BLAIR
Al pasar a la oficina, me encontró con la sonrisa de suficiencia del maldito de Benjamin, a sabiendas de lo que quería. —Blair, así que conseguiste el empleo, qué fascinante. Fruncí un poco el ceño, pero no dije nada. —No sabía que tú estabas buscando un nuevo empleo. Claro, mi flamante otrora prometido ni siquiera me había dicho que buscaba otro empleo, y mucho menos en el mismo lugar que yo. Era obvio que no renunciabas a tu trabajo y decidías por otro en un par de semanas, sobre todo porque el proceso de selección de esta empresa duraba al menos un mes. —Estamos en la oficina, Blair, así que tienes que dirigirte a mí con respecto, ¿de acuerdo? Llámame señor Blackburn. Fruncí el ceño, sintiendo un escozor ácido en la garganta, y solté una risita. —Oh, lo siento, señor Blackburn, entonces por favor tenga la decencia de no tutearme; después de todo, ahora no somos más que jefe y empleada —espeté con sarcasmo. Él entornó los ojos y se levantó de su silla, rodeó el escritorio y se detuvo frente a mí. —Vine aquí porque surgió la oportunidad. Planeaba contártelo cuando obtuviera el puesto, pero decidiste terminar con lo nuestro antes de eso. ¿Qué te parece? Acabas de perder la oportunidad de casarte con un gerente, ¿no es una lástima? La oficina tenía las persianas medio cerradas, pero sentía los penetrantes ojos de la tal Helen con ganas de exterminarme desde fuera, y no pude evitar soltar una risita. —Sí que te das importancia, ¿eh? —Lo miré con deferencia—. Di lo que quieras, no me importa. —Luego recordé algo y continué—: Usted y yo no somos más que un jefe y su subordinada, señor Blackburn, no lo olvide, y diviértase mucho con su secretaria. Acto seguido, di media vuelta y salí de ahí. Apenas pisar fuera, me encontré con la desabrida de Helen, que me vio con asco y volvió a entrar en la oficina. En definitiva, Dios los hacía y el diablo los juntaba. Qué asquito de gente, de verdad.Se suponía que empezaba a trabajar mañana, pero terminé quedándome todo el día, y descubrí que mis compañeros no eran tan horribles. Me metí tanto en el trabajo que, cuando me di cuenta de la hora, ya eran casi las seis, tiempo de abandonar la oficina.
En eso, apareció el secretario de Dominik y anunció: —El señor Engel invita a todo el departamento a cenar hoy para dar la bienvenida a los nuevos empleados y conocerlos a todos. Él estará presente. Dispuse autos para llevarlos al restaurante, así que, por favor, recojan sus cosas y síganme. Benjamin salió de su oficina y todos parecieron emocionarse; sin embargo, yo no quería ir. ¿Por qué querría estar en compañía de mi ex y su actual, o del pervertido malnacido de Dominik, por muy jefe que fuera? Pero, al final, tuve que ir.Llegamos al restaurante Protégé no mucho después, y la elección me sorprendió, pues era uno de los lugares más caros de Silicon Valley. Vi bajar a Dominik de su auto, y todos fuimos a un salón privado. Éramos doce personas en total.
—Por favor, ordenen a gusto y disfruten de la velada —dijo Dominik con tono amable, para nada como el pícaro tipo de aquella noche, y pasó la vista por todos—. Ustedes son un grupo con bastantes credenciales. Estoy gratamente sorprendido por lo que encontré en sus currículos. Y sí. Por más que me ardiera, el estúpido de Benjamin era un reconocido ingeniero aeroespacial que había participado en varios proyectos de renombre en su antigua empresa; sin embargo, hasta yo tenía mis buenas credenciales: pasé tres años en el posgrado de astronáutica y otro más con mi maestro, entre congresos, proyectos y estudios. A decir verdad, poseía mejores credenciales que el idiota de mi ex, pero me faltaba algo: más fe en mí misma. —Señor Engel, estoy ansioso por comenzar con el proyecto de VON55. Cuando vi la presentación en el último congreso, quedé fascinado. Su iniciativa de verdad promueve la sustentabilidad, al tiempo que da libertad al ser humano para la exploración. Benjamin adulando a Dominik casi me dio ganas de vomitar, y creo que hasta el pelirrojo se hartó, porque no tardó en centrar su atención en mí. —Señorita Blair, tras leer su currículo, veo que fue alumna del profesor Owens. Es curioso, ya que él no suele aceptar pupilos. Sonreí gustosa y asentí, y los murmullos de quienes conocían el apellido no se hicieron esperar. —Sí… el profesor Owens fue mi profesor en el posgrado, e insistió en que tenía que aprender más de él. Dice que quiere retirarse pronto. Estaba un poco triste cuando le dije que quería volver a casa e intentar participar en el proyecto VON55, pero entendió que era mi sueño y lo concedió. Dominik entornó un poco los ojos. —¿Su sueño? Que le interesara eso me dio curiosidad, pero no pude contestar porque la metida de Helen se levantó con una botella entre manos y se fue rellenar la copa de Dominik, mirándome con desdén. —Señor Engel, tome un poco, tenemos que hacer un brindis. Él quiso refutar, pero cuando Benjamin y algunos empleados más se unieron, solo lo dejó estar. La cena transcurrió más o menos en paz; sin embargo, fui incapaz de ignorar las miradas lascivas de Benjamin y la ira de una Helen que; de no estar el jefe ahí, de seguro habría cargado en mi contra. Cuando todos se dispusieron a salir, fui al tocador a lavarme las manos, y porque el ambiente de verdad me molestaba, y hasta esperé que pasara una de esas escenas donde la chica loca novia del ex llega a querer jalar por los pelos a la otra; sin embargo, eso no pasó, lo que me hizo reír. No obstante, al salir del restaurante me encontré con un Benjamin que exhibía un gesto pícaro, y le reviré los ojos. —Déjame en paz —espeté y caminé al borde de la acera para llamar a un taxi. Benjamin se metió en mi camino, aún con ese gesto superior que tanto molestaba. —Vamos, Blair, ¿de verdad solo vas a dejar las cosas así? Estábamos comprometidos y me dejaste de un día para otro. ¿Ni siquiera te duele? ¿No sufres por mí? Fruncí el ceño, llena de asco. Este tipo haría que me indigestara. —¿Sufrir por ti? No me jodas. Ver al perro que no tengo hacer sus necesidades es más importante que tú, Benjamin. —Le planté cara y él me miró impresionado—. Sí, nos íbamos a casar, pero te liaste con otra y se terminó, ¿quieres que te llore? ¿Quién eres? ¿Mi madre muerta o algo así? Porque de resto, créeme que no vales la pena. —Me encogí de hombros, con una ira palpitante resurgiendo en mi interior, y resoplé. Lo único que este hombre hacía ahora era fastidiarme—. Y quítate, tomaré un taxi para irme a casa. Lo empujé con todas mis fuerzas a un lado y quise pasar de él; sin embargo, me jaló del brazo con fuerza, tanto que fue doloroso y no pude evitar chillar. —¡Suéltame! ¡¿Qué te pasa?! Benjamin tenía el ceño fruncido y parecía contrariado, pero soltó una risa gélida. —¿Es que te estás haciendo la fuerte? No me creo esa de que no sientes nada por la ruptura. Nos íbamos a casar y te traicioné, debes estar muriéndote por dentro, pero no haces más que fingir… ¡Eres tan patética, Blair, hice bien en irme con Helen! La furia que sentía se derramó, y le lancé un bofetón que me hizo temblar la mano, pero que pegó de lleno y con gusto en toda su mejilla, dejándole una marca que de seguro se hincharía. —¡Aléjate de mí, maldito, o no temeré denunciarte! La furia brilló en sus ojos y se abalanzó sobre mí con intención de golpearme, aun si estábamos en plena calle. —¿Qué ocurre aquí? Una voz dominante y grave resonó, y Benjamin se detuvo en seco. Di un paso atrás y vi a Dominik, que no tenía muy buena cara mientras avanzaba hacia nosotros, en compañía de su secretario. —Ehm… señor Engel, yo… —balbuceó Benjamin. El pelirrojo frunció el ceño y exigió una vez más. —¿Qué ocurre aquí?BLAIRBenjamin empezó a sudar frío y a tartamudear, sin saber qué decir, al ver al otro.—Yo, ehm… señor Engel…En eso apareció Helen, lo tomó del brazo y miró a Dominik con una sonrisa nerviosa, pero tratando de parecer confiada.—Señor Engel, no es nada. Benjamin ya se va. Ya nos vamos.El pelirrojo frunció el ceño, pero los dejó irse y soltó un suspiro antes de dirigirse a mí.—Señorita Blair, ¿está bien?Fruncí el ceño, aún con la molestia encima, y me puse a la defensiva, esperando lo peor, aunque enseguida me dije que eso no tenía sentido y resoplé.—Estoy bien, señor Engel, no se preocupe. Gracias por su ayuda.Me ardía el brazo, el malnacido ese me agarró con tanta fuerza que debió magullarme el brazo.—¿Tienes auto? —preguntó y negué con la cabeza—. Deja que te lleve a casa entonces. No parece que por aquí pasen muchos taxis. —Él miró a un lado y a otro y luego a mí.La duda me asaltó y arrugué la cara. Vi por la calle y enseguida noté a Paul que traía el auto y bajaba para a
BLAIRSus palabras me dejaron en blanco, pero la chillona risa de Kristen ni siquiera me dejó pensar y, para cuando alcé la vista, ella se acercaba a paso raudo.—Papá, ¿por qué Dominik debería estar con Blair? ¡Ella es muy desabrida y no tiene el encanto que un hombre así busca! ¡Déjamelo a mí! Te aseguro que lo conquistaré. —Se sentó al lado del abuelo y tomó sus manos, haciendo un mohín.Él respiró hondo y negó con la cabeza. Era un pez gordo conocido por ser implacable, pero se ablandaba con ella por el cariño que le tenía. Todos los hombres tenían un punto débil.—Cariño, Dominik es un hombre inteligente, es astuto. No cualquier chico puede formar su propia gran empresa desde la nada con apenas veinte años, mucho menos hacerla crecer tanto como él lo hizo —comentó con tono dulce—. Es un tipo astuto y Blair pareció gustarle, además Blair también es muy inteligente y comparten intereses. Sabrá tratarlo mejor de lo que tú podrás.Kristen frunció el ceño, consciente del fondo de esas
BLAIRCon el CEO saliendo al mediodía de viaje por un asunto imprevisto, yo seguía sumida en el trabajo.A eso de las seis, al ver que muchos ya se iban a casa tras terminar sus labores, pensé que ese día no quería hacer horas extra y me levanté para marcharme; sin embargo, la vejiga me traicionó y tuve que ir al baño.Al volver a mi mesa me dispuse a recoger mis cosas; sin embargo, no encontré mi identificación por ninguna parte. La busqué en las gavetas y alrededor, pero no la conseguí. Sin identificación no podría sellar la salida, lo que era un problema, así que fui a la dirección de personal para informar la pérdida.Cuando pasé hacia una asistente, de las únicas que quedaba, esta parecía poco dispuesta a prestarme atención.—Señorita, quiero reportar la pérdida de mi identificación. Fui al baño y solo desapareció.—¿En serio? ¿No es eso un descuido de tu parte? —La mujer me miró con desdén.—Bueno, debía estar en mi escritorio a mi vuelta, pero no está.Traté de mantener la calm
BLAIRLo seguí hasta la oficina, ubicada en la última planta. En el ascensor todo fue silencio, cierta tensión, y al salir solo caminé hasta el despacho. Paul abrió la puerta y entramos, él se quedó afuera, la cerró… y se hizo la calma.Dominik se acercó a su escritorio y se recostó contra él.—Bien, ¿puedes explicarme qué pasó? Si no me dices la verdad podría considerar el despido, pero tú no me pareces del tipo que comete errores tan estúpidos.—Yo no hice nada —me defendí al instante, acercándome unos pasos, y llevé una mano a mi cintura, una muestra involuntaria de carácter—. Ayer perdí mi identificación y no pude marcar la salida por mi cuenta, pero la asistente de personal me dijo que lo haría por mí. Me fui poco después de las seis de la tarde y volví esta mañana. Cuando volví, mi identificación estaba sobre mi escritorio y ocurrió lo del error de la base de datos.Él me escrutó en silencio unos segundos, lo que de cierta manera me intimidó, pues los claros ojos de ese hombre d
BLAIRBenjamin se fue frustrado y yo seguí con mi trabajo.Por la tarde, al salir de la oficina, me encontré a mi jefe en el pasillo, cosa extraña.—Señorita Blair, ¿le gustaría ir a cenar conmigo? —inquirió él, lo que me sorprendió.—¿Conmigo? ¿Por qué querría salir a cenar con su humilde empleada, señor Engel? —espeté condescendiente y él me miró con cierta ironía antes de reír.—No la estoy invitando en calidad de empleada, señorita Blair… —Se acercó y susurró—: ¿Qué le parece una cena con alguien con quien compartió cama? Algo casual.Fruncí el ceño y apreté los labios.—¿En qué demonios piensas? —Lo tuteé y di un paso atrás, revirando los ojos, para oír su risa—. Ni te creas que volveré a estar contigo solo por eso.¿Quién se creía que era? ¿Podía considerar esto como acoso laboral? Tenía que informarme.Él soltó una risita, con su secretario viendo todo algo sorprendido, quizá no acostumbrado a ver a ese portento de hombre de lengua suelta.Estuve a punto de dar la vuelta e irme
BLAIRSolo fui al club a distraerme con mi mejor amiga, pero todo acabó en desastre.Ahí estaba, Benjamin Blackburn, empiernado con aquella muchachita rubia que semanas atrás presentó como su nueva subordinada. Los dos se comían las bocas y se metían mano sin importarles que estuvieran en un lugar público, y se lanzaban miraditas cada que se separaban dos centímetros.Eso por sí mismo no sería malo. Indecente, sí, pero no malo; sin embargo, había un problema: Benjamin era mi prometido.—Blair, ¿ese que está ahí no es Ben…?—Sí, es él —espeté con rabia contenida y apreté el vaso que tenía en la mano—. Ese maldito…—Bueno, ¿qué tal si nos que…?Pero, antes de que Grace pudiera decir nada, salí como alma que lleva el diablo, directo hacia el par y, al llegar junto a ellos, agarré a la mujer del pelo y la tiré a un lado con todas mis fuerzas.—¡¿Así que esta es tu «importante reunión» por la que tenías que hacer horas extras, Ben?!El hombre, un rubio delgado, abrió los ojos de par en par
BLAIREl suave sonido del grupo de jazz que tocaba en vivo llenaba todos los espacios de aquel enorme salón, junto a un persistente aroma a canela que no me molestaba, pero tampoco me parecía lo mejor del mundo.—Blair, ¡qué bueno que llegas!Grace se apareció, vestida de punta en blanco, y abrió los ojos de par en par al verme.—Amiga, ¡te ves estupenda! ¡Pareces una princesa! No… ¡Una Reina! Estás regia como una Reina.Sonreí sin poder evitarlo y no lo negué, pues por primera vez en mucho tiempo me sentía como tal, como una Reina en el centro de todas las miradas.Sacudí apenas la oscura falda de mi vestido, que se ceñía en cintura imperio y escote palabra de honor, y sonreí más.—Siento que hoy me veo muy bien.—¡Lo haces! De seguro conquistarás a todos los hombres. Es buen momento para que pesques a uno de los tantos millonarios que tu abuelo invitó el día de hoy. Estoy segura de que les encantarás.Me llené de orgullo y confianza, pero negué con la cabeza, pues no estaba aquí par
BLAIR Kristen siempre fue una maleducada, y se comportaba de la peor forma en los momentos más inoportunos. No perdí de vista a Dominik, y noté cómo frunció el ceño, medio incrédulo y con desprecio, y negó con la cabeza. —No hace falta, señorita Rymer, mi asistente se ocupará de ayudarme; sin embargo, señor Rymer. —Dirigió su atención hacia mi abuelo y le dio una diligente sonrisa antes de continuar—: De verdad agradezco su preocupación. Este le devolvió la sonrisa y asintió. —Entiendo, señor Engel. —No quiero que piense que es un desplante de mi parte; es solo que prefiero ir a los lugares puntuales con uno de mis empleados. —No se preocupe, puedo entenderlo. A veces los hombres de negocios debemos cuidar muy bien nuestra imagen, en especial si se tienen menos de treinta años y un palmarés como el suyo. Al abuelo le brillaban los ojos con una admiración que pocas veces le había visto, lo que me inquietó; sin embargo, como poco tenía que ver yo con ese hombre y la situación, a