—Mire señor Campbell esta es su oficina —Amelia le señaló un pequeño cuarto que, hacía las veces de bodega, era un lugar humilde, pero era perfecto para que ella pudiera ocultar su verdadera identidad.
Edward (Maximilien) se quedó viéndola perplejo, cómo le gustaría que ella hubiera llegado a la boda, era impresionantemente hermosa, y ahora comprendía porque un matrimonio con ella sería la envidia de muchos.
—Gracias señorita, ¿me recuerdas tu nombre por favor?
—Soy Amelia señor, Amelia Romero.
—Siéntate por favor, quiero conocer más acerca de la administradora del lugar —Amelia se sonrojo por el inesperado comienzo con su jefe, sin embargo, obedeció.
—Gracias señor, pues que puedo decirle, soy la persona que lleva las finanzas y la administración de este pequeño negocio, que, aunque usted no lo crea, se mueve bastante bien.
—Si, por esa razón lo compre—él no dejaba de mirarla.
—Bueno, pero los dueños no lo estaban vendiendo, me sorprendió demasiado la decisión que tomaron de repente, aunque se fueron muy felices, ya no trabajarán más por aquí.
—Si, ya necesitaban retirarse, ¿Cuánto tiempo lleva aquí señorita Romero?
—Cuatro meses y un poco más señor Campbell, llevó poco tiempo, pero he logrado familiarizarse con todos por aquí.
—¿De dónde es usted? ¿está casada? ¿Tiene familia? —En ese momento las preguntas de su jefe le hicieron remover sus recuerdos, ella era una mujer completamente diferente a la que estaba allí sentada, vivía en un palacio como la hija de un multimillonario, lo tenía todo y ahora solo vivía en un pequeño cuarto y ni hablar de su frustrado matrimonio por contrato.
Sin embargo, después de dos minutos de un incómodo silencio, levantó su cabeza y repitió la historia que le decía a todo el mundo.
—Soy de un pueblo cercano, vivía con mis padres, y no, soy soltera, aun no me he casado señor.
Mientras Amelia respondía su cuestionario, por la cabeza de Edward pasaban un millón de cosas, juró en ese instante que la enamoraría, y la haría sufrir, la humillaría tal cual como ella lo hizo en el momento en el que lo dejó abandonado en el altar y haría su vida miserable.
Hablaron cómodamente por unos cuantos minutos más, y por los siguientes días entre ambos se fue forjando una complicidad que le estaba revolcando el corazón a Amelia, tanto que concluyó que su jefe de verdad le gustaba.
Una mañana ella llegó muy temprano al supermercado, cuando de repente se encontró con su jefe a solas.
—Madrugas demasiado Amelia—ella dio un pequeño sobresalto al escuchar su voz, y se llevó la mano al pecho.
—¡Me asusto!—exclamó—Sí señor, madrugo mucho, soy quien abre el lugar, las personas vienen a comprar mucho en horas de la mañana.
—Deberías descansar un poco Amelia—Edward le insistió.
—Señor, no hay quien me reemplace, además me gusta estar aquí, no tengo con quien salir y vivo en una pensión muy cerca, estoy casi que aislada.
Edward se quedó viéndola fijamente, así que ella se intimidó un poco.
—¿Qué tal si salimos a tomar un café esta noche? Me gustaría conocer un poco más el pueblo, además he alquilado una casa cerca del supermercado, entonces tampoco nadie me espera.
Amelia sonrió con la comisura de sus labios, se sintió avergonzada por tal ofrecimiento, sin subestimar quien era ella en realidad, se sentía halagada que el guapo de su jefe le hubiera propuesto salir.
—Está bien señor Campbell, me parece bien, ¿después de cerrar el super?
—Así es —Edward le ayudó a abrir las rejas del lugar y ambos entraron al mismo tiempo, sus miradas se chocaron con complicidad y sus bocas estuvieron muy cerca, pero pocos segundos después llegaron los otros empleados, interrumpiendo el romántico momento, pero la noche ya estaba cerca para salir los dos.
Ya eran las ocho, Amelia movió su cuello para descansar un poco, pasó su mano por este y se quejó de dolor.
—Amelia ¿ya estás lista? —la voz de Edward la sacó de sus pensamientos.
—Ay, si señor, deme un momento hago el cierre de la caja y ya estoy con usted.
—No es necesario, he contratado una persona para que te ayude en sus funciones, mañana será otro día, por ahora por favor acompáñame a tomar un café.
—Pero señor, perdóneme que lo interrumpa, pero el lugar no da para pagar más empleados, —Amelia agregó preocupada.
—Usted por eso no se preocupe, ¿vamos? —Edward extendió su brazo para que ella lo tomara de gancho, y aunque avergonzada por la propuesta, no se negó en ningún momento.
Ambos salieron caminando, recorriendo las preciosas calles de Villa Esperanza, llegaron a un café, y allí los dos se sentaron frente al otro.
—¿Qué quieres tomar Amelia?
—Un capuchino estaría bien señor.
—No me digas más señor por favor, dime simplemente Edward, somos contemporáneos, al decirme señor me haces sentir viejo.
—Discúlpeme Edward, es que respeto demasiado la posición en la que estamos, usted es el jefe y yo simplemente soy su empleada.
—No es una simple empleada Amelia, es una mujer muy hermosa, sobre todo muy inteligente. ¿Cómo es que está trabajando en un supermercado?
En ese momento un mesero tomó la orden y evitó la respuesta a la pregunta que Edward le había hecho, Amelia estaba colapsando producto de los nervios, y sus manos empezaron a temblar.
—Amelia, ¿estás pálida? ¿te sientes bien? —Edward le preguntó al ver que ella estaba empezando a sentirse incómoda.
—Si señor a la perfección, es que se siente muy extraño que una mujer como yo esté saliendo a un lugar como estos con alguien como usted.
—No somos diferentes Amelia, además debo confesarte algo—Edward le dio un sorbo a la taza de su café y se quedó mirándola.
—¿Ah sí? ¿Que es Edward? —Amelia preguntó nerviosa, ella estaba fascinada con su jefe desde que él había llegado, pero no se atrevía a decirle nada, y ahora que lo tenía frente a frente, él le salía con algo completamente inesperado.
—Amelia, me pareces una mujer muy interesante y no quiero ser atrevido contigo ni que pienses que estoy abusando por mi posición, pero debo confesarte que me gustas.
Dicho esto último, Amelia comenzó a sentir como el mundo se movió a sus pies, un extraño escalofrío atravesó su cuerpo y se puso más pálida de lo que estaba, pues ese sentimiento era completamente recíproco, Edward también le gustaba y eso era algo que no podía evitar.
—Señor…yo…—ella apenas titubeo al hablar.
—Ya te dije no me digas señor, no te preocupes Amelia, sé que esto es algo demasiado rápido y por supuesto muy loco, pero debo decirte que, si crees en el amor a primera vista, en este momento estoy viviendo ese momento.
Amelia, lo miró sonriente, pues ella también era una enamorada empedernida, y hablar sobre el amor a primera vista, era como hablar de sus mayores fantasías y deseos, así que, sin más, le tomó la mano a Edward y se la acarició.
—Edward, la que no quiere abusar de su posición soy yo, desde el momento en el que lo vi, fue como si cupido me hubiera flechado al instante, y también me cautivó demasiado, no se explicar si es gusto o que más exactamente, pero no he podido dejar de pensar en usted.
En ese momento Edward se abalanzó sobre ella, la tomó por el mentón y le dio un beso, ella apenas apretó sus ojos como si estuviera viviendo un sueño, mientras ella estaba fascinada por estar viviendo un cuento de hadas, en la cabeza de Edward se cocinaba la peor de las venganzas, el orgullo por haber perdido el gran puesto como CEO general y la muerte de su abuelo estaba envenenando su subconsciente.
Esa noche sellaron lo que sería el inicio de una extraña relación.
Solo hicieron falta un par de meses para que entre Amelia y Edward empezará una nueva relación, ella estaba tan enamorada, los momentos al lado de su jefe se convirtieron en un romance, intenso y apasionado. Amelia jamás había estado tan enamorada como lo estaba en ese momento de ese hombre.Amelia llegó a su puesto de trabajo y un hermoso ramo de flores estaba sobre su escritorio, a ella le encantaban, se acercó y las olió, su nariz absorbió todo su perfume y sintió cómo su pecho se inflo de alegría, se mordió su labio inferior y leyó la tarjeta. “Una flor, para otra flor aún más hermosa, te he pensado demasiado, Edward”. Amelia sonrió encantada y quiso salir a darle las gracias personalmente, pero él ya estaba abriendo la puerta de su despacho, estrellándose con ella. —¿Para donde vas hermosa?—Edward se quedó viéndola, mientras ella se colgó de su cuello y sin más respuesta beso sus labios —iba a agradecerte por ese bello detalle. Edward la siguió besando sin mesura y la llevó ha
Olivia Harris, intrigada por el sobre que había levantado en la iglesia, ni siquiera pudo esperar a que la boda de Maximilien terminará, afortunadamente para ella, era uno de los invitados invisibles, Olivia solo había llegado allí con el objetivo de vengarse de la familia Archer, pero lejos estaba de imaginarse lo que se avecinaba.Cuando se subió en su auto, abrió el sobre y se dio cuenta de que Amelia estaba embarazada, lo que había en este, era una prueba de embarazo positiva, suponía que era para el novio… comenzó a balancear el sobre de un lado para otro tratando de atar cabos, y recordó que ella era la hija de Charles Hastings, pero no tenía su apellido, debía buscarla, pues algo muy extraño estaba pasando allí. —Robert, arranca el auto por favor, llévame a donde el investigador —Olivia dio la orden. —Entendido señora —el chofer arrancó el auto, pero un par de cuadras después, quedaron atascados en el tráfico. —¿Qué está pasando Robert? Tengo mucho afán, debemos irnos. —Seño
Al aeropuerto de la ciudad llegó un avión privado, de este se bajó Olivia y detrás de ella, una imponente y magnífica mujer, vestida con un traje oscuro y zapatos altos. El cambio de Amelia era más que evidente, la inocencia e ingenuidad que había en su rostro se desvaneció por completo, ahora su mirada era un solo reflejo de ímpetu y seguridad. —¡Hemos llegado, mi querida Amelia! —Olivia se quedó viendo encantada a su creación. —Así es Olivia, cuanto tiempo sin venir por aquí —suspiró—. ¿cinco años y tres meses más exactamente? —Amelia espetó mientras subía una ceja. —Si, ese tiempo cariño, ¡cuidado! ¡Ahí vienen! —Olivia advirtió al escuchar unos gritos chillones. Detrás de las mujeres asomaron dos pequeños, dos gemelos idénticos, dos varones que físicamente poco se parecían a su madre, más bien eran el reflejo de su progenitor, de aquel padre ausente que nunca supo de su existencia, y Amelia había decidido que así fuera para siempre. —¡Mami! —gritaron al unísono. Amelia los
Todos los empleados de Archer y asociados fueron convocados para el nombramiento sorpresivo de Amelia, ninguno de ellos conocía a la recién llegada y gran parte olvidaron lo sucedido el día del matrimonio de Maximilien.Amelia llegó a la oficina con una elegancia que parecía estar en perfecta armonía con su aura enigmática, estaba vestida impecable y en seguida su presencia se convirtió en el centro de atención de todos en la compañía.En especial, se estaba convirtiendo en el centro de atención del CEO predecesor, deslumbrar a Jean era casi que imposible, pero ella lo logró con tan solo un encuentro.—Bienvenida mi querida Amelia, me alegra que seas mi nueva sucesora, esta compañía necesita personas como tu para continuar con su expansión y crecimiento.—Me halagas Jean, pero más que eso, se necesita trabajo fuerte, y yo soy experta en eso, te prometo que lo que dejaste construido no será en vano.Ambos estaban hablando amenamente, cuando las puertas del elevador se abrieron llamando
Maximilien se dirigió hacia el elevador para abandonar el edificio, cuando este estaba a punto de abrir sus puertas, él miró atrás y casualmente se chocó con la mirada de Amelia, ella no pudo evitar quedarse viéndolo cuando pasó por su lado. Sin embargo, ella fingió indiferencia, y continuó con lo que estaba haciendo, además le sonrió a Jean, y le acarició el brazo, mostrando felicidad por el nuevo hombre que la pretendía. Maximilien resopló producto de la ira, ella había regresado tan diferente a lo que recordaba, que era como si estuviera presenciando otra mujer. La Amelia que él conoció jamás hubiera actuado de esa manera, coqueta y llamativa. Unos cuantos minutos más tarde, regresó a la gran mansión que compartía con su esposa, pero Selene no estaba, después de la noticia que le dio, lo único que quería era hablar con ella, marcó su teléfono varias veces, pero ella rechazó sus llamadas. Mientras tanto, en la clínica más prestigiosa de la ciudad, Selene estaba ansiosa, desp
Un par de días más tarde, Maximilien estaba en su oficina esperando por la llegada de Amelia, no dejaba de ver por su ventana, las ansias lo estaban consumiendo, era como si en su pecho algo lo incitará a reclamar por lo visto en la clínica. —¡Antonia! ¿ya llegó la señora Hastings?—Maximilien preguntó por quinta vez a su secretaria —Señor Archer, ya le dije que no ha llegado, en cuanto llegue le aviso, pero eso sí, ella tiene su agenda completamente copada, no creo que lo atienda. —¿Se te olvida con quién hablas? si quieres conservar tu puesto, no le vas a decir que yo la estoy buscando, simplemente me avisas cuando llegue, y está bien ¿entendido? —¡Entendido señor!—respondió Antonia cabizbaja, cuando de repente la puerta del elevador se abrió, y quien arribó era Amelia. —¡Señor! Acabó de llegar la señora Hastings—alcanzó a decirle antes de que le colgara. Maximilien colgó la llamada, ansioso se fue hacia su baño personal, se miró al espejo, arregló su cabello, se aseguro de
Amelia, consumida por los nervios que le causó la discusión con Maximilien, ni siquiera esperó que el día de trabajo terminara, salió corriendo directo a su nueva casa, lo único que anhelaba, era ver a sus pequeños, pues se sintió amenazada por Maximilien. Al cruzar el umbral de la puerta, lo primero que hizo fue recibir el abrazo de Eithan y Lucien, los brazos de sus hijos fueron tan reconfortantes en ese instante, que ni siquiera se dio cuenta de que Olivia la estaba observando. —¡Amelia! cariño, has regresado temprano del trabajo ¿pasó algo?—Olivia se acercó preocupada al ver lo pálido de su rostro. —Niños, vayan al cuarto de juegos, en un momento estoy con ustedes, debo hablar con la tía Olivia—Amelia ordenó a sus hijos, los niños asintieron y se fueron de allí. Las dos mujeres se sentaron en la sala de estar, mientras que Olivia servía un par de tazas de té, Amelia seguía con cara de angustia. —¿Vas a decirme que está pasando Amelia?—Olivia la miró a los ojos—Olivia, cuando
Mientras tanto, Maximilien no la estaba pasando nada bien, los dos días de espera fueron eternos, y la ansiedad, por saber los resultados de la investigación, lo estaba carcomiendo. —Dorian, dime que has conseguido lo que te pedí—miró a su investigador con ansias —No fue tan fácil, pero si lo logre, hay algo muy importante que sucedió el día de tu matrimonio. —¡¿Ah sí?! ¿que?—preguntó Maximilien sarcástico, lejos de imaginar la realidad —Ese día, después de que Amelia salió corriendo de la iglesia, tuvo un accidente demasiado grave, está viva de milagro —¡¿Qué?!—para Maximilien la noticia le caía como un balde de agua fría, ella pudo haber muerto por su culpa, tomó aire y se sentó de nuevo en su silla. —¿como que un accidente? no puede ser, ¿qué pasó después? —Pues Olivia fue quien la llevó al hospital en ese momento, fue una casualidad me imagino, porque Olivia estaba en tu boda ese día, tal vez la vio, no lo sé, pero fue ella finalmente quien ayudó a Amelia, luego salió del pa