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28. La intesidad
Hariella reposó sus antebrazos y sus rodillas en el colchón, quedando de forma cuadrúpeda. Arqueó su espalda y levantó sus glúteos. Era vergonzoso para ella, estaba a la merced de la vista de Hermes. Además, pensaba que era una pose muy vulgar para una dama. Pero, ya que había creado una gran mentira, no se limitaría por cuestiones éticas y de etiqueta, al contrario, la abriría la puerta a la inmoralidad sin el menor de los impedimentos. Volvió la mirada encima de su hombro para ver a Hermes detrás de ella con expresión atrevida.

Hermes le miraba la línea de la espalda y los omoplatos. El panorama que se revelaba ante él era cautivador y hermoso. Detalló el rostro de su esposa, y ambos se sonrieron. Apretó la cintura de Hariella y la placentera velada siguió su travesía. Empujaba contra su consorte con un ritmo alto y fuerte desde que empezó, pues ya no tenía que contenerse.

Los corazones de los dos latían golpeándoles el pecho con increíble vehemencia y sus pieles ardían como tela cub
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