— ¿Cómo han ido las entrevistas? — preguntó Harry después de que ese muchacho lo hubiese llamado para saber cómo seguía — ¿Cumple Kira tus expectativas?
Kira, Kira, Kira. Suspiró Jack y evocó por un segundo lo que había sucedido en la empresa esa mañana. Todavía no comprendía que carajos fue lo que le pasó con esa mujer, pero lo cierto es que disfrutó muchísimo enfrentarse verbalmente a ella, sobre todo, porque antes ninguna mujer había sido capaz de sacarlo de sus casillas.— Es una mujer… — intentó describirla, pero ella era tantas cosas a la vez.— ¿Excepcional?— Repelente.— ¿Brillante?— Irrespetuosa — sí, esa era la palabra correcta para referirse a ella.Harry soltó una pequeña carcajada que terminó por arrancarle un quejido de dolor a la altura del hombro. Estaba recuperado, aunque no del todo.— Imagino que no se lo pusiste fácil — le dijo el hombre, que bastante bien lo conocía.Jack volteó los ojos y bufó.— No creo que vaya a funcionar, y sí, la entrevista con ella fue… interesante — recordó, era, de todos los postulantes, quien tenía los argumentos más sólidos —. Es una mujer preparada, pero no creo que eso sea suficiente. ¿Estás seguro de que ella podría ser la indicaba para relevarte?— Completamente, Jack, la conozco y sé que puede llevar a la empresa al siguiente nivel — le aseguró —. Dale la oportunidad, no pido más, deja que ella te demuestre su potencial y entonces serás tú quien tome las decisiones.— Bien, espero no estés equivocado — ni equivocarme yo también… se dijo a sí mismo — Por cierto, quería pedirte que estés mañana presente en el debate de estrategias, ya que también hay otros postulantes muy capacitados, y bueno, quiero tomar una decisión lo más parcial posible, sin influencias. ¿Cuento contigo?— Estaré allí, muchacho.— Bien.Esa noche, llegó a su pent-house en el centro de Manhattan, inquieto, todavía pensativo. Y es que aunque buscara razones en su cabeza para entender que tanto le fastidiaba de la tal Kira, no daba con ninguna. La mujer era atrevida, insolente y malcriada, sí, pero tenía temple y un lado combatido que sacaron lo peor de él ese día, haciéndolo sentir irritado, fuera de su control.Se aflojó el nudo de la corbata y se obligó a dejar de pensar en ella, en lo que inevitablemente le provocaba. Se ejercitó en su gimnasio privado y una hora más tarde, sin darle oportunidad a su mente para evocarla, se puso a trabajar desde su portátil.En el correo que compartía con el departamento de recursos humanos, ya tenía los expedientes de los postulantes al cargo; aunque faltaba uno, y oh, sorpresa… era el de ella. Oteó el reloj en su muñeca con una sonrisa sarcástica para comprobar que ya eran pasadas las diez. ¿Es que acaso no se tomaba nada en serio esta mujer?Hastiado, cerró la pantalla. Lo último que necesitaba en su vida es que la protegida de Harry estuviese causando un impacto en él como lo había hecho ese día.Bufó y tomó una toalla para irse a directo a piscina.Kira llegó a su estudio después de una intensa jornada de Pilates a la que se había inscrito ni bien llegó a la ciudad, y cómo siempre, se quitó los zapatos en la entrada, mimó a Félix; su gato, dejó el helado de choco menta en el congelador y colocó en agua los tulipanes blancos que había comprado en un puesto cercano.Minutos más tarde, tomó una ducha tibia, e inesperadamente, Jack Akerman se coló en la intimidad de su baño para tocarla a través de sus propias manos, recorriendo sus pechos con profesionalismo y explorándola más allá de lo debido.Para cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo, fue muy tarde. El nombre de ese hombre escapó de sus labios en un gemido que amortiguó el sonido que hacía el agua cuando sus dedos chocaban contra su sexo.Aliviada y sonrojada, se recargó contra los azulejos para después reírse sin más. Jack no era una tierra que quisiese labrar, sobre todo porque era muy probable que se convirtiese en su jefe en las horas siguientes; sin embargo, a solas, en su intimidad, ¿qué le impedía fantasear? Encima, el tipo tenía mucho de que alardear.SuspiróElla era arriesgada, pero también era correcta y disciplinada; sobre todo en el ámbito laboral, por eso, no hacía falta recordarse hasta donde llegaban sus límites, los tenía muy claros.Salió de la ducha y tomó el bote de helado antes de meterse bajo las sábanas y enviar su archivo personal al e-mail de la empresa.No pasó demasiado tiempo para que recibiese una respuesta.“Tiene una muy mala costumbre en ser la última, señorita Raleigh” — Jack Akerman. Director ejecutivo del grupo Akerman.Una sonrisa traviesa se apoderó de sus labios, y después de pensarlo, tecleó rápidamente:“Y agradezca que se lo envío en horario no laboral” — Kira Raleigh. Asesora ejecutiva de estrategias.Del otro lado de la pantalla, y como nunca, Jack soltó una carcajada y meneo la cabeza.“Siempre tiene algo que decir. ¿No es así?” Envió.“Sip”¿Sip? ¿Qué clase de respuesta era esa? ¿Es que acaso tenía seis años? Bufó, resignado.“La veo mañana, señorita Raleigh. No olvide llevar consigo la puntualidad”“Y usted la sonrisa”Otra sonora carcajada llenó el silencio del solitario y vacío Pent-house.Era la primera hora de la mañana y Jack se sentía más ansioso que de costumbre, y muy en el fondo, sabía por qué. Su día comenzó con una rutina de trote alrededor de la manzana y un desayuno alto en proteína que le preparaba su chef personal. Para las siete, cuando su equipo de seguridad lo custodiaba a través de las puertas del edificio, distinguió a Kira, tonteando con el móvil como una quinceañera.La vio andar por varios segundos sin poder evitarlo; meneaba las caderas como una profesional e iba atrapada en un traje ejecutivo color llamativo que sacudió feroz su entrepierna. Y advirtiendo lo que sucedería en el siguiente paso que ella iba a dar si no hacía algo, la tomó firme de los brazos.Kira alzó la vista y abrió los ojos de par en par, encontrándose con los poderosísimos azul cobalto del mismísimo Jack Akerman.— Lo siento, no lo vi — le dijo ella quedamente, atrapada aún en su férrea mirada, y experimentando la extraña sensación de sentirse segura en sus brazos.Él tampoco tardó en notar el calor que emanaba de su anatomía femenina y por eso tensó la mandíbula.— Fíjese por dónde camina la próxima vez — la aconsejó, alejándose sin más, pero apenas había dado un par de pasos cuando se percató, a través de sus reflejos, su dificultad para poder caminar — ¿Está bien?Ella alzó la vista, se aferró digna al bolso que compro la temporada pasada y empezó a cojear.— Lo estoy.Jack sonrió y negó con la cabeza, siguiéndola a paso ligero.— No me lo parece. ¿Necesita que la ayude?— Gracias, pero puedo sola.Con dificultad, llegó a las escaleras. ¡Y encima era brava!— Claro, lo olvidaba. ¡El bendito feminismo! — suspiro — ¿Piensa subir así hasta el último piso?Ella se encogió de hombros.— Es bueno para la circulación.¡Dios… dame paciencia, porque si me das ganas, la como a besos!— No sea terca, ni siquiera puede caminar, deje la ayudo.— Le dije qué… ¡Ah! — chilló cuando de pronto dejó de tocar el suelo para ahora sentir unos firmes pectorales contra ella... ¡Y qué duros eran! — ¡¿Qué está haciendo?! ¡Bájeme ahora mismo! ¡¿A dónde me lleva?!Jack sonrió con ella a cuestas, estaba sonrojada como un tomate e indiscretamente eso le pareció divino.— La llevaré a la enfermería de la empresa — le explicó con calma a pesar de los malos intentos de ella por sacudirse y se dirigió hasta el ascensor privado — Y dejé de moverse, me está lastimando el cuello.— ¡Y usted bájeme en este preciso instante! ¡Se lo ordeno!— Le recuerdo que el de las órdenes aquí, soy yo, y si no estuviese de distraída con el móvil no estaría en esta situación.Ella se zarandeó.— ¡Le he dicho que me baje! ¡Todos nos están mirando!— Lo hacen porque usted no deja de gritar como una cacatúa, y la bajaré cuando sepa que puede caminar bien, he dicho.Sin darle la oportunidad para replicar otra vez, las puertas del ascensor se abrieron y Jack no se detuvo hasta llegar al área de enfermería, consciente del cotilleo a sus espaldas.¡La cereza del pastel! Ahora sería la comidilla de sus propios empleados.— Clara — se dirigió a una mujer mayor, rubia, y de sonrisa muy encantadora, que los recibió ni bien se asomaron por la puerta —. La señorita Raleigh tiene una lesión en el tobillo, por favor revísela.La mujer asintió al mismo tiempo que él dejaba a Kira en una camilla y esta le regalaba una mirada furtiva que le pareció por demás infantil.— Estoy bien, no hace falta — gruñó ella, volteando los ojos, intentando incorporarse otra vez.Jack suspiró, obstinado.— Clara, obedezca, y si la señorita sale de aquí sin ser atendida, lamento decirle que será despedida — advirtió, mirando fijamente a la muchacha — dudo que tenga el corazón hecho de piedra como para permitir que esta pobre mujer pierda el único sustento que tiene para alimentar a su familia, ¿verdad?La paciente se cruzó de brazos, resignada. ¡Quería matarlo! Y Jack esbozó una sonrisa, saboreando la victoria.Clara comenzó a trabajar en su pie. Allí las lesiones de tobillo eran más comunes de lo que parecía.— La veo en la sala de reuniones cuando se siente preparada — dijo, repasando con la mirada su tobillo lastimado. Comenzaba a verse un poco hinchado ya — pero si lo cree necesario, puede regresar a casa, mi chofer estará disponible para usted.Ella soltó una carcajada sin alegría.— ¿Y darle la oportunidad de que no presente mi estrategia? ¡Ja, se quedará con las ganas!— Solo me preocupo por usted como con cualquiera de mis empleados.— No se preocupe tanto — se burló furiosísima —, y todavía no soy su empleada, tampoco necesito de su condescendencia.— ¿Siempre es así de insufrible? — farfulló.— Solo cuando se me cruzan seres con aire de superioridad como usted.Jack sonrió y negó con ironía.— ¿Cómo yo? — preguntó. ¿De qué venía todo eso? Estaba intentando ayudarla y encima lo atacaba. ¡Qué mujercita!— Sí, acaba de amenazar a esta pobre mujer con despedirla si no lo obedece. ¿Es que se cree el dueño de todo el mundo o qué?Recargado contra el marco de la puerta, Jack la estudió con apreciación, comiéndosela con los ojos.— Por supuesto que no iba a despedirla — le aclaró, la mujer ya había comenzado su labor — Clara lleva más años de los que usted tiene trabajando para esta empresa.Colérica, lo fulminó.— ¡¿Entonces me chantajeó?!— Y usted cayó redondita — soltó antes de retirarse con orgullo masculino.— ¡Cretino!Escuchó tras de sí y soltó una carcajada en el pasillo. No recordaba haberse reído así en mucho tiempo. Ella suspiró largamente y se dejó consentir por las suaves y cálidas de la mujer, pensando, con el labio atrapado entre sus dientes, que eso había sido bastante… intenso.Tonto, idiota, arrogante… Kira se había quedado con todas las ganas de seguir insultandolo, pero habría sido ridículo y en vano, además de gastar la energía que debía usar esa misma mañana en el debate, porque si pensaba fastidiarla y seguir poniéndole piedras en el camino por la idea machista que tenía sobre las mujeres, estaba muy equivocado, y le demostraría cuánto. En su silla ejecutiva, Jack no dejaba de pensar en que esa mujer lo tentada de maneras desproporcionales, y reconocerse a sí mismo que ella de verdad tenía el temple para trabajar en su equipo, lo alteraba más. — Te noto ansioso — le dijo Harry en voz baja, ya estaban en la sala de reuniones. — Tú tienes la culpa, todavía sigo creyendo que la idea de esa mujer aquí no traerá nada bueno, es tan… temperamental — soltó, recordando la escena de hace unos minutos. Harry colocó una mano en su hombre y lo miró divertido. — Lo que te molesta es que ella no sea como el resto de tus empleados y camine fuera de la línea, que
Cada vez que estaba en presencia de esa mujer se sentía desconcertado, fuera de sí. Era como si ella tuviese el completo poder de fastidiarlo y hacerle perder toda perspectiva de la realidad, pero, sobre todo, lo hacía sentir como un quinceañero que apenas se abría paso a las experiencias de la vida… del deseo. Porque sí, desde el primer segundo que la conoció, algo en su interior se avivó, como si de pronto ella fuese ese algo que había estado, inconscientemente, esperando toda su vida. Suspiró hastiado, de verdad que estaba demasiado intrigado por esa mujer, tanto que, sin saber por qué diablos tuvo ese impulso, buscó en su correo electrónico algo que le interesaba y sonrió satisfecho después de haberlo encontrado. — Da la vuelta en el siguiente semáforo — ordenó a su jefe de seguridad, irritado por la muy mala decisión que estaba tomando. — ¿No irá al apartamento de la señorita Becca? — le preguntó el hombre, sorprendido. Becca era una mujer que frecuentaba y con la que mantení
Los alborozados ojos de Kira titilaron tras sentir el impacto de esa boca profesional contra la suya, y aunque hubiese podido romper el contacto, alejarse de súbito y propiciarle una cachetada por semejante abuso, no logró hacerlo, en realidad… no quiso hacerlo.Y es que el sabor de sus labios era tan bueno, tan mentolado, tan increíblemente adictivo, que no hubo modo de que quisiese escapar del hechizo al que repentinamente había sido arrastrado.¿Iba en contra de sus propios principios? Sí: en negrita y subrayado.¿Iba a detenerse? ¡Ni que estuviese loca! Ese hombre, aunque le pesara reconocerlo, era la fantasía erótica de cualquier mujer, sobre todo la de una que jamás había sido besada de tal modo, como si ella fuese la única gota de agua en el desierto.Rodeó con agilidad su cuello y lo pegó contra sí, alzándose sobre sus puntillas para así poder estar medianamente a su altura… y se dejó llevar, como pluma en el viento, como melodía que recorre las calles de invierno en pleno apo
Lo intentó, de verdad que sí, pero no pudo, y eso era lo que lo tenía rabioso e inquieto esa mañana.El beso que había compartido con Kira era algo que simplemente no podía sacarse de la cabeza; lo que resultaba un peligro, porque cuando se involucraba de más, ya sabía cómo acababa, y daba lo mismo de quien se tratase, él solo sabía destruir y alejar a las personas de su lado antes de que ellas gozaran de la oportunidad para hacerlo antes.En el piso habitual del grupo Akerman, las puertas del ascensor se abrieron al mismo tiempo que escuchaba una risa femenina, y como si todas sus alertas se hubiesen disparado de súbito, a través de una enorme pared de cristal que lo delimitaba con el comedor, la vio.Estaba rellenando un termo de café mientras mantenía una muy divertida conversación con dos jóvenes que, además de saber que pertenecían al departamento de finanzas, parecían muy interesados en ella.Los celos que jamás llegaría a admitir en voz alta porque le parecían de lo más absurdo
Durante toda la reunión, el estoicismo de Kira lo hizo sentir inquieto, en descontrol. Ella se desenvolvía con absoluta tranquilidad y profesionalismo, como si de verdad nada hubiese ocurrido entre ellos. Incluso, hubo un momento en el que hizo reír a los inversionistas con un chiste bastante apropiado y estos asintieron entre sí, como si se dijesen con la mirada que esta chica tenía potencial. Y sí, maldición, lo tenía, pero además de eso, gozaba de un poder natural para capturar miradas, porque si bien la suya no la había podido apartar de sus caderas, el resto tampoco, y eso, aunque odiaba reconocerlo, era una afrenta personal que le fastidiaba. Para el final de la presentación, Miller también participó con un par de ideas que reforzaron la estrategia de Kira, y a las que Jack aprobó como buenas; también ella, aunque creía que necesitaban un poco más de propósito y se lo hizo saber de manera amable, cosa que a Miller no le gustó y e intercambiaron un par de diferencias verbales cu
Jack sujetó la cabeza de Kira y la reclamó con decisión.Ella se permitió saborearlo con todo el ardor que le exigía su cuerpo en ese momento y se dejó arrastrar a palpas contra el escritorio. Objetos cayeron y papeles volaron. Gimió de gusto, de placer. Jamás había sido besada de esa forma tan intensa, tan pasional… tan urgente.El beso de Jack era más de lo que hubiese esperado de un hombre. Era simplemente primitivo, ardiente y decisivo. Era todo aquello de lo que quería gozar.Con agilidad, Jack la subió sobre el escritorio, le elevó la falda y se acomodó en medio de sus piernas mientras se hacía de la cremallera de su pantalón. Le hubiese encantado desvestirse completamente y desvestirla, pero no había tiempo y tampoco estaban en el lugar más adecuado para ello.Kira no podía pensar con claridad; parecía haber comenzado a perder toda perspectiva de la realidad. Él tampoco podía, pues un sentimiento primitivo se había apoderado de él y no tenía intención de dejarlo en paz, no hast
Por supuesto que había una mujer en su vida. ¿Qué creía? ¿Qué un hombre cómo él no frecuentaba con nadie más?La tal Becca era una mujer despampanante, esbelta y con curvas pequeñas, casi rayaba la perfección la condenada. Su juicio se había nublado por un segundo y tuvo que tomar una profunda inhalación discretamente.Lo que acababa de compartir con ese hombre había sido solo sexo, sí, sexo y nada más, algo sin importancia, algo que, definitivamente, no podía volver a repetirse, así que debía tomar decisión inteligente y evitar, a toda costa, que estuviese basada en las emociones.— Gracias por permitirme usar su baño, señor Akerman, con permiso — logró decir, buscando lucir relajada e indiferente ante la situación.Jack asintió mientras la mujer enganchada a su cuello la miraba con una sonrisa de suficiencia.Salió de allí con el corazón latiéndole a toda máquina; aunque lo ocultase muy bien. Solo quería llegar a casa, refugiarse en ese cálido espacio y olvidar todo aquello que cons
Se había quedado tonteando un rato con el móvil cuando vio la hora y saltó como un resorte.Escoger un vestido formal no supuso un problema, al contrario, no era de las chicas que se complicaban tanto, y en menos de una hora, no solo estaba lista, sino que también el auto había llegado por ella y una notificación en su teléfono le hizo saber que el chofer no era el único en acompañarla durante su trayecto a la reunión.Jack se sentía más ansioso que de costumbre, y esa sensación no hizo más que intensificarse cuando vio a Kira atravesar las puertas de cristales de su edificio.Esa noche iba enfundada en un entallado vestido rojo capaz de acaparar todas las miradas, pequeños pendientes dorados y el cabello atado en una coleta alta eran parte de su atuendo.Perfecta. No pudo evitar reconocer.— Señor Akerman, buenas noches, no sabía que compartiríamos el taxi — su femenina voz lo inquietó. Era como escuchar algo dulce y adictivo… y eso que él no era de ningún tipo de adicciones que no f