BLAIR
San Francisco era enorme, ¿qué probabilidad tenía de encontrarme con ese tipo de nuevo? Lo mejor era dejar el pasado atrás y seguir adelante. Por eso, esa mañana iba recia, con mi traje azul marino, tacones y rebosante de presencia. Llegué a la sede de la Corporación Weltraum, una empresa de investigación y exploración espacial en el área privada que, sin embargo, tenía convenios y conexiones con el gobierno. Hoy era el día de mi entrevista para entrar al grupo del proyecto VON55, uno que, según los rumores, esperaba crear nueva tecnología para minimizar los riesgos en la exploración del espacio amplio con costos y recursos sostenibles. Si lograba entrar, el sueño de mi vida estaría completo. Sonriente, ingresé al edificio, imponente, ancho y con vidrio por todas partes, y me presenté para mi cita, siendo enviada al quinto piso casi enseguida. Una mujer, la gerente de operaciones, era quien me entrevistaría. —Por norma debería ser el jefe del proyecto quien hiciera esto, pero aún no ha llegado, y el CEO se encuentra en una reunión ahora mismo. Asentí, envuelta en la formalidad, y la mujer empezó a enumerar todo lo que veía en mi currículo. Entonces, alguien tocó a la puerta y, tras la autorización, una chica rubia y joven entró. —Señorita Martin, ya está todo listo para la llegada del nuevo gerente. Necesito que firme estos papeles. Sandra Martin asintió y sonrió, haciéndole una seña para que se acercara. Fue entonces cuando vi quién era. ¿Acaso el mundo era un pañuelo? Era la misma chiquilla con la que había pillado a mi ex aquella noche. Cuando ella me vio, abrió los ojos como platos. —¿Tú…? ¿Qué haces aquí? —espetó desdeñosa, olvidándose por un momento de la presencia de su superior. —Estoy en medio de una entrevista, Helen, más educación —respondió Sandra de inmediato mientras tomaba los papeles, haciendo retroceder a la otra. Yo preferí no hablar, y solo miré la mano de la jefa moverse sobre los papeles para firmarlos tras echarles un vistazo. Helen se fue y se hizo el silencio. —¿Conoces a Helen? —inquirió curiosa la mujer. Rodé los ojos y resoplé. —Yo no diría conocer. Nos encontramos en una circunstancia particular. Ella supo que no debía preguntar más, y la entrevista continuó, dejándome al final con una propuesta laboral y un contrato firmado. La contentura se me filtraba, pero traté de controlarme y acompañé a Sandra hasta mi nuevo lugar de trabajo, el equipo de desarrollo del proyecto VON55. Para mi sorpresa, apenas pasar al departamento vi a Helen, quien me dedicó una mirada fastidiada. —Todos, esta es Blair Acy-Rymer. A partir de mañana trabajará en este departamento, por favor, oriéntenla en tanto el flujo de actividades se normaliza. También, se espera que el nuevo gerente llegue esta misma tarde. Los miembros del departamento, en su mayoría hombres, me miraron. En algunos vi curiosidad o admiración, y en otros vi algo que me dio asco, así que decidí ignorar. Enseguida los etiqueté y puse en lista negra, aunque inevitablemente tendría que tratar con ellos. En eso se oyó una ligera conmoción desde el pasillo, y apareció Paul Walter, el secretario del CEO, en compañía de otros dos hombres y… ¡por un demonio! ¿Por qué los conocía a ambos? Tragué entero al ver entrar a un rubio con gesto de falsa modestia que hablaba con un pelirrojo. El segundo era Dominik, y el primero… —Buen día a todos. Aquí traigo al nuevo gerente del departamento de desarrollo para el proyecto VON55, Benjamin Blackburn. Es un ingeniero aeroespacial con muy buenas credenciales y coordinará el proyecto y las conexiones con los demás departamentos. Se me subió la presión y se me bajó el azúcar al mismo tiempo, y sentí que estaba en un sueño. No podía ser cierto, esto tenía que ser una pesadilla. Dominik era el CEO de este lugar, eso era claro… y mi exprometido era mi nuevo jefe. —Maldita sea… —susurré bajito y apreté las piernas. No podía tener tanta mala suerte. Sandra me dio un empujoncito y se giró hacia Dominik. —Señor Engel, esta es nuestra nueva empleada, también comenzará hoy en este departamento. Su nombre es Blair Acy-Rymer. Él fingió no conocerme, y vi en sus ojos brillar la curiosidad, aunque puso cara de sorpresa. —Oh, es un placer conocerla, señorita Blair —dijo como si nada y extendió la mano—. Espero que pueda aportar mucho a nuestro proyecto. Al principio no me moví, en parte por la sorpresa, en parte por el asco, pero luego alargué la mano y le acepté el apretón. Sin embargo, fui consciente de los penetrantes ojos de Benjamin, que parecían querer partirme en dos. —Un gerente y una nueva empleada, esto pinta de maravilla —comentó el CEO con complacencia. Sandra lo abordó, y Benjamin fingió ignorancia un rato, hasta que los dos se fueron. Entonces se fue a su oficina, y Helen entró unos segundos después, muy contenta. Yo me quedé con algunos compañeros que me dieron un recorrido por la oficina y explicaron todo, pero no pasó mucho para que Helen saliera y, con una sonrisa de desdeñosa victoria, anunciara: —Blair, el señor Blackburn solicita tu presencia en su oficina. Fruncí el ceño, aunque lo esperaba, consciente de que esos dos quizá querrían hacérmelo difícil. Suspiré y fui a la oficina.BLAIRAl pasar a la oficina, me encontró con la sonrisa de suficiencia del maldito de Benjamin, a sabiendas de lo que quería.—Blair, así que conseguiste el empleo, qué fascinante.Fruncí un poco el ceño, pero no dije nada.—No sabía que tú estabas buscando un nuevo empleo. Claro, mi flamante otrora prometido ni siquiera me había dicho que buscaba otro empleo, y mucho menos en el mismo lugar que yo. Era obvio que no renunciabas a tu trabajo y decidías por otro en un par de semanas, sobre todo porque el proceso de selección de esta empresa duraba al menos un mes.—Estamos en la oficina, Blair, así que tienes que dirigirte a mí con respecto, ¿de acuerdo? Llámame señor Blackburn.Fruncí el ceño, sintiendo un escozor ácido en la garganta, y solté una risita.—Oh, lo siento, señor Blackburn, entonces por favor tenga la decencia de no tutearme; después de todo, ahora no somos más que jefe y empleada —espeté con sarcasmo.Él entornó los ojos y se levantó de su silla, rodeó el escritorio y s
BLAIRBenjamin empezó a sudar frío y a tartamudear, sin saber qué decir, al ver al otro.—Yo, ehm… señor Engel…En eso apareció Helen, lo tomó del brazo y miró a Dominik con una sonrisa nerviosa, pero tratando de parecer confiada.—Señor Engel, no es nada. Benjamin ya se va. Ya nos vamos.El pelirrojo frunció el ceño, pero los dejó irse y soltó un suspiro antes de dirigirse a mí.—Señorita Blair, ¿está bien?Fruncí el ceño, aún con la molestia encima, y me puse a la defensiva, esperando lo peor, aunque enseguida me dije que eso no tenía sentido y resoplé.—Estoy bien, señor Engel, no se preocupe. Gracias por su ayuda.Me ardía el brazo, el malnacido ese me agarró con tanta fuerza que debió magullarme el brazo.—¿Tienes auto? —preguntó y negué con la cabeza—. Deja que te lleve a casa entonces. No parece que por aquí pasen muchos taxis. —Él miró a un lado y a otro y luego a mí.La duda me asaltó y arrugué la cara. Vi por la calle y enseguida noté a Paul que traía el auto y bajaba para a
BLAIRSus palabras me dejaron en blanco, pero la chillona risa de Kristen ni siquiera me dejó pensar y, para cuando alcé la vista, ella se acercaba a paso raudo.—Papá, ¿por qué Dominik debería estar con Blair? ¡Ella es muy desabrida y no tiene el encanto que un hombre así busca! ¡Déjamelo a mí! Te aseguro que lo conquistaré. —Se sentó al lado del abuelo y tomó sus manos, haciendo un mohín.Él respiró hondo y negó con la cabeza. Era un pez gordo conocido por ser implacable, pero se ablandaba con ella por el cariño que le tenía. Todos los hombres tenían un punto débil.—Cariño, Dominik es un hombre inteligente, es astuto. No cualquier chico puede formar su propia gran empresa desde la nada con apenas veinte años, mucho menos hacerla crecer tanto como él lo hizo —comentó con tono dulce—. Es un tipo astuto y Blair pareció gustarle, además Blair también es muy inteligente y comparten intereses. Sabrá tratarlo mejor de lo que tú podrás.Kristen frunció el ceño, consciente del fondo de esas
BLAIRCon el CEO saliendo al mediodía de viaje por un asunto imprevisto, yo seguía sumida en el trabajo.A eso de las seis, al ver que muchos ya se iban a casa tras terminar sus labores, pensé que ese día no quería hacer horas extra y me levanté para marcharme; sin embargo, la vejiga me traicionó y tuve que ir al baño.Al volver a mi mesa me dispuse a recoger mis cosas; sin embargo, no encontré mi identificación por ninguna parte. La busqué en las gavetas y alrededor, pero no la conseguí. Sin identificación no podría sellar la salida, lo que era un problema, así que fui a la dirección de personal para informar la pérdida.Cuando pasé hacia una asistente, de las únicas que quedaba, esta parecía poco dispuesta a prestarme atención.—Señorita, quiero reportar la pérdida de mi identificación. Fui al baño y solo desapareció.—¿En serio? ¿No es eso un descuido de tu parte? —La mujer me miró con desdén.—Bueno, debía estar en mi escritorio a mi vuelta, pero no está.Traté de mantener la calm
BLAIRLo seguí hasta la oficina, ubicada en la última planta. En el ascensor todo fue silencio, cierta tensión, y al salir solo caminé hasta el despacho. Paul abrió la puerta y entramos, él se quedó afuera, la cerró… y se hizo la calma.Dominik se acercó a su escritorio y se recostó contra él.—Bien, ¿puedes explicarme qué pasó? Si no me dices la verdad podría considerar el despido, pero tú no me pareces del tipo que comete errores tan estúpidos.—Yo no hice nada —me defendí al instante, acercándome unos pasos, y llevé una mano a mi cintura, una muestra involuntaria de carácter—. Ayer perdí mi identificación y no pude marcar la salida por mi cuenta, pero la asistente de personal me dijo que lo haría por mí. Me fui poco después de las seis de la tarde y volví esta mañana. Cuando volví, mi identificación estaba sobre mi escritorio y ocurrió lo del error de la base de datos.Él me escrutó en silencio unos segundos, lo que de cierta manera me intimidó, pues los claros ojos de ese hombre d
BLAIRBenjamin se fue frustrado y yo seguí con mi trabajo.Por la tarde, al salir de la oficina, me encontré a mi jefe en el pasillo, cosa extraña.—Señorita Blair, ¿le gustaría ir a cenar conmigo? —inquirió él, lo que me sorprendió.—¿Conmigo? ¿Por qué querría salir a cenar con su humilde empleada, señor Engel? —espeté condescendiente y él me miró con cierta ironía antes de reír.—No la estoy invitando en calidad de empleada, señorita Blair… —Se acercó y susurró—: ¿Qué le parece una cena con alguien con quien compartió cama? Algo casual.Fruncí el ceño y apreté los labios.—¿En qué demonios piensas? —Lo tuteé y di un paso atrás, revirando los ojos, para oír su risa—. Ni te creas que volveré a estar contigo solo por eso.¿Quién se creía que era? ¿Podía considerar esto como acoso laboral? Tenía que informarme.Él soltó una risita, con su secretario viendo todo algo sorprendido, quizá no acostumbrado a ver a ese portento de hombre de lengua suelta.Estuve a punto de dar la vuelta e irme
BLAIRSolo fui al club a distraerme con mi mejor amiga, pero todo acabó en desastre.Ahí estaba, Benjamin Blackburn, empiernado con aquella muchachita rubia que semanas atrás presentó como su nueva subordinada. Los dos se comían las bocas y se metían mano sin importarles que estuvieran en un lugar público, y se lanzaban miraditas cada que se separaban dos centímetros.Eso por sí mismo no sería malo. Indecente, sí, pero no malo; sin embargo, había un problema: Benjamin era mi prometido.—Blair, ¿ese que está ahí no es Ben…?—Sí, es él —espeté con rabia contenida y apreté el vaso que tenía en la mano—. Ese maldito…—Bueno, ¿qué tal si nos que…?Pero, antes de que Grace pudiera decir nada, salí como alma que lleva el diablo, directo hacia el par y, al llegar junto a ellos, agarré a la mujer del pelo y la tiré a un lado con todas mis fuerzas.—¡¿Así que esta es tu «importante reunión» por la que tenías que hacer horas extras, Ben?!El hombre, un rubio delgado, abrió los ojos de par en par
BLAIREl suave sonido del grupo de jazz que tocaba en vivo llenaba todos los espacios de aquel enorme salón, junto a un persistente aroma a canela que no me molestaba, pero tampoco me parecía lo mejor del mundo.—Blair, ¡qué bueno que llegas!Grace se apareció, vestida de punta en blanco, y abrió los ojos de par en par al verme.—Amiga, ¡te ves estupenda! ¡Pareces una princesa! No… ¡Una Reina! Estás regia como una Reina.Sonreí sin poder evitarlo y no lo negué, pues por primera vez en mucho tiempo me sentía como tal, como una Reina en el centro de todas las miradas.Sacudí apenas la oscura falda de mi vestido, que se ceñía en cintura imperio y escote palabra de honor, y sonreí más.—Siento que hoy me veo muy bien.—¡Lo haces! De seguro conquistarás a todos los hombres. Es buen momento para que pesques a uno de los tantos millonarios que tu abuelo invitó el día de hoy. Estoy segura de que les encantarás.Me llené de orgullo y confianza, pero negué con la cabeza, pues no estaba aquí par