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XXV Mezquino sentir
Medianoche en la pequeña casa en las colinas. Los ojos de Desz se abrieron. Ah-um se removió junto a él, sin llegar a despertarse.

—Madre... —Escapó el susurro de sus labios entreabiertos y el Tarkut deseó que no se despertara, que su dulce sueño sobreviviera a la tormenta.

Un trueno y luego los pasos, pesados, dolorosos. El aldeano estaba en la cocina. Comió y, esforzándose por ser silencioso, buscó. Y lo que encontró era lo último que deseaba. Un golpe, gruñidos, quejidos... la sangre siendo drenada. Desz volvió a dormirse, Ah-um siguió soñando. Él no soñaba, ya no.

El Tarkut dejó su lecho antes que el sol y que su madrugador acompañante. El aldeano se había arrastrado desde la cocina y estaba en el suelo, apoyado en el muro cerca del baño. No se sobresaltó con su silenciosa llegada.

—El otro monstruo dejó muy poca sangre... Ya no alcanzará ni para mí... —miraba con nostalgia hacia la puerta de la entrada.

—Él te debilita porque no quiere que huyas. Tu vida le pertenece y no t
NatsZ

Los celos pueden desatar impensadas tempestades y siguen creciendo entre las bestias. ¿Pagarán los humanos que hay en el medio?

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