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Capítulo 3 Te juro que me lo van a pagar

Todos los invitados empezaron a murmurar entre ellos, Maximilien sintió como si un fantasma se hubiera adueñado de su cuerpo, su rostro palideció y todo el mundo a su pies se desmoronó, la mujer que él había esperado para casarse lo había humillado delante de cientos de personas, dejándolo plantado en el altar, su orgullo estaba por el piso, el gran Maximilien Archer fue humillado por una simple mujer.

—Hijo, lo siento mucho, yo no me imagine que esto pasaría —Mary, la madre de Maximilien se fue directo a su rescate, al ver como su hijo se descompuso en ese momento.

—Mamá, tú no tienes la culpa, lo perdí todo, mi abuelo no me dejará ser el CEO de la compañía.

—¡Cálmate por favor! —La madre trató de consolarlo, pero él simplemente se zafó bruscamente de su agarre.

En ese momento Christopher, el abuelo de Maximilien se levantó de su lugar, se fue hacia los Hastings y los miró con odio.

—Teníamos un acuerdo Hastings, y tu hija ha manchado el nombre de mi familia—espetó el hombre enfurecido, su rostro estaba sonrojado por la tensión y su pecho se estaba agitando.

—No es mi culpa Christopher, simplemente mi hija no llegó, algo pasó , déjame llamarle —Charles sacó su teléfono, pero la tensión aumentó.

Christopher apretó su pecho, y empezó a sentir un fuerte dolor, su rostro palideció por completo y se giró hacia donde estaba su nieto.

—Abuelo ¡abuelo! ¿Qué te pasa? —Maximilien gritó angustiado, se fue directo hacia él y lo tomó en sus brazos, el hombre apenas podía murmurar palabra.

—¡Ayúdenme por favor! ¡un médico! llamen una ambulancia—Maximilien estaba consumido por el temor de perder a su abuelo igual que había perdido a su padre, pero la vida se estaba portando de una forma injusta con él, pues los ojos de su abuelo se estaban cerrando lentamente.

 —¡Padre! —Mary salió corriendo, Maximilien abrazó a su abuelo, uno de los asistente a la boda era médico y se acercó al hombre. 

—Permiso por favor, soy médico, déjenme ver—el médico tomó el pulso de Christopher, le hizo la revisión correspondiente, pero ya no había nada que hacer, el abuelo había sufrido un infarto que acabó con su vida delante de su nieto.

—¡Lo siento mucho! el señor ha muerto—el médico miró con compasión a Maximilien y su madre, todos los invitados empezaron a especular entre ellos. 

—¡NO! ¡por favor! ¡haga algo!—Maximilien negó con su cabeza, su llanto rodó por sus mejillas de una forma desgarrada, su corazón se partió en mil pedazos en ese momento, su madre también estaba desconsolada.

El matrimonio terminó en el peor de los acontecimientos, lo que se esperaba que fuese la boda más mágica de la ciudad, se convirtió en un verdadero infierno.

Los enemigos más grandes de Maximilien aprovecharon el suceso para burlarse de él, haciendo más amargo su dolor. 

—Madre, te juro que haré pagar a Amelia Hastings, te lo juro, la muerte de mi abuelo no quedará en vano, ¡lo juro!

—Hijo, no hables de esa manera, esa mujer no tiene la culpa, por favor, no agrandes las cosas.

—Mira madre a la humillación a la que los Hastings nos han sometido, todo por la ambición, pero te juro que me lo van a pagar, derramaran las mismas lágrimas que tú y yo estamos derramando aquí.

Cuatro meses más tarde

Maximilien estaba sentado en su gran sillón, no había logrado el puesto en la compañía más grande de su familia, pero si en la sucursal más importante, era el CEO de la variante de Archer y asociados, aunque eso para él no representaba el gran poderío que anhelaba.

—Mi amor, desde que pasó lo de la boda, te has vuelto más huraño, más esquivo conmigo —Selene, se acercó a Maximilien y le acarició su mejilla.

—Selene, no estoy de ánimo en este momento, tengo mucho trabajo.

—Pero es lo que me vienes diciendo desde hace cuatro meses, dime ¿Qué es lo que te pasa? Yo se que la muerte de tu abuelo te afectó, pero estoy aquí mi amor para apoyarte y consolarte.

—Nada, ya te lo he dicho y si no eres capaz de entender mi situación, es mejor que te vayas, —Selene abrió sus ojos con sorpresa, y estaba a punto de empezar una pelea, cuando de repente tocaron a la puerta del despacho.

La secretaria de Maximilien anunció la visita de alguien muy esperado.

—Selene ¿podrías salir un momento de la oficina? Necesito hablar con Dorian a solas.

Ella asentó con la cabeza y salió en desacuerdo.

Dorian era un investigador privado que Maximilien había contratado para averiguar acerca de Amelia, quería saber para donde se había ido, en dónde estaba, porque nunca le había dado la cara después de que lo dejó plantado en el altar.

—¿y dime? ¿Qué noticias tienes para mí?

—Mi querido Maximilien, la búsqueda no fue tan rápida, porque como lo sospechamos, la señorita Amelia cambió su apellido, dejó de ser Hastings, y ahora se apellida Romero.

—¿Romero? ¿Qué? ¿con qué intención?

—Pues con la intención de cambiar de identidad y de huir también de sus padres, aunque se comunica constantemente con su madre, a nadie le dijo que se había ido para Villa Esperanza, un pueblo retirado de aquí.

Maximilien se sirvió una copa de alcohol, y se quedó viendo hacia la nada, desde el momento en el que Amelia había huido algo dentro de él cambió, no era el mismo hombre imponente y orgulloso de siempre por el contrario se sentía abatido, derrotado y haría hasta lo imposible porque ella pagara su desdicha.

—¿Qué está haciendo allí? —preguntó sarcástico.

—Está trabajando como cajera de un supermercado, es una chica muy querida por sus jefes.

—Compra el super—Maximilien ordenó.

—¿Qué? Señor… pero.

—Si, cómpralo, ponlo a mi nombre, no, mejor ponlo a nombre de Edward Campbell.

—¿Quién es él señor?

—A ti que te importa Dorian, simplemente haz lo que te pido.

—No creo que lo vendan señor, es un lugar pequeño, no tiene futuro, vende apenas para el pueblo.

—Dales muchos millones, y programa la entrega para dentro de una semana, yo mismo lo recibiré, no digas nada más, para eso te pago.

El hombre salió de la oficina, mientras que Maximilien bebía una copa de vino. 

<<por fin te encontré Amelia Hastings ¿que harás ahora?>> se dijo a sí mismo, el gran momento había llegado.

Dorian asintió con la cabeza, sabía que cuando su jefe se proponía algo, no había poder humano que derrocará su cometido, días después, hizo una oferta  la cual los dueños del supermercado no pudieron resistirse, con ese dinero se jubilaron para nunca volver a trabajar, de inmediato hicieron el anuncio a los empleados, entre ellos a Amelia, que triste por el suceso, no tuvo más opción que esperar a que le presentaran a su nuevo jefe.

Desde que Amelia huyó de su boda, su vida se había convertido en algo simple, trabajaba doce horas al día, vivía con lo justo y no perdía la esperanza de encontrar algún día el amor de su vida.

Pero jamás se imaginó que quedaría flechada el día en el que conocería su nuevo jefe. 

Esa mañana estaba organizando la caja registradora, hasta que un suceso la sacó de sus pensamientos, por la puerta principal del supermercado entró un hombre, de cabello oscuro y tez blanca, sus ojos azules como el cielo y su barba perfectamente perfilada la deslumbraron por completo.

Vestía una polera blanca y un vaquero, estaba demasiado informal, Maximilien ahora había adoptado una nueva identidad, la del apasionante finquero Edward Campbell, conocido en el pueblo por ser un rico bondadoso, que ayudaba a los pobres y que ahora se haría cargo del supermercado, muy parecido a Maximilien en su forma de ser,  solo que vestido de forma diferente. 

—Buenas tardes, señores —la voz imponente de Edward hizo que los pocos empleados giraran hacia él, con Amelia eran tres nada más, dos hombres encargados de los oficios y ella, encargada de la caja y la administración.

—Buenas tardes, señor, ¿en qué puedo ayudarle? —Amelia respondió nerviosa, Edward se quedó viéndola y quedó ensimismado, era la primera vez que veía a Amelia en persona, era mucho más hermosa que en las fotos y su aura era impresionante, tuvo que voltear a ver a otro lado para disimular como sus mejillas se sonrojaron, ¡eso no lo tenía presupuestado!.

—Señor ¿está bien? —Amelia insistió.

Él se giró de nuevo hacia ella.

—Si, a la perfección, me presento soy Edward Campbell, el nuevo dueño del supermercado, no sé si tenían conocimiento que a partir de hoy seré yo la persona encargada del negocio.

Los hombres asintieron con la cabeza, mientras que Amelia hizo de todo para llamar su atención.

—Si, si señor, siga por aquí voy a guiarlo por el lugar, bienvenido, los estábamos esperando.

Edward asintió con la cabeza, trató de controlar un poco sus nervios y recordó su objetivo, lo único que tenía en la cabeza era la sed de venganza en contra de la mujer que lo había hecho quedar en ridículo meses atrás, por ninguna razón debía fijarse en algo más con ella.

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