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Capítulo 4 Seducción del CEO

—Mire señor Campbell esta es su oficina —Amelia le señaló un pequeño cuarto que, hacía las veces de bodega, era un lugar humilde, pero era perfecto para que ella pudiera ocultar su verdadera identidad.

Edward (Maximilien) se quedó viéndola perplejo, cómo le gustaría que ella hubiera llegado a la boda, era impresionantemente hermosa, y ahora comprendía porque un matrimonio con ella sería la envidia de muchos.

—Gracias señorita, ¿me recuerdas tu nombre por favor?

—Soy Amelia señor, Amelia Romero.

—Siéntate por favor, quiero conocer más acerca de la administradora del lugar —Amelia se sonrojo por el inesperado comienzo con su jefe, sin embargo, obedeció.

—Gracias señor, pues que puedo decirle, soy la persona que lleva las finanzas y la administración de este pequeño negocio, que, aunque usted no lo crea, se mueve bastante bien.

—Si, por esa razón lo compre—él no dejaba de mirarla.

—Bueno, pero los dueños no lo estaban vendiendo, me sorprendió demasiado la decisión que tomaron de repente, aunque se fueron muy felices, ya no trabajarán más por aquí.

—Si, ya necesitaban retirarse, ¿Cuánto tiempo lleva aquí señorita Romero?

—Cuatro meses y un poco más señor Campbell, llevó poco tiempo, pero he logrado familiarizarse con todos por aquí.

—¿De dónde es usted? ¿está casada? ¿Tiene familia? —En ese momento las preguntas de su jefe le hicieron remover sus recuerdos, ella era una mujer completamente diferente a la que estaba allí sentada, vivía en un palacio como la hija de un multimillonario, lo tenía todo y ahora solo vivía en un pequeño cuarto y ni hablar de su frustrado matrimonio por contrato.

Sin embargo, después de dos minutos de un incómodo silencio, levantó su cabeza y repitió la historia que le decía a todo el mundo.

—Soy de un pueblo cercano, vivía con mis padres, y no, soy soltera, aun no me he casado señor.

Mientras Amelia respondía su cuestionario, por la cabeza de Edward  pasaban un millón de cosas, juró en ese instante que la enamoraría, y la haría sufrir, la humillaría  tal cual como ella lo hizo en el momento en el que lo dejó abandonado en el altar y haría su vida miserable.

Hablaron cómodamente por unos cuantos minutos más, y por los siguientes días entre ambos se fue forjando una complicidad que le estaba revolcando el corazón a Amelia, tanto que concluyó que su jefe de verdad le gustaba.  

Una mañana ella llegó muy temprano al supermercado, cuando de repente se encontró con su jefe a solas.

—Madrugas demasiado Amelia—ella dio un pequeño sobresalto al escuchar su voz, y se llevó la mano al pecho.

—¡Me asusto!—exclamó—Sí señor, madrugo mucho, soy quien abre el lugar, las personas vienen a comprar mucho en horas de la mañana.

—Deberías descansar un poco Amelia—Edward le insistió.

—Señor, no hay quien me reemplace, además me gusta estar aquí, no tengo con quien salir y vivo en una pensión muy cerca, estoy casi que aislada.

Edward se quedó viéndola fijamente,  así que ella se intimidó un poco.

—¿Qué tal si salimos a tomar un café esta noche? Me gustaría conocer un poco más el pueblo, además he alquilado una casa cerca del supermercado, entonces tampoco nadie me espera.

Amelia sonrió con la comisura de sus labios, se sintió avergonzada por tal ofrecimiento, sin subestimar quien era ella en realidad, se sentía halagada que el guapo de su jefe le hubiera propuesto salir.

—Está bien señor Campbell, me parece bien, ¿después de cerrar el super?

—Así es —Edward le ayudó a abrir las rejas del lugar y ambos entraron al mismo tiempo, sus miradas se chocaron con complicidad y sus bocas estuvieron muy cerca, pero pocos segundos después llegaron los otros empleados, interrumpiendo el romántico momento, pero la noche ya estaba cerca para salir los dos.

Ya eran las ocho, Amelia movió su cuello para descansar un poco, pasó su mano por este y se quejó de dolor.

—Amelia ¿ya estás lista? —la voz de Edward la sacó de sus pensamientos.

—Ay, si señor, deme un momento hago el cierre de la caja y ya estoy con usted.

—No es necesario, he contratado una persona para que te ayude en sus funciones, mañana será otro día, por ahora por favor acompáñame a tomar un café.

—Pero señor, perdóneme que lo interrumpa, pero el lugar no da para pagar más empleados, —Amelia agregó preocupada.

—Usted por eso no se preocupe, ¿vamos? —Edward extendió su brazo para que ella lo tomara de gancho, y aunque avergonzada por la propuesta, no se negó en ningún momento.

Ambos salieron caminando, recorriendo las preciosas calles de Villa Esperanza, llegaron a un café, y allí los dos se sentaron frente al otro.

—¿Qué quieres tomar Amelia?

—Un capuchino estaría bien señor.

—No me digas más señor por favor, dime simplemente Edward, somos contemporáneos, al decirme señor me haces sentir viejo.

—Discúlpeme Edward, es que respeto demasiado la posición en la que estamos, usted es el jefe y yo simplemente soy su empleada.

—No es una simple empleada Amelia, es una mujer muy hermosa, sobre todo muy inteligente. ¿Cómo es que está trabajando en un supermercado?

En ese momento un mesero tomó la orden y evitó la respuesta a la pregunta que Edward le había hecho, Amelia estaba colapsando producto de los nervios, y sus manos empezaron a temblar.

—Amelia, ¿estás pálida? ¿te sientes bien? —Edward le preguntó al ver que ella estaba empezando a sentirse incómoda.

—Si señor a la perfección, es que se siente muy extraño que una mujer como yo esté saliendo a un lugar como estos con alguien como usted.

—No somos diferentes Amelia, además debo confesarte algo—Edward le dio un sorbo a la taza de su café y se quedó mirándola.

—¿Ah sí? ¿Que es Edward? —Amelia preguntó nerviosa, ella estaba fascinada con su jefe desde que él había llegado, pero no se atrevía a decirle nada, y ahora que lo tenía frente a frente, él le salía con algo completamente inesperado.

—Amelia, me pareces una mujer muy interesante y no quiero ser atrevido contigo ni que pienses que estoy abusando por mi posición, pero debo confesarte que me gustas.

Dicho esto último, Amelia comenzó a sentir como el mundo se movió a sus pies, un extraño escalofrío atravesó su cuerpo y se puso más pálida de lo que estaba, pues ese sentimiento era completamente recíproco, Edward también le gustaba y eso era algo que no podía evitar.

—Señor…yo…—ella apenas titubeo al hablar.

—Ya te dije no me digas señor, no te preocupes Amelia, sé que esto es algo demasiado rápido y por supuesto muy loco, pero debo decirte que, si crees en el amor a primera vista, en este momento estoy viviendo ese momento.

Amelia, lo miró sonriente, pues ella también era una enamorada empedernida, y hablar sobre el amor a primera vista, era como hablar de sus mayores fantasías y deseos, así que, sin más, le tomó la mano a Edward y se la acarició.

—Edward, la que no quiere abusar de su posición soy yo, desde el momento en el que lo vi, fue como si cupido me hubiera flechado al instante, y también me cautivó demasiado, no se explicar si es gusto o que más exactamente, pero no he podido dejar de pensar en usted.

En ese momento Edward se abalanzó sobre ella, la tomó por el mentón y le dio un beso, ella apenas apretó sus ojos como si estuviera viviendo un sueño, mientras ella estaba fascinada por estar viviendo un cuento de hadas, en la cabeza de Edward se cocinaba la peor de las venganzas, el orgullo por haber perdido el gran puesto como CEO general y la muerte de su abuelo estaba envenenando su subconsciente.  

Esa noche sellaron lo que sería el inicio de una extraña relación.

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