Capítulo 2 Novia a la fuga

Mientras tanto Amelia se miraba frente al espejo, no había aceptado a ninguna maquilladora para que la ayudara a arreglarse, lo hizo ella sola, se puso un suave maquillaje y arregló  una pequeña maleta.

<<Perdónenme papá y mamá, pero no puedo engañarme a mi misma, juré que el día de mi matrimonio me casaria con el amor de mi vida, y no me faltare a mis principios>> 

—Amelia ¿ya estás lista?—su madre entró a su habitación sacándola de sus pensamientos, ella se puso nerviosa y dejó la pequeña maleta a sus pies, le dio una sonrisa a su madre y se levantó. 

—Sí, ya voy directo a la limusina mamá, nos vemos en la ceremonia. 

La madre de Amelia asentó con la cabeza y salió de la habitación, Amelia puso el pequeño bolso debajo de la gran falda de su vestido y salió directo hacia el parqueadero, allí su amigo Jonas ya la estaba esperando.

—Hija me voy contigo —Eva, su madre insistió en acompañarla hasta la iglesia.

—Mamá, no, quiero irme sola, disfrutar estos últimos momentos de soltería, no va a pasarme nada—Amelia sonrió traviesa, mientras que se subía en el lujoso auto. Jonás, su mejor amigo era quien estaba conduciendo a escondidas de su padre, él era el hijo de uno de los jornaleros de la mansión, y la conocía desde muy pequeña, aunque siempre habían sido cercanos, entre ellos no había más que una amistad, una que se prestaba para que él cubriera sus cometidos.

—Hija, pero por favor, no es buen momento para que te vayas sola, déjame acompañarte. —Eva insistió.

—Ya te dije que no mamá, la limusina me llevara, daré unas dos vueltas antes de llegar, no te preocupes por mí, estaré puntual en la iglesia.—Amelia le dio un beso y un abrazo a su madre, uno tan fuerte para que la recordara por mucho tiempo, ella adoraba a su familia, pero ellos ahora le estaban dando la espalda. 

—Está bien —resignada, Eva le correspondió el abrazo a su hija y le echó la bendición, Amelia se subió al auto y le hizo una sonrisa cómplice a su amigo, él era la única persona informada de sus planes.

Mientras tanto, en la iglesia todo era alegría, los invitados iban llegando uno por uno, el sendero hacia el altar estaba adornado por las más preciosas flores, pues para Amelia, su fascinación por la naturaleza era un sueño.

Un BMW se parqueó frente a el lugar, de allí se bajo un imponente Maximilien Archer, vestido con un precioso traje diseñado exclusivamente para él, hecho por el mejor costurero del país, sus dientes brillaban como un resplandor al sonreír, y todos a su alrededor querían fotografiarlo.

Él apenas saludaba con su mano a todos los presentes, no parecía que fuera para su boda, sino para un desfile de modas, todas las mujeres presentes se derretía por él, y muy cerca al altar, estaban todos sus amigos y también sus enemigos, pues muchos querían estar en su lugar y en el lugar de CEO de Archer y Asociados.

Después de saludarlos a todos, se paró frente al atrio de la iglesia y miró en su hermoso reloj Cartier la hora, hacían falta quince minutos para que la mujer con la que tenía que casarse, cruzara el umbral de la iglesia.

Su corazón empezó a latir con fuerza, sus manos le estaban sudando, era como si estuviera fuera del lugar, no la conocía en persona, pero muy dentro de su corazón había creado una insana obsesión con ella con tan solo ver sus fotos,  pues por culpa de Amelia, su amor con Selene estaba siendo frustrado.

De nuevo levantó su mano para revisar la hora y ya el reloj marcaba las tres en punto, el horario que habían fijado para dar comienzo a sus nupcias, todos en la iglesia comenzaron a murmurar, esperanzados, de que en cualquier momento la novia entraría por la gran puerta…

Pero los minutos fueron pasando y de aquello tan esperado, no había ni la más sombría ilusión.

En la silla más cercana al atrio, estaban sentados los padres de la novia, Christopher Archer, el abuelo de Maximilien se estaba saliendo de sus casillas y se quedó mirando a Charles.

—¿En dónde está tu hija Hastings? Mira la hora, ya debería estar aquí.

—Por favor, Christopher, es el día de su boda, las novias se hacen esperar, mi hija es muy fantasiosa con este tipo de situaciones, ella ya debe estar por llegar.

—A mi no me importa que a tu hija le cause emoción o ilusión estas cosas, simplemente la quiero aquí y ya. ¡Tenemos un contrato!

—Tranquilo amigo, ella no tarda  en llegar—el padre de Amelia respondió algo nervioso, se quedó mirando a su esposa, quien también estaba siendo azotada por los nervios.

—Eva ¿en dónde está Amelia? ¿Por qué carajos la dejaste venir sola? —Charles le reprochó a su mujer.

—Ella debe estar por llegar Charles, tu la conoces, el día de su boda era el día más soñado para nuestra dulce niña, debe haber tráfico, o algo le pasó a la limusina.

—Ya no es una niña Eva, tiene veinticinco años, y es una adulta que debería hacerse responsable.

Los minutos fueron pasando y Amelia no llegaba, la angustia se estaba incrementando entre los asistentes, y los murmullos no se hicieron esperar, mientras que Maximilien, sentía como la vergüenza se apoderaba de su cuerpo, todos sus amigos se quedaron viéndolo angustiados y ni hablar de sus enemigos, pues sus dos más grandes oponentes estaban detrás de su cargo como CEO.

Sin más alternativas, después de 20 minutos, Maximilien se fue hasta donde su futuro suegro.

—Charles, ¿en dónde está Amelia? ¿Por qué no ha llegado?—Preguntó enojado

—Hijo, realmente no lo sé, ya la llamamos a su teléfono, pero suena apagado, démosle un poco más de tiempo, esto no es para nada fácil, ella no te conoce, no sabemos si en realidad se quiera casar contigo.

—Se supone que ella también estaría de acuerdo, esto es un puto matrimonio por conveniencia, pero si ustedes no cumplen con el contrato, y contrario a eso, me someten a esta humillación, juro que hare que me la paguen.

Maximilien volvió al atrio, mientras que Eva miraba con angustia a Charles por las amenazas de su futuro yerno, después de tanto tiempo de espera, todo en la iglesia se convirtió en tensión y especulaciones.

Por la ciudad una limusina daba vueltas, una confundida Amelia estaba indecisa sobre llegar o no a la iglesia, su maquillaje estaba corrido producto del calor, y sus pies la estaban matando por los tacones.

—Amelia, van a ser las cuatro de la tarde, si tu padre se entera de lo que estamos haciendo, van a echar a mi familia a la calle—Jonás la trató de persuadir.

—Ellos no tienen idea de que eres tu quien va conduciendo la limusina, arranca.

—¿Vamos a la iglesia? —preguntó Jonás confundido.

—¿Estás loco? Llévame a Villa Esperanza, no me casare.

Jonás giró hacia ella y la miró sorprendido.

—¡¿Qué?! Tus padres te van a desheredar, si les haces esto a tu padre va a darle un infarto Amelia.

—A ver Jonás ¿De que lado estás? Dime, yo prometí que el día en el que me casara lo haría con el hombre que amaría y sería el amor de mi vida, el matrimonio no es una decisión que se toma simplemente por interés, además ese interés no es el mío, si mi padre quiere conseguirse un cargo en la cancillería, que lo haga por méritos, no vendiéndome como si fuera una res. Arranca por favor.

—Amelia, no me pidas eso por favor, debo llevarte a la iglesia.

Amelia miró con decepción a su amigo, tomó su bolso, y lista para bajarse de la limusina le gritó.

—¡Pensé que eras mi amigo! Pero solamente le eres leal a mi padre y su dinero —Amelia salió de la limusina dándole un fuerte golpe a la puerta.

—Espera Amelia, por favor, espera —le gritó Jonás, pero fue en vano.

Amelia tomó un taxi y así vestida de novia le pidió que la llevara fuera de la ciudad, en ese momento estaba huyendo de su boda, apenas el conductor la miraba por el retrovisor, pero ella no decía una sola palabra, solamente quería huir de ese tan inesperado suceso.

La limusina arribó a la iglesia, cuando esto pasó, todos los invitados suspiraron, había pasado una hora y quince minutos desde la hora pactada, el padre de Amelia respiró tranquilo y codeó a su esposa.

—Ves Eva, ella es una Hastings, no nos haría algo así.

—Claro Charles, ella es tu hija —Eva agachó la cabeza decepcionada, en el fondo de su corazón no quería que Amelia se casara por conveniencia, pero era una mujer sumisa a los designios que preside su esposo y contradecirlo era fatal.

Maximilien se arregló su chaqueta y miró a su alrededor, era como si el alma hubiera regresado a su cuerpo, el puesto de CEO de la compañía familiar, y el poder estaba más cerca de sus manos.

Pero su sorpresa fue agria, cuando vio que quien se bajó de la limusina era Jonás.

—¿Qué está haciendo Jonás aquí? —Charles le preguntó confundido a Eva.

—No lo sé— ella se puso de pie —¿en donde está mi hija Jonás? —le preguntó angustiada.

Él negó con la cabeza, pasó saliva y bajó sus brazos con decepción.

—Ella no va a llegar, Amelia huyó.

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