BLAIR
Kristen siempre fue una maleducada, y se comportaba de la peor forma en los momentos más inoportunos. No perdí de vista a Dominik, y noté cómo frunció el ceño, medio incrédulo y con desprecio, y negó con la cabeza. —No hace falta, señorita Rymer, mi asistente se ocupará de ayudarme; sin embargo, señor Rymer. —Dirigió su atención hacia mi abuelo y le dio una diligente sonrisa antes de continuar—: De verdad agradezco su preocupación. Este le devolvió la sonrisa y asintió. —Entiendo, señor Engel. —No quiero que piense que es un desplante de mi parte; es solo que prefiero ir a los lugares puntuales con uno de mis empleados. —No se preocupe, puedo entenderlo. A veces los hombres de negocios debemos cuidar muy bien nuestra imagen, en especial si se tienen menos de treinta años y un palmarés como el suyo. Al abuelo le brillaban los ojos con una admiración que pocas veces le había visto, lo que me inquietó; sin embargo, como poco tenía que ver yo con ese hombre y la situación, avancé y dije: —Bueno, ya que fui presentada, si me disculpan, quisiera ir a tomar un bocadillo de la mesa del bufet. Alcé la copa y sonreí. Kristen se burló por lo bajo y el abuelo asintió, en tanto el pelirrojo siguió viéndome curioso, haciéndome preguntarme la razón. Pero lo ignoré y seguí mi camino. Al llegar al bufet, tomé un bocadillo mientras veía pasar a un millonario tras otro y, sin embargo, no pude alejarme del tal Dominik, quien no dudaba en posar, dicharachero por cierto, con cuanta persona aparecía para las fotos. ¿Acaso era un tipo popular? Bueno, mi abuelo dijo algo de innovación en tecnología y exploración espacial, pero yo era astrónoma, aún más, tenía una especialidad en astronáutica y conocía bien a los pesos pesados del área, ¿de dónde salió él? Masticando el bocadillo de jamón, no pude evitar pensar que ya lo había visto antes en alguna parte, pero, por más que le daba y le daba a mi cabeza, no conseguía averiguar dónde. —A veces eres bien estúpida, Blair. ¿Qué haces prestándole tanta atención a un desconocido? —me dije y chasqué con la lengua. Fui a tomar otra copa y quise salir a los jardines, pero cuando iba a mitad de camino, de nuevo, fui asaltada por mi némesis… y por mamá gallina. —Blair, ¿cómo es eso que sigues insultando a mi niña por su estatura? ¿Crees que por medir más de metro ochenta eres mejor que ella? Mamá gallina, es decir, Celia Rymer, es decir, la madre de la umpalumpa, alias mi abuelastra, la segunda esposa de su abuelo, se paró ante mí con los brazos cruzados frente a ese pecho de silicona que se deslucía con el corpiño tan apretado que llevaba, y me miró como si yo acabara de matar a alguien. Bajé la vista porque, aunque más alta que su hijita querida, Celia apenas rozaba el metro sesenta y cinco, y resoplé sin mucha fuerza. —En primera, no es mi culpa que sea tan baja, tampoco me importa; sin embargo, si su hija no entiende lo mínimo del comportamiento y la educación, ¿qué puedo hacer yo? Puede llamarme jirafa e inventarse todos los chistes para altos que quiera, y seguir pensando que eso me molesta. No obstante, seguirá siendo un umpalumpa. Las expresiones de las otras dos se enfurruñaron, pero, antes de que alguna pudiera decir algo, añadí como estocada final: —Ella sin dudas desearía ser tan alta como yo; sin embargo, créame que yo no tengo ni los más mínimos deseos de estar más cerca del suelo. Les di una sonrisa audaz, me giré y seguí mi camino, oyéndolas reñirme e insultarme. Eso era así, era lo que pasaba cuando un hombre rico se casaba con una chica linda, que cuando probaba las mieles del dinero se desprendía de toda humildad y dejaba salir lo que en realidad era, una narcisista empedernida con complejo de dama de alcurnia a la que, por el contrario, todavía le quedaba demasiado que aprender. Sin mencionar que tanto madre como hija me tenían algún tipo extraño de envidia que todavía no conseguía evitar. Quizá se debía a que yo sí era una Rymer de sangre, hija de la niña más querida del abuelo, una que, por desgracia, ya no estaba en el mundo de los vivos. Fui hasta los jardines, alejada de la gente, y me detuvo en un pequeño sector con bancas que daba una vista limpia al horizonte, miré al cielo y sonreí. Amaba el cielo, las estrellas, aunque en plena ciudad no podía verlas. Bebí de mi copa. No me gustaban ese tipo de eventos, pero como el abuelo había hecho mucho por mí debía acompañarlo. Esperaba enorgullecerlo pronto si conseguía esa plaza en el equipo de trabajo para el Proyecto VON55 de la Corporación Weltraum de aeronáutica y aeroespacial. Era mi sueño. Perdida en mis pensamientos, olvidé incluso el lugar en el que me encontraba. Había pasado a la última fase de la selección, pero sabía bien que la competencia era temible y terrible. Apenas tenía veintisiete, ¿cuántos ingenieros más capacitados no existían allá afuera? Me levanté, dejé la copa en el banco y avancé unos pasos, sintiendo la fresca brisa de la noche contra mi rostro y pecho. Respiré hondo, pero de pronto sentí pasos ajenos acercándose desde atrás. Cuando reaccioné, dos grandes manos rodeaban mi cintura, y el cuerpo de un espigado y gran varón me cubría por completo. Me tensé completa y vi por el rabillo del ojo que se trataba de quien sospechaba: Dominik Engel, el supuesto Doctor. Él apoyó el mentón en mi hombro y, tras soltar un ligero respingo contra mi oreja que regó un calosfrío por cada parte de mi ser, susurró: —Entonces… ¿hoy sí dejarás que te destroce el culo, pequeña Blair? Esas palabras me dejaron la mente en blanco de pronto, y abrí los ojos de par en par al segundo siguiente, junto a los recuerdos de una noche loca de días atrás. El temor me embargó y palidecí. ¡¿Era él?! ¡¿Acaso era el prostituto de esa noche?!BLAIRSe me enfrió hasta el alma y me aterroricé.Sus manos se apretaron en mi cintura y me pegaron a él; un cierto aroma a canela y algo más llegó a mi nariz y me embriagó, y los recuerdos del pasado volvieron.Él era…—¿Cómo es que tú…?Una siniestra y cínica sonrisa me hizo palidecer, aterida y desenfocada, y tragué con dureza.Era guapo, pero con ese gesto oscuro y malicioso lucía exquisito.¿Por qué a las mujeres solían atraerle los tipos malos?Sin embargo, enseguida despejé mi mente, preguntándome cómo es que ese hombre era el prostituto de la otra vez.—No te creo —espeté, aún bajo el dominio de unas manos que se negaron a soltarme.Y su sonrisa no hizo más que crecer.—¿Qué tal sigue ese enorme chupetón que me rogaste te hiciera sobre el seno derecho? —cuestionó con malicia y total conocimiento de causa.En ese momento me morí y volví a la vida. Perdí el balance, y de no ser por él, que me sostuvo y apretujó contra su cuerpo, habría caído.Puse las manos en su pecho y mi memo
BLAIRSan Francisco era enorme, ¿qué probabilidad tenía de encontrarme con ese tipo de nuevo? Lo mejor era dejar el pasado atrás y seguir adelante.Por eso, esa mañana iba recia, con mi traje azul marino, tacones y rebosante de presencia. Llegué a la sede de la Corporación Weltraum, una empresa de investigación y exploración espacial en el área privada que, sin embargo, tenía convenios y conexiones con el gobierno.Hoy era el día de mi entrevista para entrar al grupo del proyecto VON55, uno que, según los rumores, esperaba crear nueva tecnología para minimizar los riesgos en la exploración del espacio amplio con costos y recursos sostenibles.Si lograba entrar, el sueño de mi vida estaría completo.Sonriente, ingresé al edificio, imponente, ancho y con vidrio por todas partes, y me presenté para mi cita, siendo enviada al quinto piso casi enseguida.Una mujer, la gerente de operaciones, era quien me entrevistaría.—Por norma debería ser el jefe del proyecto quien hiciera esto, pero aú
BLAIRAl pasar a la oficina, me encontró con la sonrisa de suficiencia del maldito de Benjamin, a sabiendas de lo que quería.—Blair, así que conseguiste el empleo, qué fascinante.Fruncí un poco el ceño, pero no dije nada.—No sabía que tú estabas buscando un nuevo empleo. Claro, mi flamante otrora prometido ni siquiera me había dicho que buscaba otro empleo, y mucho menos en el mismo lugar que yo. Era obvio que no renunciabas a tu trabajo y decidías por otro en un par de semanas, sobre todo porque el proceso de selección de esta empresa duraba al menos un mes.—Estamos en la oficina, Blair, así que tienes que dirigirte a mí con respecto, ¿de acuerdo? Llámame señor Blackburn.Fruncí el ceño, sintiendo un escozor ácido en la garganta, y solté una risita.—Oh, lo siento, señor Blackburn, entonces por favor tenga la decencia de no tutearme; después de todo, ahora no somos más que jefe y empleada —espeté con sarcasmo.Él entornó los ojos y se levantó de su silla, rodeó el escritorio y s
BLAIRBenjamin empezó a sudar frío y a tartamudear, sin saber qué decir, al ver al otro.—Yo, ehm… señor Engel…En eso apareció Helen, lo tomó del brazo y miró a Dominik con una sonrisa nerviosa, pero tratando de parecer confiada.—Señor Engel, no es nada. Benjamin ya se va. Ya nos vamos.El pelirrojo frunció el ceño, pero los dejó irse y soltó un suspiro antes de dirigirse a mí.—Señorita Blair, ¿está bien?Fruncí el ceño, aún con la molestia encima, y me puse a la defensiva, esperando lo peor, aunque enseguida me dije que eso no tenía sentido y resoplé.—Estoy bien, señor Engel, no se preocupe. Gracias por su ayuda.Me ardía el brazo, el malnacido ese me agarró con tanta fuerza que debió magullarme el brazo.—¿Tienes auto? —preguntó y negué con la cabeza—. Deja que te lleve a casa entonces. No parece que por aquí pasen muchos taxis. —Él miró a un lado y a otro y luego a mí.La duda me asaltó y arrugué la cara. Vi por la calle y enseguida noté a Paul que traía el auto y bajaba para a
BLAIRSus palabras me dejaron en blanco, pero la chillona risa de Kristen ni siquiera me dejó pensar y, para cuando alcé la vista, ella se acercaba a paso raudo.—Papá, ¿por qué Dominik debería estar con Blair? ¡Ella es muy desabrida y no tiene el encanto que un hombre así busca! ¡Déjamelo a mí! Te aseguro que lo conquistaré. —Se sentó al lado del abuelo y tomó sus manos, haciendo un mohín.Él respiró hondo y negó con la cabeza. Era un pez gordo conocido por ser implacable, pero se ablandaba con ella por el cariño que le tenía. Todos los hombres tenían un punto débil.—Cariño, Dominik es un hombre inteligente, es astuto. No cualquier chico puede formar su propia gran empresa desde la nada con apenas veinte años, mucho menos hacerla crecer tanto como él lo hizo —comentó con tono dulce—. Es un tipo astuto y Blair pareció gustarle, además Blair también es muy inteligente y comparten intereses. Sabrá tratarlo mejor de lo que tú podrás.Kristen frunció el ceño, consciente del fondo de esas
BLAIRCon el CEO saliendo al mediodía de viaje por un asunto imprevisto, yo seguía sumida en el trabajo.A eso de las seis, al ver que muchos ya se iban a casa tras terminar sus labores, pensé que ese día no quería hacer horas extra y me levanté para marcharme; sin embargo, la vejiga me traicionó y tuve que ir al baño.Al volver a mi mesa me dispuse a recoger mis cosas; sin embargo, no encontré mi identificación por ninguna parte. La busqué en las gavetas y alrededor, pero no la conseguí. Sin identificación no podría sellar la salida, lo que era un problema, así que fui a la dirección de personal para informar la pérdida.Cuando pasé hacia una asistente, de las únicas que quedaba, esta parecía poco dispuesta a prestarme atención.—Señorita, quiero reportar la pérdida de mi identificación. Fui al baño y solo desapareció.—¿En serio? ¿No es eso un descuido de tu parte? —La mujer me miró con desdén.—Bueno, debía estar en mi escritorio a mi vuelta, pero no está.Traté de mantener la calm
BLAIRLo seguí hasta la oficina, ubicada en la última planta. En el ascensor todo fue silencio, cierta tensión, y al salir solo caminé hasta el despacho. Paul abrió la puerta y entramos, él se quedó afuera, la cerró… y se hizo la calma.Dominik se acercó a su escritorio y se recostó contra él.—Bien, ¿puedes explicarme qué pasó? Si no me dices la verdad podría considerar el despido, pero tú no me pareces del tipo que comete errores tan estúpidos.—Yo no hice nada —me defendí al instante, acercándome unos pasos, y llevé una mano a mi cintura, una muestra involuntaria de carácter—. Ayer perdí mi identificación y no pude marcar la salida por mi cuenta, pero la asistente de personal me dijo que lo haría por mí. Me fui poco después de las seis de la tarde y volví esta mañana. Cuando volví, mi identificación estaba sobre mi escritorio y ocurrió lo del error de la base de datos.Él me escrutó en silencio unos segundos, lo que de cierta manera me intimidó, pues los claros ojos de ese hombre d
BLAIRBenjamin se fue frustrado y yo seguí con mi trabajo.Por la tarde, al salir de la oficina, me encontré a mi jefe en el pasillo, cosa extraña.—Señorita Blair, ¿le gustaría ir a cenar conmigo? —inquirió él, lo que me sorprendió.—¿Conmigo? ¿Por qué querría salir a cenar con su humilde empleada, señor Engel? —espeté condescendiente y él me miró con cierta ironía antes de reír.—No la estoy invitando en calidad de empleada, señorita Blair… —Se acercó y susurró—: ¿Qué le parece una cena con alguien con quien compartió cama? Algo casual.Fruncí el ceño y apreté los labios.—¿En qué demonios piensas? —Lo tuteé y di un paso atrás, revirando los ojos, para oír su risa—. Ni te creas que volveré a estar contigo solo por eso.¿Quién se creía que era? ¿Podía considerar esto como acoso laboral? Tenía que informarme.Él soltó una risita, con su secretario viendo todo algo sorprendido, quizá no acostumbrado a ver a ese portento de hombre de lengua suelta.Estuve a punto de dar la vuelta e irme