hubiera sabido, le hubiera traído con ella. Pero lo cierto es que el fénix no tenía planeado asistir a la academia ese día. Cada vez que oía a alguien