BLAIR
El suave sonido del grupo de jazz que tocaba en vivo llenaba todos los espacios de aquel enorme salón, junto a un persistente aroma a canela que no me molestaba, pero tampoco me parecía lo mejor del mundo. —Blair, ¡qué bueno que llegas! Grace se apareció, vestida de punta en blanco, y abrió los ojos de par en par al verme. —Amiga, ¡te ves estupenda! ¡Pareces una princesa! No… ¡Una Reina! Estás regia como una Reina. Sonreí sin poder evitarlo y no lo negué, pues por primera vez en mucho tiempo me sentía como tal, como una Reina en el centro de todas las miradas. Sacudí apenas la oscura falda de mi vestido, que se ceñía en cintura imperio y escote palabra de honor, y sonreí más. —Siento que hoy me veo muy bien. —¡Lo haces! De seguro conquistarás a todos los hombres. Es buen momento para que pesques a uno de los tantos millonarios que tu abuelo invitó el día de hoy. Estoy segura de que les encantarás. Me llené de orgullo y confianza, pero negué con la cabeza, pues no estaba aquí para conquistar a nadie, no quería tener nada que ver con hombres en un buen tiempo. Necesitaba centrarme en mi propia vida. —Hoy solo quiero divertirme. Dejemos los amores para el futuro. Ella frunció el ceño, pero terminó por darme la razón. No obstante, enseguida fue abordada por un muchacho, así que di un paso atrás, tomé una copa de champaña y la dejé tranquila. Mi abuelo, Conrad Rymer, era un magnate de las finanzas que había construido su fortuna con años y años de esfuerzo, y que poseía conexiones en el mundo que hacían que, por ejemplo, a mi lado acabara de pasar el presidente y CEO de AT&T, un gigante de las telecomunicaciones, junto a su esposa, y que al otro lado estuviese Shaquille O’Neill. Era una tremenda concentración de hombres de negocios que venían a «disfrutar» de los placeres de la vida. Me moví entre la gente y terminé en un área más tranquila; sin embargo, los problemas no tardaron en llegar. —Oh… ¡Así que aquí está la jirafa!, ¿qué tal el clima allá arriba? Apenas escuchar esa chillona voz, fruncí el ceño y miré hacia abajo. Allí estaba, rubia oxigenada, bronceada de máquina y con un vestido tan marginal como ella, mi «tía política» Kristen. —Hmm… no lo sé, umpalumpa, de seguro más fresco que allá abajo —solté como si nada y bebí de mi copa. La otra frunció el ceño y espetó: —¡¿Qué demonios te pasa?, ¿quién te crees que eres?! Quiso saltarme encima, pero alguien la tomó desde atrás justo a tiempo. —Cariño, ¿qué sucede?, ¿todo bien? Era la sabia, gruesa y dulce voz de mi abuelo. Kristen enseguida se recompuso, se puso en su habitual papel de víctima y soltó: —¡Papá, lo que pasa es que Blair no me respeta! ¡No deja de insultarme por mi estatura! Sonaba compungida, dolida y lastimada… era una perfecta actriz, bueno, a eso era a lo que se suponía se dedicaba: ser actriz de cine. Apenas había salido en una película de clase C, pero se creía Sandra Bullock. Era una perra insufrible y malcriada. Sin embargo, el abuelo no era idiota, por suerte. Él me miró curioso y yo me encogí de hombros. Justo entonces me percaté de que no estaba solo. A su lado, un hombre alto, de más de metro noventa fácilmente, pelirrojo y fornido se erguía; no obstante, me quedé prendada en sus ojos, dos turquesas que rivalizaban en hermosura con los míos, y que me atravesaron con un conocimiento que no entendía. —Bueno… hablemos sobre esto más tarde, ¿sí? —dijo Conrad mirando a Kristen y luego a mí—. Aprovechando que las dos están aquí, me gustaría presentarles al Doctor Dominik Engel. Él es el presidente del Grupo Grenze, dedicada a la innovación en tecnología y exploración espacial. Apenas escucharlo, abrí los ojos como platos y me centré en el pelirrojo. ¿Doctor? ¿CEO del Grupo Grenze? ¡Si no parecía tener más de unos treinta años! ¿Qué clase de embaucador era? Sin embargo, noté otra cosa, algo me dijo que lo conocía de otra parte, pero no pude recordar de dónde y, al verlo sonreír centrado en mí, como si me estudiara, me estremecí. Entonces Dominik se volvió hacia Kristen, cuyos ojos se iluminaron con millones de signos de dólar y avanzó un paso para, antes de que yo dijera nada, espetar: —Dominik, es un gusto conocerte. Yo soy Kristen Rymer. —Se adelantó más y le estiró la mano. Quizá tenía la esperanza de que él la tomara e hiciera así como en las películas de la realeza, donde se besaban los dorsos, pero el otro solo asintió con la cabeza. —Es un gusto conocerla, señorita Rymer. Su voz era profunda y grave, y de nuevo me dejó en blanco. La había oído antes, ¿verdad? Pero no recordaba de dónde. —Mi nombre es Blair Acy-Rymer, señor Engel. Es un placer conocerlo —saludé con suma cortesía y voz neutra. No necesitaba ser tan vivaz como Kristen, y tampoco me nacía serlo. Él se volvió a verme y, al contrario que con mi «tía», caminó a mi encuentro y se detuvo justo al frente. Extendió su mano y, justo cuando me disponía a tomarla para un apretón, la agarró, enderezó, e hizo una ligera reverencia para besar el dorso con delicadeza. Me quedé tiesa por tan atrevido e inesperado movimiento, pero el contacto de sus labios contra mi piel regó un calosfrío que me recorrió entera, y lo miré con los ojos bien abiertos. Él se enderezó como si nada, sonriendo con picardía, y murmuró con una máscara de galantería: —El placer es todo mío, señorita Blair. Es toda una novedad ver a alguien como usted en este lugar. No entendí por qué dijo eso, pero la voz de mi abuelo interrumpió cualquier respuesta. —Bueno, el señor Engel es nuevo en la ciudad. Estará coordinando unos proyectos propios, y estoy seguro de que no echará en falta un poco de compañía que lo ayude a conocer San Francisco. Después de todo, es su primera vez aquí. Dominik pareció querer refutar o agregar algo, mas una voz intervino desde el costado. —¡Yo lo haré! ¡Yo te acompañaré con todo el gusto del mundo, Dominik! Era Kristen… chillona, irrespetuosa… un dolor en el culo.BLAIR Kristen siempre fue una maleducada, y se comportaba de la peor forma en los momentos más inoportunos. No perdí de vista a Dominik, y noté cómo frunció el ceño, medio incrédulo y con desprecio, y negó con la cabeza. —No hace falta, señorita Rymer, mi asistente se ocupará de ayudarme; sin embargo, señor Rymer. —Dirigió su atención hacia mi abuelo y le dio una diligente sonrisa antes de continuar—: De verdad agradezco su preocupación. Este le devolvió la sonrisa y asintió. —Entiendo, señor Engel. —No quiero que piense que es un desplante de mi parte; es solo que prefiero ir a los lugares puntuales con uno de mis empleados. —No se preocupe, puedo entenderlo. A veces los hombres de negocios debemos cuidar muy bien nuestra imagen, en especial si se tienen menos de treinta años y un palmarés como el suyo. Al abuelo le brillaban los ojos con una admiración que pocas veces le había visto, lo que me inquietó; sin embargo, como poco tenía que ver yo con ese hombre y la situación, a
BLAIRSe me enfrió hasta el alma y me aterroricé.Sus manos se apretaron en mi cintura y me pegaron a él; un cierto aroma a canela y algo más llegó a mi nariz y me embriagó, y los recuerdos del pasado volvieron.Él era…—¿Cómo es que tú…?Una siniestra y cínica sonrisa me hizo palidecer, aterida y desenfocada, y tragué con dureza.Era guapo, pero con ese gesto oscuro y malicioso lucía exquisito.¿Por qué a las mujeres solían atraerle los tipos malos?Sin embargo, enseguida despejé mi mente, preguntándome cómo es que ese hombre era el prostituto de la otra vez.—No te creo —espeté, aún bajo el dominio de unas manos que se negaron a soltarme.Y su sonrisa no hizo más que crecer.—¿Qué tal sigue ese enorme chupetón que me rogaste te hiciera sobre el seno derecho? —cuestionó con malicia y total conocimiento de causa.En ese momento me morí y volví a la vida. Perdí el balance, y de no ser por él, que me sostuvo y apretujó contra su cuerpo, habría caído.Puse las manos en su pecho y mi memo
BLAIRSan Francisco era enorme, ¿qué probabilidad tenía de encontrarme con ese tipo de nuevo? Lo mejor era dejar el pasado atrás y seguir adelante.Por eso, esa mañana iba recia, con mi traje azul marino, tacones y rebosante de presencia. Llegué a la sede de la Corporación Weltraum, una empresa de investigación y exploración espacial en el área privada que, sin embargo, tenía convenios y conexiones con el gobierno.Hoy era el día de mi entrevista para entrar al grupo del proyecto VON55, uno que, según los rumores, esperaba crear nueva tecnología para minimizar los riesgos en la exploración del espacio amplio con costos y recursos sostenibles.Si lograba entrar, el sueño de mi vida estaría completo.Sonriente, ingresé al edificio, imponente, ancho y con vidrio por todas partes, y me presenté para mi cita, siendo enviada al quinto piso casi enseguida.Una mujer, la gerente de operaciones, era quien me entrevistaría.—Por norma debería ser el jefe del proyecto quien hiciera esto, pero aú
BLAIRAl pasar a la oficina, me encontró con la sonrisa de suficiencia del maldito de Benjamin, a sabiendas de lo que quería.—Blair, así que conseguiste el empleo, qué fascinante.Fruncí un poco el ceño, pero no dije nada.—No sabía que tú estabas buscando un nuevo empleo. Claro, mi flamante otrora prometido ni siquiera me había dicho que buscaba otro empleo, y mucho menos en el mismo lugar que yo. Era obvio que no renunciabas a tu trabajo y decidías por otro en un par de semanas, sobre todo porque el proceso de selección de esta empresa duraba al menos un mes.—Estamos en la oficina, Blair, así que tienes que dirigirte a mí con respecto, ¿de acuerdo? Llámame señor Blackburn.Fruncí el ceño, sintiendo un escozor ácido en la garganta, y solté una risita.—Oh, lo siento, señor Blackburn, entonces por favor tenga la decencia de no tutearme; después de todo, ahora no somos más que jefe y empleada —espeté con sarcasmo.Él entornó los ojos y se levantó de su silla, rodeó el escritorio y s
BLAIRBenjamin empezó a sudar frío y a tartamudear, sin saber qué decir, al ver al otro.—Yo, ehm… señor Engel…En eso apareció Helen, lo tomó del brazo y miró a Dominik con una sonrisa nerviosa, pero tratando de parecer confiada.—Señor Engel, no es nada. Benjamin ya se va. Ya nos vamos.El pelirrojo frunció el ceño, pero los dejó irse y soltó un suspiro antes de dirigirse a mí.—Señorita Blair, ¿está bien?Fruncí el ceño, aún con la molestia encima, y me puse a la defensiva, esperando lo peor, aunque enseguida me dije que eso no tenía sentido y resoplé.—Estoy bien, señor Engel, no se preocupe. Gracias por su ayuda.Me ardía el brazo, el malnacido ese me agarró con tanta fuerza que debió magullarme el brazo.—¿Tienes auto? —preguntó y negué con la cabeza—. Deja que te lleve a casa entonces. No parece que por aquí pasen muchos taxis. —Él miró a un lado y a otro y luego a mí.La duda me asaltó y arrugué la cara. Vi por la calle y enseguida noté a Paul que traía el auto y bajaba para a
BLAIRSus palabras me dejaron en blanco, pero la chillona risa de Kristen ni siquiera me dejó pensar y, para cuando alcé la vista, ella se acercaba a paso raudo.—Papá, ¿por qué Dominik debería estar con Blair? ¡Ella es muy desabrida y no tiene el encanto que un hombre así busca! ¡Déjamelo a mí! Te aseguro que lo conquistaré. —Se sentó al lado del abuelo y tomó sus manos, haciendo un mohín.Él respiró hondo y negó con la cabeza. Era un pez gordo conocido por ser implacable, pero se ablandaba con ella por el cariño que le tenía. Todos los hombres tenían un punto débil.—Cariño, Dominik es un hombre inteligente, es astuto. No cualquier chico puede formar su propia gran empresa desde la nada con apenas veinte años, mucho menos hacerla crecer tanto como él lo hizo —comentó con tono dulce—. Es un tipo astuto y Blair pareció gustarle, además Blair también es muy inteligente y comparten intereses. Sabrá tratarlo mejor de lo que tú podrás.Kristen frunció el ceño, consciente del fondo de esas
BLAIRCon el CEO saliendo al mediodía de viaje por un asunto imprevisto, yo seguía sumida en el trabajo.A eso de las seis, al ver que muchos ya se iban a casa tras terminar sus labores, pensé que ese día no quería hacer horas extra y me levanté para marcharme; sin embargo, la vejiga me traicionó y tuve que ir al baño.Al volver a mi mesa me dispuse a recoger mis cosas; sin embargo, no encontré mi identificación por ninguna parte. La busqué en las gavetas y alrededor, pero no la conseguí. Sin identificación no podría sellar la salida, lo que era un problema, así que fui a la dirección de personal para informar la pérdida.Cuando pasé hacia una asistente, de las únicas que quedaba, esta parecía poco dispuesta a prestarme atención.—Señorita, quiero reportar la pérdida de mi identificación. Fui al baño y solo desapareció.—¿En serio? ¿No es eso un descuido de tu parte? —La mujer me miró con desdén.—Bueno, debía estar en mi escritorio a mi vuelta, pero no está.Traté de mantener la calm
BLAIRLo seguí hasta la oficina, ubicada en la última planta. En el ascensor todo fue silencio, cierta tensión, y al salir solo caminé hasta el despacho. Paul abrió la puerta y entramos, él se quedó afuera, la cerró… y se hizo la calma.Dominik se acercó a su escritorio y se recostó contra él.—Bien, ¿puedes explicarme qué pasó? Si no me dices la verdad podría considerar el despido, pero tú no me pareces del tipo que comete errores tan estúpidos.—Yo no hice nada —me defendí al instante, acercándome unos pasos, y llevé una mano a mi cintura, una muestra involuntaria de carácter—. Ayer perdí mi identificación y no pude marcar la salida por mi cuenta, pero la asistente de personal me dijo que lo haría por mí. Me fui poco después de las seis de la tarde y volví esta mañana. Cuando volví, mi identificación estaba sobre mi escritorio y ocurrió lo del error de la base de datos.Él me escrutó en silencio unos segundos, lo que de cierta manera me intimidó, pues los claros ojos de ese hombre d